Convencida por su marido para culiar con otro
📋 Lecturas: ️
⏰ Tiempo estimado de lectura: min.
Lo único inventado de este relato son los nombres, el resto se produjo a principios de febrero del 2003, tal como lo cuento. Soy un hombre de 37 años, bien conservado, mido 1.73, soy trigueño, de aspecto viril y de complexión robusta. Además, la Naturaleza fue muy generosa conmigo tengo muy buena resistencia sexual por lo que mis sesiones eróticas dejaron muy satisfechas a las mujeres que me brindaron el néctar de su cuerpo, poseo una verga de regular tamaño (16 cm) y esta al punto justo que les encanta a las mujeres, porque la que diga que el tamaño no importa es una mentirosa, les encanta grande pero más si es lo suficientemente dura y resistente y muy bien utilizada.
Vivo en La Paz y estoy casado con una mujer de un físico nada fuera de lo común pero muy sensual, que, por desgracia, no lleva el mismo ritmo sexual que yo. Lo pasamos muy bien en la cama e incluso hemos compartido, tras insistir mucho y convencerla durante meses y con mucho tacto, algún que otro trío e intercambio, pero desgraciadamente yo me entrego con más ganas y morbo al sexo y necesito más. No quiero obligarla a participar en juegos si no quiere, pues se que ella ira cediendo de a poco solo depende de nosotros, pero mientras ello suceda. ¿Puede ella obligarme a mí a reprimirme? Desde mucho antes de casarme fui muy caliente y ya de muchacho me masturbaba a diario cuando no tenia una noviecita a la mano y sexualmente tuve muchas experiencias, gracias a vivir en una de las principales ciudades de mi país donde existen mujeres de todas las ciudades y rincones de mi Bolivia. Me gusta la sensualidad, la excitación, lo que en realidad me excita no es meter la verga a una vagina y listo, sino crear situaciones de auténtico morbo y disfrutarlas con otras personas en un ambiente de amistad y buen rollo, con respeto pero con mucho muchísimo erotismo.
Soy profesional, y por mi trabajo he tenido más de una ocasión para ponerle los cuernos a mi mujer, desde mi secretaria, que tiene unas tetas impresionantes y de la que me he enterado que le encanta hacer unas mamadas de campeonato y tragárselo todo, hasta algunas clientas con falta de cariño que más de una vez se me han insinuado. Pero creo que esas historias tarde o temprano terminan mal y repito que mi relación con mi mujer, en todos los aspectos, es inmejorable. Aunque yo necesito más morbo, más juegos. Pensando en todo eso llegué a la conclusión de que igual que nosotros habíamos introducido a terceras personas en nuestra cama (no todas las veces que a mi me hubiese gustado), yo también podría intentar contactar con alguna pareja o matrimonio que quisiera encontrar a un hombre de físico agradable, limpio, sano, discreto, educado, morboso y con experiencia, capaz de hacer todo y más de lo que me gusto que hicieran a mi mujer, satisfaciendo las expectativas de ambos y me dispuse a poner anuncios en diferentes páginas de contactos y otras de contenido erótico que existen en mi país y algunas otras fuera del mismos y conteste a algunos anuncios de parejas que coincidían con mis expectativas. Como vivo en La Paz que no es como cualquier otra capital de Sudamérica (la gente en mi país es muy a la antigua con falsos prejuiciosos, que en la mayoría de las veces son perjudiciales) mis posibilidades de contactar con alguien me parecían un poco remotas por la limitación y los prejuicios que tienen la gran mayoría de los bolivianos, pero decidí intentarlo sin demasiada convicción de tener éxito.
Todas las mañanas, al llegar a mi trabajo abría mi correo electrónico sin demasiadas esperanzas, hasta que un día recibí un mensaje que me enviaba un matrimonio de mi misma ciudad (La Paz), ciudad donde resido. El mensaje lo enviaba el marido, me comentaba que eran un matrimonio, se llamaban Ruth y Carlos, que ella tenía 32 años y él 35, que no tenían ninguna experiencia en el tema pero querían probar a hacer un trío con un hombre. Según comentaba él tenía la fantasía de verla a ella con otro hombre, aunque ella no estaba muy convencida. Me explicaba que fantaseaban con esa posibilidad y ella se excitaba mucho pero que a la hora de la verdad no se decidía a dar el último paso. Yo le contesté con un mensaje muy amable, diciéndole que para mí sería un honor y, por supuesto, un placer ayudarle a hacer realidad su fantasía, pero que su mujer lo debería tener claro antes de nada, para evitar situaciones desagradables. Le conté escuetamente algunas de mis experiencias y que podíamos conocernos sin compromiso y que, si llegábamos a algo, yo desaparecería de sus vidas en cuanto ellos me lo pidieran, sin más explicaciones.
Tras intercambiarnos varios mensajes y viendo que coincidíamos en la forma de ver las cosas (morbo y sensualidad pero con educación y respeto), quedamos los dos solos para tomar un café, conocernos y comentar el tema. Nos vimos en una cafetería por el prado, nos sentamos en un lugar discreto y, nervioso, me comentó que prefería un hombre casado por discreción (yo sería más discreto que un soltero, que posiblemente alardearía de lo que hiciera), y con experiencia para poder manejar la situación con más naturalidad y mucho tino. Me dijo que su mujer no sabía nada de nuestro encuentro, pero que él quería conocerme y si pensaba que yo le atraería a ella sexualmente, se lo comentaría y le diría que tenía un candidato ideal para realizar su fantasía. En su opinión yo era un tipo de hombre que podría atraer a su mujer. Yo le comenté que sería ideal crear un ambiente adecuado de complicidad entre los tres para que la situación se diera y fuera lo más placentera posible para todos. También le dije que era partidario de que los dos usáramos preservativos, por seguridad y por higiene. El puso cara de no entender y yo le expliqué: “Si eyaculo dentro de tu mujer y luego queremos continuar con los juegos… ¿Le vas a comer el…?. Carlos se sonrió… “Te das cuenta de que no tengo experiencia… No había pensado en eso…” Me enseñó una foto. Era su mujer desnuda foto que había publicado según me comento en una pagina nacional sin conocimiento de ella, por el morbo de recibir comentarios eróticos acerca de cómo veían y deseaban a su mujer los cibernautas locales. Se veía un cuerpo apetecible, ni delgada ni gruesa, trigueña, con unos pechos generosos (talla 90 ó más), melena por los debajo los hombros con ondas largas y muy sugestivas en una cara atractiva y unos labios lo bastante sensuales que dejaba entrever que podría ser muy puta en la cama pero que sabía perfectamente cómo controlarse y ser una señora, no le veía el culo, pero por la caderas que tenía debía tenerlo precioso.
Mi verga dio un vuelco dentro del pantalón. Le insistí en que debían de tenerlo muy claro, tanto él como ella, porque yo no quería que nadie se sintiera forzado ni se dieran situaciones violentas. El me comentaba que deseaba compartir su mujer con otro hombre, que le excitaba mucho esa fantasía y que disfrutaría mucho mirando y participando. Yo entré en detalles y le hablé claro, le comenté: “Si todo va bien, vas a ver cómo desnudo a tu mujer, cómo la acaricio, cómo la beso y cómo ella me besa. Vas a ver cómo hago que tu mujer me pida que le deje chuparmela y cómo me la culeo, y veas y sientas su temblor pidiendo más y más, una vez que la ponga muy caliente. Debes tenerlo muy claro porque no me gustaría que tu o ella se sintieran mal, y que esto pudiera repercutir negativamente en su relación de pareja. El sólo me comentó: “Sólo de oírte ya me ha parado“ Nos reímos y quedamos en que esta noche le echaría un tremendo polvo imaginando como seria, ya que estaba excitadísimo después de nuestra conversación, y que le comentaría a ella nuestro encuentro cuando estuviese muy excitada con la esperanza de que se atreviera a intentarlo. El sabía que ella se excitaba con la idea pero sólo le faltaba decidirse. Quedamos en que me enviaría un correo electrónico por la mañana con el resultado de su propuesta y la decisión de su mujer.
