Cogiendo con la novia de mi hermano
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Mi hermano y yo, somos muy parecidos, nos llevamos muy bien, y como les decía, somos muy parecidos, muy sexuales y calientes, en gustos ni se diga, nos gusta crear fantasías y de ser posibles, llevarlas a cabo, somos morbosos a mas no imaginar.
Su novia, una bella mujer de 26 años, ejecutiva de un importante banco y realmente muy atractiva. Según mi hermano, muy sensual y caliente, en sus relaciones con el… habían sido y son satisfactorias. Durante este periodo de noviazgo, como hermana he tratado de hacerme la mejor amiga de ella, siempre ha estado a su lado y hemos compartido todo. Nos llevamos muy bien y sexualmente somos muy parecidas en gustos, fantasías y morbosas, fue un placer descubrir que ambas lo éramos. Un día cualquiera, la acompañé a comprar ropa interior. Algo muy normal entre dos chicas. Esa ropa a ella se la compraba mi hermano y algo que también hace conmigo. Mi hermano en ese tema siempre ha hecho gala de muy buen gusto.
Llegamos a su apartamento y empezamos a charlar. Mi hermano, estaba fuera de la ciudad y ella me pidió que la acompañara. Hasta ahí, no había nada de particular. Charlamos, comimos y ella abrió una botella de vino. Invariablemente, la conversación giró hacia el sexo. A medida que el vino nos calentaba, la conversación se hacia más intensa en el plano sexual. Ella hablaba del sexo con mi hermano y como se sentía de bien, quería saber como había hecho él, para que la verga le creciera tanto, un pito que no cualquier hembra soportaba. Yo se lo afirme, mas de una le habían salido huyendo, o cuando se las cogía en el apartamento, le suplicaban que no se lo enterara todo. Ella que no había sido ninguna santa y mi hermano era realmente muy bueno para que ella hablara así de él.
Debo confesarle que mi hermano a mí me fascinaba y que siempre estaba presente en mis casi diarias masturbaciones. Ella me dijo que mi hermano adoraba hacerle el sexo oral con los panties puestos y que siempre se la comía sin quitárselos, es más me dijo estos panties que tengo ahora son los que más le gustan a él. Poniéndose en pie delante de mí se levantó la minifalda que tenía. Sus medias veladas negras, cubrían una diminuta tanga brasilera negra en encaje. La tenía toda metida en su vagina y realmente se veía muy sensual, muy divina.
– Ya estoy húmeda, hablar de las cogidas con tu hermano me pone a mil.
– Esa tanga es igual a la que tengo puesta, pero la mía es blanca – le dije yo.
Me levanté, subí mi minifalda y se la mostré. Era extraño, pero delicioso, estar las dos allí, ambas con la falda sostenida en la cintura y mirándonos fijamente la una a la otra.
– Yo también estoy mojada – le dije.
– Claro si andas todo el día con el pantie metido así…
– Tu no te quedas atrás mírate como te ves – le dije
Debes vivir arrecha todo el día, te confieso que así es y me gusta. A veces en la oficina se me mete tanto que me toca parar y…
– ¿Y qué? – pregunté ansiosa.
– Bueno, me toca calmarme. Me escurro en mi silla de manera que quedo de la cintura para abajo cubierta por el escritorio y me subo la mini y me sobo. Después meto la mano por debajo de la pantimedia y me jaló el pantie hacia arriba de manera que el calzón me parte la papaya en dos… me gusta andar así. Voy a las reuniones y salgo así por la oficina.
– No te creo, a mí me pasa lo mismo y hago exactamente igual que tu – le dije.
Sentándome en el sofá, me escurrí hacia adelante y metiendo las manos por debajo de las medias, halé mis panties hacia arriba. Obviamente, se metieron más de lo que estaban. Ella, de pie frente a mí hizo lo mismo.
– Pero apuesto a que no te mojas como yo – dijo con una mirada retadora.
Pasó la mano por encima del pantie y me la mostró. Estaba brillante por la humedad.
– Por qué no lo compruebas tu misma? – le dije yo parándome del sofá y colocándome a su lado para que ella pudiera alcanzar mi caracolito con su mano.
