Noche del viernes, sexo caliente con su hijo
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A los treinta y ocho años en esa mañana de Domingo la vista del jardín de la quinta (heredada de sus padres) a la media mañana, contemplando por la ventana el parque tan bien mantenido, lleno su mente de recuerdos, cayo como otras veces desde los 19 años en la autosastifacción, el joven jardinero era su alegría desde que estaba separada, pero con el o sin él, siempre un consolador era su amante perpetuo, cerro la cortina y se puso a arreglar su ropero, su cuerpo al ritmo de preparación física y su mente todavía deseosa de buenos momentos, la llevaron a rememorar lo sucedido la semana pasada.
La noche del viernes, encerrada en su pieza desparramada sobre la cama matrimonial con el consolador dentro, acariciando sus senos llego al orgasmo, desde hacia tiempo no requería para sus calenturas salir en busca de amantes, un ruido extraño le llamo la atención desde la pieza de su hijo sobre su pieza, un pequeño brillo desde la lampara sobre los pies de la cama, la hizo cambiarse, haciendo como si fuese al baño, fue a la pieza de su hijo (18) encontrarlo frente a su computadora aparentemente sobresaltado por su presencia, no la conformo, su pene erecto levantaba el pijama, busco una silla y le interrogó intuyendo la respuesta:
¿ Me estabas viendo?
Sonrojado, agachando la vista contesto
Un Si, entre dientes.
No pudo contenerse de tomarle su falo, parándolo frente a ella, lamió sus flujos despaciosamente, llevándolo a la eyaculación, tragar ese semen la hacia entrar en otra etapa, nuevamente activa a disposición de un cuerpo masculino, desnudarse mutuamente, penetrada con ese pene juvenil pero grande, sentada al borde de la cama levanto sus piernas sobre sus hombros estrechando un poco de su enorme cueva haciendo un entre y saca con un bombeo de un frenesí espectacular, no podía dejar de ver su cara sonriendo de cómo el sexo corto cualquier barrera de inhibición en ambos, y en verdadera una hermosa barra que dentro suyo gozaba a pleno.
No se extraño al mirar juntos los archivos de la computadora, ver muchas de sus masturbaciones, el jardinero chuleándola mientras introducía en su vagina su aparato, era la primera vez en años que hizo el amor sin su compañero, ahora fue el quién la llevo a su pieza corrió las cortinas tapando totalmente la luz, saco el consolador, introduciéndoselo besaba sus labios y acariciaba sus senos, el frenesí se apoderó de ella, dejándolo apoyado en su dedos se dio vuelta y levantando sus nalgas dejo un hermoso agujero presto a recibir lo que vengar, era su culo al cual el bombeo de su hijo lleno de semen”
Su otro amante reclamo su sesión pero no le dio lugar, a la tarde del sábado supo que su hijo la entendía totalmente, su compañero de toda la vida estaba con el, subió a su pieza como atraída por un imán, ver el falo encerrado en esos jeans, le exigió abrir la cremallera y ponerse a mamar, ambos la desnudaron y penetraron, instintivamente buscaba a su compañero (el consolador) y fue su hijo quién lo puso en su mano, el goce fue total manteniéndolo en su vagina, mientras mamaba y era culeada al ritmo infernal de un bombeo desaforado ejercitado a pleno por su hijo.
Sabiendo que le podría traer problemas negarse a su jardinero, preparo toda la noche las flores de sus agujeros para que juntos los amantes la hiciera gozar a pleno.
Solo de una cosa estuvo segura al terminar está última sesión podría dejar a cualquier amante menos a su inigualable consolador”
Saco el instrumento necesario lo calentó en las sabanas se acostó sobre ella y una vez más empezó una sesión de placer, sus flujos rápidamente bajaron dejando entrar los veinte centímetros que succionados por tramos, empujados por su mano hicieron tope en su bulba, cerrar las piernas, acariciando el clítoris, viborear sobre el placer inmenso de la penetración perfeccionada en el tiempo, una vez más la hizo acabar.
Los ruidos del ingreso de una persona no la sobresalto, tampoco su voz pidiendo que pasara a su pieza, satisfecha que era su hijo se dio vuelta para mostrar el agujero de su culo bien abierto esperando más goce extra pero seguro de menor presencia que el de su eterno compañero.
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