A la mañana siguiente estaba nervioso y somnoliento, también había llegado a mi casa muy cansado la noche anterior y había estado tirando con mi mujer como un descosido. Encendí el ordenador y abrí el correo, mi verga sintió un cosquilleo cuando vi que había un mensaje de Carlos, lo abrí decía: “Lo conseguí, quiere conocerte… pero dice que no te hagas muchas ilusiones” Inmediatamente me dispuse a contestarle. Le comenté que lo ideal para conocernos era ir a almorzar juntos (yo invitaba), pero que si ella aceptaba seguir adelante, no era bueno posponerlo y quedar para otro día porque estaría nerviosa hasta que llegara el momento y muy nerviosa cuando llegara el día. Lo ideal era reservar antes una habitación en un motel u hotel discreto y almorzar en el restaurante del hotel. Le comenté que si la propuesta le parecía correcta yo me encargaría de todo. Si su mujer lo deseaba pero se reprimía, después de unas botellas de buen vino y unos licores seguro que sus prejuicios desaparecerían y se lanzaría. En el mensaje le incluí mi número de celular y le animé diciéndole que tenía la sensación de que pronto vería cómo desnudaba a su mujer delante de sus narices y a ella cabalgando sobre mí.
Pasé aquel día excitado pensando en cómo desarrollar la situación para que ella se sintiera a gusto y se dejase llevar por sus instintos. A la mañana siguiente abrí el correo y allí estaba el mensaje de Carlos, mi verga volvió a dar otro salto de alegría dentro de mi bragueta. Era muy escueto, sólo decía: “Estamos de acuerdo en todo, saludos de Carlos y besos de Ruth”, incluía un número de móvil y una posdata “Llámanos a mediodía”. Era la primera vez que ella participaba en un mensaje, ella entraba en escena: “besos de Ruth”… Pensé en lo de “Llámanos a mediodía”, quizás me pasaría con ella y podríamos hablar, si era así aprovecharía para tranquilizarla y transmitirle confianza.
Sobre las dos de la tarde, nervioso, cogí el teléfono y marqué el número que me había dado. Contestó la voz de Carlos: – ¡Hola! ¿Cómo estás…? ¿Tan nervioso como yo?. Nos reímos a carcajadas. Me comentó que Ruth prefería ir a cenar, que la noche era más sensual y más propicia para lo que habíamos planeado y que estaba de acuerdo en conocerme y comentar los tres el tema, aunque sólo se comprometía a eso, el resto quedaba en “ya veremos”. Yo le comenté que también preferiría cenar pero que por mi condición de casado prefería el almuerzo por discreción, si no tendría que inventar historias, etc. Carlos me comentó que por él estaba de acuerdo pero que sería mejor que se lo explicara a ella, y dicho esto me dijo: “te la paso”…
– “¡Hola!”, Sonó una voz dulce y tímida de mujer. – “¡Hola Ruth, encantado de hablar contigo”, le contesté. – Ella dijo: “Carlos dice que quieres comentarme algo…” Le dije mis argumentos para ir a almorzar en vez de cenar para conocernos, y ella me explico que en la noche se sentiría más segura y menos nerviosa, además de tratar de relajarse y para no forzar la situación tuve que ceder. Intenté transmitirle confianza y le comenté que no debía estar nerviosa, que no iba a pasar nada que ella no deseara, y que si pasaba algo ella lo iba a disfrutar mucho. Se hizo un silencio y pensé que algo iba mal. Volvió a sonar la voz de Ruth: “Carlos dice que si podría ser mañana”. Mi verga se alegró visiblemente y yo le contesté que me parecía perfecto. Me atreví a tantear su grado de convicción y le dije: – “¿Ruth?” – “¿Si?” – “No sé si pasará algo mañana, pero quiero que sepas que me encanta la lencería sexy” le dije y recibe un primer y húmedo beso donde más te guste. – “Lo tendré en cuenta”, me contestó con una voz relativamente ronca por la excitación… y me pasó con Carlos. -“¿Qué le has dicho?, se ha puesto roja”, me comentó Carlos riéndose. – “Que te lo cuente ella” le contesté. Concretamos los detalles y quedé en llamarlo en cuanto tuviera las reservas confirmadas.
A la mañana siguiente luego de pensarlo mucho, reservé una habitación en un hotel discreto aunque no muy de primera, donde se puede escuchar música, tomar unos tragos, entrar en confianza y principalmente sin nadie que nos conozca con unas habitaciones relativamente cómodas se llama la “taberna” ubicado en la plaza Villarroel de esta ciudad y decidí optar para la cena por otro lugar también cercano el restaurante “Love City” ubicado frente al stadium. Una vez decidido y arreglado esto llame a Carlos para comunicarle. Me dijo que Ruth estaba nerviosa y muy excitada, que yo le había caído muy bien (cosa que me extrañó por lo poco que hablamos) y que pensaba que había muchas posibilidades de que todo saliera como él deseaba. Yo le comenté que se tranquilizara y la tranquilizara, que en realidad sólo íbamos a cenar juntos y que, por ahora, no pensara en nada más. Que ocurriría lo que tuviera que ocurrir. Quedamos sobre las siete de la noche en el “love city”
Antes de cortar me comentó que Ruth le contó lo de la lencería y le dijo que quería sorprenderme, por lo que daba por hecho que ella esperaba llegar hasta el final. – “Alea jacta est (la suerte está echada), hasta entonces”, me dijo, y colgó.
Llegué al hotel sobre las seis y media, pagué la habitación y pedí que subieran champán. Tras eso me senté en una mesa apartada y discreta del restaurante a leer la prensa tomando una cerveza e intentando tranquilizarme. Sobre las siete y cuarto vi entrar a Carlos acompañado de Ruth. Los dos íbamos de chaqueta y corbata, y casualmente los dos llevábamos maletín. Ella llevaba un traje de falda y chaqueta sobre una blusa vaporosa con un sólo botón desabrochado (un poco recatada). También pude observar que llevaba medias y esperé que fueran medias porque odio los pantys (deberían fusilar al que los inventó). Carlos me estrechó la mano con una sonrisa y me presentó a Ruth, que me miró fijamente a los ojos, entre tímida y sensual, y nos dimos un beso en la mejilla. Mirando a Carlos comenté: “La verdad es que en persona es mucho más atractiva que en la foto que me enseñaste”. Ella sonrió sonrojándose y comentó: “Ya sé que me has visto en desnuda”. Tras las presentaciones nos quitamos las chaquetas y nos sentamos, Ruth frente a mi y al lado de su marido. En el momento que Ruth se quitaba la chaqueta estiró los brazos hacia atrás y pude comprobar cómo sus generosos pechos presionaban la suave tela de su blusa y se marcaban bajo el sujetador. Ella se dio cuenta de mi mirada y sonrió entre cortada y halagada. Intentando que todo transcurriera con normalidad, pedimos la comida y un buen vino. Al poco rato aquello parecía una comida de negocios o de amigos, charlábamos animadamente sobre temas banales, nos reíamos, comíamos y yo no paraba de llenar las copas cada vez que se vaciaban. Se notaba a Ruth mucho más relajada, participando en la conversación y disfrutando tanto de la comida como del vino. Mientras hablábamos a veces me miraba como un poco pensativa. Yo estaba seguro de que estaba imaginándose lo que podía pasar dentro de un rato y no parecía que le disgustase. Carlos y yo nos dirigíamos miradas de complicidad, confirmando que todo se desarrollaba perfectamente, mejor de lo esperado.
