Compañeros y algo más en el sexo y la amistad

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Hacía tiempo que no veía a mi compañero de trabajo. Si bien hacemos la misma labor organizando el centro de convenciones, extrañaba verlo y mantener con él esas charlas por largo rato que hicieron que lo considere, mi amigo. Cuando conversábamos de nuestras cosas notaba en sus ojos esa mirada particular que expresa cada vez que le mencionaba a mi esposo. Era más que evidente que no le agradaba que dialogáramos sobre algunas conductas de él. A veces pensaba, los comparaba y eso me hacía caer en la cuenta de todo lo que viví y en parte padecí al lado del tipo de persona como es mi esposo. Si bien era un hombre rudimentario, yo lo amaba y aún lo amo. Actualmente estamos un poco distanciados; y lo más correcto por el bien de los dos fue separarnos por un tiempo. Me fui a vivir a la casa de mi mejor amiga Emilia. Con ella nos criamos juntas en un bonito barrio de La Florida.

Como hija de cubanos Emilia tiene la chispa y la belleza que toda mujer envidiaría. Siempre fuimos muy confidentes, compartíamos todo, hasta la ropa. También nos hemos peleado por algún que otro novio en nuestras épocas de adolescentes, aunque actualmente la considero la hermana que no tuve. Es una lástima, ha tenido miles de aventuras pero hasta el momento ninguna relación seria que le durara más de seis meses. Aún parece aquella díscola de 18 años. Físicamente seguimos conservándonos muy parecidas en cuanto a nuestras medidas. Además no somos tan adultas como para que se nos note el paso del tiempo. Al igual que yo tiene unos pechos espectaculares y unas caderas que atrapan las miradas de todos al caminar. La única diferencia es nuestro color de piel. Ella posee el típico color caribeño de mulata cubana. Y yo el trigueño de pura sangre colombiana.

Así que una vez instalada en su departamento nos pusimos al día con nuestras cosas. Me comentó que había comenzado a trabajar en promociones turísticas aquí en Orlando, que le estaba yendo muy bien económicamente y estaba perfilando un romance con un hombre mayor de unos 56 años entrado en canas, pero que la había impactado sobremanera. Un compatriota de mediana estatura, muy afable, educado, conversador y experimentado en todo. Que por esas cosas… no le gustaba mucho hablar de su vida, si bien estaban comenzando a tener una experiencia amorosa. Después de nuestra noche de charla nos fuimos a dormir ya que al día siguiente tenía que presentarme en la oficina de mi querido amigo Hugo para organizar y preparar la nueva celebración que se daría en el centro de convenciones con el fin de promocionar una nueva cadena de hoteles y los últimos paquetes turísticos. Lo que ambas no sabíamos era que trabajábamos para la misma compañía y bajo la misma supervisión. Me levanté, me di una rápida ducha y me arreglé para salir. Llegué media hora antes a la oficina de Hugo, así que me senté a esperarlo. Por mi mente viajaban nuevamente esos pensamientos comparativos sobre la personalidad de mi esposo y Hugo. Y pensaba en cómo hubiese sido mi vida si estaría casada con él. Siendo las 8:30 hs lo escuché saludar muy cordialmente a todo el personal y reparé al verlo. Ya no lo observaba con esa mirada de compañera de trabajo u amiga como solía hacerlo. Lo miraba como hombre. Estaba tan apuesto y elegante que mi mente comenzó a fantasear con él…

Nos saludamos con un beso, organizamos el trabajo y tomamos café. No le quitaba mis ojos de encima a la la vez que sentía cómo ese par de ojos verdes -cambiantes con el tiempo- me desnudaban sutilmente. Él también había comenzado a mirarme de otra forma, y me fascinaba percibir eso. Por un instante noté como su mirada se posaba en mi escote, deleitándose con el nacimiento de mis pechos. Las palabras se le entrecortaban y mi respiración comenzaba a agitarse. Si el tiempo me hace conservar algo bueno es la turgencia de mis senos, pues me permite tener la libertad de sentir la suavidad de la seda sobre mi piel. Me observaba caminar en derredor al escritorio y frente a la pantalla donde proyectaba el organigrama junto con el modelo de exposición en que se convertiría el evento. Yo, advertía como revoleaba esos preciosos ojazos en torno a mi, y ello me hacía pensar en que tendrías algo juntos.

