Daniela, la madre de mi amigo
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Siempre trataba de llegar temprano a casa de mi amigo Víctor cuando él me invitaba a cenar. Nuestra amistad se remontaba a los tiempos del colegio y en alguna que otra ocasión recibía la invitación a comer. Vivía junto a su madre en un sexto piso de un alto edificio junto al puerto de mi ciudad. Cogí el ascensor y al llegar al rellano me dirigí a la puerta del piso de Víctor y pulsé el timbre esperando que me abriesen. Tras un minuto escuché los pasos indicando que alguien se acercaba a la puerta. Me abrió su madre, una mujer de unos 50 años, que mostraba un cuerpo muy apetitoso todavía, muy callada y con unos ojos marrón oscuro con los cuales te traspasaba al mirarte. Sonrió al decirme que pasara comentándome que Víctor no tardaría en llegar.
Tomé asiento en el sofá que tenían en la sala de estar y unos minutos después apareció la señora con unas cervezas y unas patatas fritas para que fuésemos picando para hacer la espera menos pesada. Había sido un día muy caluroso pero aquella habitación, con las ventanas abiertas de par en par daba una sensación muy agradable.
La madre de Víctor se llamaba Daniela y había quedado viuda hacía apenas año y medio. Era una mujer introvertida y recatada. No solía salir muy a menudo y aun menos tras la muerte de su marido, la cual era muy reciente. Tan solo salía para ir a comprar pero resultaba extraño verla pasear por la calle. Su aspecto era blanquecino debido a la falta del sol en su piel. Le gustaba remarcar sus labios con pintalabios rojo para que destacasen sobre su blanca piel. Igual hacía con sus largas uñas que destacaban en sus manos de largos dedos. Me preguntó sobre el trabajo para mantener una conversación lo más amena posible. Tras unos diez minutos de charla nos interrumpió el teléfono. Víctor le dijo a su madre que llegaría unas dos horas más tarde debido a una serie de inconvenientes que le habían surgido en el trabajo y que le obligaban a quedarse a finalizarlos. Tras colgar Daniela encogió los hombros diciendo que a veces su hijo se veía obligado a acabar con el trabajo pendiente del día. Le dije que no se preocupase por mí y que le esperáramos hasta que llegase para empezar a cenar. La conversación se desarrolló de igual forma que la habíamos iniciado. Daniela siguió interesándose por mi trabajo. Yo, por mi parte, no sabía que tema sacar a colación. No conocía en exceso a la madre de Víctor y mantuve una actitud pasiva contestando amablemente las preguntas que me hacía Daniela.
Daniela, tras la segunda cerveza empezó a mostrarse más animada contándome anécdotas de su vida. Mientras hablaba me abstraje de su conversación y empecé a fijarme en su indumentaria. Iba vestida con un traje negro de tela fina que le caía sobre su blanco cuerpo el cual remarcaba sus curvas de un modo refinado y delicado. Estando enfrascado en la contemplación de su cuerpo empecé a pensar en sus senos, nada caídos sino más bien opulentos, en sus firmes muslos, imaginando que le levantaba la falda del vestido colándome entre sus piernas para comerle el tesoro que escondía entre ellas. De repente se levantó y fue a la cocina excusándose ya que tenía que apagar la carne que se estaba haciendo en el horno. La tenue luz de la sala de estar me permitía ver la maravillosa figura de Daniela, trasluciéndose bajo el vestido negro que llevaba, desde el sofá en que me encontraba y gracias a la luminosidad que venía desde la cocina.
Siempre me han gustado las mujeres mayores que yo, el morbo que me dan es superior al de las chicas de mi edad. Tengo 26 años y en alguna que otra ocasión había coincido con alguna cuarentona con la que había follado hasta reventar. Tenía un amigo con el que, de vez en cuando, nos dirigíamos a una conocida discoteca de la ciudad a la que iban personas cuarentonas en busca de pareja con la que acabar una buena noche revolcándose hasta el amanecer. De todos modos la mejor experiencia que había tenido con una mujer mayor que yo fue cuando descubrí follando a mis tíos unas vacaciones que pasé en su casa del pueblo.
