Cuando a Roberto le picó la abejita

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Esta historia la escribí hace algún tiempo, es algo distinto, menos directo, pero igualmente divertido como las demás historias que se publican. Antes de mandarla a papelera de reciclaje, creí que sería mejor publicarla y a lo mejor alguna(as) persona pueda sacar provecho de ella. La historia empieza así:

Ya había amanecido, el sol había salido muy temprano, Roberto se levantó, miró por la ventana, hacia un día muy soleado, ideal para ir a dar un paseo por el bosque. Se dio un baño, se vistió y con mochila en mano, salió caminando rumbo al bosque. Se sentía feliz de haber salido, podía estirarse cómodamente, se sentía libre.

A medida que avanzaba la mañana el sol fue quemando con más fuerza, Roberto sentía mucho calor, se quitó el polo y así paseaba alegremente cuando de pronto una abejita empezó a molestarlo, revoloteaba alrededor de él, tenía hambre y al verle descubierto, fue directo al ataque y le clavó su aguijón. Roberto se desespero, no sabía que hacer, estaba adolorido, volvió a casa.

Horas más tardes empezó a ponerse rojo y caliente. De repente alguien tocó la puerta.

– ¿Quién es?

– Soy yo, Blabla, venía a visitarte.

– Hola, Blabla, pasa, siéntate.

– ¿Qué tienes Roberto?

– Me picó una abejita.

– Uy, pobrecito, y te duele?

– No, no me duele, pero estoy caliente, ha empezado a hincharse y se esta poniendo rojo.

– A ver… si, estás hinchado y tienes fiebre. Y ahora que hacemos?… Ya sé, tengo una cremita especial a base de chocolate, le llaman fudge y sirve para hacer diversas cosas y quizá pueda servir para esto.

Blabla abrió la cremita, le acaricio la cabecita de Roberto y luego con sus manos empezó a untar la pomada. Pasó un rato, pero Roberto seguía hinchándose y la fiebre iba aumentando, estaba muy caliente.

– Seguro que la abejita que te pico era venenosa, así que lo que necesitamos es extraer el veneno, dijo Blabla.

Entonces, recordó que en “Las recetas secretas de la abuelita” había leído que hacer en caso de picaduras venenosas.

– Ven recuéstate tranquilito y relájate que yo sacaré el veneno. Voy a succionarlo con mi boca, no te preocupes que no te va a doler.

Blabla empezó a recordar cómo se hacia, primero se tocaba con la lengua, se lamía suavemente desde abajo hacia arriba varias veces, luego se pasaba por la cabecita y sus costados, luego en la puntita y en el agujerito del centro… si por allí debía de extraer el veneno. Así iba pasando su lengua por todo alrededor, lamía suavemente y a veces con más fuerza, se lo metía todito, lo volvía a sacar y lo volvía a meter. A Roberto le encantaba ver como su amiga extraía el veneno.

– El veneno esta muy adentro, así que tendré que más succionar más profundamente, dijo Blabla.

Empezó a meterlo más adentro, todo lo que cabiera. Roberto empezaba a gemir. Blabla seguía lamiendo, después fue a la cabecita, paso su lengua y luego se la metió todita y la mantuvo allí por un rato, volvió a meterla y sacarla, tenía que succionar con más fuerza, así que empezó a usar sus manos, mientras lo lamía de abajo hacia arriba como había leído en la receta, se lo metía todito y lo volvía a sacar y por ratos se metía la cabecita porque allí debía de estar el veneno y ella tenía que sacarlo, siguió chupando y chupando hasta que después de un tiempo, el veneno empezó a salir de golpe, pero algo extraño ocurrió. El veneno ya no era veneno, se había transformado, ahora era algo muy rico y sabroso, salió disparado dentro de su boca, estaba caliente, espeso, riquísimo, así que ella se lo tomó todo.

Roberto se sintió mucho mejor, le bajo la fiebre y recupero su tamaño normal, durmió placidamente y soñó con los angelitos.

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