Culminada mi tarea fui a las oficinas de la planta baja del edificio para instruir al personal. Allí vi a Emilia y me di cuenta que trabajábamos para la misma empresa. Si bien habíamos conversado sobre nuestras ocupaciones jamás habíamos mencionado la empresa para la cual trabajábamos. Así que terminada la jornada laboral nos fuimos al departamento. Yo me quedé en la casa descansando, me hacía falta; y Emilia se cambió para salir con su nueva y flamante aventura. Aquel hombre del que tanto habló y que la había cautivado. A la mañana siguiente nos levantamos y mientras desayunábamos me comentó lo bien que la había pasado. Siempre le gustaron los hombres mayores y experimentados pero nunca había vivido una relación como con éste. Yo la escuchaba atenta y fascinada, aunque jamás podría vivir algo así tan, pasional. Soy mas bien tímida y conservadora, el sexo con mi esposo cada vez era más rápido y él no hacía otra cosa mas que culminar y ponerse a dormir.

Cuando salimos de la casa Emilia se dirigió a la exposición de la cual formaba parte en un stand representando a nuestra empresa y yo fui para la oficina de Hugo. Al verlo llegar comencé a fantasear con él nuevamente. Me di cuenta que me excitaba verlo tan viril, caballeroso, educado y bien parecido… Pensaba en cómo sería tener sexo con Hugo, tomarle de su cabello negro entrecano, sentir sus besos y sus caricias, sentirlo en mi. Él no dejaba de mirarme, parecía desnudarme con su mirada. A través de la luz, mi vestido chemise blanco traslucía mi figura. Me miraba fijamente. Al notar un rasgo de lujuria destellar de sus ojos verdes me excitó y mis pezones respondieron irguiéndose. Estaba muerta de vergüenza y me sonrojé. Él se acercó y me tomó de los brazos. El simple contacto aceleró mi corazón. Percibió mi estado y me besó. Sabía perfectamente que no era hombre de mezclar el trabajo con el placer, pero la situación pudo más. Por momentos sentía deseos y cuando me besó quise rehuir su beso pero fue peor. Traté de emitir palabras para negarme cuando sentí su lengua recorrer mis fauces. Ya no podía resistirme. Sus manos tomaron mis pechos hasta sentir que desprendieron un botón de mi vestido para alcanzar mis pezones duros de excitación a la vez que comenzaba a sentir mi humedad. Golpearon a la puerta y fue al momento en que Hugo se detuvo. Se anunció un empleado requiriendo su presencia. En medio de la situación me arreglé y me retiré sin siquiera poderlo mirar a los ojos y al salir de su oficina me dijo: – te llamo!.

Llegué al departamento con tal estupor que me duché para quitar de mi sus caricias, pero mi mente comenzaba a vagar de pensamiento en pensamiento, sensación en sensación y minuto tras minuto vivido entre sus brazos.
Salí de la ducha y sonó el teléfono, era él. Pensé que quería disculparse por lo ocurrido pero no; me decía cuanto le gustaba y cuanto me deseaba. Mientras lo oía hablar recordaba su perfume, sus caricias, la presión que ejercía en mis pezones, su lengua recorriendo el interior de mi boca, su respiración en mi oído y; volvía a excitarme. Quedamos en que pasara por el departamento a buscarme para ir a cenar. No podía negar su invitación. También me gustaba y lo deseaba.

