Después de un partido de Volleyball

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Era un poco tarde y habíamos terminado de jugar un partido de volleyball en otra liga. Nuestro equipo había ganado y estábamos todos muy contentos por eso. Nos subimos al bus de nuestra liga en medio de chistes y comentarios de alegría por el triunfo. Algunos nos quitamos las camisetas y jugábamos a darnos “latigazos” con ellas en la espalda descubierta de los otros. En fin, la euforia era total. Yo disfrutaba de ver a mis compañeros, todos de 18 años como yo, jugando y dándose golpes, semi desnudos.

Cada uno tomó su puesto en el bus y se inició el recorrido. A medida que pasaba el tiempo y caía la noche el bus se fue desocupando y quedando en silencio. Cansados por lo prolongado del recorrido, muchos nos habíamos acostado a lo largo de las bancas recostando nuestra cabeza justo debajo de la ventanilla, al extremo interior de la banca. Nuestras piernas sobresalían por el otro extremo hasta el pasillo, quedando apoyadas sobre el piso. Una posición incómoda pero la única forma posible de descansar un poco. Yo opté por hacer lo mismo, me esperaba un recorrido largo pues era uno de los que vivía más lejos. Así que lo mejor era tratar de dormir. Usé mi camiseta como almohada y me recosté.

Cerré mis ojos y volvieron a mi las imágenes de los torsos desnudos de mis compañeros y de lo bien que se veían por la alegría de haber ganado. No se cuando tiempo pasó pues me quedé profundamente dormido. Me desperté con un ruido parecido a un golpe. Abrí los ojos y me di cuenta que ya era de noche y no nos estábamos moviendo. En la banca del lado opuesto venía sentado Daniel, y una banca más atrás estaba Santiago. Los dos eran compañeros del equipo y amigos míos.

Yo: Que paso? Por que estamos parados?

Daniel: Parece que hubo un problema con una de las llantas y el chofer se bajó a arreglarlo.

Yo: Que pereza, a que horas vamos a llegar? Faltan muchos por bajarse? – le pregunté bostezando, no quería sentarme por la pereza que tenía

Daniel: Solo quedamos vos, Santiago y yo

Yo: Ok

Recliné nuevamente mi cabeza sobre mi camiseta y cerré los ojos. No me pude volver a dormir fácil, solo dormité un poco hasta que Daniel me despertó preguntando:

Santiago: Que estás soñando?

Yo: No se, no me acuerdo que soñé, por que?

Santiago: Pues debe haber sido algo muy interesante, porque se ve que otras partes de tu cuerpo si están bastante despiertas jaja

Yo: Como así? por que? – tenía tanto sueño que casi ni entendía lo que me decía.

Daniel se rió entonces y señaló mi bulto. Efectivamente, sin que yo me hubiera dado cuenta, tenía una erección que se notaba por encima de la pantaloneta. Ahora Santiago también se había asomado y los dos se estaban burlando de mí. Tengo que aceptar que me dio un poco de vergüenza.

Yo: No me había dado cuenta jaja – les dije mientras ponía mi camiseta encima de mi pantaloneta para cubrirme. Y volví a recostar mi cabeza sobre la banca, sin darle mucha importancia al tema.

Pasaron unos minutos y el chofer volvió a subirse al bus para decirnos que el problema era grave y tendría que ir en un taxi a recoger unos repuestos. Daniel decidió que se iría con él pues el taxi pasaría por su casa. Santiago y yo no teníamos alternativa, tendríamos que quedarnos en el bus. Volví a recostarme sobre la banca, tendría suficiente tiempo para dormir. Acomodé la camiseta nuevamente como almohada, ahora que no estaba Daniel en la banca opuesta nadie podría ver mi erección que ya había caído un poco en todo caso. Además, con Santiago me sentía más cómodo, él era más serio, más respetuoso. Al momento de cerrar mis ojos, Santiago empezó a hablarme…

Santiago: Bueno y ahora que nos ponemos a hacer? Nos vamos a aburrir aquí en este bus!!