Tras cenar pedimos unos cafés y unos licores. Los tres estábamos un poco más alegres de lo normal, pero al mismo tiempo yo notaba cierto nerviosismo por parte de ellos, al darse cuenta que se acercaba el momento de las decisiones. Los licores nos animaron un poco más, la conversación era muy amena e incluso divertida, y decidí dar el primer toque de atención y le pregunté a Ruth: – “¿Cómo lo ves? ¿Crees que tengo posibilidades?” Ella miro a Carlos y el asintió con la cabeza y luego mirándome se sonrió y con una mirada entre tímida y sensual contestó: “¡Tengo miedo ahora, ya no se que decir de lo que podría pasar, estoy muy nerviosa!” (se notaba excitada). Ante aquella respuesta me atreví a comentarle: “En la foto que me enseñó tu marido se notaban unos pechos muy sugerentes, quizás deberías explotar más tus “argumentos”… como vas con la blusa tan abrochada”. Esperé su reacción y vi cómo giraba sus ojos, que denotaban los efectos del alcohol, hacia su marido como esperando su actitud. El sonrió y me dijo: “Creo que tienes razón, es lo que yo le digo”. Ruth se sentó recta en la silla y discretamente pasó una mano por la blusa desabrochándose el segundo botón y aprovechando la maniobra para colocarse el cuello. Mientras lo hacía me miró fijamente a los ojos, y presentí que estaba totalmente decidida a entregarse. Quería saber qué se sentía al ser follada por un extraño ante los ojos de su marido, sabía que pronto iba a tener dos vergas a su disposición… Alea jacta est.. pensé.
Carlos sonrió al ver la reacción de su mujer y comentó: “¿Sólo eso? Ruth miró a su marido y le dijo: “Paciencia cariño, que dentro de poco habrá más”. Y diciendo esto volvió a desabrochar otro botón de la blusa, el tercero, que ya dejaba al descubierto parte del maravilloso canalillo que formaban sus pechos apretados por el sujetador. Me miró fijamente a los ojos y me preguntó: “¿Te gusta lo que ves?”. – “Mucho…” contesté. – “Yo veo más que tu…” me dijo Carlos con una sonrisa, que de lado junto a su mujer podía ver la abertura lateral del escote. Como ya había muy poca gente en el restaurante y los camareros apenas se acercaban, Ruth se giró hacia Carlos, colocándose de lado hacia mí, mostrándome la abertura de su blusa y toda la parte de su pecho izquierdo que sobresalía de un sujetador negro de encaje y transparencias. Ruth me miró y dijo: “Ahora no te podrás quejar…” Pensé que ya todo estaba claro y llegaba la hora de tomar una decisión que ya estaba tomada, aunque había que ir con precaución para no meter la pata y que tanto ella como Carlos disfrutaran de la situación, pero sin malentendidos, con tacto y buen rollo. La miré a los ojos y le dije: “Ruth, me la has puesto tan dura (y pase mi mano por mi verga para acomodarlo disimuladamente ella lo noto por que se le encendieron las mejillas) y creo que a tu marido también”. Carlos se rió y me dijo: “¡A su marido también!” Ruth metió la mano bajo la mesa discretamente, se la pasó a Carlos por el paquete y exclamó: “¡ A mi marido también!”. Y nos reímos los tres con sonoras carcajadas. – “Creo que será mejor pedir la cuenta y retirarnos a un lugar más discreto e intimo, me tome la libertad de reservar uno, que aunque es modesto y discreto creo que nos sentiremos a gusto” comenté con sorna. – “Estamos de acuerdo, ¿verdad cariño…? Le comentó Carlos a su mujer. Ruth se quedó en silencio, pensativa. Se le notaba excitada, transpiraba erotismo, se le notaba con ganas de experimentar algo atrevido, algo prohibido, y de compartirlo con su marido. Nos miró a los dos con ojos de gata en celo. Miró a Carlos un poco seria y le dijo: “Cariño, ¿Tienes claro lo que vamos a hacer? ¿Realmente lo deseas? Al decir esto Ruth se ruborizó a pesar de la desinhibición del alcohol, y Carlos le contestó con otra pregunta: “Ruth, tu ya sabes lo que deseo pero, ¿Y tu, lo deseas? Dime la verdad”. – Ruth no contestó, se arregló el escote y cogió su bolso, nos miró y preguntó: “¿Nos retiramos a donde podamos estar cómodos y más a gusto?.
Mi verga se revolvió dentro de mi bragueta, Carlos y yo nos miramos y nos sonreímos con cara de complicidad. Nos levantamos, y mientras nos poníamos las chaquetas pague la cuenta. Nos dirigimos hacia los parqueos que existen en el stadium, donde tambien ellos habían dejado su vehículo, se notaba la tensión de la excitación del momento. Los tres éramos conscientes de lo que iba a pasar, y creo que tanto Carlos como yo queríamos que Ruth se lo pasara lo mejor posible. Yo era consciente de que aquel momento era muy importante para su relación de pareja y sabía que mi actitud podía perjudicarla o unirles más de lo que ya estaban si todo transcurría de forma agradable, natural y con buen rollo. A sugerencia de ellos decidimos abordar su vehículo y dejar el mío, Carlos conducía Ruth se sentó a su lado y yo intente abrir la puerta trasera para ocupar los asientos traseros en eso ella me dijo: Carlos piensa que estaremos mejor los tres adelante, al subir al lado suyo, ella en el afán de darme cabida cruzo las piernas y pude observar lo torneadas que resultaban lo cual me pareció muy sensual y excitante.
Al entrar en el Hostal pedí directamente las llaves y se las di a Ruth (No necesitamos el bar, que en algún caso según calcule nos hubiera servido de antesala o para relajarnos con unas copas) seguidamente el camarero nos indico el camino. Al subir las gradas note que se le había abierto un poco la blusa, y mi vista se fue hacia sus pechos. Ella se dio cuenta y sonriendo nerviosamente le comentó a Carlos mirándose el escote: “Parece que le gustan”. A lo que él le contestó: “Seguro que le gustarán más cuando pueda verlos”. Llegamos y Ruth abrió la puerta de la habitación con ciertos nervios. Al entrar vieron la botella de champán y celebraron mi idea. Me dispuse a tomar las copas y abrir la botella mientras les comentaba que aquel encuentro era digno de celebrarse. Ruth y Carlos se quitaron las chaquetas y observaron la habitación: había una amplia cama, un sofá doble, un sillón y una cómoda. Ruth se fue hacia el baño diciendo que quería refrescarse. Cuando nos quedamos solos Carlos y yo, él me dijo que estaba muy agradecido conmigo por todo lo que había hecho. Yo le contesté, con sorna, que yo le estaba agradecido por todo lo que iba a hacer, y nos reímos a carcajadas. Un poco serio le dije que los dos me parecían buenas personas, que podía ayudarles a hacer realidad sus fantasías y además yo iba a tener el placer de compartir con él a una señora tan atractiva como su mujer. Carlos se sentó en el sillón y me pidió que me sentara en el sofá doble para obligar a Ruth a sentarse junto a mí. Teníamos las copas en la mano cuando ella salió del baño. No se había quitado nada de ropa. Carlos le alcanzó su copa y ella, lentamente y con cierta timidez, se sentó a mi lado. Brindamos y yo solté: “Por vuestro matrimonio, por que lo que pase en esta habitación les una más y sea el inicio de una vida más atrevida y apasionada… juntos”.
