Un cambio de vida solo para andar follando
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A los 45 no es tarde par empezar de nuevo… Posiblemente la historia que les voy a contar a algunos les parezca mínima, pero se que muchos otros se verán identificados en ella, o han vivido algo similar. Soy Daniel (todos los nombres están cambiados), y hace algo más de dos años empecé a revisar lo que había sido mi vida hasta allí.
Me faltaban semanas para cumplir 45 años, hacía 20 que estaba casado con la primera mujer de mi vida, si bien había tenido novias de bien joven, con ninguna había tenido contacto intimo, fruto de mi extrema timidez y de una férrea educación religiosa, y que ahora se resumía en fugaces contactos de fin de semana si no mediaba alguna discusión, lo que hacía que se espaciaran a meses una de la otra.
Hacía algunos meses había conseguido un nuevo trabajo que cumplía uno de mis sueños de juventud, el de viajar por el interior de mi país, me apasionaba recorrer esas inmensas distancias al mando de un vehículo, conocer otros lugares, otros paisajes y otras gentes. También tenía por esas fechas un trabajo de medio tiempo en un estudio de arquitectura, que podía ser el sueño de cualquier hombre, tres profesionales y dos auxiliares todas… mujeres!. Mis cavilaciones me hicieron llegar a la conclusión de que si quería salir de, según mi opinión, mi oscuro presente, pues debía abandonar mi actual forma de ser y ponerme en contacto con la realidad.
Lo primero que hice fue instalar uno de esos mensajeros en línea y buscar dentro de mis posibles destinos, gente con la cual charlar y en caso de darse, poder visitar y conocer personalmente. Debo decir que en un principio no pensaba en nada sexual, sólo quería conversar, cambiar opiniones, aprender de los demás. Siempre he sido bueno para escuchar a los demás, así que no me fue difícil encontrar personas que usaban ese medio que nos da cierta protección para descargarse, contar sus penas, sus fracasos, sus deseos más ocultos. Eso mismo empezó a ocurrir en mi empleo de medio tiempo, como sólo podía dedicarle el descanso del almuerzo, cuando no estaba de viaje por mí otro trabajo, ocupaba ese tiempo en adelantar las tareas, es así que comencé a prestarle mi hombro a la auxiliar que cumplía ese turno en el estudio.
Gladys es una morena de 1,65 de estatura, buen culo y pocas tetas, que salvo algunas infidelidades de su parte vivía una historia similar a la mía, con un esposo más preocupado por su carrera política que en su familia. Poco a poco la intimidad de las confesiones hicieron que las conversaciones se hicieran más calientes, yo notaba como se excitaba al tenerme cerca, aún cuando nunca la había tocado, solo conversábamos de lo que nos gustaría hacer en la cama. Una de esas tardes, el trabajo de la mañana había sido intenso, entre vencimientos y plazos que se cumplen y ella se quejaba de estar contracturada, me ofrecí a hacerle unos masajes, para lo cual me paré detrás de su silla, mientras masajeaba su cuello, comencé a excitarme, hacía mucho que no tocaba una mujer que no fuera la mía y la situación me superó. En un movimiento, ella apoyó su espalda en mi miembro que pugnaba por salir de mis pantalones, y dándose vuelta me dijo:
– Creo que ese también está contracturado, luego me dejarás hacerle unos masajes?
Pensando que sólo se trataba de una broma, respondí que por que no, a lo mejor es lo que necesita. Terminado el masaje, me retiré a la oficina privada donde tenía mi lugar de trabajo, y cual fue mi sorpresa al verla ingresar al rato, cerrar la puerta y oírla decir:
– Vengo a devolverte el favor.
Yo no me lo podía creer, no me consideraba un sex-simbol, es más, en esos momentos mi autoestima estaba en plena decadencia, así que contesté:
– No jodas, ya demasiados problemas tengo como para agregar el que nos descubran aquí.
Dio la vuelta a mi escritorio y se agachó delante de mí, desabrochó el cinto, abrió la cremallera de mi pantalón y metiendo la mano dentro de mi slip sacó mi miembro a media erección. Yo la miraba y no lo podía creer, nunca me había sucedido algo así y no lo esperaba, es más pensaba que de un momento a otro se pondría a reír y todo quedaría allí. Al ver mi miembro, y dado lo extraño de la situación mi miembro comenzó a crecer, ella lo vio y mirándome a la cara me dice:
– Mira lo que tenías guardado!, de haber sabido que tenias semejante aparato hace rato que ya lo hubiera disfrutado.
