Iniciación en el Instituto. Mi culo lo necesitaba

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Cuando me enteré que a las 10 estarían haciendo una broma de iniciación a los muchachos novatos recién ingresados al Instituto y que la broma se iba a realizar en el gimnasio interior del primer piso, decidí perder la clase de física que era a la misma hora y asistir al espectáculo. Al entrar al recinto observé que habían encendido cuatro poderosos focos sobre las mismas gradas donde correspondía sentarnos, los cuatro apuntando hacia la cancha pero manteniendo nuestra sección de asientos no iluminada y en una semi-penumbra. Allí, en la oscuridad había un gran número de muchachos del segundo año y de varios cursos superiores esperando el comienzo de esta iniciación. De acuerdo a las instrucciones recibidas, la mayoría de la audiencia se mantenían en silencio y unos pocos se reían mas bien susurrando o conversaban en voz muy baja. El área de ejercicios amplia y de piso de madera se encontraba, sin embargo, bien iluminada por estos cuatro poderosos reflectores ubicados precisamente encima de nuestras cabezas. Comprendí que la idea era que estos focos iluminaran todo el área de juego pero que encandilaran con sus poderosas luces a aquellos que se encontraran dentro de la cancha misma y no les permitieran tener así una visión de la audiencia. Y en efecto alguien nos dijo que desde el campo de juego era solo oscuridad nuestras posiciones y que rogaban que si habláramos lo hiciéramos en voz baja, sobre todo la concurrencia femenina que había sido invitada.

Posteriormente me enteré que muchas de las chicas de los muchachos del segundo año como también varias amigas y compañeras de éstas, estaban también junto a nosotros en las gradas inferiores para presenciar esta broma de iniciación. Mientras esperaba oí la voz de una de ellas diciéndole a su amiga que conocía a uno de estos nuevos muchachos, un tal Rubén, que había andado con su hermana para luego el muy fresco dejarla por una cheerleader de su equipo de basketball, y que ojalá que le hicieran pasar un buen fiasco ya que se lo tenía súper merecido. La otra le contestaba entre risitas que ella todavía no creía que un curso entero le hiciera caso al llamado “Vikingo” del segundo año y se sometieran a tal broma. Fue entonces que un tropel de muchachos, la mayoría en bejines y zapatillas de tenis entró al gimnasio seguidos por un tipo alto, corpulento y con barba que reconocí como uno de los muchachos del segundo año que estarían a cargo de esta “bienvenida”. Al verlo ya de cerca, recordé que este joven de apellido Gutiérrez, fuerte y barbudo lo habían iniciado el año anterior afeitándolo de pies a cabeza mientras era sostenido desnudo entre mas de diez, a la vista y risa de todos cerca de la cafetería. Este año era su turno para cobrar la revancha con los recién llegados y aquí serio, con el buzo oficial azul de nuestro departamento de educación física, el Vikingo Gutiérrez se dirigía ahora con su voz áspera y dura a los nuevos estudiantes, ordenándoles hacer un semicírculo. Eran 26 muchachos en ropas de calle, la mayoría algo nerviosos y serios esperando las instrucciones del temido “Vikingo”. El vozarrón de Gutiérrez se dejó entonces sentir, diciéndoles que esta primera sesión consistiría en una evaluación física de cada uno. Que entendía que el Instituto no había todavía entregado los uniformes reglamentarios pero una vez éstos recibidos no toleraría a nadie entrar a su gimnasio en ropas de calle o con camisetas o suéteres de todos los colores como estaban ahora. Veíamos, por nuestra parte, oír a los muchachos todo esto con gran atención, manteniéndose serios y muy quietos.