Ruth se levantó del sofá, se dirigió hacia Carlos y le dio un beso en los labios diciéndole: “Gracias por confiar en mi cariño esto lo hago por ti por que te quiero…”. Carlos le contestó: “Las gracias te las debo a ti, por dejarme hacer realidad mis sueños…”. Ruth se volvió a sentar en el sofá, se giró hacia mí y me dio un leve beso en los labios y me dijo: “Gracias por entendernos” Carlos se recostó en el sillón con la copa de champán en la mano y se dirigió a mí: “Bueno… tu dirás… ¿Qué se hace ahora?” Yo le contesté con otra pregunta: “¿Qué te gustaría que pasara?” Carlos respondió con cara de excitado y tímido: “Ya les he comentado a los dos que, en principio, me gustaría mirar”. Me dirigí a Ruth, la tenía muy cerca, casi podía notar los latidos de su alterado corazón y olía su sensual perfume. Yo la sentía excitada y nerviosa, esperando, sin saber muy bien qué hacer. Yo quería ir despacio, no precipitar las cosas, disfrutar del morbo de cada momento y que ellos dos no olvidaran aquella tarde en mucho tiempo… – “Y a ti, ¿Qué te gustaría que pasara?” le pregunté. – “No lo sé, nunca he estado en una situación como esta me siento más nerviosa que la primera ves que tuve sexo (se notaba excitada), el experto eres tu…” me respondió. – “¿Estas nerviosa?” (pregunta tonta) le cogí una mano, que estaba muy fría denotando el nerviosismo que sentía. “Relájate e intenta disfrutar y a partir de ahora deja de controlarte y da rienda suelta a tus instintos” Carlos se dirigió hacia mí: “A Ruth le encanta que la acaricien, que la besen… tiene unos pechos muy sensibles“. Y le dijo a ella: “¿Por qué no te pones cómoda, mi amor?”. Ruth se quitó los zapatos y le dio un buen trago a la copa de champán, acabándola. Luego se levantó mientras comentaba que se le iba a arrugar la falda, se acercó a su marido y le preguntó si quería desabrochársela. Creo que ella ya sabía la respuesta: Carlos le comentó que prefería que lo hiciera yo. Volvió a llenar su copa sensualmente y se acercó a mi y me preguntó: “¿Me la desabrochas tú?”. – “Será un placer” le dije mientras ella se colocaba de espaldas a mí y yo llevaba mis manos a su cremallera, que bajé lentamente. Sentía cómo Carlos alternaba su mirada entre los ojos de Ruth y mis manos. Una vez bajada la cremallera tiré lentamente de la falda hacia abajo y aunque no pude ver su culo porque lo tapaba el largo de la blusa (seguro que ella esperaba que lo descubriera y se lo sobara pero yo quería seguir disfrutando cada instante), sí descubrí unas piernas bien torneadas y bronceadas enfundadas en unas medias de lycra.
Terminé de quitarle la falda y le acaricié suavemente las piernas hasta un poco más arriba de las rodillas. “Preciosas” le comenté mientras yo sentía que se le ponía la carne de gallina (modismo boliviano). Ella le dio un buen sorbo a la copa de champán mirando a Carlos quien se levanto y manipulo los interruptores hasta encontrar un tono a media luz, seguidamente el volvió a sentarse, colocó la falda sobre la cómoda y se sentó muy cerca de mí, subió las piernas al sofá y apoyó su espalda sobre mi pecho. Mi brazo izquierdo quedó tras su espalda, por lo que pasé por encima de su hombro y le cogí una mano. “¿Estás mejor, más relajada?” Carlos se había recostado en el sillón y se acariciaba la verga discretamente. Miraba a su mujer, excitado y a mi me gustaba mucho ir tensando la situación, sin precipitar nada, que las cosas fluyeran naturalmente. Quizás él quisiera que las cosas fueran más deprisa. Rodee a Ruth con mis brazos, con la mano izquierda le cogí su mano izquierda y las situé bajo su pecho, con la mano derecha le acariciaba distraídamente el brazo derecho. Ruth temblaba de excitación. Me dirigí a Carlos: “¿Te gusta lo que ves?”. “¡Mucho!” me respondió. “Sigue por favor”. Al igual que a Ruth, le pedí que no se cortara y que dejara sus instintos en libertad. Ruth apoyó su cabeza en mi hombro y se giró ligeramente mirando a su marido, hasta poner su boca frente a la mía. Primero fue un suave contacto de nuestros labios, luego lentamente fue abriendo su boca y me regaló su lengua, y finalmente terminamos aquel primer beso con cierta pasión controlada, devorándonos mientras yo le acariciaba el estómago con mi mano izquierda y le rozaba (con toda intención) la parte baja de sus tetas. Ella me agarró la mano y se la colocó sobre el pecho derecho. Sentí la dureza de mi verga dentro de mi bragueta pidiendo la libertad condicional. Dejamos de besarnos pero ella mantenía mi mano izquierda agarrada sobre sus senos. Empecé a acariciarle el pecho suavemente y los dos volvimos la mirada hacia Carlos que, descaradamente, se acariciaba el paquete mientras fumaba un cigarrillo. Ruth suspiraba mientras seguía sobándole el pecho. “¿Estás bien?” le pregunté… “Muy bien” me respondió. “¿Y tu?” pregunté a Carlos. “Continúa, por favor…” me dijo por toda respuesta. Solté la teta de Ruth y fui desabrochándole los botones de la blusa muy lentamente mientras miraba a Carlos, que tenía una cara de morbo impresionante y se veía que estaba disfrutando mucho con el espectáculo.
Tras quitarle la blusa Ruth quedó en ropa interior. Llevaba un precioso conjunto de tanga y sujetador negros de encaje y transparencias que insinuaban perfectamente sus pezones y los pelos del cocho. Las medias eran medias y estaban sujetas por un sensual liguero a juego con el sujetador y el tanga. Carlos le pidió a su mujer que me dejara ver bien su sensual lencería, ya que era la sorpresa que me quería dar, le pidió que caminara un poco por la habitación. Ahora tenía una visión impresionante de su cuerpo. Ruth estaba realmente sensual, en tanga y sujetador, con la copa de champán en la mano y caminando lentamente hasta la cómoda. Dejó la copa sobre el mueble apoyando sus brazos y echando su precioso culo hacia atrás. Carlos se sobaba el paquete con fruición, se había abierto la cremallera y había introducido la mano en su bragueta acariciándose la verga. Yo me había quitado la corbata, los zapatos y los calcetines y aproveché para desabrocharme el pantalón y dejar que Ruth notara mi verga hinchada a través de los calzoncillos negros. Ella se dio la vuelta y nos pilló a los dos acariciándonos las vergas por encima del calzoncillo. Abrió los ojos con cara de morbo total, llevó una mano a su pecho derecho y la otra a su cocho y se acarició suavemente, ya perdiendo totalmente la timidez, y observándonos de manera muy lasciva. Se dirigió a su marido… (la bebida también estaba ayudando a desinhibirla). “Cariño, sácatela y déjame ver cómo te la meneas, porque voy a cumplir una de tus fantasías”. Carlos se había quitado la corbata rápidamente, como para no perderse lo que sabía que iba a pasar, se puso de pié y se desnudó totalmente en un santiamén, volviéndose a sentar con su verga ahora libre entre sus manos, meneándosela lentamente y esperando. Ruth lo observaba muy excitada, volvió la vista hacia mí, que me acariciaba el paquete por encima de los calzoncillos, sin quitarme todavía la ropa. Se acercó lentamente y se puso de rodillas frente a mí. Mientras, yo aproveché para despojarme de la camisa. Mi verga estaba como una roca, tenía a Ruth frente a mí, con una perspectiva inmejorable de sus tetas todavía dentro del sujetador, sus pezones hinchados se marcaban perfectamente a través de la tela transparente. Una vez terminó hizo ademán de bajarme los pantalones, a lo que yo levanté un poco el culo del sofá para ayudarla en la operación. Tiró mis pantalones hacia un rincón de la habitación y puso sus manos sobre mis muslos, acariciándolos. Volvió la mirada hacia su marido y le dijo: “Creo que esta era una de las cosas que querías verme hacer… así que disfrútala como la voy a disfrutar yo” (sentí el latido de mi corazón en la punta de mi verga) Y mientras decía esto y manteniendo la mirada hacia Carlos deslizó su mano derecha hasta mi verga y la acarició suavemente sobre los calzoncillos, soltando un suspiro de excitación.