Yo: Trata de dormir como yo.

Santiago: No puedo… al menos vos tenéis tus sueños eróticos que te ayudan a entretenerte jaja

Yo: Pero ya no puedo volverme a dormir… si no me dejas… – estaba buscando que se callara de una buena vez.

Santiago: Y no tenéis al menos alguna revista que yo pueda leer mientras dormís?

Yo: Pues tenéis que venir y buscar en mi maletín porque tengo pereza hasta para mover mis brazos jaja.

Santiago se levantó de su silla y vino hacia la mía. Se paró en el pasillo frente a mí y levanto mi maletín para revisarlo. Yo ni siquiera abrí mis ojos, solo escuchaba sus movimientos.

Santiago: Estas súper relajado no?

Yo: Aja…

Santiago: Pero por tu bulto… se nota que todavía la tenéis dura no? jaja

Sabía que era así y ya no me importaba, sin embargo, por vergüenza, pretendí que ignoraba la situación y recliné mi cabeza para “comprobar” lo que Santiago decía. Apenas vi que efectivamente mi bulto tenía otra vez un notorio tamaño, llevé mis manos y lo cubrí mientras reía con algo de vergüenza y con una incipiente excitación por hablar de mi pene con otro amigo… a solas.

Santiago: Pero no te la cubras que es lo mas normal, a mi me pasa cuando duermo también

Entonces para exagerar la situación y demostrarle que no me importaba, corrí mis manos de encima de mi bulto y las puse a ambos lados de este, sobre mis ingles. Estiré la pantaloneta para pronunciar mas el bulto mientras me reía y le decía en tono de burla:

Yo: Míralo pues si esas son tus ganas pervertido jaja

Santiago: No! tampoco es necesario que lo resaltes jaja, mas bien córrete me siento con vos para charlar ya que en tu maletín no hay nada interesante

Yo: Me vas a hacer sentar?

Santiago: Dale hombre, que más nos ponemos a hacer?

Yo: Pues si me dejaras solo, podría hacer algo bien chévere jajaja – dije mientras pasaba una mano por encima de mi bulto imitando los movimientos de la masturbación.

Santiago: Jaja ahora el pervertido sois vos, córrete mejor!

Me senté entonces sobre la banca y Santiago se sentó al lado mío. Nos pusimos a hablar sobre el partido, sobre lo duro que fue etc. Yo para entonces ya había puesto mi camiseta sobre mi pantaloneta pues seguía con una erección que ya no respondía a lo relajado de mis músculos sino a la charla con Santiago, a solas, en ese bus. Algo tenía que hacer para poder regresar al tema de mi bulto en erección. Me había gustado que él me hiciera comentarios. Así que en un momento en que nos quedamos sin más que hablar le dije:

Yo: Bueno Santiago, yo creo que mejor me quito esta ropa de deportes y me pongo mi ropa normal por si tenemos que tomar un taxi… Vos no te vas a cambiar?

Santiago: No, para que? No me importa andar con esta ropa.

Yo: Ok, yo si quiero ponerme ropa limpia – y lo miré como quien busca algo de privacidad aunque en realidad no quería que se fuera.

Santiago: Y te da pena de mi? jaja, queréis que me pase a otra banca mientras te cambias o me quedo aquí?

Yo: No fresco, igual que ganas con ver y no tocar jajaja – dije en tono sarcástico.

Santiago: Bueno, bueno, sin ofender. Cámbiate, yo me quedo aquí. Ni que fueras una niña…

Yo: Ok…

Santiago no se movió de la banca, lo cual me pareció muy bien. Tomé mi pantaloneta y me incorporé un poco para quitármela. Volví a sentarme en pantaloncillos, eran blancos, algo cortos pero no mucho, termino medio entre boxers y tangas, más bien clásicos y algo ajustados. Los pantaloncillos dejaban ver como los bellos cortos y dorados de mis piernas aumentaban su número al llegar a mi bulto y, obviamente, se notaba mi verga a punto de estallar y retenida por la tela. Como siempre, estaba acomodada hacia arriba y esta vez un poco hacia la derecha. Yo continué en mi rutina de cambiarme de ropa sin inmutarme por la presencia de Santiago ni por mi erección.

