Mi hermano me atrapó masturbándome de pequeño
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Todos en algún momento hemos pasado por esa etapa en la que nuestro cuerpo está cambiando y tenemos muchas curiosidades. Cuando tenía 13 años iba a la secundaria mis amigos y yo charlábamos sobre nuestros cuerpos y sobre el de los chicos. Los mirábamos de pie a cabeza y comentábamos entre nosotras. Las chicas como bien dicen, maduramos mucho más rápido que los chicos. Nosotras ya estábamos en ese punto en el que nos dábamos cuenta que nos gustaba de ellos, que nos atraía. Dentro de todo una de mis amigas habló sobre nuestra parte de abajo. Preguntó si ya teníamos vello. A las otras nos daba risa y un poco de pena pero entre mujeres había confianza.
– a mi todavía no me sale mucho, la verdad, dije.
– ¿a ti Gaby?, preguntó Estefanía.
– un poco.
– oigan, ¿y se han tocado?
– ¿eh?, reaccionó Gaby.
– si, ¿se han metido la mano ahí?
– ¿tu ya?, le pregunté a Estefanía.
– si, jaja unas veces.
– …¿y que sentiste?
– pues…rico. Se siente rico con los dedos. Un día le pedí a mi primo más chico que si me tocaba.
– ¿¿que?? Preguntó sorprendida Gaby.
– jaja si. Quería saber que se sentía que alguien te tocara.
– ¿y como fue eso?, preguntó Gaby.
– un día fueron mis tíos y mis primos a mi casa. Fue el cumpleaños de mi mamá y le habían llevado un pastel. Mis primos y yo fuimos a ver una película a mi cuarto.
– oye ¿y cuantos años tienen?, pregunté interrumpiéndola.
– mi primo 12 igual que yo, y mi prima 9. Ese día mi prima prefirió jugar con algunas muñecas que me quedaban y yo y mi primo seguimos viendo la película. No lo dejaba de ver. Tenía la duda de que iba a pensar sobre lo que le iba a pedir. Vi que salió mi prima y aproveché.
– ¿y que dijo?, pregunté.
– al principio estaba nervioso pero le dije que no pasaba nada. Y ya me tocó y me metió sus dedos en mi vagina. Me acariciaba muy rico.
– ¿enserio?, preguntó Gaby sorprendida.
Había sonado el timbre para volver a los salones. Ya cuando salí de la escuela llegué a mi casa y me puse a hacer la tarea. Comimos con mi hermano y mi mamá. Papá aún estaba en el trabajo. Habían dado las 6 de la tarde. No sabía que hacer, estaba acostada en la cama escuchando música. Salí a verlos. Mamá estaba dormida, y mi hermano viendo televisión.
– ¿que se te ofrece?, preguntó cuando entre a su cuarto.
– nada, sólo pasaba a ver.
– pues ya viste ¿no?. Por cierto se toca antes de entrar, ¿que no te lo enseñaron?. Que tal y me sorprendes haciendo mis necesidades.
– ¡¡ay, asqueroso!!, dije cerrando su puerta. Bajé a tomar un poco de agua y subí a mi cuarto. Me senté sobre mi sofá y subí los pies a la mesita de en frente. Puse una canción de Shakira y recosté mi cabeza mirando al techo. Me quedé pensativa por unos segundos. De repente me acordé sobre la conversación que tuve con Estefanía y Gaby. Me reí acariciándome el rostro.
– locas, dije.