A continuación me separó las piernas y se metió entre ellas mientras seguía acariciándome el rabo. “Tienes una buena verga, eh” me dijo. Y agachando la cabeza me mordió suavemente la tranca por encima de la tela de los calzoncillos. Su melena caía sobre mi herramienta y yo quería disfrutar del morbo de verla con mi verga en la boca, y tampoco quería que Carlos se perdiera el espectáculo que tanto tiempo había esperado, así que se la aparté suavemente. Ella ahora recorría todo el largo de mi miembro (todavía enfundado en el calzoncillo) con la lengua, se había puesto a cuatro patas para ofrecerle una excitante vista de su culo a su marido. Pensé que si seguía así Carlos se iba a perder algo que le daba mucho morbo: ver a su mujer quitarme los calzoncillos y meterse mi verga en la boca. Así que le cogí la cara a Ruth suavemente y se la aparté de mi herramienta, la puse a la altura de mi boca y le di un beso apasionado de tornillo mientras aproveché para llevar mis manos a los corchetes de su sujetador… no lo solté… esperé su reacción… dejó de besarme y me pidió: “Quítamelo”. Se lo desabroché y lo dejé así mientras seguía besándola… de reojo veía cómo Carlos no se perdía detalle, tenía la verga hinchada y morada de tanto meneársela y pensé que no tardaría mucho en acabar. Ruth se bajó los tirantes del sujetador, se lo quitó y se separó un poco de mí para ofrecerme una visión de sus impresionantes tetas. “¿Te gustan?” me dijo. Las cubrí con mis manos sintiendo la suavidad de su piel, la dureza de sus pezones, el pálpito de su acelerado corazón. Ruth cerró los ojos disfrutando del momento mientras Carlos nos miraba con los ojos como platos, excitadísimo. Ruth se pegó a mí apretando sus pechos contra el mío, me dio un beso de campeonato y yo aproveché para alargar mis manos hasta su culo, poner una mano sobre cada nalga y sobárselas a conciencia, apartándolas una de la otra levemente, sabiendo que su marido no se perdería detalle.
Como los tres ya estábamos bastante excitados decidí dar un paso más. “Estoy seguro que Carlos quiere verte sentada en la cama” le dije a Ruth, que me miró con cara de no entender. De todas formas se levantó con sus tetas bamboleantes y se sentó en el borde, y al mismo tiempo yo me acerqué de pié junto a ella, de lado para que su marido no se perdiera detalle de lo que iba a pasar. Acerqué mi verga dura como un palo (todavía encerrada en los calzoncillos) a su cara y ella sonrió y miró a Carlos… puso la mano derecha sobre mi paquete y empezó a recorrerlo de arriba abajo. Después llevó una mano a cada lateral de mis calzoncillos y fue bajándolos lentamente hasta que mi verga totalmente hinchada saltó como un resorte junto a su cara. Me bajó los calzoncillos hasta los pies y pasó la lengua cerca de mi verga para atrapar un hilillo de líquido seminal que se escapaba. Ruth, ya totalmente desinhibida agarró mi herramienta con la mano derecha y comenzó a meneármela lentamente mientras con la izquierda sopesaba mis huevos, tenía su boca a pocos centímetros de la cabeza de mi verga. Miró a su marido con cara de lujuria absoluta y le preguntó: “¿Esto es lo que querías verme hacer? Y sin esperar la respuesta engulló mi verga totalmente y comenzó a mamármela lentamente, con delicadeza. Llevó la mano izquierda de mis huevos a mi culo y acompañó la impresionante mamada con unas caricias a mis nalgas, clavándome suavemente sus uñas. Yo me sentía en el séptimo cielo. Miraba a aquella mujer, aquella señora con cara de niña-bien mamándome la verga como una experta profesional. Volví a apartarle la melena suavemente para que Carlos no se perdiera detalle de lo que tanto tiempo había estado esperando ver. Estaba maravillosa, sus tetas se movían al compás de la mamada, sus piernas, enfundadas en aquellas medias negras de lycra y bien abiertas, dejaban ver la minúscula tanga humedecida por la excitación y el morbo del momento que estaba viviendo. Ruth seguía comiéndome la verga, su lengua ávida recorría cada centímetro de mi piel. Con la mano izquierda pegó el pene a mi vientre y arremetió contra mis huevos, metiéndoselos alternativamente en la boca y chupándolos, mientras introducía su mano derecha en el tanga y comenzaba a masturbarse lentamente. Podía ver su anillo de casada a través de la tela transparente de las bragas. Miré a Carlos que seguía meneándosela ahora con un ritmo acelerado, y con la cara roja del morbo de ver a su mujer chupándole la verga a un extraño delante de su marido. Le hice una señal para que se acercara. – ¿Te gustaría tener una verga en cada mano? le pregunté a Ruth, que estaba ensimismada, con los ojos cerrados sintiendo los dos dedos que se había metido en el cocho mientras seguía chupándome el miembro. No me contestó. Carlos se puso de pié y se acercó a donde yo estaba, acercando su verga a la cara de Ruth, que abrió los ojos y creyó estar en el “país de las vergas”… sorprendida sacó su mano derecha del tanga y atrapó la verga de su marido. Dejó de chupar la mía y engulló la de Carlos mientras me masturbaba con su mano izquierda. Ruth gemía y temblaba de lujuria, mamaba y masturbaba alternativamente las dos trancas moviendo acompasadamente el culo en el mismo borde de la cama, intentando sentir más. Ya necesitaba que alguien se encargara de darle placer a ella.
Ruth, con una cara de golfa impresionante, no paraba de intercambiarse las vergas en su boca. Carlos miraba extasiado a su mujer y le acariciaba el pelo, tanto él como yo jugábamos con sus pechos y sus pezones, acariciándolos, pellizcándolos, amasándolos mientras ella emitía gemidos cada vez más fuertes. Carlos, mirando a su mujer con la boca llena de verga, me dijo: “¡Quiero ver cómo se lo comes!”. Al instante ella soltó mi verga y se dejó caer lentamente en la cama, quedando boca arriba con el culo en el borde, los pies colgando y apoyados en el piso. Carlos se acomodó a un lado de su mujer, que no tardó nada en atraparle el miembro y acercárselo a su cara para continuar con la mamada que le estaba pegando. Yo me arrodillé en el suelo, entre las piernas de Ruth. Tenía una perspectiva inmejorable: su boca mamando verga de su marido mientras con las manos le acariciaba los huevos y lo masturbaba, sus tetas parecían dos flanes moviéndose al compás de sus “trabajos manuales” y abriendo y cerrando las piernas, ansiosa por que le trabajaran el cocho. No me hice esperar, con las bragas puestas le di unos leves besos en la cara interior de sus muslos que las medias dejaban al descubierto, y ella se revolvió como pidiendo más, exigiendo más, pensé que ya estaba muy caliente y necesitaba correrse pronto. Metí los dedos índice a cada lado de su tanga y comencé a bajarlo lentamente. Ella levantó el culo para facilitarme la operación y Carlos miraba extasiado cómo el chochete de su mujer, por fin, quedaba a disposición de un desconocido.
Una vez que se las bajé del todo quedó ante mi cara un cochito delicadamente depilado, sólo con un mondonguito de pelo en forma de triángulo en el pubis y el resto totalmente afeitado… Metí mi cabeza entre sus piernas y pude percibir una agradable mezcla de perfume caro y flujos de hembra caliente. Me dediqué otra vez a besar la cara interna de sus muslos, a pocos centímetros de su cocho hambriento, sabía que Ruth estaba a punto y que con poco que le hiciera se correría como una loca y así fue. Bajó la mano derecha hasta mi cabeza, y agarrándome de los pelos llevó mi cara hasta su sexo mientras me ordenaba: “¡Chupamelo, cómemelo yaaaa!” Le puse una mano en cada curva de las rodillas y le levanté y separé las piernas hasta casi hacerlas chocar con sus tetas, de esta forma su cocho quedaba totalmente abierto y a mi entera disposición. Empecé lamiéndole los labios con delicadeza y se revolvió como una posesa. Carlos le sostuvo una de las piernas, liberándome la mano derecha, lo que aproveché para meterle el dedo corazón en el cocho y comprobar que aquello era una bañera. Cuando comencé a darle suaves golpes con mi lengua en el clítoris me agarró la cabeza con las manos y se corrió en mi boca mientras emitía unos extraños grititos roncos por tener la boca llena de la verga de su marido, que miraba la situación totalmente empalmado y a punto de correrse. Seguí dándole caña para hacer que la corrida de Ruth no decayera, metí mi lengua en su cocho y se la movía en círculos, la metía y sacaba a modo de miembro, le solté la otra pierna y metí mis manos debajo de sus nalgas levantándole el culo. Carlos le había sacado la verga de la boca, supuse que por el evidente riesgo de la inminente corrida, y ahora se dedicaba a besar a su mujer y comerle las tetas, mientras ella suspiraba y se retorcía de placer.