Me había puesto un vestido de jersey rosa viejo de breteles finitos y largo hasta las rodillas, sandalias negras de taco aguja, mi cabello suelto y vaporoso. Estaba lista para salir cuando el timbre sonó a la puerta. Lo hice pasar e inmediatamente rompió el hielo de la situación con un apasionado beso. Me sentía otra vez flotar embargada en una emoción de deseo. Respondí su beso y comenzamos a acariciarnos. Recorrió el contorno de mi cuerpo como si hubiese prefijado su recorrido. Descorrió los breteles de mi vestido y prendió su boca a mis pezones deseosos de él. Mis manos se enredaban en sus cabellos. Sus manos se deslizaron hacia mi cola elevando el vestido. Acarició mis nalgas y mi humedad comenzó a correr entre mis piernas. Un intenso calor se apoderó de mi. Mis jadeos eran notorios. Ya nada existía solo Hugo y yo. Descorrió el cierre de mi vestido y éste se deslizó hasta caer al suelo. Completamente desnuda me así con mis manos a su cuello y con mis piernas a su cintura mientras nos besábamos apasionadamente. Me apoyó sobre el sillón de tela de tapizaría y me besó y lamió desde mi boca hasta la entrada al placer… Allí se detuvo por un rato jugando con su lengua y sus dedos. Me sentía muy caliente, un fuego intenso se había apoderado de mi. En medio de mis jadeos y gemidos, sentía cómo mi vulva comenzaba a cobrar vida propia.

– Aaahhh…

– Te gusta? Así te gustá, eh? Mmmm… qué rica estás.

– Aaahhh… sí así… mmmm – exclamaba deseosa de más placer.

– Qué rica conchita tenéis!!! Cuanto juguito sale!

– Aaaahhh… sí, así… aaaahhh – decía jadeante mientras mi pelvis se movía al compás de sus lamidas.

– Qué buena concha tenéis para cogerte!

– Aaahhh… mmmm – continuaba gimiendo cada vez con más fuerza.

De pronto se detuvo y se quitó su camisa blanca sudorosa por tanta excitación. Su mirada inyectada de lujuria me observa deleitándose. Su miembro abultaba tanto el pantalón que cuando bajó el cierre salió a mi encuentro. Vigoroso, turgente, duro y caliente lo introdujo en mi boca. Saboreé con pasión esa hermosa verga trigueña que sabía que más luego iba a brindarme tanto placer. Pero nunca supuse cuanto…

– Aaahhh… sí, así, chúpamela bien, que rico, que bien que me la chupas!!! que buena boca tenéis! Mmmm… sí, más fuerte! – me decía en medio de sus gemidos.

La tenía entre mis manos y la presionaba fuertemente mientras acariciaba sus huevos. Sus movimientos hacían entrar y salir su gruesa pija de mi boca. Me cogió así hasta alcanzar su máxima extensión. Era un placer infinito sentir su verga acariciar mi garganta. Sentir su olor, que nuestras humedades se mezclaran. Jamás había tenido con mi esposo momentos de sexo tan placenteros y excitantes. Hugo ardía en pasión. Sacudía en mi rostro su perfecto y viril miembro como si jugara a embocarlo en mi boca.

– Mmmm… te gusta así? Jajajaja! Abrí más grande, vamos que te cojo, vamos que te gusta que te coja por la boca.

Yo, como si también jugara la buscaba desesperada hasta que la atrapé, la succioné con fuerza hasta hacerlo explotar en un gemido gutural de placer a la vez que le mordisqueaba la punta hasta hacerlo estremecer.

– Aaahhh!!! – gemía él.

Ambos estábamos muy calientes, sudorosos y sonrojados envueltos en nuestros deseos. Luego me recostó en el sofá. Con mis glúteos colgando de posa brazo del sillón, me elevó más las piernas abiertas y me cogió. El solo contacto de su verga con mi concha me estremeció. Me penetraba sin cesar. Mi vulva tensa por completo, caliente, inflamada y muy mojada se abría al placer; mientras mi vagina respondía como ser independiente devorando su verga en sucesivos reacciones orgásmicas.

– Te gusta cómo te cojo? Eh, sí, te gusta? Queréis más? Queréis más fuerte?

– Sí, más, quiero más! Así, cojeme más rápido! Aaahhh… mmm… sí, así! – gemía corcoveante deseosa de más.

