Dulce y salvaje en una dulce noche de lluvia
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Era de noche, la lluvia azotaba la ventana, eso me despertó y me acerqué a la ventana, la imagen era preciosa se podía ver la luz de la luna a través de las gotas de agua, y a su vez estas cayendo sobre la hierba verde y densa. Me entraron ganas de oler el perfume de la lluvia sobre la hierba así que me puse el camisón blanco y salí, me gusta sentir el frescor de las gotas de agua resbalar por mi piel, y el de la hierba bajo mis pies. Salí afuera, me senté, me solté el pelo y esperé a estar empapada, se podía adivinar mi silueta a través del camisón ahora transparente, y tras la tranquilidad unas pisadas tras de mí, una mano en mis ojos otra en mi boca y un beso en mi cuello dulce suave y jugoso. Estaba asustada pero esa sensación de no saber quien era me gustaba, debió de sacar un pañuelo por que me tapó los ojos con algo y me besó, jugueteó un rato con mi lengua y después paró.
– Ssshh deja por que te voy a hacer disfrutar… no te quites el pañuelo, no me hagas enfadar.
Solo atiné a decir:
– De acuerdo…
Y le dejé proseguir, fue deslizando una mano desde el pie subiendo por la pantorrilla acariciando el muslo metiendo la mano bajo el camisón acarició mi cintura y de repente sacó la mano para después cojerme en brazos y acercarme hasta el árbol del jardín, y con una cuerda me ató las manos a el, estaba a su merced.
Ahora eran dos manos las que se metían bajo mi camisón, sus manos eran suaves, como de terciopelo, acariciaba cada parte de mí, mordisqueaba mis muslos, lamía mi vientre, fue subiendo el vestido hasta que lo tuve por encima de la cabeza, bajó sus manos acariciando mis brazos pasando por la axila suavemente, rozando mi cuello, mordiendo mis mejillas, lamiendo mis labios, acariciando mis pechos, sin rozar siquiera los pezones, moviéndose suavemente encima de mí sin penetrarme, estaba tan húmeda que sentía resbalar las gotas por mis muslos, y no eran las de la lluvia, subiendo sus manos por la parte interna del muslo me alzó por el culo separando mi cadera del suelo, subiendo mis piernas hasta sus hombros y con su lengua empezó a jugar, primero los muslos después daba lametazos en las ingles mientras mi respiración entrecortada le guiaba hacia los lugares que más me gustaban, las cuerdas me hacían daño en las muñecas de la tensión pero parecía no importarle demasiado, ya que dijo:
– Que te trate dulcemente no significa que no vayas a sufrir un poquito.
Eso me excitó todavía más, me volvió a recostar y fue lamiendo, desde el ombligo hasta mis pechos ya bien duros de la excitación y del frió de las gotas de la lluvia. Primero lamió los pezones los abarcó totalmente para que cogieran el calor de su boca luego soplaba y de nuevo volvía a empezar, y me fue besando el cuello para llegar mas tarde al lóbulo de la oreja que mordisqueó como si se fuera a escapar. Y después… después un largo, cálido y jugoso beso que hacía ya un rato empezaba a anhelar, debió de estar como 5 minutos jugando con mi lengua, succionando, acariciando, mordisqueando, mis labios, jugando con ellos para después volver a bajar y besar mi sexo y consiguió su objetivo: ya no podía más me corrí en un orgasmo mudo del mismo placer que sentí.
Entonces, sin más, me la metió hasta el fondo, ¡dios que delicia!, con movimientos suaves y sin pausa me fue llevando hasta otro orgasmo como el de antes, lamiendo también mis pechos, esta vez el placer era sublime, pero paró, no dejó que me corriera y de una sacudida me puso a 4 patas para seguir penetrándome dulcemente, besando mi cuello, besando mi espalda, dibujando mi columna con su lengua, eso me puso la piel de gallina, lamía mis glúteos ya rojos de las palmadas y volvió a girarme y así me tuvo hasta que una ola de placer nos fundió a los dos. Soltó las cuerdas pero no el pañuelo.
– No te lo quites, por que ahora me marcharé y nunca sabrás quien te dió tanto placer y quien sabe si volveré alguna vez.
– Noooo dime quien…
Pero el ya no estaba, allí estaba yo, sola y consternada por no saber quien me había hecho suya de una forma tan especial, tan única y tan tiernamente salvaje.
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