Yo seguía comiéndole el cocho, lamiéndoselo, chupándoselo, metiéndole primero uno y después dos dedos. Tenía la impresión de que aquel culo era virgen (y pocas veces me equivoco) y fui bajando mi lengua a todo lo largo del chochito hasta llegar a su ojete. Ella dio un suspiro sonoro al sentir que invadía aquella zona hasta ahora prohibida, pero no dijo ni insinuó nada, mientras yo seguía perforándole el culito con dos dedos. Le lamí el ano haciendo círculos con mi lengua a su alrededor y sentí cómo relajaba sus músculos, señal de placer y aprobación. Seguí comiéndole el culo y finalmente introduje levemente mi lengua en el ano, ensalivándoselo bien. Cada vez que le daba una lamida ella experimentaba unos curiosos temblores de placer. Volví con mi lengua al cocho de Ruth, se la pasaba por todo lo largo, desde arriba hasta abajo como si lamiera un helado, y ella lo agradecía gimiendo y retorciéndose. Quería ponerla a prueba y apoyé la punta de mi dedo índice en el huequito de su culo. Ella hizo un reflejo de apretarlo, pero segundos después lo relajó y yo aproveché para introducirle la primera falange, que entró sin demasiado problema por la cantidad de saliva que le había dejado anteriormente. Como no sentí ninguna reacción negativa continué con mi impresionante comida de cocho y le introduje la segunda falange. Ruth cerró el huequito de su culo con fuerza. Pensé que se había molestado, pero segundos después cerró sus muslos en torno a mi cabeza y me apretó mientras gemía y temblaba. Comprendí que se había corrido otra vez en mi boca y saboree sus jugos ralentizando el ritmo de la comida de cocho que le había ofrecido. No podía ver a Carlos. Pero sabía que él estaba absorto observando mi actuación. Debía tener la verga en carne viva después de tanto meneo y tanta mamada. Ruth estaba acostada boca arriba, se había apoyado en sus codos y me miraba con cara de perra. Estaba preciosa, la cara enrojecida de placer, abierta de piernas con el cocho rezumando jugos. Miró a Carlos, que estaba a su lado, y le dijo con voz ronca: “Cariño, necesito que me tiren ya. ¡Tírenme por favor!”. Inmediatamente me puse de pié, busqué mi chaqueta, cogí dos preservativos y le di uno a Carlos. Esperé que ocupara la posición que ella demandaba. Ruth se dio la vuelta y se puso a cuatro patas con el culo en pompa hacia los pies de la cama y la cara mirando al cabecero. Miré a Carlos y le dije: “¡A qué esperas… debes estar a punto de correrte!”. Carlos se puso el condón, se colocó detrás de su mujer y le metió la paloma de un sólo golpe, que Ruth recibió con un grito de sorpresa y placer. Empezó a titarse a su mujer casi con desespero, con un mete-saca desenfrenado que ella recibía con una especie de lamentos entrecortados, se estaba corriendo como una loca.
Yo observaba la situación junto a la cama, extasiado por el espectáculo, hasta que Ruth me hizo una señal para que me sentara en la cama delante de ella mientras recibía la verga de su marido desde atrás. Tardé una milésima de segundo en estar sentado en la cama, con la espalda pegada al cabecero, mis piernas abiertas y la boca de Ruth en mi verga otra vez. Carlos había cambiado el ritmo de su follada, ahora le sacaba el miembro lentamente y se lo volvía a meter de un solo golpe… así una y otra vez. Ruth jadeaba, gemía, se atragantaba con mi verga, sus tetas se balanceaban al ritmo de la follada. Quise darle morbo a la situación y me puse a hablar con Carlos. “¿Te gusta Culear a tu mujer mientras ves que chupa otra verga? ¿A que te gusta mirar cómo pide verga a un extraño y lo disfruta cuando el se la mete?. Carlos me respondió con voz entrecortada por el placer: “Ssiiiiii, ¡me encanta! me excita muchísimo ver lo puta que es mi mujer… ¡Eres un hombre que si sabe como llenarlas de verga y hacerlas sentir el el cielo!. ¡Quiero ver cómo te la tiras destrózala con tu verga!”. Ruth soltó un “¡¡ Aaaaahhhh..!! Carlos volvió otra vez al mete-saca desenfrenado. Ruth y yo no nos movíamos, ella se limitaba a chuparme la verga con los impulsos que le estaba dando su marido, que incrementó aún más el ritmo y empezó a soltar toda la tensión (y la leche) acumulada. Ruth soltó mi verga y se quedó a cuatro patas recibiendo la descarga de su marido, agarraba las sábanas con sus manos, tenía los ojos cerrados y la cara desencajada. Con las embestidas de Carlos sus pechos saltaban mientras ella se corría como una posesa (inolvidable espectáculo). Abrió los ojos y se me quedó mirando, yo alargué mis manos y le atrapé las tetas pellizcándole los pezones. Carlos seguía bombeándole el cocho, ya a un ritmo menor, terminando con aquella monumental corrida.
Ruth estaba como atontada, sudorosa, en ese estado de aletargamiento en el que te quedas después de un buen polvo, pero aún no habíamos terminado. Carlos le sacó la verga lentamente, ella dio un extraño gemido mezclado con suspiro cuando notó cómo se le salía, se puso de rodillas en la cama todavía de espaldas a su marido y se giró levemente para darle un beso de campeonato, el aprovechó el beso para sobarle un poco las tetas y pellizcarle los pezones. Ruth dejó el beso y le susurró a su marido: “Quiero que mires, quiero complacerte y quiero que sepas lo puta que puedo ser con la verga de otro, tratare de ser lo puta que siempre me pediste que fuera con otra persona mientras estábamos en la cama. Quédate donde estás para que tengas un primer plano de su verga entrando en mi cocho“. Cuando Ruth se giró hacia mí se sonrió al comprobar que ya me había puesto el preservativo. De rodillas como estaba se fue acercando hasta dejar su cocho a la altura de mi verga. Yo estaba boca arriba con media espalda apoyada en el cabecero de la cama, ella quedó de rodillas sobre mí, ofreciéndome una espectacular perspectiva de su cuerpo desnudo y sudoroso (sólo llevaba las medias y el liguero). Se inclinó y me ofreció sus pechos desafiantes colocándolos frente a mi cara. Lógicamente yo aproveché para pegarme a ellos como un bebé, chupándolos como si me fuera la vida en ello. A veces le daba mordisquillos en los pezones que estaban duros como rocas, e Ruth soltaba gemidos entre placer. Bajó un poco su cuerpo y colocó su cocho a la altura de mi verga, con la mano derecha me agarró el miembro y comenzó una suave masturbación, frotándose mi verga dura y caliente por la entrada de su chochito, mientras suspiraba y jadeaba sin parar. Yo no podía más, sentía sus tetas aplastadas en mi pecho. Ruth me besó con mucha calentura, me metió la lengua hasta la garganta, llegaba el momento de sentir la verga de un desconocido clavado en su cocho como siempre su marido se lo habia pedido y había llegado sin el saberlo, a ser una obsesión para ella, delante de su marido, ella penetrada como una actriz porno, en publico, una verga, dos vergas, todo lo que el quisiera, “ahora ella estaba dispuesta a todo”. Dejamos de besarnos y se giró levemente miró a Carlos que estaba sentado a los pies de la cama con su miembro en la mano, observando detenidamente los juegos de su mujer con mi verga. Ruth le dijo: “¿Cariño quieres ver lo que has estado esperando tanto tiempo? ¿Quieres verme follando con él? ¿Quieres ver cómo me meto su verga? Míralo mi amor, mírame”. Diciendo esto se volvió hacia mí y se quedó mirándome fijamente a los ojos y me dijo mientras me agarraba el miembro con la mano derecha y se lo iba introduciendo lentamente “Quiero ser hoy tu puta y haz de mi lo que quieras pero también déjame disfrutar de tu verga… aaaahhhhh” El momento y la situación tenían un morbo indescriptible. Ruth sentada a horcajadas sobre mi verga se la metió hasta la empuñadura y se quedó totalmente quieta, sintiendo cómo le llegaba hasta el fondo de sus entrañas mientras seguía mirándome fijamente a los ojos.
