Acosado y seducido – Relatos eroticos

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Dentro de dos meses cumpliré dieciocho años, estoy terminando la escuela secundaria y, para ayudar a la economía familiar ?vivo con mamá y papá en una casa alquilada-, empecé a trabajar por la tarde en una agencia de publicidad.

Nos presentamos muchos chicos como respuesta al aviso en los dos principales diarios que pedía ?jóvenes de quince a dieciocho años para ocupar puesto de meritorio de oficina.?

Todos los aspirantes tuvimos una primera entrevista con la Jefa de Personal y no sé cómo le fue a los otros, pero a mí esa señora cincuentona de modales agradables y muy atractiva me agendó un encuentro para el día siguiente con el dueño de la agencia, el señor Emilio Trovatto.

Me presenté puntual y muy nervioso a las siete de la tarde y después de unos minutos la señora Eleonora, la Jefa de Personal, me llevó a la oficina del señor Trovatto.

Es un despacho amplio y austero, con algunos cuadros en las paredes, al fondo el escritorio, sobre la pared derecha un sofá para tres personas, delante una mesa ratona y varias sillas distribuidas en distintos sitios.

Cuando entramos, el señor Trovatto se adelantó a recibirnos. Es un hombre de unos sesenta años, de estatura media, robusto, de cabello canoso peinado con gel, cara cuadrada y con un aire de mando que emana de su figura.

-¿Cómo le va, Eleonora?

-Bien. Señor Trovatto, gracias, ¿y usted cómo está?

-Muy bien, y a ver si incorporamos a este nuevo empleadito.

-Espero haber elegido bien, señor Trovatto.

-A primera vista le aseguro que sí, Eleonora. ?dijo el señor después de mirarme de arriba abajo.

-Bueno, muchas gracias, señor Trovatto.

¿Cuál es tu nombre, chico?

-Jorge, señor? Jorge Bernárdez.

El señor volvió a su escritorio, hizo sentar a la señora Eleonora y a mí me pidió que permaneciera de pie y retrocediera unos pocos pasos. Lo hice mientras empezaba a sentir que ese hombre me ponía nervioso.

-Es que quiero verte bien, ¿sabés? Porque la presencia es muy importante en el trabajo que vas a hacer. Te vas a ver con clientes y para ellos vas a ser la imagen de la empresa.

-S? sí, me doy cuenta, señor? -dije mientras sentía su mirada recorrerme de pies a cabeza. Yo llevaba un jean celente ajustado, mocasines negros sin medias y una remerita blanca, ceñida.

Después de unos segundos, me ordenó ponerme de espaldas.

-No entiendo, señor? -me asombré.

-Necesito tu imagen completa, Jorgito.

-Bu? bueno, señor? -y me di vuelta.

-Ha elegido muy bien, señora? -le escuché decir al señor.

-Gracias, señor Trovatto.

-De frente otra vez. Empezás a trabajar mañana. ¿Vas a la escuela?

-Sí, señor, estoy en quinto año, de mañana.

-Perfecto. Tu horario va a ser de de catorce a veinte. Ahora andá con la señora para llenar algunos papeles y mañana te esperamos a las dos de la tarde.

-Sí, señor, hasta mañana. ?y fui con la Jefa de Personal a su oficina.

-¿Estás contento, Jorgito?

-Sí, señora, necesito trabajar.

Llenamos un par de formularios y ella me despidió de pie junto a la puerta de su oficina:

-Bueno, Jorgito, te esperamos mañana.

-Sí, señora, hasta mañana y muchas gracias.

Me fui pensando en el señor Trovatto y en la impresión que me había causado. Era sin duda un hombre de mucha personalidad y acostumbrado a mandar. Había algo en el que me inquietaba y atraía al mismo tiempo.

Al día siguiente, en mi debut en la agencia, no tuve mucho que hacer y más bien fui instruido en mis obligaciones por la señora Beatriz, una muy agradable compañera de trabajo con antigüedad en la agencia.

Faltaban unos minutos para retirarme cuando la señora Lorena me mandó decir que antes de irme lo viera al señor Trovatto en su oficina.

(continuará)

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