Ángeles, los sentidos
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CHARLINES – CAPÍTULO UNO
Ángeles y Pablo se han conocido en circunstancias un tanto sorpresivas, son ahora nuevos vecinos coincidiendo al salir a caminar todos los días, han hecho una relación de amistad muy fuerte. Él, a sus casi sesenta años, pretende enseñarle a disfrutar de sus sentidos, de todos sus sentidos y de todo su cuerpo.
Esta semana el lunes como los días anteriores coincidieron a la hora del paseo, ambos deseaban encontrarse y buscaban esa coincidencia. Por el camino hablaban de casi todo y hoy inesperadamente, fueron hablando de sexo.
- Todos somos curiosos y nos gusta saber de todo, entenderlo todo y disfrutar con todo. ¿Tú eres curiosa Ángeles?
- Muchísimo –Ángeles se sonrojó confesando algo que, para ella, era un defecto – No puedo evitarlo, siempre me reprochan mi curiosidad por todo.
- ¿Ves? Yo lo veo como una virtud. Dos personas, dos maneras diferentes de ver las cosas. No todos tenemos que ver las cosas de igual manera
- Me alegra que lo vea como una virtud. Yo hasta ahora, también lo veía como un defecto.
- No siempre se ven las cosas igual. Lo que vemos en nosotros mismos como cosas normales o virtudes el otro piensa lo contrario y surgen los reproches.
- ¿Y sientes que te gustaría poder hablar de sexo con alguien, que te gustaría explorar cada rincón de esa inexplorada circunstancia, que tu ansia de saber te dice que tu cuerpo necesita otros estímulos?
- A veces pienso que sí. Muchas veces me da miedo no saber cómo pensáis los hombres sobre ese tema, sobre el sexo.
- -Tus temores son normales joven. Normalmente todos tenemos miedo a lo desconocido a no saber cómo enfrentar ciertas situaciones. No coordinamos los sentidos.
Ángeles sentía que le fascinaba conversar con Pablo y jamás había imaginado que podría estar hablando esas cosas con nadie. Esas cosas que desbordaban su curiosidad, ya que su vida era una vida muy normal.
Mucha gente no comprende, el sexo, es mucho más que la penetración, el sexo lleva un entresijo de circunstancias que tienen que hacer explotar el cerebro, lo tienes que hacer funcionar a la máxima potencia. Él es el motor que hará la magia dentro de nuestro cuerpo
– Claro, las caricias y los besos son muy importantes.
– Mucho más que las caricias y los besos. El olor, el sabor, la vista, el tacto…. Yo lo llamo el juego de los sentidos. Precisamente estoy haciendo un estudio sobre eso.
– ¿Es sobre eso que escribe en su libreta?
– Si. Algún día encontraré la mujer adecuada con la que poder realizar los estudios definitivos y será cuando termine la tesis.
– ¿Mujer adecuada? – la curiosidad innata en ella y el tema de conversación le hizo preguntar aquello.
– Es difícil encontrar una mujer que esté dispuesta a todo, dispuesta a vivir sensaciones tan, digamos especiales que se le pueden escapar de las manos.
– Pero ¿cómo serían esas sesiones?
– Estas sesiones, tratarán de alcanzar la simbiosis entre el cuerpo y el cerebro. Experimentar el placer y disfrutar de los sentidos, vivir, vivir como nunca situaciones aparentemente normales.
– Suena interesante ese estudio. Yo creo, que soy demasiado vergonzosa para eso.
– Aquí la vergüenza no tiene lugar, ya que desaparece en el momento que el morbo, la curiosidad y el deseo aparecen en nuestras vidas. Tu pareces una buena candidata para el estudio
– Uy no lo sé. Nunca lo había pensado.
– Piénsalo, no has de responderme ahora, solamente iras viendo como tu cuerpo desde ya se va a comportar de diferente manera.
Estaban llegando a sus casas y Ángeles no podía dejar de pensar en aquello que habían hablado. Se despidieron en la puerta con la promesa de que si no coincidían durante el resto del día quedarían a la mañana siguiente para caminar de nuevo juntos.
Cuando se desnudó para darse una ducha se dio cuenta que estaba excitada, el tema de conversación le había excitado. Probó a acariciar su cuerpo con los ojos cerrados. La unión de sus caricias con su mente aumentó su placer. Bajó el chorro de la ducha a su clítoris mientras seguía acariciando el pezón, acercaba y alejaba el chorro de la ducha empezando a temblar, cada vez apretaba con más fuerza ese pezón y cada vez sentía más placer. Su cerebro ya le estaba estimulando, mandándole señales de su próximo orgasmo. Ángeles se dejó ir y terminó de rodillas sobre la ducha después de un grandioso orgasmo.
Al día siguiente Ángeles se despertó más temprano de lo habitual. Se quedó en la cama y recordó la conversación con Pablo. Estaba segura, ¿quería descubrir esa forma diferente de sexualidad?, la pregunta que ese hombre le había hecho retumbaba en su mente. Pensó en sus relaciones sexuales, sentía que siempre hacía lo mismo, besos, caricias y penetración, pero faltaba algo, faltaba el morbo, el deseo, esa sensación de quererlo todo ¿pero por qué cambiar, si esto le encantaba? Quizá el cambio le llevaría a un mundo nuevo, donde disfrutar de todo. Como algo instintivo, Ángeles bajó la mano a su sexo y olió sus propios fluidos y sintió que se excitaba, el olor de su sexo le provocaba algo dentro de su cerebro que le llevaba a mojar con gran cantidad de flujo sus bragas. Decidió levantarse y prepararse el desayuno, antes de empezar a masturbarse
Se dio una ducha. Esa mañana se sentía especialmente nerviosa. ¿De nuevo hablarían de sexo durante la caminata? ¿Sería capaz de ser esa mujer que Pablo buscaba para su estudio de los sentidos en la sexualidad?, eran preguntas que constantemente se hacía mientras enjabonaba su cuerpo.
Como en la ducha de ayer, su cuerpo volvió a reaccionar a sus caricias, pero esta vez pudo aguantar, aunque salió tremendamente cachonda de la ducha. Al irse a vestir, vio uno de sus pantalones deportivos cortos que desde hacía tiempo no se había vuelto a poner. Le gustaban mucho, pero le quedaban muy ajustados y se sentía mal si iba a caminar sola, le parecía que iba provocando y por eso dejó de usarlos. Recordó la conversación del día anterior con Pablo, los sentidos, la vista era uno de ellos. ¿Qué sentiría yo, se preguntó, si ese hombre me ve con este pantalón y fija su mirada en mi sexo? Una extraña sensación se apoderó de su cuerpo cuando se lo puso. ¿Eran nervios? ¿Curiosidad? ¿Morbo?
A las ocho en punto salió de casa y allí vio a su vecino en la acera esperándola. Se dio cuenta que ese hombre la miraba descaradamente pero no le molestó, eso pretendía y eso consiguió. Sus niveles de endorfinas aumentaron y una sensación de deseo inundó su cuerpo. ¿Acaso no era esa su intención al ponerse ese pantalón tan ajustado?
