Cómo empecé a compartir a mi esposa

Nunca imaginé que una infidelidad mía abriría una puerta que cambiaría nuestras vidas. Todo comenzó cuando mi esposa descubrió unos mensajes en mi celular. Yo había estado hablando con otra mujer, buscando algo que entonces no sabía nombrar. Ella me enfrentó, discutimos, y con el tiempo pensé que todo estaba bien… hasta que una tarde llegué a casa antes de lo previsto.

La encontré en nuestra habitación, en baby doll, y no estaba sola. Un chico, más joven, estaba con ella. Aún no habían llegado a más, según me dijo, solo caricias, juego, tensión… pero la escena hablaba por sí sola. Lo curioso fue que, en vez de enfadarme, sentí otra cosa: una mezcla de celos, excitación y conciencia. Comprendí que mi esposa necesitaba más. Más atención, más deseo, más carne.

Tiempo después, con la cabeza más fría y el cuerpo aún marcado por aquella imagen, se lo propuse: ¿y si hablábamos con otras personas? ¿Si explorábamos esa tensión, ese deseo de ser deseados por otros? Ella aceptó. Al principio eran solo mensajes, conversaciones subidas de tono. Pero luego empezaron las fotos, los videos, y las confesiones. La calentaba saber que otros se tocaban por ella. A mí también.

Hasta que un día fuimos más allá. Ella tenía 25, y eligió a un chico de 19. Siempre le habían gustado los más jóvenes. Lo planeamos juntos. Se vieron en su trabajo. Me lo contó todo después: cómo él la desvistió, cómo jugó con su cuerpo, cómo la hizo sentir deseada como nunca antes. Regresó a casa con la piel vibrando, el deseo aún en su mirada, y aunque intenté tocarla, no se dejó. Quería guardarse ese momento, saborearlo sola un poco más.

Y lo entendí. A ella le encantó. Y a mí… también. Pronto contaré cómo fue su segundo encuentro con ese mismo chico.

Compartir en tus redes!!