El Vikingo continuó entonces diciendo que en esta primera clase se llevaría a cabo una evaluación física donde se prescindiría de uniformes pero una vez recibidos sería responsabilidad de cada alumno mantenerlos en buen estado y traerlos limpios y planchados de sus casas cada semana. El Vikingo prosiguió entonces con su discurso, después de hacer una pausa, pasando su fría mirada de cara en cara mientras los muchachos seguían muy serios y atentos escuchando. En esta primera sesión de evaluación física, continuó diciendo, prestaría especial atención al crecimiento físico individual, coordinación, posibles problemas de desarrollo lumbar o muscular, posturas corporales y problemas de pie plano. De observar esto último pediría plantillas para aquellos que él considerase que se podrían beneficiar. A continuación, dirigiéndose nuevamente a todo el grupo pero pasando sus ojos severos sobre cada uno, ordenó dar un paso al frente a quien hubiera tenido algún tipo de hernia en los testículos o en la región próxima a ellos. Se sintió entonces la risa de un muchacho bajo pero corpulento de pelo castaño que al parecer le había divertido la pregunta. El vozarrón del Vikingo se dejó entonces nuevamente sentir descargando toda su ira sobre este muchacho. Mirándolo fijamente a los ojos, dijo furioso que en su clase no admitiría payasos o mocosos inmaduros o todavía nerviosos o inseguros de su sexualidad. Hizo entonces una segunda pausa y recorriendo con la vista a todo el grupo nuevamente agregó “como durante esta evaluación, que es de carácter tanto física como médica, se prescindirá de vestimenta daré la oportunidad antes de comenzar a que cualquiera de ustedes que tenga dudas sobre su orientación sexual de abandonar el recinto inmediatamente”. Pude notar entonces que aunque algunos de los muchachos se mantenían relajados, la mayoría mostraba ahora cierto nerviosismo. Se oyó la voz áspera de Gutiérrez diciendo entonces que esta era la última oportunidad de retirarse para quien pensara que podría tener una reacción corporal vergonzosa al verse sin vestimentas enfrente del grupo. Al ver que los 25 muchachos se mantenían inmóviles agregó con una leve sonrisa, “me alegro que seamos al menos todos del mismo bando, y luego después de dar un fuerte pitido con su enorme silbato dijo recobrando nuevamente su voz áspera y militar “Tienen exactamente 60 segundos para dejar sus ropas detrás de la línea blanca y hacer formación”. Se produjo entonces una carrera del grupo entero hacia nuestro lado del gimnasio y a menos de 15 pies de distancia de nosotros comenzaron los muchachos rápidamente a desvestirse. Algunos tan rápido que se sacaban, al mismo tiempo, suéteres y camisetas por la cabeza para luego echar al suelo pantalones con los calzoncillos y hasta los mismos calcetines enredados en ellos y regresar así presurosos al área de formación en el centro del gimnasio.

Debo confesar que yo siendo de orientación gay, sentía la grata reacción de este espectáculo sobre todo al ver a todo ese tropel de muchachos, jóvenes y bien formados, arrojar nerviosos sus ropas a un lado de la cancha para luego correr en su mayoría desnudos por el gimnasio. Unos que otros chicos, no entendiendo aun las reglas del juego, volvían rápidamente al punto de formación todavía con sus boxers puestos para recibir entonces las miradas de recriminación de los que estaban ya desnudos esperando y regresar presurosos hasta la línea blanca, a pasos de nuestras gradas, para lanzar estas últimas prendas junto al resto de sus ropas y correr ahora sin nada encima de vuelta al área de formación. Pude observar a un muchacho de pelo rubio-castaño, de cara angelical y cuerpo de escultura griega, al parecer todo confundido; tres veces se había sacado una camiseta azul Adidas para volvérsela a poner, y finalmente corrido hacia el grupo con solo unos calzoncillos Calvin Klein negros y bien ajustados, situándose al final de la fila. Gutiérrez al verlo se acercó a centímetros del muchacho y le dijo gritándole en la cara “Y usted piensa que por llevar esos Calvin Klein va a tener un tratamiento especial y va a quedar exento de la evaluación” El muchacho permanecía con la vista fija en el trasero de un joven mestizo que me había impresionado momentos antes por su verga de orangután. Gutiérrez observando esto, lo sacudió por los hombros al tiempo que le decía, “Yo ya le advertí que aquí se va a trabajar con seriedad a si es que deje de mirar a sus compañeros como niño chico y reserve esos Calvin klein para cuando quiera impresionar a su novia”. El muchacho quiso devolverse para dejarlos junto a su ropa pero el Vikingo lo detuvo ordenándole sacárselos allí mismo y caminar hacia el frente de la fila ya que sería el primero en ser evaluado. Esta primera evaluación consistía en caminar, uno a la vez, hasta el arco contiguo a nuestros asientos y regresar con paso normal nuevamente al centro del gimnasio. Ya sin los Calvin Klein y avanzando desnudo hacia nosotros, este muchacho parecía sacado de una revista de modelaje, muscular y rubio, con su cara de querubín y casi sin bello corporal con excepción del que le adornaba su sexo no circuncidado. Mientras lo observaba desplazarse con mi propia verga como acero, intentaba imaginarme cual sería su reacción al enterarse que no sólo era observado por sus compañeros, todos en su misma condición y en espera de su turno, pero también por un sin número de alumnos de distintos cursos y por al menos una docena o más de jovencitas que disfrutaban con risas y algunos comentarios del espectáculo.

