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Cómo surgió todo y de como mi culo se comió una polla

Dicen que en ocasiones una simple mirada revela todo lo que podíamos decir verbalmente. Sobre todo que es mucho más expresiva, que todos esos circunloquios que solemos hacer. El caso es que esa situación era la que compartíamos Pablo y yo. Nunca antes nos habíamos dicho tantas cosas con una mirada. Sus ojos oscuros se reflejaban en los míos azules, cual espejo que refleja una evidencia. La mirada era común. Los dos sentíamos esa pequeña mutación física. Era la que comenzaban a experimentar nuestros cuerpos. Nunca antes me había encontrado en tal situación, que era completamente electrizante. Pequeñas descargas que se transformaban en actos inconscientes. O mejor decir ¿conscientes? Pablo lo hacía porque le gustaba, a la vez que me gustaba. Yo lo hacía porque me muero y me desvivo por él. No nos arrepentimos de nada. Absolutamente de nada. Todo lo que esa tarde pasó, no imaginamos nunca la trascendencia que tendría hoy; y no sabemos la que puede tener en un futuro próximo.

Para nosotros era completamente nuevo. Jamás habíamos sentido atracción el uno por el otro. Bueno, es posible que la que sienten dos grandes amigos, pero nunca pasando de ese umbral típicamente amistoso. El caso es que pasó. Pasamos ese umbral. No nos arrepentimos prácticamente de nada. Lo cierto es, que a veces, seguimos valorando esa situación. Valoraciones que concluyen con el mismo desenlace: “te echo mucho de menos, no podría imaginar una semana sin saber de ti”. El problema se llama “Nosotros y el futuro”. Aún es una incógnita lo que pueda resultar de esto, sobre todo cuando pasó hace un año.

Supe de inmediato que Pablo estaba cumpliendo una fantasía que nunca antes había realizado. Yo, tampoco. Antes de esta placentera y misteriosa situación, no habíamos sentido atracción por el sexo masculino ninguno de los dos. Exactamente, en mi caso sí. Yo se lo hice saber, puesto que no había secretos entre nosotros. Él nunca dio por cerrada nuestra relación amistosa, ni mostró actitud alguna de rechazos homofóbicos. Él lo entendió perfectamente, ya que nos fundimos en un estimulante abrazo, besándome cariñosamente en la mejilla. ¿Podría intuir que Pablo ya sentía algo por mí?. Es cierto que esa cuestión me la planteé, pero encontré rápidamente respuesta. Él se había fijado antes, pero como siempre, el miedo es el que hizo que la distancia afectiva se ampliase.

Todo esto derivó en lo que ustedes ya se imaginaran. Una tarde, como otra cualquiera. Pablo y yo solos en la casa. Una hermosa amistad que se transforma en algo más. Todo ello, partiendo desde la más absoluta conciencia de los hechos. Tras aquellas miradas tan expresivas e intensas, nos abrazamos emocionadísimos. Empezó a estimularme con un breve, pero intenso beso. Exploró los lugares más recónditos de mi boca. Su lengua se entrelazaba y encajaba a la mía como una pieza exacta de puzzle. Lo hacía todo muy bien. Yo comenzaba a gozar como nunca. Paró. Sólo paró para descubrir mi anheloso torso. Hizo desaparecer las finas láminas de ropa. Una delicia. Se disponía a recorrer uno a uno cada pequeño músculo de mi cuerpo. Con su hábil y poderosa lengua formaba hermosos círculos, salivando paso a paso. Era como marcar su propio territorio (además es cierto, ya que apenas se han atrevido a follarlo). El placer y la excitación que en ese momento sentíamos era proporcional a la erección que comenzaba a originarse en nuestro cuerpo. Por lo que no pudimos obviar por más tiempo nuestros respectivos miembros.

Pablo se encontraba ya bajando por el ombligo. Situando poco a poco su lengua, transformando cada respiración que sentía sobre mi suave piel, en una excitación cada vez mayor. No podía resistirlo por más tiempo. Así que me incorporé de inmediato. Le propuse con una simple mirada, despedir aquellos absurdos e insignificantes, a la par de incómodos, trapos que dicen llamarse boxer (aunque para más datos, yo creía muy interesante a Pablo con aquellos boxer, incluso con los slips que llevaba alguna vez, se le marcaba un lindo y espectacular paquete: un bulto que no dejaría a nadie indiferente).