Santiago: Pero la tenéis a reventar no? Mira eso. Está que se te sale jaja

Yo: Si, ya sabías que estaba así… Pero vos sois como muy mirón no?

Santiago: Ya no vengas con pendejadas, no me digas que te da pena!

Yo: No para nada, pero igual, te fijas mucho.

Santiago: Y que? Me vas a decir ahora que vos nunca te has fijado cuando nos cambiamos en los lockers. No me digas que nunca lo has hecho. A todos nos da curiosidad…

Yo: En fin… – decidí no responder más.

Tomé entonces con ambas manos el borde de mis pantaloncillos y me detuve para preguntarle:

Yo: Ya me voy a quedar desnudo, así que espero que no te moleste que la tenga dura – dentro de mi deseaba que se quedara a verme y me hiciera mas comentarios, me estaba excitando.

Santiago: Ya desvístete, no hay nadie más en el bus y yo te conozco desde que teníamos como 5 años

Yo: Ok, ok bueno, no vas a molestar en todo caso…

Nuevamente me incorporé un poco y deslicé los pantaloncillos por mis piernas flexionadas, hasta las rodillas. Mi verga saltó de inmediato al liberarse de la presión y quedó dura y firme, acomodada hacia arriba. Mis güevas quedaron colgando en medio de mis piernas, un poco cerradas por la falta de espacio. Me senté nuevamente en la banca y terminé de quitarme los pantaloncillos levantando pierna por pierna. Lo hice muy despacio tratando de poner atención a las reacciones de Santiago. Él no dejaba de mirarme.

Santiago: Uy Esteban, no tenéis nada de que quejarte, te dotaron con buen tamaño jaja

Yo: Si, no me quejo jaja – respondí yo mientras pasé mi mano por mi verga en forma sutil y desprevenida, y esperé unos momentos (intencionalmente) antes de tomar mi maletín para sacar la ropa que me pondría. Quería que Santiago siguiera con la conversación, ya todo me parecía bastante sugestivo.

Santiago: Y ese es el máximo que alcanza o todavía le falta más? Porque serías un campeón si creciera más.

Yo: Bueno pues alcanza más a veces, pero delante tuyo no creo que se anime jaja, como te dije, si no estuvieras aquí ya estaría haciendo otras cosas…y tal vez crecería jaja

Santiago: Jaja entonces es regigante!!

Yo: Bueno y es que la tuya es muy pequeña o que?

Santiago: No, también me defiendo pero no tanto como vos jeje

Yo: Es que insisto, si tuviera algo de privacidad ya me la estaría jalando, con toda la tensión del partido y el cansancio…

Santiago: Pues si queréis me cambio de silla, o no lo estarás diciendo para volverte a dormir aquí solamente?

Yo: No, en serio, si me dejas solo soy capaz de jalármela, tengo ganas… – y lo miré con un leve gesto de seriedad.

Santiago no dijo más, se levantó y se sentó dos sillas atrás. Los espaldares eran bastante altos y no permitían ver nada de una banca a otra. Yo lo había planeado todo, si en realidad él estaba interesado respondería a mi siguiente movimiento. Dejé pasar un momento mientras me masturbaba lentamente, con caricias suaves para no acelerar las cosas y después de unos minutos…

Yo: Santiago

Santiago: Que pasó?

Yo: Ya creció al máximo

Santiago: Y?

Yo: La queréis ver?

Santiago: Pues…si no ponéis ningún problema…

Yo: Ven, mírala… pero rápido

Santiago se levantó de la silla y caminó hacia la mía mientras me decía:

Santiago: Pensé que te estaba molestando mucho con los comentarios jaja

Yo: No tranquilo, en todo caso que se quede entre nosotros.

Santiago: Y por que decidiste mostrarla

Yo: Pues… no se… – ahora si no tenía respuesta – por lo que vos decís… no?

