A mi novia le gusta mostrar su culito (III)
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Hola amigos. Perdonen que hace rato que no les escribo, pero por razones que ustedes se deben imaginar, después de lo que paso en mi edificio con mi novia nos tuvimos que mudar a otro departamento. Ya todo el mundo se había enterado de la adicción de ella y para mi era muy avergonzante que me pararan por la calle y se ofrecieran para comerle la cola a Marcela. Además Rubén cada vez que la veía se descontrolaba y le manoseaba el culo estuviese donde estuviese y delante de cualquier desconocido sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo.
El límite llegó cuando un día que regresaba del trabajo la encontré a mi novia en la casilla de seguridad del edificio apoyada de frente contra una pared y Rubén a su lado levantándole la pollera y exhibiéndole la cola a por lo menos 6 o 7 tipos que yo ni conocía. Todos aplaudían y decían barbaridades mientras Ruben le metía mano desesperadamente y Marcela, que cada vez estaba más atorranta, se dejaba hacer sin decir nada.
– Ahí llega el cornudo del marido, dijo Ruben apenas me vio entrar.
Se hizo un gran silencio, ella me miró, quiso bajarse la pollera, pero Rubén se lo impidió. Todo giraron para mirarme, mientras Ruben continuó:
– Quédese así señora, muéstrele a su marido lo puta que es, sabiendo que lo que estaba diciendo la ponía a mil.
Mientras todos reían, la tome de un brazo a Marcela, la saque de ahí y subimos a nuestro departamento, donde en medio de una discusión le hice prometer que nunca más haría exhibiciones si yo no la autorizaba o si no estaba presente. Ella estaba muy acongojada y me confesó que cada vez se sentía con más ganas de mostrar la cola y que no podía evitar excitarse tan solo con escuchar alguna propuesta o saber que alguien estaba con ganas de tocársela y comérsela.
Luego de charlar un largo rato coincidimos que esto no podía continuar así. Yo le reconocí que me calienta verla mostrar su colita, pero ya todo se había descontrolado y que había que darle un corte. Fue ahí donde decidimos mudarnos y cambiar de vida. Ella prometió controlarse ante cualquier insinuación y yo prometí no pedirle más que se exhiba en público. Fue así que pasaron estos meses entretenidos buscando nueva vivienda y una vez que la encontramos, decorándola y amoblándola.
Teníamos relaciones sexuales “normales” y tratábamos los dos de evitar mencionar algo de lo que habíamos vivido en el pasado. De cualquier forma yo estaba seguro que Marcela recordaba muy bien todo y lo notaba porque en medio de la relación cerraba los ojos y metiéndose un dedo en el culito acababa como tres veces seguidas. Yo tampoco puedo negar que estando solo me venían a la cabeza las escenas de mi novia cogiendo con gente extraña, por lo que me terminaba haciendo flor de paja.
Una tarde decidimos ir a una mueblería que nos había recomendado una amiga de Marcela, ya que habíamos planeado cambiar los muebles del dormitorio, especialmente la cama, que por ser bastante vieja, hacia ruido apenas nos movíamos en ella. Cuando llegamos nos recibió un muchacho de unos 30 años:
– Buenas Tardes, me llamo Carlos, en que puedo servirles, preguntó amablemente.
– Buenas tardes, nos aconsejó este lugar una amiga de ella, respondí señalando a Marcela.
– Hola, nos recomendaron que habláramos con un tal Pedro, dijo ella.
– Es mi padre, contestó él, adelante por favor. Pasó primero Marcela y ahí note como se le iban los ojos directamente a su cola, que dicho sea de paso estaba bien marcadita en esos pantalones de tela finita que tenía puestos.
Nos hizo pasar a una oficina y detrás de un escritorio estaba un señor de mas o menos 65 años que enseguida Carlos nos presento como su padre.
– Buenas tardes señor, nos envía mi amiga Cecilia para que nos ayude a elegir una buena cama, dijo Marcela.
– Ah si, Cecilia me llamó y me dijo que tú vendrías, respondió Pedro, lo que no me dijo es que vendrías con tu marido, continuó.
No entendí porque había dicho eso, pero no le di mayor importancia.
– Vengan pasemos a la parte de atrás que está la fábrica así les enseñaré los modelos de camas que tengo, prosiguió.