Como si nada, estábamos completamente desnudos. Rozándonos. La piel de Pablo junto a la mía. Sus manos pasaban por mi espalda. Las mías… recorrían y exploraban todo aquel cuerpo, abarcando todo lo que podían de ese hermoso cuerpazo. Nos besamos. Como si no hubiera otra cosa más bella. Sentir sus manos, su cuerpo, su miembro erecto en contacto con el mío. Sobre todo su lengua junto a la mía; me transportaba hacia lugares todos placenteros. Sin exagerar, pasamos largos minutos en contacto. Fusionados en un mismo ser. Prácticamente éramos un solo cuerpo que rozaba ya límites insospechados.

Todo aquel camino que marcó Pablo con su habilidosa lengua

Lo recorrí yo mismo en el suyo. Comenzando por el largo cuello, que inclinaba hacia atrás para que me adaptara mucho mejor. Bajando paulatinamente por su pecho, en el cual me entretuve para hacer mi particular camino. Sentía como me perdía en él. Sobre todo me estimulaba mucho más aquellos hilillos de vello adolescente, que prácticamente me perdían. Era lo que más me gustaba. No desperdiciaba nada. Bajaba por sus aún poco desarrollados abdominales, que comenzaban a marcarse por el ejercicio. Yo no hacía más que profundizar mi lengua por cada rincón, por más recónditos que los encuentre. Él no hacía más que estremecerse, por el placer me imagino, ya que sus pequeños gemidos hacían eco en la habitación. De vez en cuando, mis manos tocaban, palpaban sus espalda plácida y sudorosa. Mientras yo me encomendaba a darle placer, él de vez en cuando hundía una de sus yemas de sus largos dedos sobre mi cuerpo. Reconocía ese dedo húmedo palpando cada parte de mí. No sé como lo hacía, pero me excitaba muchísimo sentir aquella mano, aquel dedo. Tanto me excitaba que no resistí a dar pequeñas contracciones. Además se me escapaban ligeros suspiros. (Realmente puedo decir que disfruté muchísimo de aquella experiencia, sin duda la primera, y la mejor).

Cuando ya habíamos recorrido cada uno de nuestros cuerpos, saboreando cada parte… nos fusionamos en un largo, apasionado y cálido beso. Sí que disfrutamos mucho con esto. Posiblemente lo mejor de todo. Sentir cada uno de sus exquisitos fluidos, transportados por su hábil y musculosa lengua. Cada gesto, nuevo para mí, me perdía. Me deleitaba. No hacía más que disfrutar de aquel beso.

El duradero beso, fue acompañado de una ligera risa, y un guiño por parte de Pablo:

– ¡Que buena sensación! ¿no? – Me dijo Pablo con una ligera expresión armoniosa.

– Pues si, estaría todo el tiempo que me pidieras. No disfruté más en vida que en estos minutos – Contesté, respondiéndole con la misma expresión de alegría, esbozando una mirada y una sonrisa más que expresiva.

Es cierto que pude mentirle cuando le dije que podíamos continuar, que era lo mejor que me había pasado, pero la verdad es que seguiría haciendo todo cuanto me pidiese. No obstante, él sabía que era cierto, él disfrutaba, y yo también, y como nunca lo había hecho en mis anteriores relaciones heterosexuales.

– Si quieres podemos continuar… haciendo lo que tú quieras – Dijo Pablo, introduciendo una pequeña pausa.

Esa pausa intermedia, en un primer momento me dio que pensar. Pero su rostro me proporcionó lo que realmente queríamos: continuar. Yo se lo hice saber con un atractivo guiño. Enseguida se dio cuenta del gesto:

– Siempre lo había oído decir a todos, pero nunca te lo ha dicho… ¡Que pedazo de ojos azules que tienes! Cada vez que los veo… siento envidia. Me gustan. Pero me gustas más tú.

– Vaya, ¡Gracias! – Dije, apenas sin voz, dejándome prácticamente atónito por el comentario.

– Es cierto, créetelo. No me dejas otra opción que decírtelo, porque me pareces de lo más atractivo con ellos, aunque ya lo eres si no los tuvieras – Sentenció Pablo.

A mi eso me perdía muchísimo, sobre todo que me lo dijera él. Siempre he llamado la atención por los ojos azules, pero que Pablo se hubiera fijado en ellos… constituía un signo de… ¿amor? Tenía otras cosas en las que fijarse. Los dos estábamos desnudos y podía haber hecho algún comentario sobre esto. Pero no. Destacó mis ojos. Se lo agradecí con un ligero beso y un pequeño lametón en su hermoso cuello. Fue el momento en que recobramos la actividad que aparcamos antes. La pasión volvió a surgir, aunque… ¡tampoco es que se hubiera ido! Resultaban mucho más apasionantes aquellos gestos y diálogos, pero también los actos.

