Encerrado estudiando para un final muy importante
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Hacía más de una semana que no veía a mí novia porque había estado encerrado en mi casa estudiando para un final muy importante. La noche anterior no había dormido. Ese día llegué a la facultad a las 12hs. y el examen era a las 17hs. Me dirigí a la biblioteca para repasar por última vez antes de rendir, siempre hacía esto antes de los exámenes. Estaba algo distraído porque había estado toda la noche estudiando. Sin darme cuenta me puse a mirar las otras mesas. De repente me llevé una sorpresa al ver a María, una compañera que también estaba repasando para rendir.
María me volvió loco desde el primer día que la vi. Desde ese entonces no dejo pasar oportunidad sin mirarla. Tiene unas tetas infernales, muy bien puestas, redonditas y deliciosas. Muchas veces vino a la facultad sin corpiño y eso me pone muy al palo. Su culo, redondito, levantadito, muy firme y provocativo. Y su conchita es un sueño. Allí estaba, con una camisita cuyo escote era una invitación a perderse al menos unos cuantos años en esos pechos. Traía un pantalón de vestir que le marcaba su cola de una manera inexplicable y muy adherido a sus piernas que eran un paraíso. En fin, me calienta por demás.
Nunca habíamos tenido la oportunidad de estar solos, algunas veces se habían dado conversaciones en grupo. No sé si fue por lo nervioso que estaba o por la excitación que me provocaban esas hermosas tetas semiescondidas debajo de su camisa (teniendo en cuenta que llevaba más de una semana sin vida sexual) pero me acerqué a ella y comencé a conversar. Ella fue muy amable, excesivamente diría yo, y su voz siempre me ponía loco. Miraba sus labios mientras hablaba (para evitar estar mirando su escote constantemente) y me imaginaba lo bien que se vería mi pene allí adentro. Le propuse repasar juntos y ella aceptó, pero le expliqué que en ese lugar me distraía demasiado y le sugerí que buscáramos un lugar más tranquilo. Salimos de la biblioteca y a mí ya no me importaba nada el examen, me había olvidado por completo lo que había estudiado. Buscamos un aula desocupada y nos dispusimos a estudiar. Decidimos realizar preguntas sobre distintos temas el uno al otro. Yo empiezo le dije y le hice una pregunta, cuando ella empezó a responder escuché las primeras tres palabras y después me quedé mirándola sin saber siquiera de que hablaba. No podía dejar de imaginarme todo lo que podía llegar a hacer con ella. Cuando volví en mí ella estaba moviendo sus manos frente a mis ojos tratando de que yo respondiera.
– Perdón – le dije – Es que con vos no puedo concentrarme.
– La verdad es que yo tampoco tengo muchas ganas de repasar – confesó ella.
– Me gustaría hacer otra cosa… para distraernos – le dije mirándola sugerentemente.
– No nos vendría mal – me dijo ella con iguales intenciones.
No terminó de decir esto y yo ya estaba encima de ella besándola y mis manos descontroladas no paraban de deleitarse con su cola tan firme como me la había imaginado por tanto tiempo. Ella soltó un gemido casi reprimido pero fue suficiente para terminar de enloquecerme. Mis manos encendidas se dirigieron a sus pechos. Acariciar esos pechos era la gloria, no sé si quemaban más mis manos o sus pechos. Su boca semiabierta dejaba ver el fuego que guardaba esa mujer y la necesidad que tenía de ser cogida en ese mismo momento. Mi boca se dirigió a su cuello y entonces fue cuando percibí su perfume que me puso a full. Desprendí su camisa y me encontré con sus enormes pechos, los más hermosos que conocí. Salté, ya totalmente ardiente, sobre esos pechos indescriptibles, mi lengua hizo contacto con sus pezones duros como un diamante y sentí una descarga de deseo incontrolable. Al mismo momento sentí como su mano se adueñaba de mi pene, por encima de mi pantalón que parecía a punto de estallar por la erección que tenía. Su mano exploraba mi pene que había tomado un tamaño impresionante. Luego me bajó el cierre y sentí sus dedos jugando con mi humedad.
– Lindo instrumento tienes querido – me dijo calentándome más.
– Probarlo y vas a ver que rico es – sugerí.
– Eso voy a hacer – dijo cuando empezó a desprenderme el pantalón totalmente descontrolada.
Sus ojos me dejaban ver la calentura que le produjo la propuesta. Con mucha fuerza casi me arrancó el pantalón y cuando lo tuvo enfrente exclamó:
– Mi vida hace mucho que buscaba algo así.
Parece que le entusiasmó el tamaño. Lo besó suavemente y de una vez se lo metió todo en la boca. Allí comenzó a darme una mamada inolvidable. Esta mujer si que sabía dar una buena chupada. Yo sentía los latidos de mi pene que retumbaban en todo mi cuerpo. Sus labios succionaban con suavidad pero con fuerza. No podía seguir más sin clavarla.
– Nena quiero metértelo ya – le dije totalmente encendido.
– Mmmm… me gustaría pero todavía no, quiero tomar la lechita – me dijo calentándome aun más.
– Por favor – supliqué – me estas haciendo sufrir.
– Eso me gusta, que te calientes hasta más no poder. Ahhh!
– Uhhh… querías leche mi vida, aquí va…
– Ayyyy, me muero… ohh – dijo al tiempo que soltaba su primer orgasmo.