Apenas Marcela se paró el viejo le clavó la mirada descaradamente en su culo y siguió admirándolo mientras iba caminando detrás de ella, sin importarle si yo me daba cuenta o no.
Eso me dio un poco de bronca, pero no puedo negar que también me calentó bastante.
Traspasamos una puerta y entramos a un galpón enorme con pedazos de madera y aserrín por todos lados. Había por lo menos 10 obreros trabajando, que a medida que Marcela pasaba por delante de ellos la iban desnudando con los ojos. En ese momento me dí cuenta que esto no había pasado desapercibido para ella ya que note que sacaba la cola más para afuera y la movía muy sensualmente.
Me empecé a preocupar cuando se dio vuelta para mirarme y vi en su expresión que ya estaba recaliente. Pensé tomarla de un brazo y regresar otro día, pero la excitación que me producía verla como se mostraba pudo más y no pude mover un músculo.
– Aquí están los modelos de cama que fabricamos, dijo el viejo, están todas con colchones para que las pruebes, continuó, dirigiéndose a Marcela.
– No hace falta, mirándolas nos damos cuenta, dije yo.
– No le creas a tu marido nena, lo mejor es que la pruebes así sabrás cual es la mas cómoda, se dirigió a Marcela, ignorándome por completo.
– Tirate en ésta, a ver como la sentís, continuó, señalando un cama de 2 plazas y media.
Marcela que hasta ahora no había dicho palabra me miró y me dijo con voz entrecortada por la calentura que tenía:
– Mi amor, ¿me puedo acostar en la cama del señor?
Yo quede mudo. Lo mire al viejo que sonreía y vi como todos los obreros dejaron de hacer lo que estaban haciendo y miraban atentamente la escena.
Al no recibir respuesta mía, Marcela se dejó caer en la cama boca abajo con el culito bien paradito.
– Y, ¿que te parece nena?, preguntó el viejo.
– Mucha cuenta no me doy, contestó Marcela.
– Moverte un poco, levanta un poco mas la cola y bájala, para ver como se siente de dura, indicó el viejo.
A esta altura ya se le notaba un bulto en el pantalón al viejo y los carpinteros ya se habían acercado bastante formando un círculo alrededor de la cama. Yo estaba inmóvil, miraba todo y en lo único que pensaba era en sacar la verga del pantalón porque de lo parada que la tenía me estaba matando.
– ¿Le parece bien así señor?, preguntó Marcela, mientras levantaba el culito y se dejaba caer.
– Así está bárbaro nena, respondió el viejo, tratándose de acomodar la verga en el pantalón.
– Igual mucha cuenta no me doy, dijo Marcela.
– ¿Nena vos dormís con pijama? Pregunto el viejo.
– No porqué
– ¿Y como dormís?
– En bombachita.
– Por eso no te das cuenta si el colchón es cómodo. Te recomendaría que te saques el pantaloncito para probarlo.
– No es necesario, dije yo, tratando de mostrar una autoridad que ya había perdido hace rato.
Ya los obreros se habían acercado más y estaban a menos de un metro de mi novia.
– Señor, yo le aconsejaría que se siente en esa silla y espere allí mientras le hacemos probar la cama a su mujer, me dijo el viejo.
Lo cual obedecí, un poco porque con su mirada Marcela me lo estaba pidiendo y otro porque de la calentura que tenía ya no podía mantenerme en pie.
– Haber nena mostradnos como dormís, le pidió el viejo.
Entonces Marcela se desabrocho los botones del pantalón y se los sacó, dejando al descubierto una diminuta bombachita blanca metida casi por completo en su precioso culito.
Se acostó culito para arriba y mirándolo al viejo le preguntó ¿así esta mejor señor?
– Si nena, ahora debes estar bien caliente mostrándonos el culito. Tu amiga me contó que te encanta mostrarlo y yo estaba impaciente en verlo. Veo que a tu marido no le molesta, así que abrirlo bien para nosotros.
Entonces Marcela se puso en cuatro, levantó bien la colita y la puso a merced de quien quisiera mirarla. Mientras el viejo y los empleados se bajaron los pantalones y dejaron ver tremendos miembros totalmente erectos. Esto puso como loca a Marcela que comenzó a meterse un dedo en la concha y a gemir desesperadamente. Se notaba que se había reprimido por mucho tiempo y que ahora estaba más desenfrenada que nunca.