Mi tía Almudena es la hermana menor de mi padre. Tiene 38 años y siempre me había hecho tener fantasías sexuales con ella. Es rubia con el pelo largo y rizado que le cae bastante más abajo de los hombros. Posee unas tetas soberbias que siempre deseé comerme chupándolas con mis golosos labios. En alguna ocasión había observado como se marcaban sus pezones bajo los bikinis o bañadores con los que se cubría cuando íbamos todos a la piscina del pueblo. Un día que me encontré solo con ella mientras los demás estaban en la piscina me pilló embobado mirando sus senos y en lugar de enfadarse lo que hizo fue echar una gran carcajada y me guiñó su ojo derecho mientras se humedecía los labios con la lengua. Dicha acción hizo que sufriera una gran erección lo cual no pasó desapercibido para mi tía la cual riendo me dijo que sentía ser la culpable de que me pusiese tan malito. Al llegar a casa fui corriendo al baño y mientras me duchaba tuve que desahogarme sin poderlo aguantar más. Imaginé que Almudena se colocaba entre mis piernas y se tragaba mi pene hasta hacerme correr como un loco.
Una noche que había ido a la discoteca del pueblo con mis amigos bebí algo más de la cuenta teniendo que volver a casa de mis tíos antes de tiempo. Eran sobre las dos y media de la madrugada y al llegar a casa saqué las llaves del bolsillo de mis tejanos con cierta dificultad. Abrí la puerta y al entrar al recibidor oí un gemido inconfundible que me puso en guardia. Ví la luz encendida del baño de mis tíos ya que se habían olvidado de cerrar la puerta del mismo; supongo que no imaginaban que volvería tan pronto pues lo normal era llegar al amanecer tras haber pasado una larga noche de juerga. Mi tía Almudena gemía sin poder controlarse y escuché como mi tío la animaba. Al asomarme al baño para observar lo que ocurría en el interior del mismo me quedé con la boca abierta.
Mi tía iba cubierta con una fina bata de color celeste, la cual remarcaba todo su apetitoso cuerpo, y unas zapatillas con algo de tacón. Por su parte, mi tío se cubría con un albornoz granate que se había puesto tras salir de la ducha. Ambos se hallaban abrazados y en breves segundos se desnudaron mutuamente mostrando sus cuerpos. Almudena se colocó arrodillada a los pies de mi tío haciéndole la mejor felación que jamás había presenciado. Lamía con la punta de la lengua el aparato enorme de mi tío; la verdad es que estaba bastante bien dotado. Como decía, mi tía estaba muy entretenida lamiendo aquel músculo a todo lo largo del mismo y haciéndolo crecer sin parar hasta llegar a adquirir un tamaño atroz. Gracias a aquella mamada mi tío se encontraba en el cielo sin poder dejar de agarrar con sus manos el cabello rizado de su mujer la cual chupaba cada vez con mayor velocidad. Mi tío no pudo resistir por más tiempo dicho tratamiento bucal e hizo que mi tía se levantase y se colocase de espaldas a él apoyada en el baño y mirando hacia el gran espejo el cual reflejaba aquella escena de gran contenido sexual.
– Ahora cariño, ábrete bien de piernas que voy a clavártela hasta el fondo. Hace días que no lo hacemos y estoy deseando dártelo todo para que lo disfrutes.
Mi tía le miraba a través del espejo con una cara de auténtica leona mientras masajeaba uno de sus pechos con su mano derecha. Mi tío le introdujo primero un dedo y después un segundo en la vagina arrancándole un fuerte grito de placer. Yo bajé mi mano hacia mi polla y la saqué de su encierro empezando a masturbarme viendo como se amaban. En un segundo se me puso como un palo.