Yo tenía el miembro como una roca incandescente, casi me dolía, embutido en un chochito muy caliente y que rezumaba jugos como una esponja, pensé que no iba a aguantar mucho en aquella situación. Sentía a Carlos sentado a los pies de la cama con una perspectiva inmejorable de mi verga entrando en el cocho de su mujer, masturbándose lentamente. Alargué mis manos y las puse sobre sus tetas, Ruth cerró los ojos y empezó a moverse lentamente y luego con fuerza, mientras subía el tono de sus gemidos a gritos de placer, saltaba sobre mi verga mientras yo le pellizcaba los pezones y le sobaba los pechos. Ella se dirigió a su marido: “Carlos, me gusta, me gusta su verga, mira cómo me está tirando y lo hace rico, lo hace ricoooo… perdóname pero me gustaaaa… aahhh… aaahhh.me estoy corriendoooo”. “Sigue mi amor… me gusta mucho mirarte… Asiiiii” le respondió él. Ruth continuaba moviéndose encima de mí, contoneando sus caderas mientras subía y bajaba sentada sobre mi verga. Le solté las tetas y la agarré por las caderas con fuerza para incrementar la intensidad de mis golpes de miembro en su cocho. Ella se mordía el labio inferior, gemía. Se echó hacia atrás doblándome la verga y aprovechando para acercar su para la de su marido y pedirle que la besara. Mientras lo hacía le meneó la verga por unos instantes y volvió a quedarse como estaba, saltando sobre mi verga que estaba a punto de estallar después del combate vivido. Sentí que no tardaría mucho en correrme, la agarré por los brazos y la atraje hacia mí, nuestros cuerpos quedaron pegados otra vez, sus tetas mojadas por el sudor se apretaban contra mi pecho. Nos besamos… Me iba a correr… Alargué los brazos y la agarré por las nalgas para incrementar el ritmo y fuerza de los mete – saca… poco a poco fui jugando con su culo hasta poner mi dedo índice derecho sobre su ojete y ella dio un gemido. Lentamente, aprovechando las embestidas de mi verga en su cocho le introduje el dedo en el culo unos centímetros, lo justo para notar mi rabo en el interior de su chochete. Ella tensó su cuerpo, se estaba corriendo una vez más. Carlos, con la voz ronca por la excitación, exclamó: “Así me gusta cariño, que seas muy puta. Me gusta que seas muy perra” “Me gusta ser tu puta mi amor… quiero ser tu puta… aaahhh…” casi chilló Ruth. Le saqué el dedo del culo y la agarré con fuerza por las caderas y no pude más… Mi verga estalló en el cocho de aquella mujer que hacía realidad la fantasía de su marido y, seguramente, la suya propia y por supuesto tambien la mía.
Normalmente me corro de una forma muy violenta y con mucha fuerza. Mi verga se pone como una barra de hierro, aumenta aún más de tamaño y escupe abundante semen y tras la enorme calentura que llevaba no iba a ser una excepción. Ruth echada sobre mí, pecho contra pecho, se había abandonado y yo manejaba su cuerpo a mi antojo. A pesar del preservativo ella sentía los abundantes chorros de leche caliente que escupía mi verga por los estertores de placer que demostraba… gimiendo, temblando, chillando, sudando. Tras la monumental corrida fui bajando el ritmo de la follada lentamente, poco a poco hasta sacarle la verga del cocho. Ruth dio un sonoro suspiro cuando sintió su cocho libre otra vez y se dejó caer en la cama, boca arriba, a mi lado derecho. Carlos nos observaba con la verga otra vez morcillona en la mano. “¡¡¡Jooooder!!!” Exclamó “¡¡ No sabía que tenía una mujer tan puta!!” “Y más puta voy a ser, cariño… a partir de ahora todo lo que me pidas ya no tengo miedo Voy a ser tu puta y luego te voy a hacer un regalo, mi amor” le respondió Ruth con la voz entrecortada, recuperándose de su último orgasmo. “¿Qué regalo?” le preguntó Carlos. “Ten paciencia… Ya verás… es algo que me has pedido varias veces pero que nunca te he dado y hoy lo vas a tener” dijo Ruth sonriendo con cara de malicia. Estaba acostada boca arriba, sus tetas todavía se movían al compás de su agitada respiración. Carlos se acercó por el otro lado de la cama, se sentó junto a ella e inclinándose se fundieron en una serie de besos. “Te quiero…” le dijo Carlos a su mujer mientras le acariciaba los pechos suavemente. “Yo también te quiero a ti” le respondió ella. En vista de la situación, me levanté de la cama y me dirigí al baño con la intención de darme una ducha rápida. Mientras caminaba hacia el baño comenté en voz alta: “Parece que todo ha ido bien… ¿no?… ” Ambos giraron su cabeza hacia mí y sonrieron. Carlos comentó: “¿Qué tal te pareció mi hembra es preciosa verdad, lo hicimos bien para ser primera vez?”. “Creo que aprenden demasiado deprisa” comenté entrando en la ducha y abriendo el grifo.
A los pocos minutos, cuando estaba a punto de salir, entraron ellos en el baño. Carlos se quedó apoyado en el marco de la puerta y Ruth se quitó las medias y el liguero y se metió conmigo en la bañera. “¿Me enjabonas la espalda?” me preguntó con cara de putita (que abrían planeado mientras estaban solos?). Le respondí con otra pregunta: “¿Sólo la espalda?”. “Bueno, la espalda, el culo, las tetas, el cochito, lo que tu quieras” susurro Ruth mirando a su marido que le sonreía desde la puerta. Pensé en la Ruth que había entrado en el restaurante hacía unas horas, una atractiva señora casada, recatada, tímida que ahora me pedía que le enjabonara el culo y el cochito y que ya me habia entregado aquel jugoso y apetitoso cocho, se había revelado como una mujer ardiente, morbosa, con muchas ganas de dar y recibir placer sin demasiados prejuicios. Me llené la mano de gel y empecé a frotarle la espalda, rodee su cuerpo con mis manos y continué con sus pechos generosos, sopesándolos y pellizcándole los pezones entre la agradable sensación de la espuma y el agua caliente corriendo por nuestros cuerpos. Mi verga se había puesto dura y caliente y aproveche para pegársela a su culo. Ella dio un suspiro y se dio la vuelta sonriendo. Me agarró el miembro y, mirando a su marido que seguía en la puerta de pie masturbándose lentamente y fumando un cigarrillo, exclamó: “¡Parece que pronto empezará el segundo tiempo! Ruth me dio la vuelta y se quedó detrás de mi. Con su mano izquierda llena de espuma me masajeaba la verga y los huevos y con la mano derecha empezó a enjabonarme la espalda, hasta llevar su mano a mi culo. Me enjabonó bien el culo y de pronto sentí que me pasaba los dedos por mi ojete. Ella sintió cómo me estremecí y me susurro: “Quiero dejártelo limpito para pagarte la deuda que tengo contigo”. Mi verga oyó aquello y terminó de animarse. Salí de la ducha y cogí una toalla mientras le comentaba a Carlos. “¿No me habías dicho que ella no tenía muy claro lo de hacer un trío?… ¡¡Anda que si lo llega a tener claro!!… Nos reímos a carcajadas. Carlos se introdujo en la ducha con su mujer y yo me fui hacia el dormitorio, encendí un cigarrillo y llené las copas de champán.