Y dicho esto se lo metió hasta donde pudo en la boca. Debo reconocer que es una experta en esas tareas, lo apretaba con sus labios, lo dejaba salir hasta dejar el mínimo contacto entre sus labios y la cabeza de mi pene, lo besaba, le pasaba la lengua en el tronco, nunca me habían hecho nada igual. Demás está decir que mi hizo acabar de una manera gloriosa, tantas ganas acumuladas y tanta habilidad para mamar hicieron efecto, se tragó hasta la última gota de mi semen y cuando ya pensaba que todo había acabado, lo volvía a tomar de su tronco y lo besaba diciendo:
– Cómo lo voy a disfrutar! Porque no será la última vez que la voy a tener, si otras no la saben disfrutar, yo si lo voy a hacer.
La verdad, yo estaba bastante fuera de mí, era la primera vez que estaba siendo infiel y una mezcla de miedo y deseo me ponían a mil. Esa tarde me lo pasé pensando en que todas las cosas que alguna vez había deseado hacer se estaban realizando y yo no tenía el control, alguien había tomado la decisión por mí, aunque debo decir que mucho no me resistí.
Al día después, cuando era la hora de volver al estudio, la rigidez de mi miembro delataba mi ansia por volver a sentir esa dulce sensación, esas caricias tan suaves y esa leve succión sobre mi miembro. A pesar de mi ansiedad, apenas saludé y me fui a refugiar en la oficina, no podía verla a los ojos, me sentía en falta. Cuando despidió al cliente que estaba atendiendo, repitiendo lo del día anterior, cerró la puerta principal y entró a la oficina, y se dirigió directamente a la hebilla de mi cinturón. Allí comprendí que no representaba para ella ninguna falta, era solo sexo, lo disfrutaba y no tenía pudor en demostrarlo, así que me dejé llevar, abandonaría de ahora en mas mi forma de pensar y disfrutaría de cada momento. Cuando sacó mi miembro, ya estaba tieso, listo para las caricias que le prometían, pero yo quería algo más, así que mis manos también empezaron a explorar ese cuerpo tibio que se me ofrecía.
Le desabroché la camisa y metí mis manos dentro del sostén, sus pechos son pequeños, con unos pezones chiquitos y oscuros, luego mis manos recorrieron sus costados y llegaron a borde del vaquero, busqué el botón que lo liberaba y bajé la cremallera. Metí mi mano dentro de su tanga y sentí la humedad de su sexo cubierto por una pequeña mata de pelos, mientras ella siguió besando mi miembro, llegando con sus labios casi hasta la base, pero por más esfuerzos que hacía, no conseguía tenerlo todo. A esa altura, mis deseos ya no eran los de una mamada, deseaba poseerla, le pedí que se sacara los pantalones para estar más cómodos, pero se negó, entonces se los bajé hasta los tobillos, la giré y así sentado como estaba la senté sobre mi miembro, entró suavemente, sus jugos y lo mojado que estaba mi miembro por su saliva hicieron que en la primera envestida mis testículos chocaran en su vulva, lo que hizo que soltara un quejido de placer y de dolor, al haber golpeado mi pene el fondo de su vagina.
– Déjame moverme a mí – me dijo – me vas a lastimar con semejante verga.
Y comenzó a moverse suavemente, dejaba que le entrara hasta donde sentía que la llenaba y se volvía a levantar, se mordía los labios, mientras yo le apretaba los pezones entre mis dedos, e intentaba que le entrara un poco más. El morbo de la situación, del lugar y las ganas contenidas hicieron que me corriera casi enseguida, pero mi miembro continuaba duro, así que Gladys continuó con su sube y baja, teniendo un orgasmo tras otro, hasta que ya las piernas no la pudieron sostener y se dejó caer sobre el escritorio, totalmente agitada. Se levantó de mi miembro y levantándose los vaqueros a media pierna fue al baño a lavarse, mientras yo trataba de acomodar mi vestimenta, cuando volvió me dio un largo beso en la boca y dijo:
– Hacía rato que nadie me cogía de esta manera, sentí que me ibas a destrozar por dentro, tendremos que tener cuidado ya que me llega muy adentro, pero de ninguna manera dejaré de montarme sobre esto – agarrando con su mano a través del pantalón mi miembro.
Esta fue mi primera experiencia en el sexo clandestino, pero no la última.