– Fóllame cabrón, no me hagas esperar más, le pidió Almudena a gritos a su marido con los ojos cerrados y sin ser capaz de abrirlos
Almudena se agachó buscando entre sus piernas la entrepierna de su esposo hasta lograr alcanzar con una de sus manos aquel pene terrible que tanto placer le iba a ofrecer. Una vez se hizo con dicha herramienta ayudó a mi tío a situarse convenientemente apuntando amenazadoramente hacia el interior de su cueva.
– Hazlo lentamente por favor, le suplicó. Tu verga es excesivamente gruesa para mi coñito y no quiero que me lo lastimes.
Mi tío se puso de puntillas tras ella y dirigió la cabeza de su verga hacia la vagina de mi tía. Empezó a apretar lentamente extrayéndole un primer gemido de deseo al notar como la carne iba entrando con cuidado en su húmeda cavidad. El siguiente empujón fue más fuerte e hizo que Almudena gritase de dolor. Su marido se quedó parado unos instantes tras ella y llevó su mano hacia la vagina de su esposa. La masturbó lentamente durante unos interminables treinta segundos logrando arrancar a su esposa el primer orgasmo. Sin dejarla descansar la agarró fuertemente de las caderas y apretó, ahora sí, con fuerza traspasándola con aquel torpedo sin ningún tipo de miramiento.
Almudena se quedó sin respiración tratando de acomodarse a aquel invasor que tanto gusto le estaba dando. Aquel aparato mediría al menos 19 cms y era realmente grueso. Mi tío empezó a follarla con mayor ímpetu una vez ella se acomodó a la penetración. Los gemidos de Almudena se fueron convirtiendo en gritos y alaridos suplicándole que fuese más osado en su tratamiento vaginal. La polla de mi tío la taladraba sin descanso al tiempo que la agarró de los senos con sus manos apoyando el torso sobre su espalda mientras le susurraba frases de altísimo contenido sexual. Mi tía respiraba con gran dificultad gracias a la follada que le ofrecía su marido.
Los testículos de mi tío golpeaban furiosamente contra la vagina de Almudena la cual gemía y gritaba sin parar en un polvo realmente enloquecedor. Ambos tenían los ojos en blanco gozando de sus ardientes cuerpos como auténticos descosidos. Ante aquella escena mi mano seguía sin estarse quieta moviéndose sobre mi verga. Imaginé por unos segundos que me encontraba en el lugar de mi tío ofreciéndole a Almudena todo el placer del que era capaz. Me hubiese gustado penetrarle su estrecho agujero anal en aquellos instantes.
– Dame más fuerte cariño, gritó mi tía con todas sus fuerzas. Me estas echando el mejor polvo de mi vida. Solo falta que me des toda tu leche y que me llenes con ella. No me hagas sufrir más y dámela toda, por favor.
El ritmo de mi tío tras ella se hizo insoportable golpeando como un auténtico animal. A ambos les faltaba el aire y bufaban buscando oxígeno afanosamente. Al fin mi tío lanzó un grito desgarrador quedándose quieto tras ella y lanzó toda su corrida en el interior de Almudena la cual la recibió con una cara de vicio terrible. Acabé con la boca seca ante semejante follada. No podía moverme de donde estaba. De pronto mi tía giró la vista hacía donde me encontraba y me pilló espiándoles. Al notar mi presencia me sonrió con cara de viciosa y se humedeció los labios prometiéndome con aquella mirada alguna relación tempestuosa. Salí corriendo por el pasillo hasta encerrarme en el lavabo para darme una ducha fría y masturbarme como un loco hasta imaginar que me corría con mi querida tía.
Volviendo al relato inicial debo decir que la madre de Víctor era una señora que todavía se conservaba muy bien pese a su edad. Poseía unos pechos algo caídos aunque aun se mantenían tersos y los muslos eran poderosos al igual que sus caderas. En suma Daniela era una mujer muy apetecible para un joven como yo. Podía observar, mientras andaba, como entre las piernas tenía un hueco que daba una idea de cómo serían los labios vaginales de su coño vistos desde atrás. Me levanté motivado por las copas y fui a la cocina tras ella.
