Los hermosos pies de mi morbosa jefa

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Soy un chico de Madrid de 23 años, os voy a contar una historia que me ocurrió el año pasado con mi jefa donde tuve mi primera experiencia adorando unos pies femeninos, siempre me he considerado algo fetichista de las mujeres maduras, de 40 a 50 años, sobretodo de aquellas que gracias a la genética o a algún arreglito en la clínica de un cirujano se conservaban de maravilla, claro esta que su posición social y su dinerito les ayudaba a ello.

La primavera pasada, aun trabajaba en mi anterior empresa de seguridad en uno de mis destierros me toco custodiar unos locales y un piso en el barrio de Salamanca muy cerca de la calle Serrano, un piso de unos 600 metros cuadrados, totalmente deshabitado y abandonado lo que no quita que costase una autentica millonada y sus dos respectivos sótanos que iban a empezar a reformar para montar un negocio productivo. Aquello estaba abandonado, había un cuartito lleno de polvo y porquería que en pocos días y tras unas cuantas horas de limpieza intensiva conseguí adecentar. Una mesa, un cuarto de baño… y allí pasaban las horas fresquitas al ser un garaje desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde, yo solo, con mi televisión portátil, mi discman con dos altavoces pequeñitos, mi música, mis libros, mis revistas, (había que pasar el tiempo lo mejor posible). La dueña del piso y los locales, Sonia, era el tipo de mujer escultural que a mí me atraía y me volvía loco, madurita, adinerada con un cuerpazo de cine, pija y sibarita a mas no poder y con un gusto y clase exquisita.

Ella era Rubia de un metro setenta aproximadamente, solía ir a hacer una visita a supervisar el estado de las obras y del local y por supuesto a supervisarme a mí, cosa que hizo el primer día dándome un repaso de arriba a abajo quedando satisfecha por haber cambiado al antiguo vigilante gordo, cuarentón y de aspecto sucio por un chaval como yo de 22 años en aquella época, de metro ochenta y cinco, moreno de ojos verdes y con cuerpo de gimnasio, no soy gran cosa pero se que soy el tipo de jovencito que a una mujer así le gusta. Uno de los días me fije en sus piernas y posteriormente en sus botas y me encantaron aquellas botas de tela vaquera con una suela de madera clara con tacón fino pero no excesivamente alto. He decir que todo lo relacionado con las medias, los pantys, los zapatos de tacón, las botas “fashion” de cualquier estilo y las botas de cuero me vuelve loco así como en verano me pierdo en el metro fijándome en los pies de las mujeres mayores, sobretodo aquellos que son bonitos y más aun si llevan las uñas cuidadas y pintadas con laca de algún color llamativo morado, verde, azul perla… A veces en casa de alguna de las amigas de mi madre me he visto en el cuarto de baño que su dueña había dejado allí sus botas o sus zapatos y al poco rato estaba oliendo aquellos zapatos, y frotando mi polla totalmente empalmada por aquellas botas, hasta incluso llegar a correrme dentro de ellas… y sin duda he disfrutado mas con eso que con alguno de mis polvos, por el morbo, por simple fetichismo o por el riesgo a ser pillado por una mujer de 45 años maciza perdida con mi polla metida entre su bota soltando una catarata de semen espeso y ardiendo.

Aquella mañana mi vista no se separaba de sus botas en ningún momento, aquellas botas aquellas piernas subiendo hasta su culo enfundado en aquella minifalda de tela negra, aquellas medias color carne con liga de blonda que se perdían mas allá de sus rodillas.

A veces charlábamos, me comentaba lo indignada que estaba porque no le diesen el permiso para las obras, etc. Ella tenia un Lancia Ypsilon color verde aceituna lo cual confirmaba mi teoría de que la gente adinerada no da mucho la nota, eso si, su ropa siempre era de marca y de lo mejorcito, aquella mañana fue con una amiga decoradora de unos 30 años morena, que tampoco tenia desperdicio, después de estar allí haciendo algunas fotos, mirando unos planos y tomando unas medidas se despidió de su amiga que se apresuro a cojer su fiat stylo y marcharse allí dejándonos solos. Yo me quede con Sonia que me trajo un café de la cafetería que había al lado, aun no eran ni las 11 de la mañana con lo cual le agradecí el café. Me comento que se acababa de comprar unas botas en el corte Ingles y sentada encima de la mesa con las piernas cruzadas enseñándome aquellos muslos enfundados en aquellas medias negras me pidió que le ayudase a descalzarse… me volví loco en aquel momento intentando que mi emoción no me delatase, me temblaban las manos cuando cogí y empecé a bajar la cremallera de aquellas botas de tela vaquera… emanando aquel olor y sintiendo aquel tacto.

