Mi nueva alumna tiene un cuerpo bárbaro y me dejó recaliente
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Tengo 32 años y soy personal trainner a domicilio. Esta historia pasó cuando tenía 28 y estaba de novio con Gabriela, una rubia de 26 años muy linda. Un día recibo un llamado de una chica (30 años) que quería contratarme para que vaya a su casa a darle ejercicios. Mi novia no le gustaba mucho la idea de que yo fuera a las casas de mujeres pero lo aceptaba porque necesitábamos el dinero. La verdad que nunca había ido a la casa de una mujer tan joven, en general daba clases a gente mayor. Entonces pensaba que no me iba a ser fácil si la chica estaba buena.
Cuando llego a la casa de mi nueva alumna, toco timbre y me atiende ella. Estaba vestida con unos jeans ajustados gastados y una camisa blanca, no pude evitar que se me notara mi pensamiento, estaba increíble, un cuerpo hermosos, de 1,70 mts. más o menos. Era morocha de pelo largo. También pensé ¿Este cuerpo no necesita ejercicios?. Se llamaba Diana y era maestra jardinera.
Ella me dijo que esperara que se iba a cambiar para que empecemos. Cuando volvió, otra vez la mire de arriba a abajo con mucho deseo, se vino con unas calzas de lycra bien cortas y un top de lycra también, con la pancita al aire. Confirme que en realidad tenía un cuerpo bárbaro.
Hicimos una entrada en calor y luego le pregunté qué tipo de ejercicios quería hacer. Ejercicios para tonificar las piernas, la panza y para endurecer la cola, me dijo. Bueno… allá vamos (pensé). Para que se estirara le dije que abriera un poco las piernas bien extendidas y fuera inclinando su espalda hacia adelante hasta tocarse la punta de sus pies. Mientras lo hacía la comencé a ayudar con mis manos en su cintura, me coloqué detrás de ella para marcarle la espalda bien derecha.
Verla en esa posición me hizo dar cuenta que me iba a agarrar una calentura con esa mina incontrolable. Luego la senté en el piso y le dije que se pusiera en cuatro patas para hacer ejercicios de glúteos. Yo me arrodille junto a ella y la tomé con una mano de la cintura y la otra de uno de sus tobillos para enseñarle el ejercicio. “Acá trabajas bien la cola, lo sentís?” le pregunté. Me contestó que si y que quería hacer mucho de glúteos, que era algo que la acomplejaba, su cola.
Me estaba volviendo loco
A mí me volvía loco, Mientras hacía el ejercicio yo veía como se movían sus glúteos y como las calzas se le undían bien en la cola. Hicimos varios ejercicios más y terminamos, mientras ella me contó que era divorciada, y que ahora vivía sola.
Cuando salí de la casa de Diana estaba muy excitado, no podía dejar de pensar en esas piernas y ese cuerpo tan lindo. Caminé rápido a la casa de mi novia para esperarla, necesitaba calmar mi sed sexual. Había estado erecto toda la clase, por suerte lo pude disimular. Cuando llegué a casa, Gabriela no estaba. Me tiré en el sillón de living a esperarla.
Cuando llegó sentí que mi sangre hervía, encima estaba re linda. Con una minifalda de jean y una remerita bien chiquita que decía “sex”. Gabriela era muy linda, y nunca la había engañado con otra.
Esta vez era diferente. Apenas pasó la puerta me paré y fui a besarla, la abracé fuerza, la toqué de una manera diferente. Ella lo notó, “¿Qué te pasa?”, me dijo. Le dije que la estaba esperando porque la extrañaba, y que estaba hermosa. La seguí besando muy acaloradamente, casi sin dejarla respirar, mis manos la recorrían con fuerza. Le apretaba los glúteos por debajo de la pollera y con la otra mano le masajeaba las tetas.
Gabi empezó como a querer pararme y me decía que estaba medio loco. Yo no la dejaba zafarse. “Ahora no quiero, tengo que hacer un par de cosas”, me dijo. Yo ni le contesté y la seguí manoseando y besando.
Le metí los dedos en la vagina y ella comenzó a excitarse. Yo estaba desaforado, tenía las imágenes de Diana todo el tiempo. “En serio ahora no, papi…” me decía, yo le dije que yo si quería y que no iba a parar. Le levanté la remerita y le empecé a besar las tetas, seguí bajando pasándole la lengua por la pancita, le desabroché la mini falda y la hice darse vuelta. Mi Gabi también tenía re lindo cuerpo, sus piernas eran perfectas.
Ella ya no se quejaba y estaba con las manos en la pared. Le levanté la mini y le besaba y le mordía los cachetes del culo.