El muchacho ya estaba por llegar al arco y a solamente unos pasos de nuestros asientos cuando Gutiérrez le dio orden de detenerse. Observé entonces con sorpresa que una chavala ubicada una corrida mas abajo estaba haciendo su propio video y que ahora el bello chico aparecía también en la pequeña pantalla de la filmadora. Resultaba que muchas de las muchachas al enterarse en que consistiría el evento habían traído en sus bolsos sus propias cámaras digitales o videocámaras, para tener un souvenir que mostrar a las otras o llevarse a casa. Oí a la niña de mi izquierda reírse algo mas fuerte y comprobé que la causa era que su amiga le había hecho un zoom al video y ahora todo el screen del visor estaba ocupado por las bolas y sexo del muchacho. Gutiérrez le dio entonces instrucciones de regresarse hacia el grupo, pero esta vez en forma más natural y relajada. Al voltearse y girar de espalda quedaron a la vista sus dos musculosas y bien formadas nalgas que el chavalo evidentemente incómodo por la situación, tensaba y comprimía a cada paso, creando un efecto todavía más erótico y delicioso. El sádico de Gutiérrez dándose cuenta de su nerviosismo lo hizo caminar 6 veces mas hasta el arco y devolverse, dándole continuamente instrucciones de hacerlo mas derecho, con los hombros hacia atrás y la mirada al frente. Incluso diciéndole que caminara con las nalgas mas relajadas que parecía payaso comprimiendo así el trasero con cada paso que daba. Finalmente comenzó el turno de los otros. Por los siguientes 20 minutos el desfile continuó, debiendo cada uno de ellos llegar hasta el arco y devolverse, algunos incluso debiendo hacer el humillante trayecto en puntillas, o sobre sus talones para evaluar posibles problemas de pie plano. La realidad era que todos los muchachos, pese a su nerviosismo, se veían tan espléndidos y en tan buenas condiciones físicas que no pude resistir días después en casa de una prima la tentación de pedirle una copia de uno de los videos que una de sus amigas había conseguido de otra que estuvo presente ese día. En todo caso, una vez que el último chavalo volviera a su lugar, Gutiérrez les ordenó tenderse boca abajo en dos hileras cerca de nuestro arco para iniciar los ejercicios de suelo. De esta forma comenzaban las temidas flexiones, de cara al suelo, cuerpo tenso y piernas extendidas y juntas, debían flexionar los brazos hasta tocar con la barbilla las tablas para luego levantarse nuevamente. Quince veces descendieron al suelo, mostrando sus gloriosas y tensas anatomías.