Me acarició sin duda, con calma. Nuestros ojos no se despegaban, pero yo los cerré y eché mi cabeza hacia atrás porque no podía aguantar la caricia que me estaba dando. Cogí la mano de ella, la que tenía húmeda por su miel y chupé uno a uno sus dedos, mientras ella me seguía acariciando la chocha suave pero firmemente. Todos los dedos tenían concentrado no solo su sabor sino su aroma… uufff aroma de sexo de mujer arrecha, muy similar al mío lo que me excitó más. Su caricia en mi concha se hacia más intensa y retiré su mano de mi sexo para que ella se la chupara.
– Chupa mi miel putita – le dije.
No sabía como iba a reaccionar, pues generalmente cuando estoy arrecha me vuelvo muy grosera y me gusta que me digan vulgaridades. Con gusto, descubrí que a ella también le gustaba ser vulgar. Chupo uno a uno mis dedos mientras me miraba con el deseo reflejado en sus ojos. Estaba chupando el dedo corazón y me lo ofreció. Así que ambas empezamos a chupar el mismo dedo. Nuestras lenguas se enroscaron alrededor del dedo de ella que tenía mi humedad. La abracé por la cintura, bajando mis manos a su culo, para acariciarlo y abrirlo. Ella hizo lo mismo y sentía como sus manos a través de las medias y el pantie, me abrían cada nalga hacia a un lado como para abrirme toda. Nuestras bocas se unían con pasión. Era un beso de sexo. No había ternura. Ninguna quería ternura. Sus manos estrujaban mi culo y ella me decía en la oreja:
– Puta mía, te voy a comer ese culo.
Que rico!!! Adoro el sexo anal y por lo menos ella estaba mostrando el gusto por lo mismo.
– Siii! Cómeme el culo y chupa mi vagina, soy tu puta! – le decía yo.
Me lanzó al sofá y se arrodilló en medio de mis piernas abiertas y empezó a besarme. Teníamos las medias puestas. Ninguna de las dos se había quitado hasta ahora prenda alguna. Me besó las piernas y pasaba rozando con sus labios la parte interna de mis muslos hasta llegar a mi chocha. Pasaba rápido su boca por encima de mi pantie lo que obligaba a levantar mi cintura buscando la presión de su boca. Me estaba enloqueciendo de placer. De pronto, me inmovilizó ambas piernas y puso su cara muy cerca de mi sexo.
– Ohhh! Puta! Cómeme!.
Acercó su nariz y me olió. uffff… Era demasiado! Ella estaba aspirando mi olor.
– Que rica estás zorra! Hueles delicioso! Levanta esa chocha y ofrécemela!.
Yo, abriendo más las piernas, levantaba mi cintura como intentando alcanzar su boca, su nariz, su cara. Pegó su boca abierta a mi chocha y empezó a moverla de un lado para otro. La abría y la cerraba y yo cogía su cabeza con ambas manos buscando presionar más sobre mi concha… era demasiado.
– Me quiero venir – le grité
– Que esperas puta regálame tu miel en mi boca.
Me vine como loca. Ella se levantó. Parada frente a mi se veía muy hermosa. Me arrodillé frente a ella y lentamente acaricié sus piernas y subí su falda. Puse mi cara frente a su chocha y olí, sexo! qué olor! acerqué mi cara a pocos centímetros de esa papaya. Como tenía el pantie todo metido, se le veían los vellos negro que salían por los bordes del calzón. Tapados por las medias veladas, el espectáculo era precioso… pegué mi boca a esa chocha y la movía con los labios cerrados para arriba, para abajo y para uno y otro lado. Abrí mis ojos y ví como ella cerraba sus ojos para concentrarse en la recepción del placer, montó una de las piernas en el sofá para facilitarme mi mamamada. Mis manos acariciaban su culo y mi boca se abría para lamer y chupar, ni el pantie ni las medias pudieron controlar la humedad que ella desbordaba hacia mi boca, que además recibía con placer golosamente. Ella gemía y se retorcía hasta que caímos ambas extenuadas en el sofá. Nos miramos y nos dimos un largo beso.
Empezaba para ambas una etapa de sexo, desenfrenado.