Me quedé pensando. Mis ojos se dirigieron a la puerta. Me paré y me asomé. Nadie. Cerré sin hacer ruido, y me subí a la cama. Al ser ya tarde me había puesto ya mi ropa de dormir. Un pantalón negro pegado y una blusa vieja color gris. Aunque no había llegado ni siquiera a los 15 mi cuerpo ya estaba siendo atractivo para algunos chicos de mi edad y mayores. Aparte de ir a la escuela practicaba danza, que me ayudó mucho a desarrollar más rápido mi cuerpo. Trasero levantado, las cuervas se me estaban formando al igual que mis pechos, y el estomago siempre lo he mantenido plano. Hasta la fecha no he sido fea. Ahorita tengo 24 y sigo manteniéndome en forma yendo al gimnasio. Pero en fin. Una vez arriba acomodé las almohadas de modo que me pudiera recostar sobre ellas. Lo hice. Flexioné mis piernas y las separé quedando abierta. Levanté un poco el culo, y con mis pulgares metidos en el pantalón, lo jalé resbalándolo por mis muslos hasta destapar mi trasero dejándome sólo el calzoncito. El resorte del pantalón rosaba mis nalgas y mis muslos. Lo solté dejándolo a la altura de mis rodillas. Me subí un poquito la orilla de la blusa exponiendo mi ombligo. Puse mi mano derecha sobre mi ombligo y la empecé a bajar. La metí entre mis piernas hasta tocar mi vagina. Sentí chistoso. Aunque sólo estaba rosando mi mano por arriba del calzón, tenerlo pegado a mi rajita me generó un cosquilleo y una sensación rara y agradable. Reí nerviosamente. La quité y la apoyé en el muslo derecho.
– dios, ¿que estoy haciendo?, me pregunté a mi misma.
Bajé nuevamente mi mano y empecé a acariciarme lentamente. Lo hice suavemente y presionando. Sentía rico. Subí mis dedos a resorte del calzón y los metí. Apenas podía sentir los pocos vellos que me estaban creciendo. Fui bajando poco a poco hasta tocar mi rajita. Sentí que aún no se me abrían mis pliegues. La tenía un poco cerrada. Empecé a acariciarme. Di un profundo respiro. Lo hice por unos minutos. Exploraba mi zona con mis dedos. Rosaba mi índice por mi entrada. La subí tantito a la altura de mi clítoris y empecé a rascarme con el dedo de en medio.
Al hacerlo por unos cuantos segundos solté un ligero gemido. Inconscientemente mis piernas se cerraban pero las volvía a abrir. Sentía muy bien tallarme ahí. Mi mano izquierda la subí a mi boca para callar mis reacciones. Metí mi índice de la otra mano a la boca y lo mordí suavemente.
– …Dios!!…dije cerrando un poco los ojos.
El placer de tocarme era sensacional. Aumenté el ritmo de rascar mi clítoris.
– mmmm…Aaahhh!!! Solté un jadeo.
Aunque pensé que pude llamar la atención al jadear más, no me importó y seguí. Mis caderas se levantaban. Al parecer reaccionaban a mis caricias, y al placer que me generaba. Acosté la cabeza y mire al techo. Cerré los ojos mientras me rascaba más rápido.
-…Aaahhh!!! Dios!! Dios!!
De repente, en un abrir y cerrar de ojos, se abrió la puerta.
– ¿Que estás haciendo?, preguntó Jorge mi hermano
– Dios, no!!!, grité dando un salto. Bajé de la cama con los pantalones abajo y cerré la puerta tan rápido como pude. Puse seguro.
– Que estúpida!! Que estúpida!!, me regañaba yo. Me subí el pantalón. Por desgracia la puerta estaba junto a mi cama, por lo que mi hermano vió lo que estaba yo haciendo.
– hey! Daniela!, me hablaba tocando.
– ¡¡vete!!, le dije a punto de llorar.
– abre. Despertarás a mamá con tanto ruido.
Mamá, pensé. Él le dirá. Abrí la puerta y lo jalé.
– no le dirás nada, ¿entendiste?, le advertí con el dedo.
Mi hermano era más listo. Tenía 17 años. Y no le iba a hacer caso a una chica de 13.
– te estabas tocando, ¿verdad?
– eso a ti no te incumbe
– le diré lo andabas haciendo.