Luego Gutiérrez les ordenó hacer otras 15 pero esta vez con las piernas bien separadas. Los muchachos, al cumplir con esta nueva orden y abrir las piernas, encontrándose de espaldas a nosotros, quedaron a la vista las partes mas privadas de sus anatomías, mostrando la mayoría de ellos algo de bello en la partidura y bastante en la base de los sacos. No habían aun terminado esta nueva serie de flexiones cuando un muchacho bajo y delgado pero con un órgano enorme se incorporo para hacer la primera protesta del día. Dirigiéndose a Gutiérrez le preguntó con voz algo insegura que cuando iba a terminar la clase porque ya estaba cansado de esta clase de evaluación. El Vikingo dio unos pasos hasta ponerse frente al chavalo, quien se veía aun más bajo por la tremenda diferencia de estatura entre ambos. Gutiérrez después de mirarlo de arriba a bajo le dijo con su voz áspera y seca ” Lo primero que va a aprender aquí es respeto y disciplina o usted piensa que su penca de elefante le da derecho a interferir con mi clase e interrumpirla cuando quiera?”. Hubo una risa general que no hizo callar pero al cabo de un momento, Gutiérrez, dirigiéndose esta vez a la clase entera dijo ” por culpa de este pendejo, con complejos de Tarzán, todo el mundo se va a echar otras 15 lagartijas”. El chavalo descendiendo una vez mas al suelo se puso nuevamente boca a bajo junto a los otros. Esta vez mientras contemplaba nuevamente al grupo, bajar y subir presurosos sus musculosos traseros con sus sacos y órganos colgándoles por detrás, sentía mi propia verga como sable y daba gracias al recordar que nuestra propia iniciación dos años antes sólo había consistido en emborracharnos y hacernos decir cosas ridículas frente al liceo superior de niñas. En todo caso fue cuando el Vikingo les ordenó incorporarse para hacer ejercicios de pie, cerrando y abriendo piernas y brazos con un salto, que quedó en evidencia la erección que mostraba el muchacho de los Calvin Klein. Mientras los otros, al saltar, movían sus órganos todos sueltos de arriba a bajo al compás de sus subidas y bajadas, la erección que sostenía este bello chavalo le hacía muy difícil saltar con comodidad y el mismo intentaba inútilmente sostener sus crecidos genitales con las manos tratando en vano de seguir a sus compañeros que extendían brazos y piernas al mismo tiempo.

El vikingo dejó que este espectáculo continuara por unos minutos mas hasta que ya en frente del avergonzado muchacho hizo detener la clase. Mirándolo de arriba a bajo le preguntó entonces con gran sequedad que es lo que lo excitaba tanto, que esperaba que no fuera el culo de sus compañeros. El muchacho respondió que no era eso, que la erección la tenía de puros nervios. El vikingo pretendiendo creer al chavalo le dijo “de todos modos es ofensivo para mi y para el resto de los muchachos el verlo como lo debiera ver sólo su novia, así es que vállase hasta mas allá del arco, libere su tensión corporal y vuelva mas relajado”. El muchacho, rojo por la humillación, le pidió permiso para ir a los baños. El vikingo le contestó entonces furioso que para que necesitaba los baños si con una erección como esa le sería imposible orinar. Que lo hiciera de espaldas a la clase cerca del arco, que esa era toda la privacidad que se merecía y que se apurara porque ya estaban casi al término de la sesión. Le advirtió, además, que viera bien como se atajaba mientras se desahogaba porque no quería ver una gota de su excitación manchar el piso o ninguna otra parte del recinto. Se oyeron nuevamente risas en el grupo mientras el muchacho, con su mástil en alto y dándoles la espalda caminaba ahora hacia nosotros. Su desgracia fue que buscando mas privacidad en un área menos iluminada del gimnasio pasó de largo el arco, incluso la línea blanca de demarcación, situándose a los pies de las mismas gradas, a sólo tres hileras de mi asiento y en contacto casi directo con el grupo de niñas ocupando las dos primeras filas. Desde allí nos habría visto fácilmente si sus ojos hubieran tenido tiempo suficiente de adaptarse a la penumbra, pero el muchacho queriendo acabar lo antes posible comenzó de pie como estaba a frotárselo rápidamente con la izquierda. Se detuvo entonces por un momento volteándose para ver a sus compañeros ejercitándose ahora de espaldas a nosotros y entonces ya con mas confianza y tensionando todo el cuerpo le dio dos sacudidas mas a su órgano todo erecto y comenzó a venirse tratando de contener su fluido con las mismas manos.