– Buenos días, señor Pablo, dijo algo turbada
– Buenos días, Ángeles.
Pablo no dejaba de mirar como esos pantalones marcaban perfectamente su sexo y como los ojos de Ángeles ya estaban abultados por el deseo, sus pezones se marcaban como dos garbanzos sobre su ajustada camiseta
– te quedan muy bien esos pantalones
– Gracias, hacía mucho que no me los ponía.
Ángeles azorada empezó a caminar dejando ver como marcaban la preciosa redondez de su culo, Pablo tuvo una ligera erección
– ¿Por qué te los has puesto?
Antes de contestar Ángeles trago saliva
– al verlos pensé en la conversación de ayer y decidí ver que le provocaba, cuál sería su reacción.
– Gracias por hacerlo. ¿Qué has sentido al salir de casa y ver cómo te miraba, era lo que esperabas?
– No se explicarlo, sí, me gustó ver sus ojos fijos en mi sexo y me excité, me excité mucho
– ¿Has pensado en la posibilidad de ser la mujer de mi estudio, de poder sentir de forma diferente?
– Si no estuviera casada quizás sí, pero no lo sé si sería capaz.
– Deberás tener paciencia, todo fluye a su ritmo
– ¿Qué? Eso la sorprendió ¿qué quería decir con esas palabras?
– La paciencia es otra de las virtudes, que hacen del sexo algo maravilloso.
Caminaron en silencio un rato. Era agradable para esa joven caminar al lado de ese señor tan enigmático, tan serio.
– Anoche cuando estaba con mi marido en la cama, lo olí un poco – no podía evitar confesarle a Pablo ciertas cosas y se sorprendía por ello.
– ¿Y el que te dijo? ¿Nunca lo habías hecho?
– Lo hice sin que se diera cuenta. Pensaría que estoy loca.
– Puedo saber que parte de su cuerpo oliste?
– Bueno, ya sabe… – le daba vergüenza decirlo.
– ¿Oliste su sexo?
– Si
– ¿Y te gustó hacerlo? ¿Lo oliste durante mucho rato?
– Me dio como morbo hacerlo. Fue solo un ratito, me daba vergüenza que se diera cuenta.
– La curiosidad es normal, pero si los dos estáis de acuerdo, todo puede ser maravilloso, aquí entra en juego la paciencia, oler sin tocar, sentir sin tocar, saber que escitas si tocar. ¿Qué crees que pensaría si le dijeras que deseas olerlo?
– Pensaría que estoy loca. La familia de mi marido y él, son muy tradicionales. No sé, no sé, qué pensarían, seguro me trataba de loca.
– Tranquila, esto es cuestión de paciencia, ya te dije, hay que ir despacio generando la curiosidad
– Con usted es fácil, sabe guiarme y me siento libre de expresar mis sentimientos
– ¿Ayer después de oler a tu marido, seguisteis haciendo el amor o fue al terminar cuando lo hiciste?
– Seguimos haciendo el amor. ¿Por qué?
– ¿Tuviste un orgasmo después? ¿Cómo fue ese orgasmo?
– Si, llegue al orgasmo, un orgasmo intenso y largo, el haber hecho algo “prohibido” me estimuló
– ¿Los sentidos, como ves? pueden ser lo más poderoso para estimular la mente. El sexo está en nuestra mente y los orgasmos nacen en ella. Si sabes controlar la mente, sabrás controlar el cuerpo.
La caminata se había hecho muy corta para Ángeles ese día. Estaban llegando a sus casas cuando Pablo, para sorpresa de ella, le propuso sentarse en un banco en el parque de enfrente.
– ¿Sentarnos? ¿Para qué?
– Para mirarte, quiero admirarte. Te has puesto ese pantalón para que te mire, ¿no?
– Ángeles sintió como el mar se abría y su pantalón quedaba totalmente mojado por sus flujos
– Vayamos allí, ahí estaremos resguardados de miradas indiscretas. – Pablo comenzó a caminar y ella sin saber por qué lo siguió.
Ángeles vio que ese hombre se sentaba de lado en el banco con cada una de sus piernas a un lado. Por lo que ella se sentó frente a él en la misma postura. Al tener que abrir las piernas la tela de su ajustado pantalón se pegó como una segunda piel a su abultada vulva, se podía ver perfectamente dibujada su rajita en la tela y esa humedad que había recibido unos segundos antes. Se quedaron callados y él miraba con descaro entre las piernas de esa joven que avergonzada miraba a los lados evitando mirarlo.
– Esos pantalones son perfectos, dibujan tu sexo a la perfección. ¿Te gusta lo que sientes cuando te miro?
– Nadie me había mirado así. Me excita mucho saber que usted se excita mirándome y que soy capaz de levantar sus pasiones
– Este pantalón me da una perfecta idea de cómo es tu sexo. Un sexo lampiño y grueso que se marca perfecto y se transparenta para mi deleite.
La humedad de su sexo había hecho trasparente la prenda en ese lugar.
– Si. Es así como usted dice. – la voz entrecortada de ella delataba su estado de excitación latente.
– Tranquila es normal que te sientas así y más teniéndome casi pegado y sin dejar de mirarte esa preciosidad
– ¿Es normal que me pase esto?
– Por supuesto, que es normal. Mira hacia mi pantalón. No temas, verás lo que provocas en mí.
La vergüenza le hizo elevar la mirada lentamente, desde el suelo, por las piernas de ese hombre hasta posarse entre las piernas de Pablo. Lo que vio la dejó impactada porque se notaba perfectamente que ese hombre tenía una erección, una gran erección y una aparente gran polla.
Esto produjo aún más excitación en Ángeles que nerviosa preguntó.
– ¿Está así por mirarme?
– Así es, por mirarte y sentir tu mirada de lujuria, de excitación, de vicio, de puta. Te gustaría que tu esposo te mirara, así como yo, pero desnuda. ¿Verdad?
– Me ofusca con sus palabras, me excitó mucho ese lenguaje. Y si, me encantaría que mi marido me tratase así, con esa pasión, con esa lujuria.
– Te gustaría poder mirar, oler, acariciar y beber de su sexo, notar como crece en tu boca
– Si… me gustaría, me volvería loca, estoy calada solo de pensarlo
– Se nota, ahora tu sexo está totalmente expuesto para mi ¿Quieres bajarte un poco el pantalón ahora?
– ¿Bajarme el pantalón? ¿para qué, qué quiere de mí?
– Si. Solo un poco para que sientas lo que es mostrar tu monte de venus, para que sientas ese morbo de estar al aire libre, de poder ser descubierta y a la vez sentirte admirada y deseada
Ángeles no pudo evitar llevar sus manos a la goma de su pantalón y tirar de ella un poco, bajándola, dejando desnudo su pubis suave. Esta nueva sensación era muy excitante para ella, mucho más excitante de lo que había vivido nunca.
