La casa de los espejos ideal para tener mucho sexo
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La gente dice que es bueno tener amigos abogados, periodistas, policías, funcionarios, albañiles…pero no se suele decir que el mejor amigo que puede tener alguien…es un feriante. Como cada año, la feria había llegado a la ciudad, así que decidí acercarme, mas que para subirme a alguna atracción, para ir a saludar a mi amigo Paco. Paco es un chaval que yo conocí hace ya muchos años, y es el hijo del dueño de “La casa de los espejos”, ya sabéis, ese laberinto compuesto de espejos, donde no consigues salir sin haberte llevado un buen golpe, llegando a ser algo agobiante al no encontrar la salida. Y exactamente junto a la salida, estaba Paco para ayudar a aquellos que se pusiesen demasiado nerviosos.
Cuando me vio se acercó a saludarme, y tras un fuerte apretón de manos, empezamos a hablar, no le veía desde la última vez que estuvo la feria donde yo vivo. Me contó que la vida no le iba mal, tenía una novia bastante formal, y lo de la casa de los espejos le daba de comer bastante bien, así que no se podía quejar. También me dijo que el que ahora no estaba bien del todo era su padre, que ya se cansaba un poco, por lo que tenían que haber contratado a otra persona para ayudarles con el negocio. Por lo visto ahora, temporalmente, les ayudaba una chica, Marta, la hija de unos vecinos suyos que para sacarse un dinero extra ayudaba de vez en cuando al padre de Paco. Justo en ese momento, como si nos hubiera oído, se acercó una chica que resultó ser ella. Era rubia, ojos verdes, delgada, y llevaba en ese momento un mono de trabajo, algo sucio ya que había bastante polvo en el ambiente. Paco nos presentó, y me comentó que estaba empezando la carrera de Empresariales, y que mientras conseguía en la feria algo de dinero para sus gastos. Resultó ser una chica bastante simpática e interesante. Estuvimos hablando un buen rato, hasta que me tuve que ir, pero Marta me pidió que esa noche volviese, que le había caído bien, y que me dejaría pasar gratis a la atracción. Yo le di las gracias, y me fui, no sin darle vueltas a eso de que me dejaría pasar gratis… ¿Llevaba alguna segunda intención? Por supuesto no iba a quedarme con la duda.
Pasó el día, y llegó la noche, y volví a la feria. Aquello estaba lleno de gente, padres con hijos, pandillas de amigos, parejas, personas mayores, que paseaban entre las atracciones, hacían colas para subir a alguna, se tomaban algo de lo que podían comer en los distintos puestos… No cabía una aguja en un pajar. Yo me dirigí directamente a “La casa de los espejos”, y allí estaban Paco junto a la salida, su padre en la puerta controlando la entrada para que no pasase demasiada gente de golpe, y Marta dentro de la taquilla cobrando la entrada. Saludé a Paco y a su padre, que me recibió con una sonora palmada en el hombro que me dejó dolorido, y después fui a darle dos besos a Marta, que me había abierto la puerta de la taquilla y me invitó a sentarme a su lado en un pequeño taburete. Allí seguimos hablando un buen rato, entre cliente y cliente que venía a pagar su entrada. Finalmente, ya sobre la 1 de la madrugada, cada vez había menos gente. Los niños se iban a dormir, las personas mayores también, y los grupos de amigos se iban a pubs o discotecas a continuar la fiesta. Fue justo en ese momento, cuando todo empezó.
Casi sin darme cuenta, y aprovechando un momento que yo estaba mirando para otro lado donde me había parecido observar una pareja detrás de una caravana en actitud “muy cariñosa”, noté como una mano empezó a deslizarse sobre mi paquete, y una voz me susurraba al oído: “Parece que tu también los has visto…y por lo que noto también te has puesto cachondo” Ahí estaba Marta, empezando a meter su mano dentro de mi pantalón, y acariciando algo que cada vez estaba mas duro y caliente. Me dio un rápido beso, y me volvió a susurrar “Te dije que te dejaría entrar gratis ¿Qué tal si comenzamos con la visita?”. Me cogió de la mano y arrastrándome y aprovechando que el padre de Paco había ido un momento al baño, nos metimos dentro del laberinto. Fuimos avanzando hacía un sitio donde uno de los espejos tenía un pequeño picaporte, que daba a una salita, también rodeada de espejos, con una especie de colchón. Marta me comentó que lo descubrió una vez de casualidad, y que le habían explicado que aquello servía de lugar de descanso los días que hacía demasiado calor en la caravana, y era verdad que se notaba algo mas de fresco que fuera. Acto seguido me empujó sobre la colchoneta, y se bajó la cremallera del mono, que al caer, y para mi sorpresa, dejó un precioso cuerpo absolutamente desnudo.
