De compras en el sex-shop
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Era el cumpleaños de mi novia, llevábamos tres años juntos por lo que me decidí a comprarle un juego de braguitas y sujetador. Estuve en un par de tiendas de lencería, pero la vergüenza me podía con lo que al final me decidí por un sex-shop, como mínimo no me sentiría tan raro.
Fui a uno de una ciudad cercana, totalmente desconocido. Al entrar había un par de chicos atendiendo y un grupito de chicas comprando material para una despedida. Cuando se fueron quedamos los tres. Les dije lo que quería y empezaron a sacar catálogos. Estuvimos mirando, las modelos eran preciosas, unos cuerpazos de órdago, tanto que nos pusimos calientes. Como ya era tarde me dijeron que iban a cerrar pero que podía quedarme mientras me decidía. Había unos que salían en una peli que me gustaban mucho porque dejaban media teta al aire, y como isa las tiene grandes pues le quedaría de vicio. Al final lo encontraron y me lo dieron, pero podía cambiarlo si no iba bien.
Después de unos días fue el aniversario. Mi regalo le encantó, es muy morbosa en la intimidad, pero le iba algo pequeño por lo que decidimos cambiarlo. Al ser en otra ciudad isa quiso ir ella misma, y al final fuimos juntos.
Llegamos por la tarde, había los dos chicos, Isabel estaba cortada al principio, pero poco a poco se fue sintiendo más cómoda. Los chicos eran muy amables y nada descarados. Al final encontramos la talla que le iba y se metió en una cabina a probárselo. Yo estaba sentado en un silloncito, y ella de pie, sin la blusa, con sus tetas al aire, y al ponerse el sujetador, mi polla se endureció de golpe. Ella también estaba excitada, en una de las pantallas una chica se la chupaba a un negro.
Cuando salimos, dispuestos a irnos, Isabel vio unos consoladores en una vitrina, y sin vergüenza alguna pidió que se los enseñaran. Los ojos le brillaban como cuando esta calentona, por lo que me excité de nuevo. Cogió uno, era negro, largo y gordo, – jo, que cosota más grande, menudo daño, – mujer, esto no hace daño, dijo uno de los chicos riendo, – jajaja, no sé, no sé, que miedo me da, no estoy yo acostumbrada, – depende, con una buena lubricación, os cabe de todo, siguieron diciendo, y más cuando ya estáis con un chico que os va haciendo sitio, – jajaja poco sitio hace este, dijo Isabel mirándome, – Isabel, ni que la tuviera como un niño, me defendí, – niño, niño no sé, pero que ni la mitad de esta seguro, ahí uno de los chicos siguió atacando, – chica, la mitad seguro que sí, que ésta sólo mide 20 cm, hay algunas monstruosas. – bueno, entonces la mitad y dos más, dijo ella riendo, – aunque la verdad, el plástico no es lo mismo, dijo el otro, la carne es más excitante – ya, pero a falta de pan… – …buenas son tortas, no hay que perder la oportunidad de probar una de verdad, – pero y donde encontrar una asi de grande y de carne – mujer, nosotros dos, centímetro arriba, centímetro abajo, son como esta pero más blanquita… – anda ya, no seáis exagerados – venga Isabel vámonos que se nos va a hacer tarde, dije absurdamente, – cállate, espera un poco que estos chicos me están mintiendo, dijo ella con su sonrisita maliciosa. – No mentimos, sólo tienes que pedirlo y te lo demostramos… dijo uno mientras se tocaba el paquete, – De acuerdo, si no os llega a 19… nos regaláis lo que hemos comprado, – Y si llega?, si llega nos la comes por turno, – jajaja que malos que sois, dijo ella medio riendo y acariciándose el pelo. – Pero Isabel, balbuceé, – Cállate, toma vete a una cabina a ver una porno o te callas y te dejo quedarte aquí.
En un minuto estaban los dos con los pantalones bajados, se veían grandes pero tampoco tanto y no estaban duras del todo. De repente mi novia estiró sus brazos y las cogió. – venga chaval, cierra tu la tienda que nos vamos al almacén – pero, como yo ….
y en ese momento entraron dos chavales a comprar unas revistas. Les medio atendí como pude hasta que por fin se fueron y cerré la puerta. Al llegar al almacén, Isabel estaba sentada encima de uno, ensartada hasta el fondo y cabalgando, mientras el otro se la metía en la boca. Mi única reacción fue sacármela y masturbarme, aunque iba tan lanzado que tuve que controlarme para no correrme al instante. Se la iban follando por turnos, a cuatro patas, sentada encima de uno ella abajo y uno encima y otro en la boca, así hasta que llegó el momento de vaciar, y fueron sus tetas y su cara las que recibieron el premio. Mi novia estaba saciada, recubierta de semen, con sus tetas bailando, su coñito peludo húmedo, todo en ella era vicio.
– Sabes chaval, ahora podrías traerte unas pizzas, para recuperarnos un poco, mientras nosotros nos arreglamos.
– Y porque no llamamos, dije absurdamente.
– Hombre mejor que no, hay una pizzería a dos calles de aquí.
Me fui a la pizzería, compré las pizzas y al llegar a la tienda, tardaron un poco en abrir, y ya me temí que estuvieran de nuevo, pero como salieron los dos me calmé, no eran superhombres, pensé.
– No hagas ruido, esto te gustará, me dijo uno.
Al entrar al almacén, mi novia, estaba a cuatro patas con los ojos vendados y un chico negro se la estaba follando con una rapidez y violencia de movimientos, sólo superados por los gemidos de Isabel, que como una perra le pedía que no parase y que se la metiese hasta el fondo. Estuvieron un rato follando. Los otros dos se iban acercando de uno en uno para metersela en la boca, seguro que ella ya sabía que el que le estaba reventando el coño era otro, pero la muy zorra se hacía la despistada, – chicos vaya pollas, como se os ha hinchado, que grandes – pero a que te encanta zorrita, – mmmm, si que bien que a gustito, – seguro que no habías tenido el coño tan lleno en tu vida, – nooooo, mi novio la tiene muy pequeña, me estáis matando, al final uno de los chicos le sacó el pañuelo, y allí estaban los tres de pie y ella de rodillas en medio, las corridas de los dos fueron abundantes pero nada que ver con la del negro que parecía una fuente.
La muy zorra al final me dejó acercar y me la chupó hasta que me corrí, no sin antes humillarme con los chicos.
– Ven pollita que tu también tienes derecho.
– Que puta eres Isabel.
– Cállate cornudo, y meteme tu caramelito en la boca.
Me corrí al instante, estaba supercaliente, me habían puesto los cuernos a conciencia y me sentía excitado. Se abría un nuevo mundo para mí.