A mi novia cachonda le gusta mostrar su culito
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La mayoría de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.
Me llamo Jorge, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda morocha de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola super paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasías extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.
Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocasión, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.
Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuación les transcribo lo más textual posible la charla:
– ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo
– Ni que lo digas, no pude dejar de mirárselo en toda la noche, contestó Leonardo
– También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.
– Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba más.
– Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasías.
– Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita bárbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.
En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.
A partir de ese día note lo que me excitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirándole la cola a Marcela mientras ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estábamos tomando sol en el balcón de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dándole un espectáculo bárbaro a dos jóvenes que vivían en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:
– Marce, date vuelta que te están mirando de enfrente.
– ¿En serio?
Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:
– Déjalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mí.
No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.
No supe que decir, automáticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comencé a dar crédito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocasión del baño.
Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrándole al oído le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasías de los últimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.
Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó:
– ¿Llegar hasta donde yo quiera?
– Sí, ¿por qué? ¿Hasta donde quieres llegar?, le respondí.
– Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿Me dejas?
La conversación había llegado al punto que yo ya no podía soportar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalón.
Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que ya a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.
– ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.
– No, para nada, lo único que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchísimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.
Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.
– ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?
– A varios, ¿queréis que te cuente la última vez?
– Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Sergio (el portero) y Ruben (el de seguridad) no podían sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordón de las zapatillas, poniéndole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Ruben se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.
A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.
– Bueno, si no te da vergüenza, sácate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.
Lo único que yo quería era no perderme nada del espectáculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.
Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasándosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcón con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.
Se arqueaba cada vez más, se abría los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decía en voz baja – ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a través del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Así que salí al balcón, la tome de los pelos, y ella me empezó a comer la chota, mientras yo ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaría tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabes todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos aca, no puta?, Siiii decía ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le di una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.
Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conocíamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.
A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Ruben, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcón.
Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterándome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:
– ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.
– De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcón, dijo Sergio.
– La verdad, no se de que me hablan, contesté.
– Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Ruben sonriendo.
Yo me quede mudo.
– Lo único, dígale que en el balcón no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.
– Dígale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirárselo, no es cierto Sergio, dijo Ruben.
Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la excitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles – Se lo diré.
Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.
De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Ruben, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.
Yo no podía creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.
Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cojiera en el balcón a la vista de todos.
Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conté lo de la denuncia y cuando le conté el ofrecimiento que me habían hecho Ruben y Sergio pensé que se moriría de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y después de un gemidito me dijo:
– Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?
– La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el día excitado.
– Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me cojes, podríamos decirle que subieran.
– Justamente hoy a la noche están de franco, le dije.
– Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.
– Seguro, yo tampoco lo permitiría.
Así que baje, lo encare a Ruben y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia había aceptado la propuesta de hoy a la noche.
– Estaba seguro que se moría de ganas de entregarnos el culito, me dijo.
– De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.
– Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.
– Avísele a Sergio y suban a las diez, me despedí.
Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar más grande de la casa y podríamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchón de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lámpara de pie que daba una luz más tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya había tenido un orgasmo mientras se cambiaba.
Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargándome Ruben me dice:
– Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?
– Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me excitaba terriblemente.
– Mi amor, ya están aca, ven a saludar, grite, mientras Ruben y Sergio se acomodaban en el sillón.
– Hola, como están, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.
– Buenas noches señora, respondieron a duo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.
– Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.
– Y tiene el mejor culito del barrio, siguió Ruben, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. Continuo, mientras ya se había abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.
– Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordía el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.
– Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.
– Si te gusta, hacerlo, le contesté.
Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchón, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó
– ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?
– Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, así nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Ruben.
Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos más grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vio terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:
– Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino también ver pijas grandes.
– ¿Es cierto eso mi amor?, le pregunté.
Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchón, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:
– ¿Les calienta mucho verme así?
– La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.
– ¿No tiene ganas de sacarse la bonbachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Ruben.
– ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movía el culo para adelante y para atrás.
– Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Ruben.
En ese momento Ruben se paró del sillón y fue directo al colchón donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pensé que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.
– ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocándolo con un dedito.
Es un culito que necesita que le metan una lengüita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:
– Si señor chupeme la colita por favor. Métame toda la lengua.
Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:
– Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Ven Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.
Rubén se paró, me miró como pidiéndome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Ruben, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comió la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirándolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.
Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciéndome flor de paja.
– ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Ruben
– Dígale a su marido lo puta que es, prosiguió.
Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: – Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: – córrete que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchón, sacó más el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metió el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.
Ruben se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.
– ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.
– Dígale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.
Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba más fuerte.
– Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.
Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.
Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhausta y con un hilito de sermen que le salía de su culo y Ruben agarraba su ropa y le decía a mi novia: – Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, avíseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirárselo, a lo que Marcela le respondió: – Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.