Sabía que el trabajo de Víctor se encontraba en la otra punta de la ciudad y que, por muy rápido que volviese, tardaría al menos una hora y cuarto en llegar a casa. Supe que si quería estar con ella esa noche, con aquel vestido negro que tanto me provocaba, debía actuar con rapidez.
De pronto le sonreí y le comenté que me resultaba muy atractiva viéndola con aquel vestido. Daniela se ruborizó y me dio la espalda siguiendo con la comida que estaba preparando. Me sobrevino un fuerte deseo de apretarme a su espalda agarrándola de las caderas mientras juntaba mi paquete contra sus poderosas nalgas. Pensé en la respuesta de Daniela, en si me gritaría, en mi amigo Víctor. Pese a todo ello no pude resistirme a sus encantos y me lancé sin pensar en nada más.
Me aproximé lentamente por detrás y la cogí por la cintura. Daniela intentó escapar a mi juvenil ataque pero no se lo permití.
– Déjame, gritó con cara de miedo. Soy una mujer decente y tú podrías ser mi hijo.
– Déjate hacer cariño, te va a gustar lo que voy a hacerte, no te haré daño, me tienes tan caliente que me muero por tus huesos.
Daniela intentó escapar nuevamente pero cada vez mostraba menor resistencia. La enganché fuertemente desde atrás y me coloqué en su potente trasero. Aquella madurita notó toda mi polla, ya bastante inflamada, situada entre sus nalgas y cómo mi mano derecha acariciaba lentamente sus melones. Finalmente dejó de resistirse entregándose por completo a mí. Lanzó un fuerte suspiro al tiempo que dejaba su cabeza apoyada sobre mi hombro y me susurró al oído con cierto temor:
– ¿Y si llega de pronto Víctor, y si nos ve o nos oye algún vecino? Eres tan joven para mí – me dijo mientras su respiración se aceleraba.
– Voy a follarte amor, verás como te gustará, no querrás que acabe nunca contigo. Te penetraré con dulzura pero también apasionadamente y cuando te corras te llenaré con todo el elixir que te tengo reservado. Llevo mucho tiempo soñando con este momento, te he follado muchas veces en la soledad de mi cuarto.
Nos pusimos como locos, me encontraba apoyado en sus nalgas haciéndole notar mi tranca durísima, le tenía agarrada una de las tetas que se había escapado por el escote en pico de su vestido negro. El pezón se erizó en breves instantes poniéndose duro como una roca. Bajé mi otra mano introduciéndola por la parte inferior del vestido, por debajo de su blanca braga, acariciándole su botoncito que empezaba a humedecerse. Daniela se echó hacia atrás apoyando su espalda en mi poderoso torso. Dejó caer su cabeza en mi hombro entregándose por completo. Le agarré ambos pechos con mis duras manos para que no se escapase.
Le besé dulcemente la nuca y los lóbulos de las orejas notando como la piel de aquella mujer se erizaba. Noté como por fin se encontraba totalmente entregada a mí. Bajé lentamente con la punta de mi lengua por toda su espalda hasta llegar al inicio de sus nalgas. Le levanté el vestido bajándole las bragas y me dispuse a lamerle aquellas redondas nalgas que tanto me gustaban. Daniela abrió su culito ayudándome para que se lo chupara sin problemas. Se echó hacia delante mostrando su culo en todo su esplendor, podía ver su agujero marrón y cerrado mientras la penetraba con mi lengua muy húmeda. Le hice un beso negro que le hizo ver las estrellas del placer que logré arrancarle.
Escuché como aquella madura mujer gemía gracias a las caricias que le prodigaba. Le mojaba todo el trasero con tranquilidad metiéndole dos de mis dedos en esa sabrosa cavidad la cual chorreaba un espeso líquido entre sus piernas y sus rosados labios vaginales. Aquella ardiente mujer estaba como loca, me sorprendió verla de aquel modo conociendo su carácter tan reservado. Ahora sabía lo que aquella mujer escondía en su interior y la verdad es que me encantaba. Daniela se masajeaba sus senos con fuerza notando como le comía su tesoro posterior. Mis dedos la penetraban y la acariciaban el clítoris poniéndoselo duro como una judía. Al notar que estaba a punto de correrse, me paré y le dije en voz baja:
– Ahora cariño quiero que me comas la polla por completo. Quiero dártela entera para que la disfrutes en tu caliente boca. Pónmela bien dura hasta conseguir que desee follarte con todas mis fuerzas. Deseo que recordemos este polvo para siempre.