– no!!. Bueno. Hazlo. No te van a creer.
– ¿eso crees?, me retó y me empujó encerrándome con sus brazos colocándolos a mi alrededor. Se recargó sobre la puerta. No tenía a donde ir.
– escucha muy bien: tú crees que soy un pendejo, pero te equivocas. Piensa bien lo que haces y lo que dices. ¿Crees que van a ignorar si les dijera algo que no acostumbro a decir?.
Tenía razón. Será muy molesto y a veces inmaduro, pero sabía como comportarse cuando eran cosas serias y sacaba provecho. Siempre a sido así y hasta la fecha. No era y no es tonto. Lo miraba a los ojos. Quería llorar. Estaba a punto. Tenía miedo. Sus ojos bajaron a mis labios, mi blusa, hasta mis pies.
– no le digas, ¿si?,
– no lo se…
– vamos, no seas así, le dije apoyando mis manos sobre su pecho.
– déjame…tocarte.
– ¿que?,
– si. Eso estabas haciendo, ¿no?. Deja que yo lo haga.
– estás pendejo, como crees.
– a mi no me hables así, mocosa tonta, me dijo tomándome de la mandíbula.
– suéltame!!
Su pulgar acariciaba mi labio inferior.
Lo miraba fijamente a los ojos. Su mano bajó resbalándola sobre mi cuello, bajando a mi pecho, pasando por mi ombligo hasta tocar el resorte de mi pantalón. Metió su mano lentamente fijándose como estaba yo reaccionando. Su mano entró a mi pantalón y sus dedos rosaban por encima de mi calzón azul. Respiré. Cubrió mi vagina con sus dedos.
Tragué saliva. Contener la sensación de su mano tocándome ahí abajo era inevitable. Tomé su camisa como si quiera rasgársela. Sus dedos empezaron a acariciar más rápido. Mi respiración comenzó a acelerar. Sentía riquísimo. Sus caricias me volvían loca.
– Aaahhh!!!, jadeé.
– ¿sientes rico?, preguntó.
– …si…, le contesté con una voz cortada.
Paró y sacó su mano. La olió.
– mmm hueles rico.
No creí que hiciera eso.
Tomó el resorte de mi pantalón y me lo bajó agachándose al mismo tiempo.
– ¿que haces?, pregunté.
Levantó mi blusa descubriendo mi ombligo y me dio lo besó. Bajó muy lentamente mi calzón hasta las rodillas. Di un profundo respiro.
– espera…
Justo cuando le pedí que se detuviera clavó su boca en mi rajita. Resbaló su lengua ahí.
– …Jorge…, dije retorciéndome.
Mis manos las apoyé en su cabeza.
– Aaahhh!!! Es…pera..
Tener su boca en mi vagina era algo extraordinario. Algo que no pensé que fuera tan rico. Abrió mi rajita con sus dedos y me metió su lengua.
– Dios!! Aaahhh!!
Lengüeteaba la parte de mi clítoris. Jadeaba y respiraba como si me faltara el aire. Estaba muy excitada. Era algo nuevo, y a pesar que lo estaba descubriendo con alguien con quien no tenía en mente, lo estaba gozando.
Paró de lamerme y se levantó. Ambos nos miramos.
– ¿que sentiste?, preguntó.
– me gustó
Puso nuevamente su mano en mi vagina y me empezó a frotar. Subió sus dedos a su boca y los chupó. Los lubricó con saliva y los volvió a poner sobre mi clítoris. Mordí mis labios conteniendo un poco el jadeo. Apreté sus brazos. Se pegó a mí.
– …tranquila, me dijo oliendo mi cabello. Me besó la oreja, la mejilla. Solté mi boca y la dejé abierta. Acercó la suya a la mía y jaló mi labio inferior con sus dientes muy suavemente.
– Jorge…no, dije.