Mientras disfrutábamos del placer llegó Emilia, pero sin reparar en su presencia nosotros continuamos prodigándonos placer… Emilia reconoció inmediatamente a Hugo. Por un momento quedó como absorta de
encontrarlo allí en su casa y cogiendo conmigo. Pero luego; por tantos gemidos y jadeos, se excitó. Miré hacia el costado donde supuse que estaría. Allí estaba parada al lado de la mesa del comedor masturbándose. Sabía cuanto la excitaba Hugo y cuanto ver un film erótico. Y nuestra situación la excitó aún más… Se acercó a nosotros y participó de nuestro placer. Por momentos me moría de vergüenza pero mi calentura me superó. Hugo al verla la llamó:

– Emy, te gusta? – pregunto excitado.

Emilia no parecía ella. Se agachó frente a mi y Hugo inmediatamente dejó de cogerme por coger por la boca a Emilia deseosa por él. Ver esa situación me calentó muchísimo. Saber que Emilia saboreaba la verga de
Hugo embadurnada por mis jugos me estaba dando vuelta. Él como si jugara, metía y sacaba alternativamente su pija de mi concha y de la boca de Emilia.

– Les gusta? Sí, no es cierto? Parecen dos perras en celo, calientes pidiendo por mi! – nos decía.

Pensé que con sus 56 años no tendría la potencia sexual necesaria para coger dos mujeres por tanto tiempo. Pero me había equivocado. Tenía una potencial asombroso; típico de un buen amante. Tenía tal profesionalismo que mientras cogía a Emilia a mi me montó sobre ella mientras me besaba y acariciaba mis pechos. De pronto sentí la lengua de Emilia jugar con mi clítoris ya formado todo un botón de excitación. Nuevamente me estremecí. Continuaba con mis tontos pudores y cuando quise salirme Hugo me retuvo diciéndome al oído:

– Quiero ver como te coge con la lengua, eso me excita muchísimo… eh, sentila, vamos sentila, hace de cuenta que te cojo yo.

Allí me quedé y mi calentura fue en aumento, bueno la de los tres…

– Cómo te gusta? Viste, qué bueno, nunca te cogió una mujer, no es así? Ahora te cogemos de a dos.

– Aaahhh… mmm!… – los gemidos se confundían.

– Qué ricas putas que son! Mmm… dame las tetas, mmmm… qué buenas! Están duros! – me decía.

– Aaahhh! Me duele! – decía yo al sentir que mordisqueaba mis pezones cada vez con más fuerza.

– Sentí, sentí cómo son míos. Yo puedo hacerte sentir – me decía mientras cogía a Emilia.

– Aaahhh!… much… much… much! – se lo escuchaba chúparme.

Hugo comandaba el acto a la perfección pero jamás pensé que sería capaz conmigo ya que nunca habíamos estado juntos, de tomarme de la cabeza y hacerme chupar su verga cuando la sacó de dentro de mi amiga. Me excitó verlo antes pero yo era aprehensiva a gozar del sexo así. Pero como quien no quiere la cosa me tomó de la cabeza con tanta fuerza que la llevó al encuentro con su pija. Estaba por completo engrosada, se le marcaban las venas. Dura, caliente y empapada de los jugos de Emy la introdujo en mi boca. No podía frenarlo, él guiaba mi cabeza. Trataba de emitir sonido alguno, pero no podía me ahogaba esa enorme verga trigueña. La tenía toda dentro y noté cómo eso me excitó más.

– Sí, te gusta así! Sentime… cogés mejor que una puta. Ninguna mujer me cogió así Mmmmmm!… qué rico.

– Mmmm! – apenas podía sonorizar yo.

De pronto me volteó y me hizo poner en cuatro patas. Se agachó y comenzó a lamerme toda… Mi concha estaba para bienes. Tomaba nuevamente vida por sí sola. Roja de inflamación palpitaba por más placer.

– Sí, más quiero más, así Hugo más fuerte, aaahhh… sííí… aahh! -exclamaba yo.