Santiago: A ver, quita tu mano.

Retiré mi mano de mi verga y abrí un poco más las piernas. Me acomodé sobre la silla de tal forma que una pierna quedó apoyada en el suelo y la otra doblada sobre la banca, de esta forma le daba una mejor visión a Santiago.

El se paró muy cerca de mí y observó mi verga sin decir nada.

Yo: Y bueno? Ahora te vas a quedar callado?

Santiago: Jaja, no… es solo que es de buen tamaño, se ve que es bastante firme.

Decidí entonces arriesgarme a buscar algo mejor, aprovechando nuestra “confianza”

Yo: Hagamos una cosa, si sois capaz de guardar el secreto… tócala… pero solo un momento.

Santiago no respondió. Se quedó quieto y serio por unos segundos mientras miraba fijamente mi verga. Tras unos momentos, estiró lentamente su mano hacia mi pene. Lo tocó solamente con dos dedos, como explorando. Después se relajó un poco más y lo abrigó totalmente con su mano. Sentir su calor y su fuerza acariciando mi verga me excitó demasiado aunque lo disimulé. En todo caso, si Santiago había accedido a tocarla es porque no le era del todo molesto. Los dos estábamos en silencio, Santiago observaba fijamente mi verga y yo también miraba como me daba caricias leves de masturbación. Pasaron unos segundos en los que se nos notaban los nervios. Decidí que debía hacer algo.

Yo: Ven… Santiago… puedo ver la tuya – le pregunté sin mirarlo.

Santiago: Si dale – respondió, casi en un susurro

Sin retirar su mano de mi verga, llevó su mano libre a su pantaloneta y la bajó un poco por sus muslos hasta dejarla a mitad de camino. Allí se detuvo y volvió a concentrarse en mi verga. Entendí que yo debía terminar el trabajo. Sin desacomodarme mucho, para no interrumpir sus caricias, estiré mis dos brazos hacia sus pantaloncillos, lo primero que hice fue levantar la camiseta. Pude ver entonces como, entre sus firmes piernas, estaba su bulto bastante pronunciado, era evidente que Santiago tenía una erección, pero no quise mencionar nada por el momento. Llevé mis manos por el borde de sus boxers y los deslicé pos sus piernas dando libertad a su verga que saltó hacia arriba. De hecho estaba bastante dura, Santiago no solo tenía una buena verga sino un nivel de excitación evidente. Antes de tocar su verga, y mientras sostenía su camiseta arriba para seguirle viendo le dije:

Yo: No se de que te quejabas, vos también tenéis buen tamaño jaja

Santiago: Pues… no es tanto como el tuyo

Yo: Es grande hombre!!… – me quedé en silencio por unos segundos y con la voz entrecortada le pregunté – Te molesta si la toco?

Santiago: No, dale – respondió Santiago mientras soltaba mi verga y volvía pararse erguido frente a mi.

Ahora él levantó su camiseta y yo llevé mis dos manos a su hermoso pene. Con una rodeé su verga, con la otra traté de abarcar sus hermosas güevas que colgaban como apetecibles frutas. Estuvimos en esa posición por un rato hasta que Santiago bajó su camiseta, indicándome que era el momento de soltar su pene. Yo retiré mis brazos y lo miré a los ojos. Él no me estaba mirando. Sin acomodarse su pantaloneta ni sus boxers se sentó al lado mío sobre la banca. Los dos nos veíamos asustados y excitados. Yo estaba desnudo, con una gran erección frente a él. Santiago, por su parte, tenía su ropa puesta pero su dura verga estaba libre. No nos decíamos nada…

Yo: Y por que tenéis la tuya dura? También te la estabas jalando en tu silla? – me atreví a preguntar finalmente.

Santiago: No… no… – sonaba inseguro Santiago – es que… no se, vos entendéis, todo eso de desnudarse y tocarse.

Yo: Vos habías tocado a otro hombre antes?

Santiago: No nunca – se apresuró a responder Santiago, sonaba creíble – Y vos lo has hecho? – me preguntó?