Al término de mi frase, presionó su dedo en mi vagina y comenzó a rascarme como yo me había hecho. Mis piernas se cerraban sin que yo lo hiciera.
– ¿te gusta?, ¿eh?
– …si, …ajá, le contesté con un tono de voz suave y cortado.
Me subió el pantalón.
– ven, dijo tomándome dela cintura y me cargó.
– ¿que vas a hacer?, pregunté.
Sin contestarme, me acostó sobre la cama quedando él encima de mí. Elevó su cuerpo para no tener todo su peso encima. Subió mi blusa a la altura de mis costillas y me lamió mi estomago. Sentí cosquillas. Luego resbaló su lengua por mi piel blanca hasta mi ombligo. Metió su punta ahí. Sentía raro pero me gustaba. Bajó lentamente a mi pelvis. Bajó mi pantalón y me lo quitó dejándome sólo el calzón. Se apartó un poco y me levantó tantito jalando mi prenda azul. Me desnudó por completo. Me oculté el rostro con mis manos. Estaba un poco apenada y nerviosa.
– valla! Aún no tienes vellos en tu linda rajita. Eso hace que la tengas más rica.
Sus palabras me excitaban. Nadie me había hablado así. Levantó y juntó mis piernas. Las flexionó haciendo que mi trasero quedara justo frente a su cara. Abrió mis piernas y resbaló su lengua sobre la entrada de mi vagina. Dios, hacerme eso me hizo soltar un ligero gemido. Cerré mis ojos y rasguñe la sábana.
– …Jorge…
– me gusta tu vagina, Daniela. La tienes cerradita y rica.
– Aaahhh!!! Ra..yos!!
Mis caderas se levantaban. Reaccionaban a las caricias y besos de mi hermano. Mi respiración se volvió más agitada. Cansada, cortada. Empezó a lengüetearme el clítoris con la punta de su lengua.
– Dios…no aguanto!!
No sabía que iba a suceder, pero lo estaba yo disfrutando mucho. Era la primera vez que un chico tocaba mi cuerpo, y la forma en como lo estaba haciendo mi hermano, era fantástico.
– sostén tus piernas, me ordenó tomando mis manos apoyándolas sobre mis espinillas. Las sostuve flexionadas. Las separé más.
– eso, así.
Levanté un poco la cabeza para verlo. Vi que abrió su boca y cubrió mi clítoris con ella. Me chupó, me succionó y lamió ahí. Me volvía loca.
– …para, …Jor…ge…, Aaahhh!!!
Trataba de detenerlo. Tomé su cabeza con mi mano derecha pero era inevitable. Ni yo misma quería que se detuviera. Sólo acariciaba su pelo. Se detuvo y bajó mis piernas. Se recostó sobre mi y me besó el cuello.
– Oye, hay que detenernos. Puede venir mamá.
– no…Espera.
Mis manos vagaban por sus hombros, sus brazos, su pecho.
– ¿quieres tocarme?, me susurró.
– ¿que?
– hazlo, vamos.
Me pedía tocarlo, pero no me sentía con la suficiente confianza para hacerlo yo misma. Tomó mi mano derecha y la puso sobre su cremallera.
– siente.
Al tocarlo en esa zona me excité más. Presioné y pude sentir duro.
– está duro.
– siéntela, la tengo bien dura. Tócala bien.
Tallaba su parte. Se desabrochó el cinturón y su botón. Bajó su cierre y metió mi mano.
– oye no, ¿que haces?
Metió su dedo en mi vagina.
Saqué mi mano poniéndola en su pecho.
– me gusta como te retuerces.
Miré a todos lados. Mis pies se movían mucho. Se bajó el pantalón dejándose sólo el bóxer.
– mete tu mano, tócamela.
– no lo sé.
– vamos, hazlo. Te va a gustar.
– en serio no lo se.
Tomó nuevamente mi mano y la metió. Estaba yo nerviosa. La palma de mi mano y mis dedos rosaban su dura verga.
