El diario de Marta la cachonda (II)
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Carlitos y yo parecemos una pareja de ninfómanos sin ningún tipo de remedio. Para variar el fin de semana he estado muy liada con el trabajo, aunque las horas en el bar cada vez se pasan más rápidas. Es una gozada ver como no me quedo sola provocando a la clientela, en el buen sentido de la palabra. Si una provoca a sus clientes es porque ellos se están fijando y no tienen intención de dejar de mirar hasta que les acabas de servir o hasta que les haces algo que les avergüence delante del resto del bar. Me refiero a Raquel, que les pone de un cachondo.
No me extraña, para empezar tiene un cuerpo de escándalo, y para acompañarlo se pone unos modelitos que levanta penes allá donde va. No, en serio, nunca habéis ido a un bar o a alguna tienda donde os atienda una chica o un chico que está como un tren? Lo normal es que ella esté al margen de los comentarios de la gente, pero es que Raquel sigue las bromas de los chicos que van con ganas de juerga. Así acaban ellos, casi peleándose por echarle los trastos.
A parte de eso, lo del bar va de maravilla, es un currillo que cansa, pero no te quita las fuerzas para cuando sales. Al menos, a mi no me las quita, al contrario, parece que me da más energía para hacer de todo. Sobre todo si tengo la compañía de Carlitos, que no es nada desagradable, cada vez estoy más a gusto a su lado, más si viene con sorpresas como la del sábado.
Aunque no solo nos vimos el sábado, el viernes también quedamos cuando acabé de currar. Estuvimos indecisos entre ir a tomar algo o ver una peli en el cine, la sesión de la una. Acabamos en el cine viendo la de Tarantino, la última. No tuvo más historia esa noche, algo de roce en el coche y ya está.
Lo que me sorprendió fue lo del sábado. Estaba de bastante mala leche, por culpa de una pandilleta que había ido a cenar en plan graciosillo y un poco guarro. Lo dejaron todo hecho una mierda, encima se quejaban de que la cuenta que les había sacado estaba mal. No es que me molestara que se quejaran, los que me jodía es con la chulería con que lo hacían. Eso sí, yo no me cortaba un duro y les pude responder como se merecieron. Si no les dije más es porque salió Toni y lo arregló él.
El caso es que vino Carlitos a recogerme del bar, no tenía ganas de mucha juerga, pero él si. Lo noté un pelin nerviosillo y algo impaciente. Sabía que guardaba una sorpresa, pero no me podía imaginar de que se trataba, como tampoco lo conozco tanto, no sabía por donde podían ir los tiros. Me dijo que subiera al coche y que no preguntara nada hasta que llegáramos. Le pregunté ¿Adonde? Se rió y me dijo que no me pensaba decir nada.
Fuimos a la zona de la avenida de Francia, por donde está la Cuidad de la Artes y las Ciencias, aparcó y sacó un juego de llaves. Nos metimos en un portal de esos mega modernos, llamó al ascensor y marcó el cuarto piso. No pude resistir y le pregunté donde estábamos. Él tampoco pudo aguantar y me dijo que estábamos en el piso de su tía, que estaba amueblado y deshabitado. No me lo podía creer.
Un montón de preguntas me venían a la cabeza, pero…ella sabe que estamos aquí? Las llaves son tuyas? Y si viene alguien? Vamos a pasar la noche aquí? Como Carlitos me vio medio histérica me contó cual era la situación. El piso es de su tía, pero ella no vive ahí, lo compró con la idea de alquilarlo. Pero estaba en un momento en que el inquilino lo acababa de dejar y no había nadie. Claro, cuando le pregunté que porqué las llaves las tenía él, me dijo que en su casa había una copia por si llamaba algún interesado y su tía no podía atenderle o ir a enseñarle el piso. Carlitos había hecho una copia de las de su casa y las había dejado en el sitio. Mientras no aparezca nadie, el piso estaba libre y amueblado. Además, era chulísimo. Lo mejor es que tenía bañera de hidromasaje. Y lo peor cuando le dije a Carlitos que era una pena no poder utilizarla, ya que no íbamos a usar las toallas que había allí. Pero me dijo que ya que preparaba una sorpresa, la preparaba bien. Sacó un par de toallitas de la mochila que llevaba. Que fuerte, estaba en todo.
El resto de la noche os lo podéis imaginar, no tenía nada que ver con lo del cuartito de los contadores del agua o con lo de los probadores del Corte Inglés. Nos lo tomamos con calma, ya que era la primera vez que teníamos ocasión de hacerlo sin ninguna presión por donde estábamos. Asi daba gusto, no había nadie que nos molestara en toda la noche. Fue larga y excitante, pudimos hacerlo de varias formas, aunque el primer sitio fue la bañera, por supuesto.
Lo que disfruté con la monumental tranca de Carlitos es algo que no me había imaginado, era como un tronco cuando estaba bien durita. Me dio mucho placer, sin ningún tipo de dolor. Fue un gustazo sentirla dentro una y otra vez, todo un pedazo de orgasmo. También estuvimos en el sofá, donde al final nos quedamos dormidos.
La noche pasó volando, ahora ya sabemos que a escondidas y confiando en que no nos pille nadie, podemos disfrutar del piso de la tía de Carlitos hasta que aparezca alguien que quiera alquilarlo. Mientras tanto, habrá que darle uso para que no salgan telarañas. Por mi, como si vamos todas las tardes… bueno, ayer también fuimos, para que negarlo.