Yo: No tampoco, nunca – respondí rápido.

Entonces decidí que debería arriesgar un poco. Así que inventé algo para no perder el momento que teníamos.

Yo: En realidad…. sí, una vez – le dije en un tono de voz muy bajo

Santiago: Como así?

Me quedé en silencio y luego le dije…

Yo: Me podéis guardar un secreto?

Santiago: Si claro, decidme.

Yo: Vos te acordáis de Vázquez? el que entrenaba con nosotros? (me refería a un compañero que se había retirado de la liga un par de años atrás)

Santiago: Si, si me acuerdo por que?

Yo: Pues… una vez en mi casa, él y yo…estábamos viendo porno…

Santiago: Aja

Yo: Y pues, vos sabes… nos estábamos masturbando. Luego él tuvo la idea de hacerlo entre los dos.

Santiago: Vos a él y él a vos?

Yo: Si, exacto.

Santiago: Y lo hicieron?

Yo: Si, si lo hicimos… pero solo por un momento, no llegamos a nada

Santiago: Veo… y que? Que sintieron?

Yo: Pues la sensación es chevere… No hay nada mejor que se lo hagan a uno, sentir una mano ajena, me entendéis?

Santiago: Si, si entiendo… Y por que no terminaron?

Yo: No, no se… nos sentimos mal, pienso yo.

Al parecer Santiago había creído toda mi historia, ya nada mas podía hacer yo, nos quedamos un momento en silencio. Santiago entonces apoyó sus manos en la silla y trató de mirar hacia afuera por las ventanas, como vigilando que no hubiera nadie cerca.

Santiago: Vos crees que se demore mucho en volver el chofer?

Yo: Pues yo creo que si, por que?

Santiago se quedó callado un momento y dijo

Santiago: Mira, no me tomes a mal… pero… como vos y yo nos tenemos confianza… y pues… por lo que hicimos ahora… no se que pensáis… que decís… si aprovechamos que ya estamos como excitados y que estamos solos y hacemos lo que vos y Vásquez.

No se como me controlé para no arrebatarle de una buen vez su verga y empezar a mamársela.

Yo: Vos me queréis decir… que nos masturbemos?

Santiago: Pues… si, si no te parece malo – respondió Santiago con un nudo en la garganta.

Me quedé en silencio por un momento, tratando de controlar mis impulsos.

Yo: Pues no se… pero… seguro no le decís a nadie?

Santiago: No, seguro

No le respondí, simplemente estiré un poco mi mano y tomé su verga tímidamente, de la misma forma como él tomó la mía inicialmente, como si la estuviera explorando. Después la apreté un poco.

Santiago: Espérate – susurró Santiago

Se bajó su pantaloneta y sus boxers hasta las pantorrillas y subió bien su camiseta. Ambos nos acomodamos sobre la silla y nos miramos de nuevo.

Yo: Si viene el chofer que hacemos

Santiago: La puerta está cerrada, nosotros tendríamos que abrirle.

Seguí entonces dándole las caricias suaves y tímidas

Yo: Vos también me lo vas a hacer a mí?

Santiago: Si – susurró Santiago.

Dicho esto tomó mi verga y empezó a masturbarme firmemente. Nos dejamos de mirar y aumenté la fuerza en su pene también. Yo me sentía en el cielo tocando a Santiago, no esperaba que pudiera pasar. Desde que nos quedamos a solas en el bus, había entrado en mí el deseo de aprovechar la oportunidad y tener algo con él. Era uno de los que más me gustaba en el equipo. Santiago me estaba masturbando firmemente, cerraba duro su mano y esto incrementaba mi placer. De vez en cuando soltaba mi verga y se dedicaba solo a la cabeza, lo hacia con las yemas de sus dedos. Seguimos con los movimientos, los únicos sonidos eran los de nuestros suspiros, de vez en cuando nuestras miradas se encontraban pero solo fugazmente pues ambos sentíamos un poco de vergüenza por lo que estábamos haciendo. Entonces llegó el momento en que vi como la verga de Santiago empezó a lubricar. Su presemen empezó a mojar mi mano y supe que estaba cerca del orgasmo. Me detuve en ese momento y con mis dedos descubrí su glande. Posteriormente tome su presemen y lo regué por toda la cabeza de su verga, aplicando un poco de presión para masajearlo.