– agárrala, jálamela, me pedía con un tono excitado.
– no se hacer eso. No.
– sólo hazlo.
Lo hice. Tomé su verga. La tenía caliente y le pulsaba. La jalé muy despacio como el me dijo.
– eso, así.
Mientras estaba jalándola sus dedos frotaban mi clítoris. Me rascaba.
– Aaahhh!!!
– eso. Jadea, bonita, me dijo lamiendo mi cuello.
Jabala su caliente verga. No pensé que haría eso.
– hazlo más rápido. Quiero venirme.
– ¿venirte? ¿como?
– sólo jálala más fuerte. No tengas miedo.
– siento como si fuera a expulsar algo, le decía.
– si, que rico, te vas a venir.
– ¿a venirme?
– si, tranquila. Te va a gustar.
– Aaahhh!!! Ya!! Párale!!!
Me frotó con fuerza y más rápido. Sentía que iba a explotar. No podía aguantar mucho. Y lo hice.
– Aaahhh!!!! Rayos!!!
– cállate, dijo tapándome la boca con la mano izquierda mientras la otra me seguía masturbando. Dios, sentía riquísimo. Era una sensación que no podía describir pero que me mataba de placer. Mis piernas temblaban. Quitó su mano y se bajó el bóxer. Empezó a jalársela el mismo.
– Aaahhh!!! Jadeaba.
– ¿que haces?, pregunté con una voz cansada.
– quiero venirme también. Si, ya casi.
Se la frotaba con desesperación.
– ¿que pasará?
– ya verás!! Aaahhh!!! Sii!!! Ya!! Ya!!
Subió un poco más su cuerpo, dejando su verga a la altura de mi estómago. Se la jaló lo más rápido que pudo hasta terminar.
– Aaahhh!!! Dios!!! Que rico!! Siii!!!
Salía de su verga un líquido blanco cayendo sobre mi ombligo. Estaba caliente. Le salía mucho. Lo miré a los ojos y parecía como si se fuera a desmayar. Me expulsó su semen en mi estomago.
– Dios!! ¿Que es esto?
– tranquila, no es nada malo.
– es semen, ¿verdad?
– si.
Estaba cubierta de él. Tenía curiosidad. Para mí era algo nuevo. Era mucho para mí.
– agárralo, si quieres.
Acerqué mi mano y con los dedos apenitas y lo tocaba.
– está pegajoso. Parece leche con baba.
– jaja pues…algo así.
Se escuchó un ruido.
– puta madre!! Dijo.
– párate, párate!! Le dije empujándolo.
No sabía que hacer.
– vete! Veta a tu cuarto o no se, pero salte.
– tranquila.
Se subió el pantalón. Se escuchó una puerta.
– asómate, me dijo Jorge.
Lo hice con miedo. El baño estaba cerrado.
– es mamá. Salió. Vete, órale.
– si ya voy.
Salió rápidamente y cerré. Miré mi cama toda arrugada. La arreglé como si ya me fuera a dormir. Salí. Justo en ese momento salió mamá del baño.
– ya hay que cenar, ayúdame a poner la mesa.
– …ajá, si.
– ¿que te pasó ahí?, preguntó señalando mi blusa.
Mis ojos se agrandaron y me puse muy nerviosa pero pude controlarlo.
– …aaa es que me cayó un poco de pegamento.
– a, bien. Pues lávate y ven a ayudarme, y por ahí le hablas a tu hermano que seguro está durmiendo.
– si.
Entré y me limpié con la toalla. Tenía pegajoso. Me heché agua. Luego me cambié de blusa y listo. Le avise a mi hermano para cenar. Durante la cena no dejaba de verlo. No creía aun lo que habíamos hecho. Me vió y se río. También lo hice.
– ¿que se traen ustedes, eh?, preguntó mamá.
– …nada…contesté y mordí mi sándwich.
FIN
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