– ¿Precioso, precioso, ver tu sexo casi desnudo ante mí, me tiene loco. ¿Creo que es hora de irse?
– Si, será mejor, además, debo preparar la comida a mi marido.
Se despidieron quedando para el día siguiente. Ángeles temblaba al llegar a casa, subió a su habitación y entró en el baño, aquella última situación le había puesto muy caliente. Si él hubiese querido, se hubiese desnudado en el parque. Llevó la mano a su sexo y lo encontró chorreando. Su mente voló y se vio desnuda en el parque siendo observada por multitud de personas y un terrible orgasmo se apoderó de ella
La llegada de su marido la sacó de sus ensoñaciones. Había sido feliz enseñando su cuerpo a ese hombre, disfrutando del placer de ser admirada. Esas nuevas sensaciones la tenían en un limbo sexual que le hacía explotar con mil sensaciones en su cuerpo, hasta el roce de su tanga le producía placer.
– Después de comer podríamos ir a comprar y al cine, ¿te parece cariño?
– ¿Echaré una siesta y luego vamos, te parece bien?
– Claro cielo, mientras duermes aprovecharé para estudiar un poco en el jardín.
Como siempre, Pablo estaba en su mesa sentado a la sombra de aquel árbol en el terreno de su casa. Ángeles se sentó con los apuntes y su mirada de vez en cuando lo buscaba. Le gustaba ver a su vecino tan concentrado. ¿Estaría escribiendo algo relacionado con lo ocurrido? El no levantaba la vista y esto a Ángeles le producía una cierta frustración, le había enseñado su sexo en el parque y el permanecía impertérrito sobre su libreta
Después de unos minutos de frustración, levantó la vista y ahí estaba él, se había quitado la camiseta y lució su cuerpo para ella, para su deleite. Más gordo, que delgado. Era un hombre lampiño de pecho prácticamente despoblado. Una cicatriz recorría su tripa hasta la altura de sus tetillas, se apreciaban sus fuertes bíceps y un pecho bien trabajado. Era curioso que siendo un señor normal y corriente no podía evitar mirarlo. Quiso sentir cierta excitación y morbo al pensar que ese señor se había quitado la camiseta para mostrarse a ella y estimular su sentido de la vista. Si así era, lo había conseguido.
Iban a salir a realizar las compras y Ángeles se había puesto un vestido corto, hacía bastante calor. Era quizás un poco corto para lo que ella estaba acostumbrada a ponerse y se miró en el espejo. Le gustaban mucho sus piernas torneadas y como aquel vestido se ajustaba a sus nalgas. Su cuerpo aparecía esplendido embutido en él y resaltaba sus tersos pechos, su potente culo y sus torneadas piernas. Estaba segura de que su marido se quedaría sorprendido y le gustaría verla así.
– ¿Cariño, te gusta mi conjunto, estoy mona? – salió de la habitación hacia el salón para enseñárselo.
– Si cariño, estás muy guapa. – él se levantó del sofá sin dar señales de ningún tipo – ¿Ya estás lista?
– Voy a coger mis llaves – se sintió defraudada por la reacción de su marido. Aunque le había dicho que estaba muy guapa, Rodrigo apenas le había visto las piernas y ella en ese momento lo que más deseaba era sentir una mirada de deseo en él.
- Vamos, cielo. Dijo su marido
Cuando salieron, miró de reojo por si Pablo seguía allí sentado y allí estaba con su camiseta puesta y mirándola disimuladamente a las piernas. Ángeles se alegró de sentir la mirada de su vecino, sabía perfectamente que, si no estuviera allí su marido, aquella mirada sería descarada, tan descarada como la de por la mañana, cuando la vio salir con su pantalón corto.
La tarde fue feliz, hicieron muchas compras y Ángeles insistió en comprarse ropa para salir a caminar, ahora con el verano encima, necesitaba ropa más ligera. Buscó por la tienda y encontró un pantalón muy corto seguro una talla menos que la suya y un corpiño blanco que seguro se hacía transparente con el sudor. Para disimular la compra, compro un conjunto más sobrio que puso encima.
– ¿Te gustan cariño?
– ¿Si amor, te quedan un poco ajustados, pero bien? se te ve muy guapa y resalta tus curvas.
El segundo conjunto no se lo probó.
Entraron al cine y Ángeles desabrochó tres botones de su vestido, dejando prácticamente su sujetador a la vista completamente. Su marido esta vez si la miró y volviéndose le dijo.
- Cariño, porque no te sacas una teta.
Ángeles se volvió loca de la excitación, su marido jamás había reaccionado así
Por la noche al llegar del cine se acostaron e hicieron el amor con algo más de ganas que el resto de los días. Eran sesiones duraderas y saciantes, pero Ángeles sentía que le faltaba algo a pesar de que su esposo le hizo alcanzar tres orgasmos. Cuando su marido se durmió, ella se quedó observándolo. Le gustaba mirar su cuerpo, pero le hubiera gustado que estuviera despierto y también sentir la mirada de su esposo sobre ella, aunque en el cine se había excitado mucho. Ángeles se durmió deseando que llegara el momento de volver a caminar con su vecino
Como cada mañana Ángeles se despidió de su marido y se fue a duchar. Ese día iba a estrenar ropa y se fue a su cuarto a elegir lo que se pondría. Sacó de la bolsa los tres pantalones y el primero que decidió probarse era el más pequeño. Cuando se lo probó se ruborizó porque era demasiado pequeño, tallaba ya pequeño de por sí. Si el pantalón del día anterior le marcaba exageradamente la vagina al sentarse con las piernas abiertas en el banco, éste dejaba ver sus labios, colándose entre ellos. Se dio cuenta que no podría ponérselo, no porque la mirara Pablo ya que él la comprendía, sino porque cualquier otra persona la podría ver y una mujer casada no podía ir con aquel diminuto pantalón. Se giró un poco y vio que la mitad de sus nalgas también asomaban fuera de la tela. Se lo quitó fastidiada, si lo había comprado, era para que su vecino pudiera verla con él puesto. Se puso el pantalón que se había probado en la tienda, ese le quedaba ajustado pero perfecto.
Pablo la esperaba impaciente en la puerta del jardín. Cuando salió pudo ver cómo la miraba de esa manera descarada que tanto le había gustado el día anterior, aunque vio cierta decepción al comprobar que no llevaba puestos los pantalones de ayer.
– Buenos días, joven
– Buenos días, Pablo – no le gustaba aquella mirada entristecida – ¿Está bien?
– No traes los pantalones de ayer. – su tono era de reproche, aunque intentaba disimularlo.
– ¿Estos son nuevos, le gustan?
– Tienes un hermoso cuerpo que todo te queda bien, pero los de ayer te quedaban mejor.
– Ayer me compré uno pequeño, pero al verlo puesto esta mañana antes de salir, vi que era imposible salir con él.
– ¿Por qué lo compraste pequeño? ¿Deseabas que te viera con él puesto?