Yo: Como vas? – susurré

Santiago: Bien, eso me gusta, seguí haciéndolo – respondió Santiago en vos baja – Vos la tenéis ya durísima también.

Yo: Si, yo quiero venirme. Seguimos hasta venirnos?

Santiago: Si vos seguís, yo sigo también, hasta que te vengas

Yo: Hagámosle más rápido entonces.

Nos embarcamos en una paja mas rápida, aplicamos aun más fuerza y no movíamos solo la mano sino todos nuestros brazos para llegar rápido al orgasmo. Santiago estuvo a punto de eyacular. Con su mano libre apretó fuertemente mi brazo. Bajé el ritmo en ese momento pues no quería que las cosas terminaran. Seguí rodeando su verga con mi mano pero sin moverla, me detuve del todo. Solo la miraba fijamente.

Santiago: Que pasa?¨

No respondí nada

Santiago: Dale seguí, no me digas que te arrepentiste

Yo: No, no eso, es que…

Santiago: Que pasa? – insistió Santiago

Yo: Estás seguro que esto se queda entre los dos cierto?

Santiago: Si, ya te dije que si! Pero no te detengas

Yo: Entonces…por que no aprovechamos…hagamos otras cosas

Santiago: Como así?

Yo: Si, hacerme caso, ya que estamos haciendo esto…a mi me gustaría explorar algo mas…

Santiago: Algo mas como que?

Yo: No se…

Sin decir más, acerqué mi cara a su verga y pasé mi lengua por la parte descubierta de su glande. Sentí como, al contacto de mi lengua con su verga, Santiago reaccionó tensionando sus piernas y su torso.

Santiago: queréis hacerme eso? – preguntó en un tono inaudible y lleno de excitación

Yo: Vos me lo harías a mi?

Santiago: No se, no se si soy capaz

Yo: Bueno, no importa, yo si soy capaz de hacértelo

Volví a agacharme y llevé esta vez toda su cabeza a mi boca, tratando de succionar lo mas fuerte posible. Santiago empezó a suspirar más rápidamente. Sentía el sabor de su presemen y el sabor de su verga, me excitaba el olor de sus partes íntimas y acariciar sus güevas que guardaban la leche que quería para mí. Volví a detener mi mamada, quería cambiar de posición

Santiago: Que pasó?

Yo: Quiero que vos te acostéis en la banca… como venía yo durmiendo ahora…dale, rápido.

Santiago se paró de la banca, yo salí al pasillo. Se sentó en el borde y recostó su espalda cuidando de no golpear su cabeza contra la ventana. Sus piernas, obviamente, quedaron por fuera de la banca flexionadas y apoyadas en el piso. Le pedí que las cerrara un poco para poder bajar bien su pantaloneta. Yo me arrodillé sobre el pasillo, frente a él, y deslicé su pantaloneta roja por sus piernas. Se la quité sin quitarle los tenis Santiago se estaba ayudando con los pantaloncillos, al parecer tenía ganas de volver sentir mi boca rápidamente. Tomé los pantaloncillos y se los quité igualmente. Me parecía sexy verlo en camiseta y tenis pero sin nada mas que lo cubriera, Santiago recogió su camiseta descubriendo todo su abdomen.