Tras el auténtico beso… se acercaba el momento deseado, pero no por ello prioritario. Comenzó a menear, poco a poco, aquel miembro aun flácido, pero muy estimulado por aquellos juegos preliminares. Cada vez crecía más. Acercó su preciosa lengua, e inició esa búsqueda intensa, aun ritmo casi frenético el sabor de mi pene. Trataba de saborear absolutamente todo; desde el glande hasta la base, donde se sitúan aquellas redondeadas formas. A mi me encantó experimentar toda esa sensación. Era realmente excitante. Me estimulaba sobremanera. Yo por mi parte, no hacía más que recostarme para sentir aún más, si cabía, todo el placer que me proporcionaba Pablo.

Sin duda, no era mi cumpleaños, pero ese día se convertiría en uno de los más felices de mi vida. Pablo, mi mejor amigo, mi confesor, conmigo… ayudándonos a darnos placer… era un sueño, que hoy continúa siéndolo. Él continuaba con aquella frenética actividad. Ahora, se disponía a proporcionarme pequeños lametones, que cada contacto, iba acompañado de profundos suspiros. Pablo no hacía más que disfrutar. Yo también. El placer era totalmente mutuo. Ambos sentíamos esa necesidad de exportar nuestros impulsos, ya que el deseo nos perdía. Esto puede resultar paradójico, pero aquello era conscientemente irrefrenable. Por todo aquello que me había estimulado, tanto tiempo saboreando aquel tronco, este había llegado al punto exacto de su erección. Había alcanzado la dimensión máxima; por lo tanto, Pablo, comenzó a disfrutar mucho más aún. Yo no cabía de mi asombro, ¡este chico es insaciable! Dije entre mí, dando pequeños retozos por la excitación.

Tumbados en un incomodo colchón

Estábamos tumbados sobre un incómodo colchón que había en una habitación de su casa, posiblemente muy incómodo, en unas posturas no muy adecuadas; pero el aquel momento y aquella situación no requerían más. Nos adaptábamos a aquella disposición, dándonos completamente igual lo incómodo del colchón. Finalmente, Pablo acabó de disfrutar aquel esplendoroso pene. No obstante, no dejé que se tragara el fluido, ya que posiblemente, por ser la primera vez, no le iba a encontrar aquel gusto tan extraño. A él se le notaba que quería experimentarlo, ya que se mostró un poco decepcionado, pero enseguida lo comprendió perfectamente. Cuando ya había terminado de disfrutar de mi miembro, le ayudé a incorporarse, adoptando una disposición un poco más cómoda. Mientras, él me regalaba sus mejores sonrisas. Me dedicó un gesto que nunca olvidaré. Yo le contesté con un beso, que correspondió al instante. Aún así, nos habíamos colocado para realizar otro tipo de trabajos.

Sinceramente, no tuve que realizar muchos esfuerzos para que aquello rindiera y tomara el tamaño preciso, puesto que ya estaba lo suficientemente excitado (más que nada por la auténtica dimensión de aquel pene, ya que era completamente bello). Así pues, me decidí a sorprenderle con pequeño, pero profundos besos, a lo largo de todo ese tronco. Cada beso iba acompañado de pequeñas contracciones musculares. Pablo no podía retener por más tiempo el placer que le proporcionaba. Despegándome de aquel miembro por un momento, le miré brevemente, con una sonrisa muy simpática. Mi intención era que se relajara, que se sintiera cómodo, que se dejara de nervios.

Continué con mi trabajo, ahora me entretuve a masturbar, con la boca, aquel miembro con el mismo brío que anteriormente me había dedicado él. Sentí como él mismo disfrutaba de aquello, yo por mi parte, me sentía doblemente feliz, ya que los dos lo estábamos disfrutando al máximo. Él me indicaba el ritmo que debía seguir, agarrando con sus suaves manos mis hombros. Aún así, seguía con aquellas sacudidas estremeciéndose cada vez más por el placer que sentía. Yo no hacía más que calmar aquel nerviosismo con pequeños masajes en sus pectorales, pero era inútil, ya que, yo también hacía lo propio en alguna ocasión. También le cogía sus manos, cuando no las tenía en mis hombros, para estrecharlas, y así, volvíamos a sentirnos de la mejor manera que podíamos hacerlo. Realmente… todo aquello, pintaba, ¡muy, pero que muy bien! No lo olvidaré nunca.