Yo me encontraba petrificado en mi asiento y en tal grado de excitación que sólo de haberme rozado el pantalón me hubiera también venido. Las niñas, muchas de ellas con el muchacho casi encima, se mantenían por suerte bastante silenciosas y me imagino que sería la primera vez para muchas de estas chavalas incluso para aquellas con novios de ver a un chico abalanzarse desnudo hasta casi tocarlas y realizar un acto tan privado en sus mismas caras. Acto seguido, el joven se limpió las manos restregándoselas por los muslos y agarrándose nuevamente el pene, retrocedió unos pasos hacia la luz, y lo mantuvo apretado contra su abdomen hasta que un nuevo chorro le saltó al pecho, esta vez, esparciéndolo rápidamente con las manos por todo el cuerpo. Girando entonces sobre sus talones se encaminó hacia el grupo, limpiándose una vez mas las manos, ahora en sus propias nalgas. Mientras se alejaba hacia el centro del gimnasio oí a un alumno del tercero sentado junto a mi decir en voz alta y medio avergonzado como dirigiéndose a las niñas “no piensen que somos todos tan cerdos como el huevón ese”. Al llegar a su sitio el muchacho se unió rápidamente al grupo, reanudando así los ejercicios con ellos y pudiendo ahora saltar sin mayores problemas. Al verlo, Gutiérrez le dijo sonriendo “vas a necesitar una buena ducha al terminar la clase” y luego dirigiéndose al grupo entero agregó “en realidad todos van a necesitar bastante agua porque en estos últimos 15 minutos que nos quedan quiero ver a la clase entera corriendo por los bordes del gimnasio”. “Se trata, continuó Gutiérrez de medir la resistencia física de cada uno de ustedes dando al menos 35 vueltas”. Al ver a tanto muchacho desnudo trotar ahora por todo el gimnasio con sus miembros oscilando de lado a lado me sentí venir y no pudiendo contenerme mas me dejé llevar sintiendo una tremenda ola de placer primero en los testículos y luego en el cuerpo entero. Mientras yo me encontraba ahora mas sereno y relajado, los muchachos seguían dando vueltas y vueltas por los bordes del gimnasio y después de casi 15 minutos de continua actividad, el sudor les corría libremente por sus bien empapados cuerpos.

El recreo ya había comenzado y por las puertas laterales del gimnasio entraban a ver el final del espectáculo algunos curiosos que se sentaban en las gradas situadas en el lado norte del recinto, a plena luz y bien visibles desde la cancha. Sucedía que algunos de los esforzados corredores al ver ahora estudiantes de distintos cursos observándoles intentaban detenerse pero el fuerte silbato de Gutiérrez los ponía nuevamente en movimiento. Yo, por mi parte, ya más tranquilo después de esa exquisita venida, sentía gran curiosidad por ver cuando dejarían de hacerle caso a su severo entrenador y se detendrían. Fue entonces que un grupo numeroso de jóvenes que venían en dirección a la cafetería se desviaron hacia el gimnasio después de escuchar que se estaba desarrollando una iniciación en ese recinto. Ahora los novatos con mas de 45 vueltas y con sus cuerpos brillantes por el sudor, habían comenzado finalmente a detenerse al ver a todos los espectadores que ocupando casi la mayoría de las gradas del ala norte, seguían con risas y gritos burlones sus movimientos. Los pobres iniciados, al tomar conciencia de la situación, sobre todo al ver a su temido entrenador Gutiérrez uniéndose a los otros e incluso aplaudiendo a carcajadas, corrían desesperados hacia sus ropas para encontrar que ya no estaban. Como parte final de la broma, habían sido recogidas por un grupo del segundo y yacían desparramadas en el patio central del Instituto. Los traspirados muchachos, al no encontrar prenda alguna que ponerse huían despavoridos hacia nuestro sector, todavía no iluminado, intentando refugiarse en la penumbra de esta área.