Yo: Abrí un poco las piernas – le dije yo

Al abrirlas, Santiago expuso ante mí su pene en todo su esplendor. Estaba duro, firme, pesado, caía un poco sobre su abdomen por el peso. Estaba mojado en la punta. Sus güevas colgaban hermosas desde la base de su verga y alcanzaba a ver el comienzo de su culo. Sin pensarlo dos veces me apoyé en sus piernas para acomodarme y me acerqué tanto como pude a su cuerpo. Levanté su pene con una mano y lo puse en dirección a mi boca. Ya sentía el olor de Santiago y la boca se me hacía agua. Empecé a mamar frenéticamente. Lo metí a mi boca con todas las ganas, esta vez tragué todo lo que pude que no era ni la mitad de lo que Santiago me ofrecía. Acariciaba sus piernas mientras le daba una mamada con dedicación, usando toda mi boca, mis labios, mi lengua. Recorría todo su pene de arriba abajo. Cuando trabajaba en su punta, rodeaba el resto para masturbarlo. Que delicia el pene se Santiago, cada vez me regalaba más presemen, cada vez se acercaba más al orgasmo. Yo necesitaba sentir más. Llevé una mano para masturbarme mientras con la otra tomé su pene. Llevé mi boca por sus güevas para besarlas, para probarlas, para lamerlas, mientras le daba una paja con una mano y me hacía una paja yo mismo. Que rico se sentía todo, que bien la estábamos pasando.

Santiago: Ya casi, ya casi – susurró agitadamente Santiago.

Él apretaba duro el asiento, podía ver como sus manos se hundían en la cojinería. El orgasmo era inminente. Regresé a su pene dispuesto a beber cada gota de lo que Santiago pudiera ofrecerme. Pasaron unos segundos en los que succioné con todas mis fuerzas, hasta que mi joven amigo suspiró y gimió de forma tal que supe que había llegado el momento. Inmediatamente mi boca se inundó del calor de su semen, yo no dejaba de mamarlo y masturbarme. Empecé a tragarlo todo, varias veces sentí como él disparó todo el fruto de su placer en mi boca. Era demasiado. Un poco alcanzó escapar, pero la mayoría me lo pude tragar, me sentía en el cielo. Santiago retorcía su cuerpo, contraía sus músculos, sudaba, gemía. Lo estaba gozando y yo aun más. Mi paja estaba ya casi por terminar también.

Santiago: Ya ahh – susurró Santiago mientras daba un largo suspiro y relajaba su cuerpo. El orgasmo había llegado a su fin para él, pero no había empezado para mí.

Solté su pene tratando de lamer el semen que hubiera podido escaparse. Después me puse de pie frente a él y con todas mis fuerzas me masturbé rápidamente, pidiéndole que no se moviera. Santiago miraba la escena fijamente, llevaba su mirada de mis ojos a mi verga. Yo estaba sintiendo un placer enorme, todavía con el sabor de su pene y su semen en mi boca. La excitación me obligaba a doblar un poco las rodillas. De pronto cerré mis ojos con fuerza y empecé a eyacular. El primer disparo cayó entre su pecho y su abdomen, los siguientes fueron inundando mi mano que no pudo con todo el líquido y se fue derramando sobre él, sobre su pelvis y sus piernas. No dejé de mover mi verga hasta que todo mi semen estuvo afuera. Sentí un orgasmo prolongado. Santiago estaba inmóvil, estaba recibiendo mi semen pero no le importó.

Yo: Ahhhh me vine mucho – suspiré mientras caí sentado en la banca opuesta

Santiago: Si, se ve que lo gozaste jaja

Yo: Vos también no?

Santiago: Si, bastante

Nos miramos a los ojos y sonreímos, pasaron unos minutos en los que nos quedamos inmóviles y en silencio, asimilando lo que acabábamos de hacer.

Yo: Quédate quieto. Te voy a limpiar

Santiago: Listo

Tomé mis pantaloncillos y limpié primero mi mano y mi pene, después los doblé y pasé el lado limpio por las partes de su cuerpo que regué con mi semen. Una vez estuvo listo, Santiago se levantó y se sentó sobre la banca. Recogió su ropa que estaba en el piso y empezó a vestirse. Yo hice lo mismo.

Santiago: Ahora si deberíamos dormir un poco antes de que llegue el chofer.

Yo: Si, pero… te puedo pedir un favor?

Santiago: Si, claro.

Yo: Me puedo quedar con los pantaloncillos que estabas usando…

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