Mi pene soltó un caudal impresionante de semen. Si ella tenía sed de leche seguro estaba saciada. Pero todavía faltaba lo mejor. Ella siguió relamiendo mi pene para no desperdiciar ni una gota y cuando se terminó yo ya estaba nuevamente entero para continuar.
– Quiero más… – exigió.
– Hay más, mucho más, no te preocupes.
Terminé de decir esto y le quité su pantalón con una velocidad que me sorprendió, me encontré con una tanguita que me invitaba a hacerle todo. Le saqué su tanguita y vi su conchita muy húmeda. La tomé por sus piernas abriéndola y sentándola en un pupitre. Su concha totalmente depilada pedía guerra y yo sinceramente no sabía por donde empezar. Mis dedos se perdieron ahí adentro, pero solo por un instante porque antes de darme cuenta estaba dedicado de lleno a chupar su coño, y en cuanto mi lengua tocó su clítoris me ofreció los jugos de su segundo orgasmo. Me llenó la boca con un flujo muy delicado pero muy caliente a la vez.
– Mmm, que bien vamos, seguir con ese ritmo por favor – me suplicó cuando soltaba un gemido de terrible placer.
– He esperado demasiado este momento como para detenerme ahora – respondí.
Sin dejarla cambiar de posición me paré y coloqué mi miembro en la puerta de su cueva de mil maravillas. No pude evitar llenarme la boca con sus ardientes pechos y empujé…
– Ahhh – exclamó ella y al mirarla encontré la sonrisa de una gata muy satisfecha.
– Ahora vas a ver lo que es un buen polvo – le advertí.
Empecé a moverme lentamente mientras ella soltaba los gemidos más calientes que escuché. Era una verdadera reina cogiendo y no me quedaban dudas que le gustaba mucho el sexo. Reclinó su cabeza hacia atrás gozando cada centímetro de mi miembro y en un segundo me apretó muy firme con sus piernas en el momento que soltaba un gritito de placer, otro orgasmo la hacía gemir como una buena gata. Pero no se detuvo, sin que siguió moviéndose rítmicamente mientras se pasaba la lengua por sus labios. Era indudable que la estaba pasando muy bien.
– Ay nene, como estoy gozando… ayyyy – me dijo temblando de excitación.
En ese momento se puso violenta y empezó a moverse aceleradamente, embistiendo contra mi miembro rotundamente.
– Ahora mando yo – dijo.
– Eso vamos a verlo – respondí.
Comenzó una batalla alucinante para ver quien manejaba la situación. Pero ella hizo una jugada estratégica y mantuvo su ritmo acelerado contrayendo los músculos de su vagina, parecía saber que eso sería mortal, y así fue, ante su tercer embestida mi pene estalló llenándola de semen. Aprovechó mi debilidad momentánea y empezó a comandar ella. Su boca incontrolable se dirigió a mi pecho y comenzó a chupar todo mi cuerpo. Mis piernas temblaban mientras ella bajaba lentamente, desesperándome, hasta que finalmente llegó a mi pene nuevamente. A pesar de la debilidad, debido a mis dos orgasmos previos, mi pene respondió. Con la calentura que tenía encima no podía parar ahora. Una vez que estuvo totalmente duro ella me dio la espalda y comenzó a frotar su culito contra mi pene. No podía resistirme y tampoco quería, está bien, pensé, timonea vos.
– Te dije que yo iba a mandar – me dijo como si hubiera leído mis pensamientos.
Me empujó hacia un pupitre en una actitud de felina insaciable, y quedé sentado, se acercó y se sentó encima de mí, luego tomó mi pene y lo guió hasta su ano. Sentí ese hueco que tanto deseaba y que aun había podido explorar y me volví a encender. Quise penetrarla de una, pero ella se opuso.
– Dije que ahora mando yo – me dijo reprendiéndome – Además la tienes muy grande como para meterla de una.
No dije nada, simulando una actitud sumisa y cuando se descuidó la penetré con todas mis ganas.
– Ahhh hijo de puta, me destrozaste.
– ¿Que, no te gusta?.
– Mmm me encanta, hijo de puta, dale termina de romperme el orto.
– A la orden.
Y comencé a darle con mis últimas fuerzas. La miré fijamente y descubrí que se le habían escapado unas lagrimitas, pero su cara no era de dolor, sino de un enorme placer.
– Ah, ah dale nene, dale… que quiero más.
Sus expresiones eran casi gritos, pero como pedirle que se controle si yo tampoco podía mantener la tranquilidad.
– Mmmmm… que rico… mmm… ah – esta vez si gritó.
Entonces sentí como mis bolas se humedecían con el flujo de su último orgasmo. Ella se salió y mi pene estaba semierguido. María lo tomó en sus manos y comenzó a masturbarme, mi pene se reincorporó. Ahora tienes que terminar vos, me dijo. En ese momento, se abrió la puerta del aula y se asomó Gabi, otra compañera. No hace falta comentar su cara de sorpresa. María riéndose y con mi miembro en su mano se lo ofreció.
-¿Quieres? Te digo que es muy bueno.
Gabi estaba roja de vergüenza, pero yo pude distinguir cierto entusiasmo con la invitación (pero esa es otra historia). Salió rápidamente, pero no sin dar una última mirada a mi miembro. Cuando cerró la puerta Maria continuó con su trabajo y en dos segundos llegué agonizante a mi tercer orgasmo. Nos vestimos, tomamos nuestras carpetas y nos fuimos a rendir. Por primera vez rendí tan tranquilo.
Ah, me saqué un nueve y ella un diez. Es una buena técnica para rendir, la recomiendo.
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