Las niñas, ubicadas casi todas en las primeras corridas, al verlos venir lanzaban sus femeninos gritillos. Al oírlos, algunos de los muchachos corrían alborotados hacia el centro del gimnasio, pero otros continuaban su desesperado y ciego avance hacia las gradas, chocando en su loca carrera contra nosotros y recibiendo fuertes palmazos con gran ruido por lo mojado de sus cuerpos. Ahora con mas luz aunque todavía en una semi-penumbra observaba la risa de las niñas, una de ellas todavía filmando a los pobres novatos mientras estos se empujaban salvajemente en la pared opuesta intentando cubrirse los unos con los otros y evitar así el ocupar las posiciones de mas al frente. Una niña, que me parecía de pelo colorido en la penumbra en que nos hallábamos, llegó a decir que se lo tenían merecido por lo babosos que habían sido sobre todo el que se había corrido como un cerdo delante de ellas. Se oyó a su compañera replicarle que con la cara y cuerpo angelical de aquel muchacho ella le perdonaba todo, incluso hasta que fuera maricón. Mientras todos nos reíamos con la salida de esta última niña, Gutiérrez desde las gradas les dio la bienvenida al Instituto, aclarándoles que no iban aceptar ningún tipo de hostilidad o resentimiento hacia ellos por motivo de esta iniciación, y que la revancha debían hacerla el próximo año con los nuevos ingresados. Muchos de los muchachos, algo mas calmados al ver que todos en la audiencia visible eran de su sexo, se acercaban hacia ellos exigiéndoles que les devolvieran sus ropas y los dejaran vestirse, que ya habían soportado bastante bautizo. Gutiérrez se había escabullido para evitar mas resentimientos y otro estudiante de segundo de apellido Valenzuela, conocido por todos con el sobrenombre de “El Payaso”, estaba ahora a cargo. Les informó que todas sus pertenencias estaban en el patio central del colegio y que se consideraran libres de ir por ellas. Los novatos reclamaban que se las trajeran al gimnasio mientras varios jóvenes del segundo les contestaban que ellos no eran sus empleados para hacerles este servicio, todo esto se decía en medio de grandes risotadas de los muchachos de los otros niveles. Finalmente, el Payaso Valenzuela habló diciendo “como no hay voluntarios entre ustedes que se ofrezcan a traer las cosas del patio, lo justo es que se resuelva con un partido de basketball y que el equipo perdedor recoja sus propias pertenencias y las de los ganadores y las traigan de regreso aquí a la cancha”.