Daniela se giró hacia mí mirándome con cara de viciosa, la tenía totalmente entregada a mí. Me encanta conseguir romper las barreras morales que atenazan a las mujeres maduras como Daniela. Una vez lo hacen se entregan sin ningún pudor pudiéndoles pedir lo que uno quiera.
La madre de Víctor alargó su mano derecha hacia el bulto que aparecía bajo la tela de los tejanos. La colocó sobre mi paquete empezando a moverla lentamente. Con la otra mano me soltó la hebilla del cinturón y tras esto soltó el botón del pantalón dejándolo caer a mis pies. Me apoyó con la espalda sobre el frigorífico abriéndome las piernas.
– ¿Eso que guardas debajo del slip es para mí? me preguntó con los ojos totalmente desorbitados, pensando en lo que se le venía encima.
Asentí con la cabeza con los ojos entrecerrados deseando que me hiciera suyo por completo. La visión de aquellos labios carnosos me enloquecía. Imaginaba lo que me haría cuando cubriese con ellos mi rabo.
Extrajo su larga y húmeda lengua en busca de mi aparato iniciando unas suaves caricias por encima del negro slip que llevaba. Dichas caricias hicieron que mi mente trabajase a mil por hora. El bulto empezó a crecer amenazadoramente por debajo de la tela que lo cubría con dificultad. Al fin aquella madura no pudo soportar por más tiempo el deseo que la embargaba y agarró la tela del slip por ambos lados bajándola lentamente hasta dejar aparecer la polla que iba a comerse en breves segundos.
– Guau muchacho, ¿Todo eso es tuyo, mi amor? me preguntó con la mirada perdida. El efecto que le produjo mi verga fue terrible.
Abrió sus carnosos labios e introdujo el badajo en su cavidad bucal hasta llegar a atragantarse. Era excesivamente grande para su boca.
– Esto debe medirte al menos 22 cms, ¿me equivoco?, me dijo tras sacarla de su hambrienta boca.
Cerró sus ojos y empezó a comérsela con desesperación arrancándome un gemido de placer de mi boca. Daniela sabía utilizar su lengua con gran maestría acariciando toda la longitud de mi verga. Descabulló con sus dedos mi polla dejando aparecer el amoratado glande que destacaba en la parte superior de aquel músculo. Jugó durante dos larguísimos minutos con la punta de mi polla dándole golpes con su lengua.
– Voy a tragármela entera aunque me ahogue. Ahora eres todo mío y no pienso dejarte escapar sin que me lo des todo.
Volvió a tragarse mi polla hasta el fondo y empezó a masturbarme con su mano ayudando al movimiento que hacían sus labios sobre mi miembro. Tuvo varias arcadas pero no por ello dejó en libertad mi verga. Aquella caliente mujer estaba necesitada de sexo desde hacía mucho tiempo y no estaba dispuesta a dejar pasar su oportunidad. Empecé a bombear sangre sin parar, las venas se marcaban con rotundidad a lo largo de mi verga. Me agarré con fuerza de su canoso cabello para no perder el equilibrio. Aquella mujer me estaba enloqueciendo, la verdad es que, pese a su falta de actividad sexual, aquella cabrona sabía muy bien lo que se hacía. No sé como tuve fuerzas para separarla de mi entrepierna; estaba seguro que Daniela no tenía la más mínima intención de dejarme hasta que le ofreciese todo mi manantial láctico. Había logrado que aquella madura tan recatada se convirtiese en un volcán en erupción. Me encantaba.
– Daniela cariño, levántate, por favor. Voy a clavarte mi polla, ¿quieres?
