Experiencia y filosofía masturbatoria

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Hola amigos me llamo Alejandro, tengo 27 años, soy alto, delgado y portador natural de un falo considerable. Debo reconocer que una de mis principales virtudes radica en mi permanente predisposición a saciar los bajos instintos de mi alma; y hago bien en invocar un poco de espiritualidad a mis palabras, porque no me gustaría caer en el lugar común de quienes suelen describir sus arrebatos pasionales como si se tratasen de “los placeres de la carne”. Considero que mis incontrolables sesiones sexuales traspasan la fugacidad de mi piel y mis huesos para acariciarme encantadoramente el alma.

Desde los 11 años me zambullo diariamente en las saladas olas del deleite onanista. Poco a poco, con la práctica, fui aprendiendo los secretos de ese arte intemporal. Al principio, ciego en mi infantil ignorancia, tan sólo me descargaba en busca de la recompensa orgásmica. (En el segundo acápite de este relato -“Paja riesgosa”- se enterarán de que todavía de vez en cuando sigo recurriendo a esa simple manualidad agregándole el efectivo condimento del suspenso). Luego aprendí a disfrutar de cada centímetro de mi ser, a punto tal que me di cuenta de que el más intenso goce no se limitaba al torrente eyaculatorio; el secreto residía en hacerme realmente el amor a mí mismo sin sentirme esclavo ni de relojes ni de pacatos remordimientos infundados. En mi afán por superarme, hace unos 8 veranos aproximadamente, puse dedos a las obras en torno a la práctica de la masturbación anal. Debo confesar que penetrarme no me dejaba mayor saldo favorable que la calentura morbosa de la desafiante labor. Esos primeros resultados fueron desalentando mis futuros intentos, hasta que hace un par de años (tal vez seducido por la pornografía y la literatura del Marqués de Sade) di rienda suelta a la poca lujuria que me quedaba reprimida y me embarqué en la cautivante aventura de mi túnel anal, zarpando del puerto de mis impulsos más zarpados. Desde entonces, me estremezco en cotidianas revolcadas solitarias. Es que si bien adoro satisfacer a mis ardientes amigas con todo lo que tengo, aún ninguna de ellas ha podido darme el incomparable deleite que yo mismo me regalo.

En cuanto a los desconciertos que a todos nos genera nuestra verdadera e individual identidad sexual, creo oportuno compartir con ustedes mi humilde teoría: si cada uno de nosotros somos capaces de entregarnos con gusto al autoerotismo, ¿cómo podríamos suponer que únicamente pueden darnos placer las personas del sexo opuesto? La maravillosa sensación del goce compartido se basa más en el hecho de comprobar como el otro disfruta de nuestra compañía, que en la condición genérica de ese amante. Sin lugar a dudas cada cual tiene sus preferencias. A mí, por ejemplo, me gustan las mujeres; pero eso no significa que me niegue a reconocer que así como soy consciente de que con sólo acariciarme me pongo a mil, también sé que si alguna vez un hombre me toca hasta el fondo, no la voy a pasar nada mal. Al descubrir la masturbación trasera me di cuenta de que esa impensada felicidad siempre estuvo al alcance de cualquier hombre; incluyendo al que se considere el más macho de todos. Sólo quien se anime a esa práctica podrá conocer lo que realmente significa tener un deshago sexual intenso… sentir como la rítmica entrada y salida fálica nos conduce directamente al trance más delicioso. Quien se asuste ante los míticos comentarios de los dolores desgarrantes, debería saber que con una lenta dilatación y un buen lubricante no se puede sentir molestia alguna. Ahora, si a alguno le gusta sufrir por su afición sadomasoquista, sólo deberá taladrar de un empujón su culito virgen con cualquier palo seco… Sobre gustos no hay nada escrito (salvo esto y otras cosas).

En síntesis: dado que tanto mujeres como hombres nacemos con un ano prácticamente simétrico, ¿por qué no darle, sexualmente hablando, la misma utilidad? Es obvio y cierto que no todas las mujeres han experimentado la penetración anal, pero los comentarios que cuentan son los de quienes sí han adquirido experiencia en la materia; y ellas no hacen más que hablar maravillas sobre la cuestión. Lo mismo sucede con los hombres. Llegando a este punto de mi razonamiento me he preguntado lo siguiente: ¿seré bisexual o gay por tener la certeza de que si un hombre me penetrara gozaría más o tanto como cuando yo mismo me sodomiso? Por lo que tengo entendido, mi respuesta casualmente coincide con la opinión general de psicólogos y expertos en sexología: no importan los actos que uno haga sino el caudal de atracción que uno sienta. Si te gustan más las mujeres eres hetero; si te calientan más los hombres, eres homo. Se entiende que la bisexualidad siempre está presente. Lo admitamos o no: todos somos bisexuales; aunque sea mínimamente. Pero en definitiva los calificativos poco interesan. Lo importante es llegar a tener una vida sexual lo más satisfactoria posible.