Como no se oía respuesta clara el Payaso continuó “lo justo es justo, los que pierdan que hagan el trabajo y pasen la vergüenza”. Los muchachos, todavía medio cubriéndose con las manos pero ya mas en el centro del gimnasio, se negaban alegando que ya habían tenido bastante castigo. Valenzuela poniéndose serio les dijo entonces ” es cosa suya pero les advierto que los del cuarto año están terminando una recepción a pasos de la cafetería y entre las muchas muñecas invitadas mas de alguna pudiera querer conocer nuestro gimnasio a su salida”. Un muchacho alto, de pelo negro y con varios tatuajes en el cuerpo, salió del grupo y dejando de cubrir su hermosa anatomía, dijo gritando que jugarían el partido pero siempre que se hiciera súper rápido, a no más de siete puntos, y con las puertas atrancadas para que no entraran mas huevones”. Sin embargo, al tratar de formar los dos equipos y como todos se veían iguales, el muchacho tatuado alegó que así como estaban no podrían diferenciarse entre sí o reconocer a los jugadores del mismo lado y entonces habría problemas a quien pasarle la pelota. Decía que por lo menos les dieran a un grupo sus camisetas para distinguirse del otro. El Payaso Valenzuela mostrando su enojo con una mueca de labios les dijo “miren ya no pierdan mas el tiempo; los circuncidados forman un equipo, los no circuncidados el otro. Así que se reconozcan y ya”. Todos centramos los ojos en sus sexos y ellos bajando la vista y retirando las manos de ellos procedieron rápidamente a examinarse los unos a los otros aceptando finalmente la sugerencia y formando velozmente los dos equipos. Hubo un último alegato del muchacho tatuado que ahora dándonos la espalda enseñaba un tatuaje de culebra largo y verde que se extendía desde uno de sus hombros hasta casi las mismas nalgas. El chavalo alegaba que su equipo contaba con muchos menos jugadores que el de los no circuncidados, que eran diecisiete y ellos solamente nueve. Valenzuela dio por terminada la discusión contestando, que “esa no era su culpa y que de todos modos se lo tenían bien merecido por ser huevones que permitían que se metieran con sus culos y les cortaran sus instrumentos”.

El partido comenzó ya sin mas demora en medio de risas y grandes aclamaciones. No solamente se me hacía excitante verlos ahora competir en bolas, luchando con toda sus testosteronas por la posesión de la pelota sino también resultaba para todo el mundo sumamente gracioso ver las pausas que muchos de los muchachos hacían para bajar la vista y examinar a sus compañeros antes de arrojarles finalmente el balón. A pesar de la diferencia de jugadores los dos equipos se mantenían bien parejos y al cabo de algunos minutos muchos de ellos se habían concentrado de tal manera en el juego, que corrían, saltaban y se quitaban la pelota sin mostrar ya inhibición alguna. Yo por mi parte, estaba otra vez como acero, viéndolos así jugar, relucientes por la transpiración y con sus anatomías en continuo movimiento. Algunos ya mostraban la fatiga de casi hora y media de extenuantes ejercicios, resbalándose en su propio sudor al correr descalzos o ser empujados salvajemente por los otros jugadores. Incluso uno de los muchachos, un chico moreno, bajito sin gran desarrollo físico, cayó de rodillas al suelo a pasos de nuestras gradas. Se mantuvo allí, en cuatro, de espaldas a nosotros, tratando de recuperarse, con su moreno trasero elevado y las rodillas bien separadas. Su pequeña estatura quedaba compensada de sobra por su enorme desarrollo sexual con sus dos tremendos huevos colgándole libremente entre los muslos y su instrumento a sólo unas pulgadas de las tablas. Ya estaba por decidirse el juego finalmente con clara ventaja de los no cortados cuando se oyó el fuerte sonido de un silbato y luego la inconfundible voz del Sr. Barra, profesor y jefe técnico de nuestro departamento de educación física. Venía seguido por al menos 16 alumnos que jugaban representando al Instituto, todos con las camisetas azul y roja de la selección. El Sr. Barra, después de observar con una sonrisa a los novatos que habían detenido el partido al oír el silbido y verlo entrar al campo de juego con todo ese nuevo grupo, se dirigió a los promotores del evento para decirles que la iniciación debía terminar en el acto porque requería del gimnasio para el entrenamiento de la selección.

