Quitarme mis bragas ante él, un amigo de mi marido
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Lo conocí durante la fiesta de casamiento de un amigo de mi marido, apenas lo ví noté su increíble parecido con mi cantante romántico preferido, Luís Miguel, no voy a decir que era una gota de agua pero en gran medida se parecía bastante. El tipo se dio cuenta que me llamaba la atención, el problema era que él también estaba comprometido, su mujer lo tenía bien vigilado, no era para menos, después de todo esa clase de hombre era el bocado de cualquier mujer que se precie. La verdad yo parecía una mocosa adolescente, súbitamente me sentía atraída hacia él, disimulando lo mejor que podía miraba lo que hacía y aquello que no en tanto bailaba con mi marido, cuidaba mis hijos, bebía de a sorbo de mi copa de champagne o comía algún que otro bocadito.
Como en toda fiesta de casamiento siempre hay pequeños rituales que son insalvables que hacen que el ritmo de la fiesta vaya variando, que las fotos con la torta, que el vals, que la ceremonia de las ligas, el baile en general y así. En uno de esos paréntesis, con la excusa de ir a averiguar qué estaban haciendo los niños salí del salón en dirección a los jardines, mi marido estaba tan entretenido conversando con algunos de sus amigos que casi ni notó mi ausencia.
Antes de salir a los jardines busqué con la mirada la copia de Luís Miguel, ví que estaba en su mesa, abrazado a su mujer, con quien parecía tener una animada conversación; en un segundo nuestros ojos se encontraron, sonreí, entonces encaré la noche. He de reconocer que era un hombre muy elegante, lucía un traje negro, camisa blanca, corbata azul marino de seda, zapatos acordonados lustrados de manera impecable, cada tanto había visto como la mano de su esposa repasaba la solapa del saco, algún detalle de la camisa, el nudo de la corbata; lo sorprendente era que a esa altura de la fiesta se conservara tan impecable con sus ropas como si recién llegara. Esa noche yo había elegido ir con una blusa color salmón, un saco corto, una falda de chiffón, con sandalia y cartera haciendo juego, además llevaba mi cabello suelto peinado con falso ensortijado como si fuera natural; fue una suerte que desistiera llevar medias finas.
La fiesta estaba en su apogeo, en un salón rodeado por un basto parque donde había juegos para los niños, amplio estacionamiento y en un sector un enorme jardín muy bien cuidado, con árboles y bancos en los cuales sentarse. Mis hijos no estaban ahí pero fingí buscarlos dando un corto paseo, en realidad guardaba la secreta esperanza que Luís Miguel se deshiciera por un momento de su María Carey y prefiriera, por un momento, darse una vuelta bajo la noche estrellada.
Me senté en uno de los bancos a esperar, de pronto la figura de mi Luís Miguel se asomó en la puerta, decidido encaró hacia la playa donde estaban los autos, con seguridad iba al suyo, para darle un margen de posibilidad me levanté, volvimos a mirarnos, él continuó su marcha hacia el estacionamiento, yo decidí seguirlo por las mías como si tal cosa, cuando descubrió que estaba tras sus pasos pero a una discreta distancia se desvió hacia la zona donde la iluminación del aparcamiento era muy escasa, se detuvo cerca de un jeep Land Rover, la cabina del vehículo se interponía entre él, el jardín y la puerta de ingreso al salón que estaba uno cuarenta metros de distancia.
Cuando rodeé el todoterreno para llegar hasta él me llevé la gran sorpresa, pues estaba orinando como si tal cosa, me quedé petrificada en el lugar mientras él continuaba en lo suyo ahora mirándome con una pequeña sonrisa; convengamos que es muy probable que el verdadero Luís Miguel tuviera mejor estilo para mostrar sus atributos masculinos pero podemos coincidir que este Luís Miguel mostraba el suyo no sólo con orgullo sino con total desfachatez.
