Después de clases con uno de los hombres más deseados de la facultad
📋 Lecturas: ️3961
⏰ Tiempo estimado de lectura: 06:00 min.
Esto me ocurrió cuando estaba estudiando en la universidad.
Tenía 21 años y recién había terminado una relación de pareja que iba para algo serio, pero mi novio, Andrés, decidió que para él eran más importante sus estudios.
A pesar de estar anímicamente mal, era una buena estudiante y eso le llamó la atención a un docente llamado César que me hacía clases y siempre me felicitaba por mis buenos resultados en los exámenes, mis buenos análisis y ensayos, claramente por eso era su alumna favorita.
César era un docente joven y simpático, se llevaba bien con todos los alumnos, tenía buen sentido del humor, incluso bromeaba con los alumnos en clases y fuera de las mismas como en momentos de esparcimiento.
Físicamente era muy atractivo, todas mis compañeras andaban babosas por el, pero yo no, debido principalmente a qué solo tenía ojos para Andrés, mi ex, aunque esa relación ya había terminado, no estaba con ánimo de ver a alguien más.
Cuando César se enteró de mi situación sentimental y lo mal que me sentía por la ruptura con mi novio se comenzó a acercar más a mi, hablabamos fuera de clases cuando nos encontrábamos en los pasillos, me daba consejos para superar la ruptura, comenzamos a conversar de diversos temas al salir de clases y me hizo sentir en confianza con él.
Aunque comencé a sentir atracción por César, tanto físicamente como intelectualmente, no pretendía tener algo más con él aparte de una relación netamente de alumna-docente, ya que si bien estábamos separados con mi ex, seguíamos en contacto y existía la posiblidad de que podamos volver y retomar la relación, incluso seguíamos hablándonos por teléfono y reuniéndonos de vez en cuando.
Uno de los días en qué tenía clases con César, una vez terminada la clase, se percató que yo estaba mal de ánimo y me invitó a tomar una cerveza para conversar sobre el tema.
Nunca habíamos conversado fuera de la facultad, pero dado que era viernes, no tenía más que hacer, y realmente me sentía en confianza con César para hablarle del tema acepté su invitación.
Llegamos a su departamento, nos sentamos a tomar y conversamos largo y tendido, cuando el me pregunta sobre mi vida sexual a lo que le respondí que no tenía, ya que toda mi vida sexual en ese entonces se reducía a mi relación con Andrés, pero como habíamos terminado, mi vida sexual por ende era cero.
César me dice que quizás el sexo me podría ayudar, al menos para sentirme mejor de ánimo y conmigo misma.
Comprendí a lo que iba y solo pude mirarlo, cuando me explicitó que el podría ayudarme con eso si es que me parecía buena idea.
Asentí con la cabeza y sin mediar palabra se acercó a mi, me acarició el rostro, tomó mi cabeza con delicadeza y me besó, a lo cual le correspondí.
A continuación nos dirigimos de la mano a su dormitorio, nos desnudamos y luego nos acostamos en su cama.
El tomó un condón, se lo puso, yo me acosté boca arriba y el comenzó a insertar su pene en mi vagina.
En ese momento no pude continuar, me arrepentí, le dije que no me parecía buena idea, que si bien había terminado con Andrés aún hablabamos y estábamos considerando retomar la relación.
Me levanté para vestirme, pero César me detuvo y me dijo que solo durmieramos juntos, sin sexo de por medio si yo no quería.
Era tarde, estaba algo avergonzada y sentía que le debía algo a César por causarle falsas expectativas así que acepté su propuesta.
Me quedé en ropa interior y me acosté en la cama con César a quien le pedí que para evitar cualquier contacto también se dejara la ropa interior puesta, a lo que no puso objeción.
Ya acostada en su cama me cubrí, me di la vuelta y traté de dormir, pero fue inútil sabiendo que a mí lado tenía a uno de los hombres más deseados de la facultad quien hace pocos minutos antes estaba dispuesto a tener sexo conmigo.
Decidida me di vuelta, lo miré y le dije que lo deseaba a lo que el dijo que también me deseaba desde hace tiempo.
Nos destapamos, puse mi mano por debajo de su ropa interior y comencé a acariciarle el pene que tenía muy duro y eso me excitó mucho.
Lo ayudé a sacarse la ropa interior, luego acerqué mi boca y se lo empecé a besar, lamer y mamar mientras el me acariciaba la vagina y metía sus dedos por debajo de mi ropa interior.
Nos tendimos de lado, frente a frente y nos besamos durante un largo rato mientras me dedeaba la vagina.
Me sacó la ropa interior y cuando me tenía desnuda comenzó q acariciar mis pechos, los besaba y después de unos minutos me pidió permiso para levantarse a buscar condones, pero le dije que no era necesario, ya que estaba usando los anticonceptivos que me compraba Andrés.
Entonces César comenzó a insertar lentamente su miembro en mi vagina, lo sacaba y lo volvía a insertar, yo me movía de placer, lo que me daba aún más placer, lo estaba disfrutando como hace tiempo no lo hacía.
Estuvimos así casi una hora hasta que eyaculó dentro mío y nos besamos apasionadamente.
Nos quedamos abrazados mientras conversamos de temas triviales, temas profundos e incluso de temas vistos en clases.
César tenía razón, el sexo me ayudó a sentirme mejor y por eso todos los días siguientes cuando tuve clases con él, después de clases lo acompañaba a su departamento y teníamos relaciones sexuales, que fueron de las mejores que tuve en esa época.
Con César nunca tuvimos una relación de pareja, solo era sexo, por eso que no tuvo inconveniente en que otras veces tuviera sexo con sus amigos a quienes él les contaba que yo era buena en la cama y ellos, tentados por probarme, terminaban invitandome a fiestas, conciertos o directamente a encamarnos.
Posteriormente volví con Andrés y retomamos nuestra relación, sin embargo sentí que debido a toda la pena que me había hecho pasar cuando terminó conmigo y por todo lo mal que me hizo sentir, yo merecía algo más, así que a sus espaldas continué visitando a César para tener relaciones después de clases durante bastante tiempo más.
Actualmente estoy casada con Andrés, pero fue César quien me enseñó que el sexo es una necesidad biológica y debo satisfacerla siempre que lo requiera, algo que intento hacer siempre que pueda, ya sea con mi marido o con quien esté dispuesto a saciar mi apetito sexual.