Luego dirigiéndose a los iniciados que ahora se agolpaban cerca de las barras de ejercicio, les dijo que deseaba aclarar la broma de los muchachos del segundo año en relación a los uniformes de gimnasia. Quería dejar en claro que el equipo no lo proveía el Instituto, con excepción del de la selección, y que era obligación de los alumnos traerlo cada semana. Agregó que podían, sin embargo, venir con cualquier clase de camiseta o shorts que les fuera cómodo y que por supuesto no tuviera impreso obscenidades, groserías o logos con bromas de mal gusto. Luego mirándolos nuevamente dijo ahora riendo, “obviamente con sólo el traje de nacimiento tampoco estará permitido presentarse en el recinto”. Acto seguido ordenó a todo el mundo desocupar el gimnasio. Fue entonces que nuestro sector completo se vio iluminado por los focos laterales de la pared opuesta y me vi así rodeado de decenas de otros estudiantes que ya habiéndose divertido bastante se incorporaban de sus asientos para marcharse a sus respectivas clases. Ahora veía claramente que las dos primeras filas habían sido reservadas exclusivamente para las chavalas, que entre risas y comentarios guardaban sus pertenencias y se preparaban para abandonar el recinto. Fue un muchacho alto, de pelo rubio desteñido y ojos claros, el primero que las vio dando al grupo la voz de alarma. Curiosamente era el mismo chavalo, de piel bronceada y complexión atlética, que me había llamado tanto la atención el día anterior al verlo entrar en la cafetería. Ahora observándolo, durante hora y media, saltar, correr y sudar sin nada encima, no había podido dejar de notar el tremendo contraste entre su cuerpo bronceado y perfecto de surfista y sus macizas nalgas, que resaltaban blancas como papel por la falta de sol. En todo caso, los novatos escucharon claramente a su compañero y los 25 muchachos se voltearon hacia el ala que había permanecido hasta entonces en relativa oscuridad. Al ver a tanta chavala ya de pie y sonriéndoles con cara burlona, salieron despavoridos hacia el pasillo en su loca carrera por alcanzar los camarines, los cuales el mismo Sr. Barra había puesto llave para proteger las pertenencias de los alumnos de la selección. Al tratar los pobres novicios de devolverse sobre sus pasos encontraron al grupo de niñas que ahora salían bulliciosamente del gimnasio y desesperados se apresuraron corriendo al exterior por una puerta de emergencia que conducía al patio central. Allí en el medio de este, se encontraban sus vestimentas todas amarradas las unas a las otras con una infinidad de nudos ciegos.

Yo no presencié el arduo trabajo que se dio este grupo de muchachos desatando frenéticamente sus ropas bajo el sol ya fuerte de mediodía. Estimé más necesario utilizar los servicios para asearme un poco antes de la siguiente clase. Los que presenciaron el final, sin embargo, desde el patio mismo y también desde las distintas ventanas del edificio de ciencias, decían que una vez desatadas algunas de sus pertenencias, los pobres muchachos agarraban cualquier prenda, fuera o no suya, en su desesperado intento por cubrirse rápido, incluso poniéndose directamente pantalones equivocados y sin calzoncillos. Todo esto en medio de las risas que escenas así producían, sobre todo de algunos muchachos que afanados en abrocharse velozmente pantalones estrechos que no eran ni suyos, aullaban como berracos al subirse rápidamente los cierres y descubrir que estos se habían atascado en sus áreas más sensibles al no contar con ropa interior debajo. Cuarenta minutos mas tarde desde una ventana del laboratorio de química aun podía ver algunos de los iniciados, todavía a medio vestir intentando deshacer los últimos nudos. A pesar que hay rumores que por lo pesado que estuvieron las bromas este año, el Instituto prohibirá en el futuro las prácticas de iniciación en las premisas del complejo, los muchachos del primero dicen que no los dejarán sin su revancha el próximo año. El video que me conseguí lo transferí a un DVD en casa de un amigo de mi vecino que me hizo el favor a cambio de quedarse con una copia, asegurándome que la quería solamente para mostrársela y hacer reír a su novia. Yo por mi parte he tenido al menos 10 fabulosas venidas en estos últimos quince días, recostado cómodamente en mi dormitorio viendo a estos hermosos chavalos poner con tanto entusiasmo en movimiento todos sus músculos, incluso uno de ellos llevando a las alturas aquel que no debía, todo esto bajo la férrea dirección del Vikingo y luego del Payaso Valenzuela en este excitante día de Iniciación en el Instituto.

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