Cuando hubo terminado no la guardó, por supuesto, dejó que colgara flácida luego de sacudirla un poco para sacarse las últimas gotas de su orina, así las cosas yo también tenía que mostrar mi jugada por lo tanto miré para un lado, luego para el otro y una vez que comprobé que nadie nos miraba metí mis manos debajo de la falda ante su atenta y sonriente mirada para quitarme mis bragas muy lentamente, para ello apoyé una de mis manos en el Land Rover, sin agacharme ni nada, saqué primero una pierna y luego la otra; casi sin demora el diminuto puñado de encaje negro fue a dar al bolsillo de mi saco. Extendió su mano, le dí la mía, de inmediato dio un leve tirón de su parte que desencadenaron tres cosas casi de manera simultánea: primero nos estrechamos en un abrazo; luego nos besamos y esto merece cierta reflexión, tal vez no fuera Luís Miguel, de hecho no lo era, pero besaba una maravilla, con intensidad, con ganas, empujando con firmeza su lengua contra la mía y por último con la misma mano que me había ofrecido llevó la mía hasta su flácido sexo que agarré de inmediato para comenzar a meneárselo.
Un momento después hizo que me apoyara de espalda contra el vehículo, se agachó mientras levantaba mi falda, sin dudarlo ni un segundo su rostro se hundió entre mis piernas para dejar que la lengua hiciera un magnífico trabajo en mi clítoris, no sólo quise mostrarme más que dispuesta a gozar la improvisada sesión oral sino que separé un poco más mis piernas en tanto que una de mis manos hundía mi bajo vientre con la intensión de levantar más arriba mi secretísimo botoncito de placer dejando que Luís Miguel me proporcionara una de las mayores delicia de esa noche. Y no decepcionó, para nada. Con una mano me apoyé en su hombro durante mi vehemente y profundo orgasmo; un segundo después tenía la punta de mi saco a la boca para morderlo con fuerza ahogando, así, la intensidad de mi clímax con lo cual quedó su cabeza debajo de mi falda pero a Luís Miguel no pareció importarle, pues, se lo venía -y sentía- muy entusiasmado en continuar moviendo su lengua entre mis labios mudos. Visto desde arriba, era como si tuviera una pelota delante de mi vientre; después me pareció cómico dicha situación.
Pero Luís Miguel no se conformaba con dejar contenta a su secreta admiradora, él también reclamaba su parte, mientras le proponía ir hasta mi auto o el suyo sentía su aliento con el inconfundible olor a sexo femenino; él tenía sus propios planes. Levantó mi falda por adelante, lo cual era una ventaja porque la chapa del Land Rover estaba algo fría para apoyar el culo en ella, su erección era firme, hizo que separara mis piernas un poco, le advertí que sería muy difícil hacerlo así ante la diferencia de estatura, respondió no me hiciera problemas, en tanto movía su cintura como lo hace Shakira cuando baila haciéndose la árabe, pude sentir su glande jugar entre mis labios vaginales hasta que se produjo el milagro por lo cual he decidido replantearme mi agnosticismo ya que toda esa masa erecta entró de un envión. Solté un suspiro que casi se pareció a un grito ahogado, nunca jamás hubiera creído que Luís Miguel me haría gozar de esa manera en una playa de estacionamiento, contra un todoterreno, durante una fiesta de casamiento de un amigo de mi marido.
Luís Miguel movía sus caderas de manera ondulante, en cada embestida me levantaba un poco, tanto que sólo lograba tenerme en punta de pies mientras nos besábamos al borde de la desesperación sin dejar de abrazarnos. Para no perder el equilibrio me aferraba a él, con fuerza, en tanto su sexo entraba y salía de mí prodigándome demasiado placer para ser cierto, de vez en cuando tanto él como yo mirábamos para todas partes buscando posibles intrusos o fisgones, en eso estábamos cuando me abrazó con fuerza para soltar un inconfundible quejido empujándome más arriba mientras me llenaba con su esperma. Nos quedamos quietos un momento más, luego nos separamos, mientras me limpiaba sus restos con un pañuelo de papel y él hacía lo mismo con su sexo fijamos un mejor encuentro, después de eso Luís Miguel se fue a buscar su María Carey mientras yo desenrollaba mis bragas para volver a ponérmelas.
Cuando regresé a la mesa mi esposo me ofreció más champagne llenando otra vez mi copa, mis piernas temblaban, el corazón desbocado daba la impresión que iba a salirse por mi boca en cualquier momento en tanto pude ver en la pista, bailando con su mujer, a Luís Miguel quien mantenía inmaculada sus ropas a pesar de su experiencia reciente conmigo; yo me acurruqué contra mi esposo mientras este jugaba con los cabellos de mi nuca preguntando por los niños.
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