Hizo un movimiento afirmativo con su cabeza y dirigí la cabeza del glande hacia su agujero anal y se lo dilaté lentamente con cariño. Jugueteé con su anillo sin hacer aun fuerza. Inicié la penetración notando como lentamente le comenzaba a abrir su pequeño y frágil agujero anal. Lo más difícil fue lograr la entrada del glande. Daniela tuvo que aguantar la respiración consiguiéndolo con dificultad ante el acoso al que se veía sometida. Tras la entrada de la cabeza empujé con más fuerza tratando de meter el resto de mi animal. No lo conseguí pues el agujero de aquella madura fantástica era estrecho y costaba hacer que mi herramienta la traspasase por completo.
Hizo un gesto dolorido y empezó a jadear con dificultad.
– No sigas por favor que me duele, me duele el culo, ten cuidado que tu verga es demasiado gruesa y larga para mi pequeño agujerito…aahhhhhhhhhh…para mi amor, me destrozas con tu polla inmensa, jódeme el culito despacito que me duele mucho, como te siento cariño, me duele pero me encanta tu forma de follar, lo haces de forma maravillosa.
Daniela me hacía estos comentarios entre gestos de dolor y placer.
– ¿Te gusta, te gusta como te sodomizo? – le pregunté susurrándole junto a su oído.
– Me encanta tu tranca, la tienes durísima, mi amor.
– Quiero traspasarte totalmente con ella, te voy a llenar tu bonito culito hasta hacerte gritar pidiéndome más y más.
– Sí fóllame, hazlo con cuidado…me duele aunque me vuelve loca lo que me haces, no me lo rompas, empuja sin parar, mi niño.
Mi polla iba taladrando poco a poco en su interior, introduciendo milímetro a milímetro toda mi carne en aquel culazo. Ella trataba de zafarse de mi acoso pero se encontraba bien agarrada por mí, con toda mi verga dentro de ella sin parar de empujar.
– Échate un poco más hacia delante, así podré clavártela por completo, cariño.
Daniela se inclinó aun más poniendo su culo en pompa y abriéndose las nalgas con sus manos.
– Dámela entera cabrón, fóllame como un auténtico salvaje. No te detengas aunque me hagas gritar hasta perder el sentido. Mátame de placer que estoy a punto de reventar con la follada que me estás dando. Me vuelves loca con ese dardo que te cuelga entre las piernas. Ha sido el mejor descubrimiento que he tenido en muchos años. Hacía mucho tiempo que no follaba de esta manera y todo gracias a tí. Mi difunto marido nunca me sodomizó, era algo que le parecía sucio así que tu has sido el primero en rompérmelo. No será la última vez que lo hagas ya que espero dártelo en otras muchas ocasiones para que lo disfrutemos ambos.
Oyendo estas palabras de Daniela adopté un ritmo enloquecedor que sabía que no podría aguantar por mucho tiempo. El golpeteo de mis testículos sobre su ano era brutal. Dios, no podía resistirlo más. Toda mi sangre estaba concentrada en aquel músculo del placer dándole caña a aquella maravillosa mujer.
– Daniela, no aguanto más. Voy a correrme dentro de tu culito. Aaaahhhh…
– Córrete amor, dámelo todo… corrámonos juntos. Deseo que me llenes con toda tu leche.
Lancé un grito que debió oírse en todo el edificio y empecé a expulsar todo aquel manantial descargando toda la carga que tenía recogida en mis testículos. Tras quedar completamente vacío, Daniela me ayudó a salir de ella arrodillándose a mis pies y empezó a lamerme la polla hasta dejármela totalmente limpia. La muy cabrona se relamía los labios dejándolos limpios de algunas gotas de mi esperma. Me guiñó un ojo y me miró con una cara de viciosa fenomenal.
Tras relajarnos de aquel maravilloso polvo me cogió de la mano y me llevó a la ducha para lavarnos y aprovechamos para echar el último polvo de aquella caliente noche.
Salimos de la ducha totalmente frescos y a los diez minutos oímos sonar el timbre anunciando la llegada de mi amigo Víctor.