Le separé las piernas un poco para pasarle la lengua por los labios, sobre la tanga. Le saqué la pollerita y ella quiso ponerse de frente, yo no la dejé. La tanga era bien cavada, se le metía hasta el fondo de culito, yo la besaba como desesperado. “Que te pasa, Jorge!!” me gritaba Gabi. “Nada, mi amor, hace mucho que no hacemos esto. Me había olvidado lo linda que tienes la cola”. “Si siempre te gusto mi cola, Jorge…”.
Sabes que hace mucho que quiero sodomizarte
“Sois un tarado, qué te pasa? Estás loco”. “Sí Gabi, estoy loco, estoy re caliente. Mi alumna nueva me dejo como loco”.
Le confesé la verdad, ella se dio cuenta que estaba fuera de mi y yo acepté que estaba jugado. “Por favor para, no quiero que me cojas!!!”, gritó Gabi. Yo ya no contesté. Estaba a punto de follar a la fuerza a mi propia novia. Me bajé los slips y la aferré bien con mis manos a la pared. Tenía una erección como hacía mucho no me pasaba. Gabi rendida me dijo: “Si quieres cojéeme, pero no me hagas la cola, sabes que no quiero.”
Apunté mi pija con mi mano para puertearle el culito, no dilataba, iba a ser difícil penetrarla. Pero lo iba a hacer igual. Ella empezó a gritar y a gemir, yo le tiré del pelo un sacudón para callarla. Con mi saliva había lubricado bien así que empecé a empujar hacia adelante y arriba, ella estaba apretada contra la pared.
Cuando la penetré pegó un grito muy fuerte, sentí que lloraba y eso, extrañamente me excitó más aún. Me la llevé así con mi pija adentro hasta apoyarla igual en el espejo de mi pieza, no quería perderme sus caras. Ella decía “Soltadme, pelotudo! Estás loco!. Me duele mucho”. “Grita Gabi todo lo que quieras, nadie te escucha y yo me excito viéndote llorar de placer”.
Cuando ya no hacía fuerzas para zafarse, la tomé con ambas manos de los lados de la cintura y comencé a bombearla con extrema rudeza. Sus glúteos se ondeaban al golpear con mi pelvis, yo le metía hasta los huevos.
Veía como Gabi abría la boquita de dolor y me ponía como loco, ella gemía desesperada, ya estaba re caliente también. “Saca bien la colita, perra” le grité. Ella se paró mejor (de miedo) y puso bien las manos en la pared y quebró la espalda para parar bien el culo.
Yo intenté hablarle mientras le daba “Perdona, pero es más fuerte que yo, me calenté con el culo de mi alumna y a vos Gabi te quería culear hace mucho ya.” “Se que te gusta en el fondo, a parte alguna vez me dijiste que querías sentirte como puta, bueno hoy lo estás sintiendo”.
Gabi lloraba y no podía ni hablar, se le cortaban todas las palabras por mis arremetidas, no paraba de cojerle el ano brutalmente. Ah ah ah ah ah, era así sin parar, sentí que realmente le dolía. Con mis manos le separaba los glúteos para poder acercarme bien ha su ano y penetrarla lo más profundo posible.
Era hermosa la sensación, la tensión del ano es sublime, aunque a esa altura yo le sacaba la pija para mirarle el culo y le quedaba re dilatado. No me costaba nada volver a penetrarla.
Antes de acabar se la saque, la tomé del pelo y la senté en la cama. Gabi lloraba de placer e impotencia. “Abrí la boca, vamos, lo último”.
Le estaba pidiendo la otra cosa que ella no soportaba, que le acabara en la boca, nuca había tragado leche. Abrió la boca casi sin resistirse, sabía que era inútil. Le metí la pija bien adentro de la boca, tomándola con ambas manos de las orejas para hacerla tragar bien la pija.
Sentí que le pasaba la garganta, le dieron como arcadas por no la deje zafarse, no podía respirar por la boca, la tenía bien apretada contra mi pelvis. Toda mi polla adentro, 24 cm adentro.
Quería asegurarme de eyacular bien adentro de su boca, que no se escapara nada. Le sacudía la cabeza para masturbarme y de pronto acabé. Fue un chorro gigante, ella se ahogo pero no la deje sacarse mi pija de la boca, babeaba leche y le saltaban las lágrimas por lo atragantada que estaba.
Yo la veía tragar porque sino se ahogaba. Yo seguí porque estaba por acabarle de vuelta, y otra vez. Se le saltaban los ojos de la tos y la leche. Le acabé prácticamente en la garganta sin dejarla abrirla boca. Cuando se la saque tosió muy fuerte y seguía babeando leche.
Yo agarré mis cosas y me fui, sabía que no había vuelta atrás con ella. Ahora quería culearme a mi alumna.
By: Jorge
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