– Si, lo de ayer fue muy extraño y excitante, me gustó sentir su mirada.
– ¿Si deseabas que te viera con el puesto, por qué no lo has traído?
– No se preocupe, no fue su culpa, si me lo viera puesto, entendería por qué no me lo puse.
– ¿Te gustaría que te viera con él?
– Si – Ángeles recordó la imagen de su sexo fuera de él y sus nalgas que la tela de aquel pantalón no podía ocultar – Bueno, no sé si sería capaz.
– Si quieres que te mire con él, solo tienes que decírmelo, podrías mostrármelo en la intimidad de mi casa. Allí nadie te verá con el puesto, solo yo. Si estás dispuesta, hoy podríamos caminar menos y así regresamos antes.
– Vale, déjeme pensarlo.
Caminaron un rato conversando de diferentes temas. Ángeles le contó sobre la tarde anterior con su marido, le habló de la película que habían ido a ver al cine y como le mostró sus tetas en el cine y él se emocionó.
– Gracias por su mirada cuando salí de casa.
- ¿Sentiste mi mirada en tus piernas?
- Si, claro que la sentí. Estaba un poco decepcionada con mi marido porque él al verme con el vestido apenas miró mis piernas.
- Tranquila, en el seguro es normal, tampoco querría que te pudieras sentir mal
- Ya, le entiendo, pero me gustaría que mi marido me mirara como usted. Lo de ayer fue inexplicable, aun no entiendo cómo pude bajarme así el pantalón y mostrarle mi monte de venus.
- ¿Te gustó hacerlo?
– ¡¡¡Si!!! ¡¡Uff qué vergüenza!!
Aún no llevaban ni la mitad del recorrido que habitualmente hacían andado cuando Ángeles se detuvo y mirando a su vecino se atrevió a decirlo.
– ¿Volvemos?
– Si – los dos sabían lo que significaba dar media vuelta en ese momento – Volvamos.
Durante el camino de vuelta siguieron hablando con normalidad, en realidad, sobre todo era Pablo el que hablaba y ella lo escuchaba ensimismada. Aquel hombre conseguía, que a pesar de lo nerviosa que estaba, por momentos se olvidara y distrajera su mente de lo que iba a pasar al llegar a sus casas. Cuando llegaron, él le dio las instrucciones a seguir.
– Ahora vete a casa y ponte la ropa con la que quieres que te mire. Cuando estés lista vente a mi casa, dejaré la puerta del jardín y de casa abiertas.
- No creo que pueda salir vestida con ese pantalón, no me atrevo.
- No te preocupes, coge la ropa y te cambiarás en la mía. ¿Vale?
– Si, así mejor, eso me gusta más.
- Te esperaré dentro, recuerda que no hace falta que llames.
Se separaron para ir cada uno a sus respectivas casas. Ángeles fue a su habitación y nerviosa y excitada, cogió el pantalón. a su vez también se llevó el fino top nuevo. Antes de entrar en el jardín de su vecino miró a ambos lados para cerciorarse que nadie la veía entrar y una vez comprobó que la calle estaba solitaria entró. Una vez dentro de la casa, se sintió a salvo, terriblemente nerviosa, pero a salvo de miradas indiscretas. La única mirada que deseaba era la de Pablo.
Pablo estaba sentado en el sofá esperándola. Ella al verlo le sonrió nerviosa.
– Ya estoy aquí.
- Aquí estaremos tranquilos – vio en sus manos las prendas de ropa – esa puerta es la del baño. ¿Quieres cambiarte allí o prefieres hacerlo aquí delante de mí?
– ¿Cambiarme aquí? – solo la idea de que ese hombre la viera desnuda la hizo ponerse muy colorada, mojada y nerviosa
- Mejor en el baño. ¿A usted no le importa?
- Por supuesto que no, joven. Las sensaciones son tuyas y tú debes gestionarlas como prefieras.
- Gracias, vengo ahora.
Ángeles entró en el baño y se desnudó por completo. Recordó las palabras autoritarias de ese hombre cuando le dijo que fuera a por la ropa con la que deseaba que él la viera. Se puso el diminuto pantalón sin braguita ninguna por debajo. Cogió el pequeño y se lo puso sin sujetador. Se miró en el espejo y se quedó dubitativa de si salir así. Prácticamente estaba desnuda. Dudó si ponerse el sujetador pues aquella camiseta blanca ajustada a sus pechos transparentaba sus pezones ya enhiestos. Una voz interior la empujó a abrir la puerta, así como estaba.
Al salir no vio a su vecino en el sofá sentado.
- ¿Pablo?
- Ángeles, estoy en la cocina – él le hablaba desde la distancia – Pasa a la habitación de la derecha y siéntate en la cama, allí estaremos más cómodos.
A la derecha había una puerta cerrada y se fue hacia ella. Al abrirla vio una habitación muy ordenada y limpia. La cama era enorme y se sentó en ella cruzó sus piernas y respiró nerviosa, aun no estaba segura de lo que iba a hacer.
- Ya estoy aquí. Quería darte un tiempo para que te sintieras cómoda.
- Gracias – instintivamente llevó las manos a los pechos para taparlos, se sentía totalmente expuesta y eso que no se había fijado que sus labios asomaban entre los pliegues del pantalón.
- ¿Por qué los ocultas? – Pablo se sentó en un diván frente a ella también con las piernas cruzadas – te da vergüenza?
Es que no llevo sujetador y mi camiseta se transparenta.
- ¿Por qué no te has puesto sujetador?
- No lo sé la verdad
- A veces inconscientemente deseamos cosas. Nuestro cuerpo desea cosas y nuestra mente las bloquea por tabúes o prejuicios. ¿Crees que inconscientemente deseas que te vea los pechos, pero algo te dice que no puede ser?
- Creo que mi educación, y mi circunstancia personal, están coartando mi deseo y me genera una cierta vergüenza.
- Ángeles, ante todo quiero que sepas que solo miraré lo que tu desees que mire. No voy a ser hipócrita y te digo que me excita verte, pero ahora mismo esto es por y para ti. Son tus sensaciones.
- Gracias Pablo
- ¿Deseas que mire como te queda el pantalón?
- Si. Ayer cuando lo compré lo hice pensando cómo me miraría usted con él puesto y como le dije antes no sabía que me quedaba tan pequeño.
– ¿Deseas separar las piernas y que vea lo pequeño que te queda?
– Si – se sentía muy agitada, nerviosa.
– Abre las piernas y te miraré como te gusta.
Ángeles estiró sus piernas y las abrió. La tela de aquel pantalón se adhería totalmente a su abultado sexo, entrando en él y ahora sí, marcando su sexo totalmente. Sentir la mirada de Pablo en su sexo, le excitaba, le excitaba sobremanera, era como si le estuviese acariciando su sexo. Su cuerpo temblaba por aquellos deseos que estaba sintiendo, la excitación se había apoderado de ella.
