Sobadas en el transporte público
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Salía yo de la universidad, la clase de ese día había sido más densa que las anteriores, los términos, los conceptos, habían hecho de mi cabeza una mezcla de palabras que no entendía. Me fui como siempre a tomar el transporte público, y como todos los días, tenía dos opciones, o esperar un ómnibus lleno que me permitiera rozar algún trasero femenino, o algún ómnibus semivacío que me permitiera sentarme al lado de alguna mujer, que por el rostro podía identificar como alguna madura calentona, una joven desinhibida o lo que fuera. Esta vez tuve suerte, opte por la opción del ómnibus semivacío, al subir, me demoré un poco para clarificar el panorama, analicé las porcas alternativas que habían, y casi al final, vi una mujer, madura de unos 50 o 55 años, tenía la apariencia de ser una trabajadora doméstica, sus facciones no eran muy agradables, su cuerpo era más bien rechoncho, su forma de vestir denotaba carencias económicas, y por lo avanzado de la hora, deduje que trabajaba hasta tarde. Me dirigí hacia ella con la firme convicción de tocarle aunque sea los senos o morir en el intento.
A pesar de haber algunos asientos vacíos me recibió con una sonrisa, estaba bien acomodada en el suyo, al sentarme vi que no demoraría mucho en, al menos, rozarle un seno. Mi estrategia para hacerlo es primero cruzarme de brazos, dependiendo de los senos de mi acompañante de ocasión, pongo la mano cruzada sobre el brazo o por debajo, depende de cómo esté ella sentada también. En este caso se inició una conversación. Ella estaba comiendo una naranja, la cual estaba pelándola con las manos, le ofrecí un cuchillo que llevaba yo en mi lonchera, cosa que rechazó, pero me regaló una sonrisa cómplice lo cual me animó a seguir mi plan. Hice el cruce de brazos mencionado, y no demoré en tocar su seno derecho, primero con el borde de la mano, al no encontrar rechazo, me animé a palparlo con los dedos, cosa que fue recibida con entusiasmo por mi compañera de viaje.
Centré mis caricias en el pezón, el cual no demoró mucho en ponerse duro, lo que denotaba una excitación en la señora, ya no fui solo acariciando el pezón, si no que me animé a envolver el seno completo con mi mano. Habrán sido unos minutos que duró esta faena, la que se vio interrumpida por la gente que empezó a subir y a llenar no solo los asientos, si no también el pasillo del transporte. Con tanta gente a mi alrededor, la cosa se ponía difícil, mi atención se centró nuevamente en trabajarle el pezón muy discretamente, pero esta vez sentí un rechazo, una nueva conversación me hizo saber que vivía en un barrio de la periferia de la ciudad, que trabajaba al otro extremo de Lima, cerca al aeropuerto y que no sólo era casada, sino que era también abuela.
Terminada esa conversación, sentí ánimos de regresar nuevamente a las caricias mamarias, pero encontré una reacción que me consternó: Esta vez me cogió la mano y me la dejó quieta sobre mí, luego, con su mano, hizo una señal en el respaldar del asiento delantero, dibujó una S y señaló hacia abajo. Al principio no entendí el mensaje, pero luego lo entendí: la S significaba Si y la señal hacia abajo no significaba otra cosa mas que… su vagina. Me pareció algo realmente arriesgado, nunca antes lo había intentado, tendría que hacer uso de mis mejores artimañas para lograrlo, así que me puse a pensar, tenía yo mi mochila de cuadernos y mi ponchera, la señora tenía su cartera y una bolsa, lo que hice fue crear una especia de cobertor con las cosas que yo tenía y que se juntara con las que ella tenía, y… lo logré.
Mi mano derecha, las más alejada de su lado derecho, fue la que inició la faena, la extendí hasta que pude rozar su muslo. Cuando hice eso, me percaté que la señora como por arte de magia había caído en un profundo sueño. Los primeros roces con los dedos sobre su muslo no encontraron rechazo alguno, fui avanzando en mi exploración y llegué sin mayor esfuerzo a la entrepierna, allí estaba seguro una conchita húmeda, olorosa y arrugada por el paso de los años, pero de seguro hambrienta de un pene que la satisficiera después de mucho tiempo. Cuando toque la parte externa de su vulva, cubierta solo por un pantalón de tela sintética y un calzón, un ligero movimiento en su cuerpo me demostró que ese profundo sueño era sólo el cómplice abandono de la realidad para dejarme hacer lo que yo quisiera. Fuimos avanzando el viaje y las caricias se transformaron ya en una masturbación para ella, de vez en cuando ella abría los ojos para ver si alguien no se daba cuenta de lo que estábamos haciendo.
Un ligero movimiento en sus caderas me asustó, pensé que todo había sido una confusión y ahora reaccionaría, cuando pasan cosas así hay que analizar todas las cosas que puedan pasar, pero me quedé tranquilo pues se movió solo con la intención de acomodarse y asó poderle trabajar mejor la vagina. Me imagino que logró un orgasmo, una respiración agitada, un suspiro profundo y una mirada hacia el techo lo delataron. Seguí acariciándole la vagina pero me imagino que la molestia de seguir recibiendo caricias después de un orgasmo es insoportable. Cerró las piernas con la intención de detenerme, pero mis ganas de encontrar una respuesta más clara de su parte me obligaban a insistir, a tocar, a palpar. Lo que ocurrió luego me dejó helado. Abrió los ojos y cogió mi mano, me miró y me dijo: Todo ha sido sólo un sueño, nada de lo que piensas ha ocurrido. Yo le respondí: Bueno, habrá sido un sueño para ti y me parece que un buen sueño porque hasta te vi sonreír. Seguro no pensó que le respondería algo así.
Seguimos en el transporte, la gente empezó a bajar y estábamos cada vez más solos, volví a intentar tocarla, por algunos momentos lograba tocar su vulva, me dejaba un rato pero después me quitaba la mano, le decía que por qué ahora no quería, no encontraba respuesta de ella, en el fondo se que le gustaba, que tenía ganas de acostarse conmigo, pero algo la detenía. Me baje con ella en el último paradero, allí conversamos, le pregunté si le había gustado, me dijo que sí, pero que había mucha gente, le pregunté si lo quería repetir, y le agradó la idea, acordamos en encontrarnos a la misma hora en el mismo paradero, A la semana siguiente la encontré, pero esta vez la situación no era la misma, nos sentamos en asientos separados y la extrañé. Al bajar, una mirada cómplice se asomó por la ventana, volteé a mirarla me hizo un gesto como si estuviera chupando una verga… me imagino que esa verga hubiera sido la mía.
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