Dominando a mi hermana en la cama

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A mi hermana menor la deseaba en secreto. Imaginaba tenerla y hacerle el amor, también me masturbaba pensando en ella. Ella tenía rechazo a los hombres puesto que sus relaciones sentimentales no habían sido buenas, pero no se había encamado con ninguno de sus enamorados, por lo tanto, era virgen. No podía abordarla por cuestiones de la moral, temía una reacción negativa ante la idea del incesto, etc. Leía las páginas de relatos de sexo filial para ver cómo abordarla, pero, nada me animaba. Encontré entonces las relacionadas con hipnosis, me encantó la idea, someterla de manera pacífica sin que se dé cuenta de ello.

En Internet encontré archivos sobre el tema, reuní todo lo que pude, leía a menudo mientras alimentaba mi deseo por hacerla mía. Ahora había una interrogante, ¿Cómo hipnotizarla?.

Sabía que sería difícil y lo fue. Como le gusta la música y el canto y no podía llegar a entonar notas altas por más que se esforzaba mucho, le hablé sobre la Hipnoterapia; ella dudaba, no creía que podía ser posible ello. Sin embargo, le hice leer lo que había recopilado (con algunas modificaciones, claro está), haciéndole notar que no sería riesgoso y que todo saldría bien. Insistiendo e insistiendo, aceptó someterse a una sesión, pero se sorprendió al saber que sería yo su hipnotizador. Le hice ver que sería mejor, puesto que había un ambiente de confianza entre ambos, se tranquilizó.

Comenzada la sesión, le hice un ejercicio de relajamiento. Usé música clásica repetitiva con sonidos monótonos, una voz suave y pequeños masajitos en sus hombros.

– Relájate, suéltate de las tensiones, no dejes que ningún pensamiento te perturbe. Eso es, relájate, todo quedará bien, sabes que es así, confía en mí y relájate.

Repetía las mismas frases una y otra vez, empecé a notar cómo ella se relajaba, cambiaba la expresión de rostro en una especie de superficie llena de paz.

– Te sientes bien, verdad, te sientes en paz, te sientes relajada escuchándome, escuchando la música y confiando en mí.

-Sí me siento bien, muy bien – atinó a decir ella con pausada voz.

Comencé a pasar mi mano por su cabeza a la vez que le decía.

– Siente mi mano en tu cabeza, siente cómo te tranquiliza más y más, siente cómo te sumerge en una calma única.

– Sí, siento tu mano – dijo esta vez con mayor pausa.

Le dí un rodeo sin dejar de acariciar su cabeza, me puse frente a ella.

– Ahora mírame a los ojos, mírame, te hará sentir mejor, mucho mejor. Le decía a la par que nuestras miradas se cruzaron y se quedaron enlazadas.

Seguía con las mismas palabras, entonces noté que ella estaba muy plácida.

– Te sientes bien, verdad que sí, ahora contaré de 5 a 0, tú te sentirás cien veces más relajada con cada número que diga, cuando llegue a cero estará completamente relajada y sólo pondrás atención a lo que yo te diga. ¿Entendido?.

– Sí, entiendo.

– Bien. 5… 4… 3… 2… 1… 0.

Seguidamente apagué la música, hice bulla, pero ella no daba señales de responder a nada.

– ¿Me escuchas?

– Sí.

– ¿No escuchaste nada más aparte de l o que te he dicho?

– No, nada.

Ya la tenía en mis manos, era la primera vez que lo practicaba y salió bien.

– En adelante, cada vez que estés en estado de relajación, te llamaré Menomía y harás cuanto te diga. ¿Entendido?.

– Sí, entiendo.

Sólo faltaba ultimar los últimos detalles del motivo por el cual se había dejado hipnotizar.

– Escucha con atención, Menomía, el cantar es saludable, ya no tendrás problemas para eso, podrás llegar a registros altos de voz sin problemas, sin sentir molestias y sin esfuerzos.

Se lo repetí tres veces como para que se le grabara bien es mensaje.

– Ahora te despertarás cuando te bese las manos, no recordarás mucho, sólo que te has sentido bien. Pero, te dejarás hipnotizar por mí nuevamente cuando yo te lo proponga.

Acto seguido, le besé las manos, ella parpadeó algunas veces y me miró con algo de sorpresa.

– ¿Qué tal te encuentras?

– Bien, me siento bien.

– Cántate algo.

Comenzó a cantar una canción y llegó a los tonos altos sin problemas, se sorprendió de eso, le comenté lo que habíamos hecho, y le pareció agradable.

– Si quieres podemos tener otra sesión para que mejores más en menor tiempo.

– Ya pues.

Le hice sentarse. Y comencé con la relajación anterior, ella cedió más rápidamente, la tuve toda la tarde desde la 1 y media hasta casi las 7. Cada vez me era más fácil sumergirla en la hipnosis, en cada sesión le iba dando indicaciones que iban disminuyendo sus inhibiciones y sus pudores. Len la última sesión de aquella tarde le dije.

– En adelante, Menomía, te sentirás atraída por mí, pensarás en mí, empezarás a sentir que te enamoras de mí, querrás mis caricias, mis besos, mis abrazos, pero dejarás que yo tome la iniciativa. ¿Entendido?.

– Sí, entiendo.

– Ahora te besaré, mientras dure ese beso, sentirás que te sientes segura en mis brazos y te dejarás tocar por mí a mi antojo. Terminado ese beso te despertarás, no recordarás nada, pero te dejarás hipnotizar cada vez que yo te lo sugiera.

Así lo hice, comencé a besarla con calor, con pasión, al momento que la acariciaba tocándola por todas partes de su cuerpo, ella correspondía con la misma intensidad. Luego de besarla, ella parpadeó algunas veces, aproveché eso para acercarme al equipo para poner alguna radio. La noté algo confundida, salí de casa pensando en prepararla para que pierda su virginidad conmigo.

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