Para culminar todo aquel placer, Pablo derramó a través de dos breves, pero intensas sacudidas, todo aquel fluido que retenía. Lo repartió por casi todo mi cuerpo, cayendo también en el suyo. Aproveché, lo poco que cayó en mi boca, para dárselo mientras le besaba. Esto le produjo una relajante sensación, a la par de excitante. Era la primera vez que probaba su propio semen. Pero lo que más le excitaba era que yo se lo diera por medio de mi boca. Constituía un valor añadido, que no deja, sin lugar a dudas, a nadie indiferente. También aproveché un poco de aquel fluido para repartirlo por su redondo y apretado glúteo. Más concretamente por aquel profundo desfiladero que dejaba ver por su hermoso culo. Ahora me disponía a disfrutar un poco de aquel lujurioso placer. Introduje muy suavemente, mi lengua, pasándola por toda su profundidad. Lo recorría todo. Era como disfrutar de un dulce. Lo único que este dulce, permanecía más tiempo. A cada contacto, Pablo respondía con pequeñas contracciones. Esto era signo del placer que podría sentir. Verdaderamente, yo también disfrutaba de aquellos lametones intensos. Dejaba pasar una y otra vez mi lengua por toda aquella zona. De un extremo a otro. Con una mano, intentaba abrirlo un poco; con la otra… le cogía… la mano, claro.

(Posiblemente piensen Ustedes que he estrechado su manos muchas veces; pero es realmente lo que me gustaba. Sentirle, estar mucho más en contacto con él. Sentir su mano, que aprieta a la mía, como signo de estremecimiento y señal de placer que le produce… Me ponían mucho sus manos.)

Cuando me encontraba trabajando tan sutilmente en aquella zona trasera de aquel cuerpazo de Pablo, y que ya estaba prácticamente lubricada, sonó el teléfono. En un primer momento lo obviamos, no podría ser muy importante. Sonó una segunda vez, incluso una tercera, pero pasó inadvertida. Al concluir la tercera llamada, sonó su móvil. Pablo tuvo, finalmente, que aceptar aquella llamada. Aquí es donde concluyó todo. Yo estaba a punto de terminar de lubricarle, por si a él le apetecía llegar un poco más lejos… aunque no era mi intención. Sólo sí el quería.

– ¡Joder! Nos ha cortado el rollo el teléfono – Comentó malhumorado Pablo, dejando apartado el teléfono tirando el aparato sobre la mesa.

Yo no sabía que responder. Sólo le contesté con una breve mirada de decepción. No podía hacer nada.

– Tío, lo siento mucho por el teléfono. Pero estaba muy a gusto contigo, pero al final lo tenía que coger. No tenía otra opción. Insistían mucho – Comentó nuevamente Pablo decepcionado y triste.

– Por supuesto, no te preocupes. Era lo normal, tenías que cogerlo… pero, ¡no podrías negar que han sido muy inoportunos! – Dije

– Ya te digo. Esto era único. No me he sentido mejor en mis 19 años de vida. Y todo gracias a ti – Entonó Pablo muy armoniosamente.

– ¡Gracias a ti! – Exclamé, muy orgulloso de lo que acababa de decir.

Instintivamente, Pablo, se acercó hacia a mí, comenzándome a besar. Sin duda alguna, fue uno de los mejores besos. Quizá pueda entenderse como una disculpa a la llamada de teléfono, es posible; pero también porque lo sentíamos. Lo necesitábamos. El amor que uno sentía por el otro, y al revés, no era para nada pasajero. Era un amor puro. Esto es lo que a mí me da miedo en la actualidad. Que este amor que hoy sentimos, trascienda. Que tome más importancia de la que podría tener. Siento, cada vez que me llama, el temor y las dudas. No así, en lo que sí estamos completamente seguros es que nos queremos muchísimo. Que siempre nos tendremos. Eso no lo podrá dudar absolutamente nadie.

“Pablo te quiero mucho” y tú lo sabes. No necesito de ti nada más que tu voz y tu comprensión para sentirme feliz. Eso me produce mil cosas que sería incapaz de reproducir.

El texto completo responde casi a la realidad. Espero que guste entre todos los lectores que accedáis al presente relato.

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