– ¿Le gusta mirarme? – dijo con voz temblorosa
– Eres muy hermosa y observarte, es un placer indescriptible. El pantalón es muy pequeño, prácticamente es como estar viendo tu sexo abultado y sin vellos. Ayer cuando vi tu monte de venus desnudo me excité mucho y creo que tú también estabas muy excitada por mostrármelo.
– Si, me excitó mucho mostrárselo. Nadie sin ser mi marido, me había visto el coñito, lo había admirado y me lo había comido desde tan cerca.
–
Y cuando lo ve no le presta atención. Pero no te preocupes, esto también es una parte de mi estudio, la desidia de lo fácil. Yo estoy aquí para mirar lo que desees mostrar.
Ángeles miró disimuladamente a Pablo y lo veía hablarle sin apartar la vista de su entrepierna. Era como si se sintiera verdaderamente fascinado por su cuerpo, sus lujuriosos ojos así parecían confirmarlo
– Mi marido jamás me miró así, con esa lujuria, con ese deseo, con esa pasión.
– quiero que sientas como mis ojos te acarician, te lamen, excitándote al máximo
– me encanta eso que me dice y lo siento, siento como estoy empapado el pantalón.
– ¿Por eso te muestras a mí, por qué quieres excitarte y excitarme?
– Si, eso quiero y eso deseo
Aquella sensación de excitación con sólo la mirada de aquel hombre era inexplicable. Pablo tenía razón y su cuerpo le estaba pidiendo cosas que le costaba negarle. Bajó las manos de sus pechos y agarrando la goma de su pantalón lo bajó un poco. Deseaba mostrarle de nuevo su prominente monte de venus y lo descubrió para sentir la mirada de aquel hombre en él. Un rio seguía entre sus piernas y gracias al pantalón, no había hecho un charco sobre la colcha.
Se sintió agradecida que él no aprovechara ese momento para mirar sus pechos transparentados bajo la camiseta. Ese hombre sabía respetarla y cumplía sus promesas. Solo veré lo que tu desees, le había dicho.
- Eres una joven muy hermosa, es maravilloso poder contemplar lo que tú me deseas mostrar y notar y sentir tu excitación.
Aquella fuerza interior que le empujó a abrir la puerta del baño minutos antes la hizo girarse sobre sí misma y tumbarse boca abajo en la cama. Sabía que su pequeño pantalón dejaba la mitad de sus nalgas desnudas y prácticamente podía ver todo su sexo. Se excitó al sentir que Pablo en ese momento la estaría mirando.
– Eso es, siéntete libre de mostrarme lo que desees. Te estoy mirando tus nalgas y tu sexo, el pantalón deja al descubierto parte de ambos.
– ¿Le gusta mirarlos?
– Son preciosas tus nalgas, tersas y duras y tan redonditas. ¿Te gusta que las mire?
– Si, mucho. – sus manos buscaron la tela del pantalón y lo bajó un poco más dejando aquellos hermosos glúteos redondos y totalmente desnudos a la vista del hombre para provocar su máxima excitación.
Ángeles sentía su coño totalmente mojado. Para ella, era inexplicable aquella excitación simplemente con sentirse observada, se excitaba muchísimo pero nunca tanto como ahora.
– Por favor, no piense nada raro de mí.
– Eso ni lo dudes, solo estás descubriendo una sexualidad diferente. Tú disfrutas de mi mirada y yo mirándote.
– Es que necesito hacer algo.
– Hazlo. En esta casa eres libre.
Ángeles se bajó el pantalón y se lo quitó. Separó sus piernas y gimió de placer al sentir que ese hombre estaba mirando su coño desnudo, viendo su excitación, como ahora sí, sus jugos descendían hasta la colcha
- Estoy mirando tu sexo. Es hermoso y estás totalmente mojada, me encanta verte así, excitada.
Ángeles sé giró y abrió sus piernas totalmente. Agradeció que ese hombre no mirara su cara sonrojada por la vergüenza y la excitación que estaba sintiendo. Ni siquiera su marido la había visto así, sus partes íntimas, con tanta devoción y con tanto deseo. Se quitó el top, deseaba estar desnuda delante de él, pero él cumplía su palabra y no apartó la vista de su coño.
– Mire mis tetas, por favor, deseo que las mire y me las devoré con sus ojos.
– ¿Deseas que las mire?
– Si por favor.
Pablo levantó la vista y vio aquellos hermosos pechos. Pechos firmes con los pezones gruesos y totalmente duros apuntando al horizonte. Ángeles gimió de nuevo al sentir la caricia de la mirada de Pablo en ellos.
- ¿Quiere tocarme el cuerpo? – Ángeles, avergonzada había tapado su cara con la almohada.
- Seria feliz tocando tu cuerpo, Ángeles.
- Hágalo por favor. Lo necesito.
- Sería faltar a mi palabra. Si lo necesitas, puedes masturbarte para mí.
- Estoy muy excitada, don Pablo.
- Tócate. Mastúrbate delante de mí, hazlo para mí. Es un paso más en el sentido de la vista también.
Ángeles desesperada se masturbó delante de Pablo. Lo miró a los ojos y lentamente acercó su mano a su coño, lo acaricio lento y metió dos de sus dedos en él, sin dejar de mirarlo, los introdujo en su interior. Sus dedos entraban cada vez más rápidos, hasta que tuvo que cerrar los ojos y recostarse sobre la cama, arqueo su espalda y se corrió, se corrió como nunca, ese placer fue muy especial. Perdió la cuenta de las veces que pudo haberse corrido hasta que desfallecida y totalmente exhausta, su coño expulsó un enorme chorro de flujo en un orgasmo que dejó la colcha empapada.
Pablo salió de la habitación y regresó con un vaso de agua.
– No sé qué me ha pasado. Perdóneme, lo he puesto todo perdido.
– ¿Por qué debo perdonarte? Me ha parecido muy intenso todo y me ha gustado, ha sido tremendamente excitante, verte disfrutar de esa manera y ver cómo tu cuerpo reaccionaba a la excitación anterior.
– Nunca me había sentido así.
– Para mí es un orgullo que lo hayamos disfrutado juntos.
– ¿Usted también lo disfrutó?
– Muchísimo, te lo aseguro.
– ¿Por qué no ha querido tocarme?
– Ángeles como te he dicho, tú has confiado en mí para venir a mi casa por un motivo concreto que era que te mirara, solo eso, mirarte. Hubiera sido muy fácil aprovecharse de lo excitada que estabas, pero yo no quiero eso. Quiero que confíes en mí y como te he dicho que veas esta casa como un sitio donde puedas sentirte libre. ¡¡No pienses que no te he tocado porque no lo deseaba, eh!! Mira – con un gesto de su cabeza señaló hacia su entrepierna y tenía una erección que hacía una pequeña tienda de campaña en su holgado pantalón – Como puedes observar, me excitó muchísimo verte.
– Gracias por hacer que confíe en usted. – al ver la erección de Pablo sintió curiosidad – ¿cuándo me vaya, se masturbará?