Emy se ubicó debajo de mi. Y se arrastró hasta alcanzar los huevos de Hugo. Yo escuchaba como le decía:

– Ven Emilia, vamos chúpame todo, chúpame los huevos, vamos cómelos!.

Y yo vi por primera vez una vagina aclamante por placer frente a mis ojos. Húmeda, inflamada y del color de las mulatas cubanas dejaba correr sus fluidos expectante por mi. Hugo me lamía sin parar y corría mis jugos hasta mi ano. Sentía su lengua jugar por allí y me daba cosquillas mientras me decía:

– Cogela!!!

Disfruté del placer de saborear una exquisita concha como si fuera chocolate a la par que escuchaba los gemidos de Emilia mientras se movía en medio de sus contracciones. Los orgasmos de todos se multiplicaban cada vez más. Sin darme cuenta Hugo metió uno de sus dedos en mi culo. Me sorprendió sobremanera y volteé negándome a eso.

– Qué pasa? – me dijo.

– No, mi culo no!!! – contesté.

– Pero por qué si es rico!!! Sí? Dame el culito despacito.

– No, yo no – respondí.

Continuó chupándome la concha y el culo cada vez con más vigor y profundidad. Sentía como me abría las nalgas y me cogía por el culo con su lengua larga caliente. Mi excitación fue creciendo. Estaba completamente encendida.

– Te gusta así? Así, sí, no es cierto?

– Sí, así, más… aaahhh!!!!! – decía mientras corcoveaba mi cuerpo sintiendo su lengua.

Me abría más y más las nalgas mientras me lamía y me cogía con la lengua hasta que mi culo comenzó a latir. Me había calentado tanto que ya había dilatado lo suficiente. Y sin darme cuenta me cogió con sus dedos. Sus dedos entraban y salían de mi vagina y con su otra mano de mi culo. Mis gemidos ya eran gritos de placer y para callarme Emilia me tomó de la cabeza y llevó mi boca a su concha para disfrutar del placer compartido.
Mi culo también habría cobrado vida propia hasta que en una embestida, Hugo me penetro con su gruesa y larga verga caliente jugosa de mi.

– Aaaahhh!!!… – grité y Emilia me calló con un beso profundo de lengua.

– Abrirte más! Así, sí… – decía Hugo.

– Sentí mi pija, te gusta? Está bien dura, viste?

– Aaahhh! mmm!… – gemía yo sin parar.

– Qué buen culo que tenéis yegua! Voy a cogerte así todos los días! Vas a desearme y pedirme que te coja así. Si vieras nena cómo abrí tu culo! Sentirme, como me la pusiste de dura. Sentí cómo te rompí el culo – continuaba diciéndome.

Jamás pensé que podría vivir algo así y reconocer que sentía infinito placer. Pero tenía razón; lo sentía. Mi culo devoraba esa excitante verga colombiana. Por algo los nacidos en esas latitudes tenemos sangre caliente. Y en mi esa sangre se encontraba presta a dejarse fluir en el éxtasis. Con Hugo lo había encontrado y qué mejor que compartirlo con mi mejor amiga de toda la vida. Mis contracciones fueron tan fuertes que rompí en varios orgasmos. Sentí una enorme sensación de orinar que iba creciendo en mi; sabía que iba a acabar de una forma descomunal. Así que Hugo se percató de ello y me chupó la concha para saborear mi eyaculación en el momento que culminara en mi último orgasmo.

– Hugo, voy a acabar… aaahhh! – y caí rendida de placer recostándome en el suelo mientras Hugo bebía mi zumo.

Luego cogió a Emilia por el culo hasta ella acabar. Después le pidió que le hiciera la paja para acabar él también sobre nosotras.

– Aaaahhhh! Así… Emy, así! Más fuerte! Así… mmm… fuerte!

Mientras Hugo eyaculaba nosotras bebíamos su sabrosa lechita extasiadas cual si fuéramos dos perras calientes.

Si de algo estábamos seguros era que de ese día en más, viviríamos juntos para alcanzar el paroxismo del placer, pues mi matrimonio había terminado.

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