Aspirante a monja
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Cuando era pequeño, mi hermana menor comenzó a trabajar de niñera con una familia amiga de mi tía. Fueron pasando los años y la chica mayor se iba convirtiendo en una mujer deliciosa. Rubia, guapa y un cuerpazo. Sus tetas no eran grandes, pero estaban bien proporcionadas y su culito sobresalía un poco.
Cuando cumplió los 18, (yo 24), era un bellezón de mujer. Aunque mi hermana ya no trabajaba con la familia, los chicos seguían viniendo a mi casa.
Bueno a lo que de verdad importa. Unos años más tarde, cuando ella cumplió 21, vino a mi casa a despedirse porque pensaba ingresar en un convento de monjas. La razón o motivo de esa decisión nunca la supe. Ese día yo estaba de permiso en mi trabajo, por lo que estaba en mi casa y cuando llegó la hora de irse a su casa me ofrecí a llevarla, pues era tarde. Aunque iba vestida con una falda hasta los tobillos, se veía sexi, pues era ceñida a su cuerpo, unido a una blusa blanca que se le transparentaba el sujetador color carne, mi polla estaba a punto de estallar en mis pantalones.
Nos subimos al coche y emprendí el camino a su casa. Por el camino me comentó que nunca había estado con un chico, pues estaba metida de lleno en sus estudios y que la vocación de meterse a monja le vino de pronto.
.- Entonces… Le pregunté sorprendido… ¿Nunca te han besado?
.- No… Contestó un poco avergonzada… Tengo 21 años y aun no se que es el amor.
.- Pues pretendientes no te faltarán… Comenté… Eres preciosa.
.- Tienes razón… Contestó un poco triste… Pero todos quieren la misma cosa.
.- Entonces si has tenido algo… Comenté.
.- Nada de nada… Contestó… Antes de besarme ya me estaban acariciando las tetas o el culo. Los apartaba y me iba, mientras me decían “estrecha”.
.- Perdona por mi atrevimiento… Le comenté… Sé que vas a ingresar en un convento, pero me gustaría ser el primero en besar tus labios. No me interpretes mal, solo quiero que no te quedes con las ganas de saber como es un beso.
.- No sé… Contestó… Estoy convencida de mi vocación, además tienes novia.
.- Solo es por hacerte un favor… Intentaba convencerla… Nada más.
.- Vale… Dijo un poco avergonzada… No pasa nada por un beso.
Cerca de su casa había un polígono pequeño. Entré en una calle apartada y aparqué y paré el motor. La miré a los ojos, le coloqué la mano en la barbilla y atrayéndola hacia mí, le di primero un pico largo. Noté que cerró los ojos, por lo que metí mi lengua entre sus labios, consiguiendo que abriera la boca y darnos un buen beso, entrelazando nuestras lenguas.
Mientras la besaba no pude evitar colocar mi mano en su muslo, notando como daba un pequeño respingo al no esperarlo, pero no hizo nada por evitarlo. Aunque su falda era larga, comencé a subir mi mano por su pierna, hasta llegar a su culito que comencé a acariciar suavemente. Ella se dejaba hacer, por lo que continué con mis caricias, desabrochando los botones de la camisa y poco a poco comencé a jugar con sus deliciosas tetas, dejando que le quitara el sujetador y poder disfrutar de sus sonrosados pezones, mientras metía la mano por dentro de la falda e intentaba llegar hasta su coñito. En ese momento, ella se desabrochó los botones de la falda y me dejó seguir con mi cometido.
.- Solo te voy a acariciar… Le dije… Seguirás siendo virgen cuando entres en el convento.
Dicho esto, bajé mi mano y empecé a acariciarle la vulva, subiendo y bajando por sus labios vaginales, separándolos y masajeando su clítoris, sintiéndola gemir. Sin esperárselo le metí el dedo anular en el coñito, mientras con el pulgar jugaba con su clítoris. Al poco sentí los espasmos de su primer orgasmo.
.- Ummm… Suspiró… Que delicia.
.- Pues aun te puedo hacer disfrutar más… Le comenté… Quítate la falda y vente al asiento de atrás.
Se desnudó y cuando se tumbó en el asiento de atrás, le separé las piernas dejando a la vista su delicioso coñito cubierto con una fina mata de bellos rubios. Poco a poco empecé a besar sus muslos, subiendo hasta la ingle y separando los labios vaginales, repasaba su rajita de arriba a abajo y viceversa, entre gemidos por parte de ella, hasta que comencé a succionar su clítoris, llenando mi boca con los jugos de sus orgasmos, pues tuvo dos en menos de un minuto.
Dejé que se recuperara y se vistiese, volviendo al asiento delantero y continuando el trayecto hasta su casa. Me comentó que había sido delicioso y que hacía tiempo que deseaba tener algo conmigo, por eso me dejó hacerle todo.
Al llegar a su portal, miró que no hubiese nadie y se despidió con in beso en los labios.
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