– Creo que no podré evitarlo.
– Y en qué pensará cuando lo haga? – nunca se había imaginado que podría hacer esas preguntas a un hombre, pero después de lo ocurrido minutos antes eso era lo de menos.
– En tu cuerpo, en tus senos redondos y duros, en tus gruesos pezones y en tu tierno sexo y en ese precioso clítoris.
Cuando Ángeles se fue, Pablo sentado aún en el diván, sacó su gruesa polla y se masturbó pensando en ella, en cómo sería el tacto de aquel cuerpo tan hermoso, en cómo sería su sabor, su olor. Vio la colcha mojada por las corridas de aquella joven y al olerla, se corrió abundantemente.
Ángeles cuando llegó a casa se fue a la ducha. Sentía su vagina totalmente sensible. Había perdido la cuenta de las veces que se había corrido en la cama de su vecino. No se podía creer que se hubiera podido excitar tanto con alguien que ni la había tocado ni besado.
Se volvió a masturbar recordando cada instante de todo lo ocurrido. ¿Qué hubiera pasado si Pablo hubiera accedido a tocarla? Se ruborizó al pensar, que estaba segura, que si Pablo, le hubiera pedido que lo masturbara lo hubiera hecho. Su deseo por tocar esa polla la llevó a tumbarse en la bañera y dar libertad a sus dedos.
CAPÍTULO DOS – ÁNGELES CHARLINES
Estaba nerviosa por cómo sería encontrarse con su vecino después de lo ocurrido el día anterior. Al salir lo vio esperándola. Como no quería volver a sentir la mirada de decepción de Pablo se había puesto el pantalón viejo que, aunque le quedaba pequeño no era diminuto y él se lo supo agradecer mirándola con descaro entre las piernas.
– Buenos días, joven.
– Buenos días, ¿qué tal está? – se quedó contenta de ver la cara de alegría de él y sentir que todo era como si nada hubiera pasado.
– Bien, gracias. ¿Y tú qué tal estás?
– Muy bien.
– Gracias por traer ese pantalón. Es el que más me gusta.
– ¿Y el diminuto no le gusta?
– Ese me gusta muchísimo, pero tenías razón y solo lo podré ver cuando vengas a casa a ponértelo, es demasiado escaso y podría levantar suspicacias
– Si, ese solo puedo ponérmelo en su casa. –¿estaban dando por sentado que volvería a suceder aquello?
Los dos sonrieron para sí mismos al darse cuenta de que ambos habían disfrutado de lo vivido. Caminaron un rato en silencio. Él pensando en el cuerpo desnudo de ella y ella pensando que era extraño caminar como si tal cosa al lado del hombre que la había visto desnuda y masturbándose.
– ¿Para una mujer cuál crees que puede ser el sentido más importante en una relación sexual?
– Uy no se – le encantaba que aquel hombre le hiciera cuestionarse cosas que la hicieran pensar – Supongo que el tacto, el gusto quizás. ¡¡Me hace preguntas muy complicadas eh!! – Se quedó pensativa recordando lo mucho que le había excitado el oler el pene de su marido – Aunque el olor creo que también. – en ese momento recordó que con el sentido de la vista había vivido la experiencia más intensa de su vida – Y la vista… ya vio lo que me pasó con ese sentido.
– Todos son importantes Ángeles, solo hay que saber estimularlos de manera adecuada.
– Creo que tiene razón, lo malo es saber o poder hacerlo. Cada persona es un mundo.
– Si me hubieses preguntado esto hace dos días, para mí en particular te diría el olor o el sabor.
– ¿Y hoy? – cada vez sentía más interés en lo que estaban hablando. – ¿Hoy piensa diferente a hace dos días?
– Te he prometido siempre ser sincero y la respuesta es sí. Nunca consideré el tacto como uno de los principales hasta ayer.
– ¿Y qué ha cambiado de hoy a hace dos días?
– Lo sucedido en mi casa ayer. Tu cuerpo ha hecho que mis prioridades sensitivas hayan cambiado y te aseguro que es algo que no esperaba.
– Me gustaría que me lo explicara. ¿Quiere?
Por supuesto joven. Una de las cosas primordiales en un estudio sobre la mente es poder intercambiar impresiones. En otro momento que estemos tranquilos te lo explicaré con mucho gusto.
Estaban llegando a la mitad de camino, unos metros más adelante fue donde el día anterior habían decidido dar vuelta y regresar. Ángeles no podía aguantar con su curiosidad.
– ¿Volvemos?
– Volvamos, ahora es nuestro tiempo.
No fue necesario decirse nada, durante el camino de regreso, los dos sabían que al igual que el día anterior, aquella caminata terminaría en casa de Pablo. Por momentos él le hablaba de cosas banales para que ella estuviese tranquila y ella se lo agradecía porque se sentía nerviosa sin saber que iba a suceder, Ángeles solo sentía ganas de traspasar la puerta de su vecino.
Llegaron al poco rato y ella miró interrogante a Pablo como preguntándole que tenía que hacer. No sabía si tenía que pasar por casa a buscar su diminuto pantalón o ese hombre quería que pasara directamente.
– ¿Qué quiere que haga? ¿Voy a casa a por el pantalón de ayer o prefiere que entre así?
– Son tus sensaciones, la que dirige tus emociones debes ser tú misma. ¿Qué deseas en estos momentos?
– Espéreme como ayer dentro, ahora vengo.
Ángeles entró en su casa y cogió como el día anterior el pantalón corto y su top blanco. Salió de casa y una vez comprobó que nadie la miraba entró en el jardín de Pablo. Cuando cerró la puerta de casa se sintió libre, en esa casa se sentía libre, ahí podía expresar sus sentimientos y ser ella misma, disfrutar y sentir. Pablo estaba sentado en el sofá esperándola. Y ella se sintió contenta de verlo, aquella confianza que ese hombre le inspiraba le gustaba mucho.
Él la miró con la ropa en la mano y le preguntó.
– Sé tú misma, deja que tus sensaciones manden, déjate llevar y haz sólo lo que tu conciencia te mande.
– En mi casa nunca podré ser libre de ponérmelo y estirando su mano le mostró las prendas.
– ¿Deseas que te vuelva a ver con esa ropa puesta?
– no, se la traje para que me la guarde. Hoy quiero ser yo y quiero que disfrute y me haga disfrutar mirándome, quiero que nuestra conversación hoy sea diferente. Al terminar la frase, Ángeles se quitó la camiseta y desabrochó el sujetador dejando sus pechos desnudos. Sintió la mirada descarada de Pablo sobre sus tetas
– Nadie me miró como usted.
Se bajó el pantalón y las bragas quedando totalmente desnuda.
- Siento que me gusta mucho como mira mi cuerpo.
- Es un placer mirarte, eres muy hermosa – se levantó del sofá y cogió en sus manos las prendas que ella le ofrecía. Siempre podrás pedirme lo que quieras. Ven conmigo.