Como habrán notado (a pesar de mi carácter tranquilo) llevo fuego en las venas, y me enardece aún más la idea de ofrecerles a ustedes un par de modalidades que suelo emplear en dichos quehaceres autodidactas. Aquí van. Espero que les agrade:

Corrida Multiorgásmica

Elige un día en que estés solo en tu casa. Baja todas las persianas, cierra las puertas con llave y pasadores (incluyendo las internas que rodeen tu cuarto), desnúdate completamente (quítate hasta el anillo), comienza a hacer poses y gestos sexuales de todo tipo (si tienes un espejo grande para verte, mejor), gime apasionadamente, túmbate en la cama, agárrate la pija con pasión desenfrenada para comenzar luego a meneártela muy lentamente. Acomódate sobre tu costado izquierdo, toma una almohada, póntela entre la raya de tu culito, bien adentro, y comienza a apretar reiteradamente los muslos con toda tu fuerza; aprisiona con tus nalgas la almohada hasta más no poder. Comienza a hacerlo en forma lenta mientras que rápidamente te acaricias las tetillas. A medida que avances aumentará tu excitación e irás más rápido; sentirás en cada contracción un hermoso orgasmo, el corazón se te acelerará muchísimo, te invadirá un sudor caliente, no podrás evitar una cadena de gemidos… cuando sientas que tu mástil, a pesar de que mientras tanto no la has tocado, esté a punto de explotar, detente y descansa hasta que bajen tus latidos.

Ahora pásate un dedo por la punta de tu sexo. Notarás que tiene algo de líquido seminal. Llévate ese dedo a la boca y verás como tu saliva comienza a hacerse burbujeante y abundante. Comienza a babearte, deja que la saliva chorree, escúpela y desparrámala con las manos por todo tu cuerpo (especialmente en la zona anal y en tus bolas y pija). Ahora métete uno por uno los dedos de tu mano derecha en el culo, bien despacito. La saliva no basta, tendrás que recurrir, por ejemplo, a la vaselina. Poco a poco tu esfínter se dilatará hasta permitirte los cinco al mismo tiempo. Clávate un consolador (no importa si es casero) y empieza con un meta y ponga duradero. Acaríciate mientras suavemente la verga. Contrae el culo, cosa de que sientas bien a tu inquieto huésped. Cuando no des más empieza a pajearte con todo y con el consolador adentro, estirando bien las piernas. Poseído por el placer, gritarás, te saltará la leche extraordinaria y abundantemente y sentirás como diez orgasmos consecutivos. A pesar de semejante descarga, a los pocos minutos sentirás la necesidad de comenzar todo de nuevo y así sucesivamente hasta que te quedes rendido pero con una relajada sonrisa de oreja a oreja.

Paja Riesgosa

Trata de pajearte en lugares donde corras el riesgo de ser sorprendido: vestidores de tiendas de ropa, cines, teatros, autobuses, depósitos, callejones, ascensores, baños públicos (cuando sólo haya alguien del otro lado de una de las puertas). Eso sí, no vayas a dejar luego el rastro blanquecino de tus orgasmos… Sería de muy mal gusto. Ten siempre a mano papel higiénico.

También puedes hacerlo dentro de una casa, oficina o cualquier otro sitio, siempre que tengas un control fiable del lugar por donde andan las demás personas que estén bajo tu mismo techo. Por ejemplo, si sientes que están charlando en uno de los ambientes ubicados a unos 10 mtros., procede rápido: bájate los pantalones y calzoncillos hasta la rodilla (este aumento del riesgo aumentará tu deseo) y procede a tu gusto (si usas combinaciones de técnicas, mucho mejor). Acabarás rápidamente pero con un orgasmo muy intenso.

También te recomiendo que de vez en cuando te la casques en público sin que nadie lo advierta, a través de uno de tus bolsillos.

Por hoy eso es todo. Quienes quieran intercambiar mails calientes, o hacerme llegar cualquier inquietud, escríbanme a [email protected]. Prometo contestar.

Apasionadamente:

Alejandro X.

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