– ¿Tenéis ganas que te rompamos la colita nena?, dijo el viejo
– Por favor, chupemela señor, suplicaba Marcela mientras se corría la tanga hacia un costado exhibiendo su hoyito abierto.
El viejo no se hizo desear y rápidamente dirigió su lengua al precioso agujerito, mientras los otros comenzaron a meterle mano por todos lados y uno de ellos le ensarto la pija en la boca, la cual mi novia acepto gustosa y comenzó a mamársela en forma frenética hasta que el tipo no aguantó más y le lleno la boca de leche. Mientras tanto se turnaban con el culo, salía uno y se lo chupaba otro, le sacaban la boca y le insertaban primero uno, después dos y hasta tres dedos. La manoseaban por todos lados. Le sacaron la remera y le chupaban los pechos. Ella solo gemía y pedía más pijas.
Yo solo miraba como once tipos disfrutaban de la puta de mi novia y me masturbaba y acababa y volvía otra vez a masturbarme.
– Salgan todos, ordenó el viejo de pronto. Cámbiense y sigan trabajando que para ustedes se acabó la fiesta.
– No me deje así señor, por favor necesito una pija en mi colita, le decía Marcela mientras lo miraba con cara de desesperación.
– Si haces lo que te digo, la vas a tener.
– ¿Te gustó mi hijo no?, vi como lo mirabas cuando entraste. Bueno ahora te vas a cambiar, lo vas a ir a buscar al salón de venta, lo vas a traer para acá y adelante mió y de tu marido le vas a pedir que te rompa la colita.
Marcela se levanto, se limpió con una toalla que le acercó el viejo, se vistió y salió caminando hacia la parte de adelante. El viejo me miró y me ordenó que me subiera el pantalón y que hiciera como que nada había pasado.
– Va a ver como le va a calentar que su mujer de la nada le pida a un tipo que le rompa el culo, me dijo.
La idea me había gustado así que le hice caso.
Me paré junto a el viejo y el hacía como que me explicaba las ventajas de la cama, cuando llego Marcela con el hijo.
– ¿Que necesitas papá?, preguntó
– La señora necesita que le hagas un favor, contestó.
– Usted dirá señora
– Decidle nena, ordenó el viejo.
– Quiero que me rompas la colita delante de mi marido y de tu papá, dijo Marcela, mientras se bajaba el pantalón y le mostraba el culito desnudito.
– Vi como me lo mirabas cuando me conociste. Vos me calientas mucho y yo necesito una pija adentro, así que por favor rómpemelo, agregó.
El muchacho no entendía nada. Me miraba a mí y lo miraba al viejo mientras tocaba con vergüenza la cola de mi novia.
El padre le ordenó que se desnudara y Marcela hizo lo propio y se tendió en el colchón. El pibe se acostó a un costado y comenzaron a besarse y tocarse por todos lados. El viejo volvió a sacarse los pantalones y yo hice lo mismo. Mirábamos la escena parados al costado.
– Que puta es su mujer, mire como le gusta la pija de mi hijo, me decía el viejo. Tenía razón Marcela se la tragaba con todas las ganas, y el viejo cada tanto le metía un dedo en el culo enloqueciéndola cada vez más.
– Mire como se traga el dedo, que buen culo abierto, seguía diciéndome el viejo.
– Ven nena, chupamela a mi, mientras mi hijo te abre mas ese culito.
Automáticamente Marcela se incorporó, se puso en cuatro, paro la colita y se metió la pija del viejo en la boca, mientras el hijo se puso detrás y la ensartó hasta el fondo. No les puedo explicar como gritaba y se movía. Estaba que reventaba de la calentura. Pedía más y más. El viejo la insultaba, le decía puta, perra, culo abierto y ella se ponía mas a full. Estuvieron así largo rato, donde ella habrá acabado por lo menos 5 veces, hasta que el hijo le lleno todo el culo de leche y al segundo el viejo le hizo tragar toda su esperma.
Marcela quedo tendida en la cama reventada.
Yo supe a partir de ahí que mi novia no iba a cambiar más.