Al poco rato salieron de la ducha y le acerqué una copa a cada uno… “¡¡ Por esta tarde!! “ brindé… “Y por las que vengan en el futuro…” comentó Carlos con cara de potro mirando a Ruth. “ Y por las que vengan en el futuuuuuro, papacito” le respondió ella con cariño a su marido. Estábamos los tres de pie, desnudos en el centro de la habitación. Sentía a Ruth un poco acelerada, se tomó la copa de champán de un trago y se quedó mirándonos a Carlos y a mí con expresión de lujuria. Nos miraba de arriba abajo, deteniéndose en nuestras vergas. Ruth exclamó: “¡Ahora me toca a mí!. Ahora los dos van a hacer lo que yo les indique, ¿de acuerdo?” dijo mirando a su marido. Carlos la observaba con cara de curiosidad. “Mi amor ¿Confías en mí?” le preguntó ella a su marido mientras cogía el sillón y lo colocaba a pocos centímetros del lado izquierdo de la cama. “Por supuesto” respondió Carlos con una picara sonrisa, para darle más ánimos. “Pues siéntate aquí, tócate y míranos por ahora, ¿esta bien?” le dijo a su marido mientras lo cogía de la mano y lo sentaba en el sillón. “Te prometo que después tendrás algo especial y lo entenderás todo, ¿esta bien?” Ruth me miró y con voz casi autoritaria me dijo: “Acuéstate en la cama boca arriba, cerca del borde por favor”. Yo miré a Carlos con cara de no entender nada pero hice lo que ella me indicaba. Carlos estaba sentado en el sillón muy cerca de la cama, y yo acostado boca arriba. Ruth se acercó a los pies de la cama con cara de lujuria, se llevó la mano derecha a su cocho y comenzó a masturbarse ante nuestras narices. “Me encanta ver a un hombre meneándosela, así que por favor”, Carlos y yo nos miramos con cara de no entender nada y empezamos a pajearnos ante la lujuriosa mirada de Ruth, que se llevó su mano izquierda a las tetas mientras seguía dándole dedo a su chochete… “Asiiii“ susurraba, “Asiiii“ Me encantaaaa…” Se acercó a Carlos, le cogió la cara con las dos manos y mirándole a los ojos le dijo: “Mi amor, primero vas a ver algo que tengo ganas de hacer y te gustara, quiero hacer algo que el hizo conmigo y que yo quiero hacer con el. Él me hizo algo que nunca hiciste y quiero que mires para que después me lo hagas igual, quiero que me lo vuelva a hacer y quiero hacérselo a él” Continuó …” Luego verás cómo me penetra y después te voy a hacer un regalo, algo que no te esperas y sé que deseas. ¿De acuerdo cariño?” Carlos le respondió: “Ruth… ya me has dado más de lo que esperaba, me has hecho muy feliz compartiendo conmigo esta fantasía. Me encantará verte follando con él otra vez. Hazle lo que quieras ¡si él se deja, claro! (dijo mirándome mientras sonreía). Yo sonreí, acostado boca arriba en la cama fumándome un cigarrillo, y le dije a Ruth: “Yo tendré algo que decir… ¿no?”. Ruth se acercó a la cama, pasó la pierna derecha por encima de mi cabeza y se puso de rodillas sobre mi cara, dejando el cocho a la altura de mi boca y ella de espaldas al cabecero, mirando hacia los pies. “¡Cómemelo, chúpamelo…!” exclamó con voz llena de lujuria y tono autoritario. Tenía su cocho sobre mi boca y sus nalgas en mi cara, no me hice esperar y empecé a lamerle el interior de los muslos, pasándole la lengua suavemente por la piel. Estiré mis brazos hacia arriba y le atrapé los pechos. Ruth empezó a suspirar y se dirigió a su marido, que estaba sentado en el sillón a escasos centímetros de ella: “Cariño, ya me has visto tirar con otro hombre… ¿Te ha gustado?”. “¡Mucho!… me gusta y me excita mucho ver cómo te mete su verga y lo mucho que disfrutas con la verga de otra persona…”. “¿Sabes una cosa?” decía Ruth suspirando entrecortadamente, mientras yo ya le daba suaves golpes con mi lengua en el clítoris… “¿Sabes que a mí también me gusta y me excita muchísimo que me mires mientras tengo la verga de otro hombre dentro de mi?… me gusta tener dos vergas para mí sola ¡Uffffff… que rico es tener dos machos a la vez… ahhhhh! ” Yo le comía todo el cocho con avidez… sus jugos iban inundando mi boca y mi lengua no paraba de explorar cada centímetro de su caliente e inundado sexo.
Mientras esto ocurría Ruth seguía de rodillas sobre mi cabeza, se puso a cuatro patas y me agarró la verga con la mano derecha, empezando a meneármela lentamente. La postura intuía un próximo “69”. “¿Te gusta mirar cómo se la chupo?” volvió a dirigirse a Carlos, que con voz ronca por la excitación le contestó: “¡Chúpasela!”. Ruth no se hizo esperar, engulló mi verga de un golpe y comenzó a mamarme el miembro como si le fuese la vida en ello. Estábamos haciendo un fantástico “69”. Yo seguía comiéndole el cocho cambiando de ritmo, chupando, lamiendo, comiendo, mordiendo, ella suspiraba con su boca llena de mi tranca gorda, dura, caliente, Ruth paró su mamada, levantó la cabeza y con voz libidinosa casi me ordenó: “¡¡ Lámeme el culo, mete tu lengua ahí otra vez que me pusiste loca cuando lo hiciste!!… Házmelo otra vez…”. Le separé las suaves nalgas con mis manos, le abrí bien el ojete y sin pensármelo más ataqué su culo con mi lengua. “Aaaahhhh… Asiiiiiiií”. “Me gusta, mi amor, me gusta que me coman el culoooo” suspiraba Ruth dirigiéndose a Carlos. No lo podía ver pero seguro que tenía el rabo como una piedra observando lo que había organizado su mujer. Le lamí todo el contorno del ojete para terminar metiéndole mi lengua a modo de verga y follarle el culo con ella. Ruth volvió a la carga y se metió mi tranca en la boca, pero sólo le dio un par de chupadas y la volvió a soltar, se enfrascó en lamerme los huevos, se los metía alternativamente en la boca y los chupaba. Segundos después siguió lamiendo por la base de mis huevos y metió su lengua entre los huevos y mi ojete. Pensé: “¿Lo va a hacer? ¿Me va a jugar con su lengua el culo?. Casi antes de que terminara de pensarlo sentí la lengua de Ruth explorando entre mis nalgas, mi verga se puso aún más tiesa y dura. Me separó y me levantó las piernas ligeramente y entonces metió su lengua con avidez, con fuerza en mi ojete y empezó a lamérmelo mientras suspiraba con fuerza. Yo seguía trabajándome su ano, incluso había apoyado mi índice muy cerca del agujero y se lo acariciaba junto con mi lengua. Los dos suspirábamos por el placer que nos estábamos dando… “¡¡Mierda que rico que puta eres!!” oímos exclamar a Carlos. Ruth seguía comiéndome el culo, parecía que le había gustado la novedad, me relamía el ojete, me metía la lengua incluso sentí una de sus uñas penetrar ligeramente en mi ano. Yo le correspondí y le introduje la primera falange de mi índice suavemente pero sin parar. Volví a sentir cómo se contraía para luego volver a distenderse y permitir la entrada en su agujero prohibido, me di cuenta de cual iba a ser la sorpresa para Carlos… “¡¡ Aaaaahhhhh !! “. Volví a sentir cómo vibraba su cuerpo sobre el mío entregándose a un nuevo orgasmo. Ruth separó su cara de mi culo, se apoyó en sus brazos y empezó a suplicarme con voz ronca: ¡Fóllame!… ¡Fóllame!… ¡Fóllame!… Se levantó rápidamente, se giró y se colocó encima mío (cabalgandome de frente), ahora colocando su cocho sobre mi verga. Sus tetas brillaban por el sudor, me miró una vez más fijamente a los ojos, me agarró la paloma con la mano derecha y de un sólo golpe se lo metió en lo más profundo de sus entrañas. “¡¡Qué puta soy, te gusta amor!!” Carlos estaba excitadicimo que no supo que decir. Ella comenzó a saltar sobre mi verga, que entraba y salía con facilidad de su cocho embadurnado de mi saliva y sus jugos. Brincaba sobre mí haciendo que la penetración fuera profunda, casi la golpeaba con mi miembro en sus entrañas. Sus tetas se bamboleaban al salvaje ritmo que le estaba dando a la Cabalgata. “¡¡Cariñooooo!! . ¡¡Te lo voy a dar!! ¡¡Aaahhh!! ” Ruth se dirigía a su marido casi gritando, con la cara congestionada por el placer, excitada por lo que sabía que iba a pasar. Yo seguía con el mete-saca, dada la rapidez y la urgencia de Ruth no me había puesto el….
Continuara…