Pablo se fue hacia la puerta de la derecha y ella lo siguió. Cuando entraron en la habitación de él, Pablo abrió un cajón y doblando la ropa con cuidado la guardó en él.
- Siéntate por favor – con su mano le señaló la cama – quiero que estés cómoda.
Ángeles se subió a la cama y se sentó en ella. Pablo hizo lo propio y se sentó frente a ella. Sentir la mirada en su cuerpo hizo que sus pezones reaccionaran mucho y los sentía duros pero esta vez no los ocultó, sino que apoyando sus manos en el colchón encorvó la espalda para ofrecerle una mejor visión de ellos, de esos pezones que ahora era su orgullo.
– ¿Sabe? Ayer cuando llegó mi marido a casa no sabía cómo me sentiría. Tenía miedo de que pudiera notarme rara, me daba vergüenza que pudiera darse cuenta de que mi cuerpo desnudo lo había visto otro hombre. Me aterraba la idea de que supiera que me había masturbado delante de alguien.
– ¿Cuándo lo viste que sentiste? – Pablo deseaba que aquella joven expresara todas sus emociones.
– Cuando lo vi recordé lo que usted me dijo, que quizás su manera de vivir la sexualidad sea distinta a la mía y no debía reprochárselo. Que debía amarlo más que nunca.
– Debes amarlo más que nunca, los dos estáis enamorados uno del otro.
– Si, yo siento que me ama y yo lo amo a él. – Ángeles cerraba los ojos para hablar y cuando los abría se estremecía al sentir como Pablo miraba sus tetas y su coño – No me sentí mal al ver a mi marido, si no que me sentí feliz de haberme casado con él.
– Esto no tiene nada que ver con el amor hacia tu marido. Esto es tu sexualidad y deseo que seas capaz de vivirla en plenitud.
– Si… Quiero vivir y descubrir todos los placeres que la vida me puede dar. Se que solo así seré feliz y me realizaré como mujer. ¿se masturbó cuando me fui?
– Si, me masturbé.
– ¿Y qué pensaba cuando lo hacía?
– Pensaba en tu cuerpo, en el calor de tu boca y de tu sexo, en hacerte gritar, en someterte
– ¿Quiere contarme lo que pensaba?
– ¿Es tu deseo?
– Si, deseo saberlo Pablo.
– Uno de los sentidos es el oído. ¿Quieres escuchar lo que imaginaba?
– Si por favor.
– Sigilosamente, Pablo se acercó a su oído y desde muy cerca le contó. Mi mano abarcaba mi polla y la mecía muy lentamente mientras pensaba en tu coño húmedo que había mojado mi colcha, tu clítoris que llamaba a mi boca, en esos pezones redondos y duros que llamaban a mi boca a morderlos, en ese pétreo culo que se ofrecía a mi para azotarlo, mientras mi polla llenaba tu coño. ¿Y tú, cómo lo hiciste?
– yo en la ducha acaricié todo mi cuerpo, mis pechos, que sujeté con fuerza mientras apuntaba el chorro de la ducha sobre mi sexo, bajé mis manos acariciando cada milímetro de mi cuerpo pensando que eran sus manos, que era usted quien llenaba mis agujeritos
– Me toqué la polla aquí donde estás sentada Ángeles, oliendo tus flujos en la colcha. Pensaba cómo será tocarte el coño, como seria sentir tu calor.
– Yo pensaba que era usted quien me tocara la vagina, que era usted el que me masturbaba – la voz de Ángeles delataba lo excitada que estaba, hablando de sus intimidades y desnudando su alma a Pablo.
– Estaba muy excitado imaginando mi nariz oliendo tu sexo, mi lengua lamiendo tu sexo y mis dedos explorando tu sexo.
– ¿Le excitaba pensar cómo sería oler mi coño?
– Si y me corrí oliendo la colcha mojada por tus flujos.
– Yo me corrí pensando que le masturbaba a usted. – esa confesión la hizo gemir, sentía su coño encharcado.
– ¿Te hubiera gustado masturbarme? Desahógate Ángeles, siéntete libre.
Ángeles se retorcía sobre su cuerpo, tanto por la excitación, como por la vergüenza de su confesión.
– Si, me hubiera gustado masturbarle
– Piénsalo, tu mano en mi polla. Mi mano en tu coño
– Estoy cachonda. Lo estoy pensando. – la mano de ella se dirigió a su coño y comenzó a frotárselo con deseo, necesitaba aplacar aquella excitación.
– ¡¡Eso es!! Mastúrbate, lo estabas deseando desde ayer.
– Si. Deseaba venir de nuevo a su casa. – aquella joven comenzó a temblar – Deseaba masturbarme otra vez delante suya, quería que me viese, que me desease, que mi hiciese suya
– Estoy viendo cómo te masturbas, estoy viendo tu deseo, estoy viendo tus ganas.
– Me estoy corriendo – Ella sentía un inmenso placer recorrer todo su cuerpo – Mire como me corro, pienso que es su mano la que me toca.
– Así Ángeles, córrete en mi cama. Echa todo fuera – mientras se corría Pablo apoyó la espalda de esa joven sobre la cama para que su orgasmo fuese tranquilo. Él la observaba mientras se corría. Fue un orgasmo largo que hizo que el cuerpo de esa joven temblara por completo durante bastantes segundos.
Había sido un orgasmo devastador, Pablo acariciaba el pelo de esa joven mientras ella se iba recuperando y su corazón lentamente volvía a un ritmo normal. Ella lo miró sorprendida, alucinada. Se tapó la cara con la almohada porque sintió muchísima vergüenza de pensar en todo lo que había dicho…
– ¿Estás bien?
– Si, bueno… muerta de la vergüenza.
– Tranquila, es normal esa sensación. Abrir el alma de esa manera no es fácil. Lo has hecho muy bien.
– Pero le dije cosas demasiado íntimas y no debería.
– Aquí te sientes segura y sabes que puedes confiar en mí.
– Lo sé, sé que puedo confiar en usted. Hoy es la segunda vez que me lo demuestra.
– Y te lo seguiré demostrando. ¿Te ha gustado el sentido del oído?
– Mucho, pero entre la vista y el oído no sabría cual elegir. Los dos me dieron vergüenza, pero este…
– Todos los sentidos son maravillosos. Todos dan vergüenza si se viven plenamente, pero es solo la primera vez.
– ¿Quieres darte una ducha?
– Si no le importa me ducharé ya en mi casa. ¿No le molesta?
– ¿Por qué me molestaría?
– No lo sé.
– Nunca lo olvides joven. Siéntete libre de hacer lo que te apetezca
Ángeles se levantó de la cama y le temblaban las piernas. En el salón recogió su ropa y se vistió. Estaba impresionada con lo que ese hombre le estaba haciendo descubrir.
Cuando su marido llegó a casa la encontró en la habitación ordenando el armario. Desde la puerta la observó en silencio sintiéndose el hombre más afortunado del mundo, los tres meses que llevaba casado con ella estaban siendo los más maravillosos de su vida.