Ante mí vi una mujer delgada, pero con unas tetitas muy atractivas y suculentas, y una matita de vello rubio que cubría su pubis. Se abalanzó sobre mí, atrapando mi cabeza entre sus piernas, y dejándome todo al alcance de la lengua…así que le agarre por las nalgas, y empecé a lamerle todo muy fuerte, que notase con intensidad mi lengua recorrer de arriba abajo toda su rajita, apretando mi cara contra ella y dejando que entrase en su interior, rozando con mi nariz su clítoris. Marta gemía y gemía, y en un rápido movimiento, se levantó y se puso de forma a hacer un 69. Mientras yo volvía a devorar todo su coñito, ella sacó mi verga del pantalón, y suavemente, comenzó a besarla, dándole primero pequeños besitos inocentes desde la punta hasta los huevos, pero de golpe se la introdujo dentro de la boca, y usando su lengua, me dio un “masaje” como nunca me habían dado hasta entonces. A la intensidad de su mamada, yo correspondía con un cunilingus mucho más rápido y fuerte, lo que hacía que Marta lanzase intensos gemidos de placer.
Así estuvimos varios minutos, hasta que por fin, pasamos a la acción. Ella se tumbó de espaldas a mí, recostada sobre un costado, para que yo pudiese abrazarla por detrás. Eso hice, agarrando en mis manos sus tetas, y atrapando con dos dedos sus pezones. Marta separó ligeramente sus piernas y yo, lentamente, me fui introduciendo en ella con cierta dificultad, que ella disfrutaba ya que al no acertar bien por la dificultad de la postura, rocé con la cabecita en mas de una ocasión su clítoris, haciéndole emitir pequeños ruiditos de placer, a la vez que me daba cariñosos besos en la mejilla. Finalmente, y una vez bien acoplado, empecé a entrar dentro de ella despacito, despacito, hasta que mi miembro había desaparecido dentro de ella. En esa postura, ella ligeramente abierta de piernas de espaldas a mí, empecé a bombearle. Despacio al principio, pero acelerando progresivamente. Ahí estábamos entregándonos al placer, yo la penetraba sin descanso, y ella también colaboraba, apretando sus músculos vaginales para sentir mejor cada movimiento.
Aquello era el paraíso, pero ella quería probar mas cosas. Se dejó caer sobre mí, e incorporándose y de espaldas sin dejar que me saliese de ella, empezó a cabalgar. Yo veía su culito moverse a cada embestida, y eso me producía una excitación enorme, por lo que yo también empecé a moverme, haciendo la penetración mucho más profunda e intensa. Se dio la vuelta y siguió cabalgando, esta vez de frente a mí, dejándose caer para besarme con mucha pasión, mezclando el placer del sexo con el placer de sentir su lengua jugar con la mía. Estábamos a punto de explotar, yo notaba mis huevos que no podían mas, y su rajita ya estaba mojadísima, por lo que no tardábamos mucho en acabar, ella tras una serie de fuertes embestidas por mi parte, y yo sobre su vello púbico, como ella me había pedido, mezclándose mi esperma con sus fluidos conforme este se iba deslizando hacía abajo.
Descansamos abrazados durante unos 15 minutos. La atracción ya había cerrado, y mientras nos volvíamos a vestir, oímos pasos en el laberinto. Salimos y ahí estaba Paco, dándose un paseo por si alguien se había perdido, y cuando nos vio, pareció muy sorprendido, pero no tardó mucho en darse cuenta de lo que había pasado, y me lanzó, sonriendo, una mirada como diciendo “Que cabrón eres” En fin, todo lo bueno se acaba, y la feria se tuvo que ir, menos mal que iba a volver el año siguiente, y yo la iba a esperar con más ganas que nunca, para volver a entrar en “La casa de los espejos”.
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