– Hola mi amor, ¿qué tal ha ido la mañana? – ella al verlo se abalanzó sobre él y lo abrazó efusivamente – ¿que mirabas?
– Te miraba a ti, eres lo mejor que me pasó en mi vida – Rodrigo respondió a su abrazo y la estrechó entre sus brazos – Te queda precioso el pelo así recogido.
– ¿Te gusta? – ella hubiera deseado que le hubiera dicho que le quedaba bien ese pantalón vaquero que llevaba que le hacía un culo muy bonito, o que le dijera que esa camiseta ajustada de tirantes le realzaba sus pechos, pero igualmente le gustó mucho escuchar lo de su pelo recogido. – Gracias cielo, te adoro.
Estuvieron un rato abrazados dándose muestras de cariño y hablando sobre la mañana que había tenido en el trabajo.
– ¿Y tú has ido a caminar, cielo?
– Si cariño, he ido con el vecino. – nombrar a Pablo le hizo sentirse tranquila. Se estaba dando cuenta, que era capaz de separar su vida, su amor por su marido de lo que ella estaba descubriendo con ese señor. – Me gusta ir con él cariño.
– Yo también prefiero que vayas con él y no vayas sola. ¿Qué tal es ese hombre?
– Tiene conversaciones muy interesantes sobre la mente, sobre los comportamientos de la gente. Ya sabes, habla mucho sobre psicología y eso a mí me encanta.
– ¿Se ha ofrecido a ayudarte con la oposición?
– Si cariño, me ha dicho que me ayudaría en lo que necesitara.
– Parece un buen hombre, aunque es un poco raro, siempre está solo. ¿No tiene familia?
– No lo sé amor, creo que por lo que me dijo ayer, está divorciado – le sorprendía poder hablar de Pablo así tranquila, era extraño con todo lo que ese señor le había hecho sentir en su cama.
– ¿Vamos a comer?
– Si amor mío, vamos a comer.
Su marido, le propuso comer en el jardín y a Ángeles le pareció una buena idea. Cuando estaban comiendo vieron salir a su vecino como siempre con su libreta en mano.
– Que aproveche jóvenes.
– Gracias – ambos respondieron al unísono.
Escuchar de nuevo esa voz, le hizo estremecerse. No podía olvidar las sensaciones que le había hecho vivir, tan solo unos momentos antes sobre su cama
– Hace un día genial, dijo su marido hoy me he tomado la tarde libre.
– ¿Sí? Me encanta, cielo – ella feliz se levantó para abrazarlo – Me hace muy feliz poder estar juntos toda la tarde cariño. – vio que Pablo los miraba sonriendo, estar abrazada a su marido delante de él le dio un poco de reparo, pero recordó sus palabras de que siempre se sintiera libre de hacer lo que deseara, y besó a su esposo en su presencia
- Te amo mi vida.
Al terminar de comer recogieron todo y cuando estaban tomando el café vieron cómo su vecino salía con una toalla de playa y se tumbaba a tomar el sol.
- ¿Cariño tomamos el sol? – su marido nunca le había propuesto eso.
– ¿Aquí? – ella estaba sorprendida ante la idea.
- ¡Claro! ¿Mira nuestro vecino, no creo que le vaya a importar, no crees?
- Pues tienes razón – se levantó contenta – voy a ponerme un biquini.
– Voy contigo que me tengo que poner un bañador.
Fue una tarde distinta que a los dos les encantó. Tomaron el sol, se rieron, se abrazaron y Pablo observaba feliz como aquella pareja se amaba.
Hubo un momento que su marido se durmió y ella aprovechó para mirar a su vecino sin tener que disimular. Le gustaba mirarlo con descaro como ese hombre lo hacía con ella cuando tenía oportunidad. Pablo sintió la mirada de aquella joven y al ver que su marido dormía también la miró con descaro. Se miraban el uno al otro y los dos sabían lo que estaban sintiendo. Ángeles con las piernas flexionadas las abría y cerraba sintiendo la mirada de ese hombre entre ellas.
Siéntete libre, la voz de Pablo retumbaba en sus oídos, pero en ese momento no podía hacer lo que realmente deseaba. Mantuvo las piernas abiertas y sintió su vagina encharcarse. Aquel hombre le estaba acariciando el coño con su mirada. Siéntete libre, haz lo que siempre desees. Giró la cabeza y vio a su marido durmiendo, por la respiración supo que estaba profundamente dormido. Volvió a mirar a su vecino. Estaba muy excitada. Recordó lo mucho que le gustaba a ese señor su coño y lo hizo. Dirigió su mano hacia sus muslos y apartó a un lado la braga del bikini.
Le apetecía excitar a su vecino y así lo hizo. Apartó la braguita de su bikini a un lado, dejando su coño totalmente expuesto. Sintió la caricia de la mirada de su vecino sobre su sexo, como lo lamia y con que suavidad lo tocaba. Se tuvo que tapar la boca para reprimir sus gemidos de placer cuando un fuerte orgasmo inesperado, ya que apenas llevaba unos segundos tocándose, atravesó su cuerpo dejándola temblorosa sobre la toalla.
Cuando su esposo se despertó no vio a Tania, se desperezó y se fue a dentro de la casa y la vio estudiando en el salón. Ya se había cambiado el bikini y estaba en braguitas y una camiseta. Al verlo lo abrazó y comenzó a besarlo con pasión.
– Vamos a la cama cariño, te necesito.
– ¿Ahora? ¿Si cenamos algo mejor antes?
- Vale, cenemos algo. En ese momento se sintió totalmente decepcionada. La voz oculta de Pablo diciéndole que no debía reprochar nada a su marido, la calmó.
- De acuerdo, cenemos primero- dijo
– Si cariño. Te amo
– Y yo a ti mi vida – lo abrazó fuerte y sintió que cada día su amor era más fuerte. Y su sexualidad más débil.
Aquella noche fue diferente a todas las anteriores. Su encuentro íntimo con su esposo fue más corto de lo normal, pero había alcanzado cuatro orgasmos. Y sabía perfectamente que ese orgasmo extra que había sentido no era porque su esposo hiciera algo diferente a otras noches, había sido porque ella estaba especialmente sensible.
¿Acaso Pablo estaba consiguiendo que su cuerpo estuviera más orgásmico? Sabía que la respuesta era sí. Intentó recordar cuantas veces se había corrido en todo el día y se avergonzó al contar.
Cuatro ahora, uno por la tarde en el jardín, dos en la ducha al volver de casa de su vecino y por la mañana en la cama de su vecino, ¿cuántos había tenido allí? En aquella cama recordó que había perdido la cuenta de las veces que se había corrido.
Mi cuerpo se está volviendo loco, pensó mientras abrazaba a su esposo que ya estaba dormido. Lo único que le atormentaba era sentir que, de todos esos orgasmos, los que más le habían gustado eran cuando la estimulación había sido provocada por su vecino.