– Es que ayer no pare en todo el día, y tengo los pies un poco hinchados.

Ante mí aparecieron aquellos pies, perfectos, simplemente sublimes y perfectos, con las uñas pintadas de granate, ninguna dureza, nada… suaves y preciosos.

– Que! ¿Te gustan mis pies? – me lo dijo mirándome a los ojos con un morbo y una complicidad extraña, como si me sonriese y me provocase al decírmelo con lo cual yo me quede mas parado y ensimismado aun.

– Eh, si, están muy bien cuidados.

– Pues si, hay que cuidarse por fuera y también por dentro lo que no se ve, y mi dinero me cuesta en cosméticos y cremas.

Diciendo esto saco crema hidratante del bolso y me pidió que si le podía extender un poco, yo aun con las manos semitemblorosas le empecé a dar la crema por toda la extensión de sus pies, por la planta, el talón, entre los dedos… quedándome las manos un poco grasientas y resbaladizas por culpa de la crema, e impregnadas del delicioso olor de los pies de aquella mujer.. estaba empalmado como una fiera y hasta me dolía, ella lo noto, puesto que se quedo ahí mirándome fijamente el bulto de mi pantalón.

– Que! ¿Te vas a quedar ahí ensimismado toda la puta mañana o que? A que esperas… chupame los pies!.

No hizo falta decir más. No me lo podía creer, aquella mujer estaba ordenándome lo que siempre mas había deseado que era rabajar y adorar los pies de una mujer de su edad, morbosa, con un cuerpazo, madurita, pija y con unos pies preciosos.

– Vamos que no tenemos todo el día ¿eh? y más te vale que me hagas un buen masaje y me trabajes bien esos pies, que no sé si ni te lo mereces porque todos los días tengo que aparcar en doble fila por tu puta culpa de dejar aparcar a la gente en mi vado.

Aquella forma de hablar me volvía loco, en los 4 meses que la conocía su trato era exquisito con la gente, educada, me trataba hasta de usted, y me trastornaba aquel cambio tan radical. Comencé a chupar el dedo gordo de su pie, sujetando cuidadosamente su pie con mi mano dándole un masaje en la planta despacio con mis dos pulgares desde el talón pasando por toda la planta hasta la zona de los dedos. Su sabor era delicioso, estaban limpios recién duchados de por la mañana con el olor de la crema que tenia algo floral y el olor del jabón que había usado para ducharse… chupe la planta, el talón, sus dedos, el hueco que había entre sus dedos, no podía aguantar mas y me desabroche el cinturón con la mano libre y empecé a bajar mi pantalón cuando de repente sentí en mi cara un bofetón que me dejo un picor en la cara queme duro un poquito madre mía que hostia.

– Pero serás cerdo? vale que se te ponga dura pero quien coño te ha dado permiso para que te bajes los pantalones y te agarres tu sucia polla para masturbarte? Te lo he dado yo acaso?.

– No

– Chupa y saca de la bolsa ahora mismo mis botas nuevas, quédate con los pantalones bajados, me gusta ver esa pollita dura apuntando al techo pero ni se te ocurra acercar tus manos a ella… entendido perrito?.

– Si Sonia, no me la tocare.

– Si jefa, soy tu jefa que no se te olvide.

– Si Jefa, como usted mande.

Saque de la caja sus botas nuevas, de piel marrón claro, como con un estampado de cocodrilo y madera oscura en la suela, taconazo alto y fino de unos 8 centímetros. Me pidió que se las pusiese después de que se quitase la falda y me ordeno abrochárselas y seguí trabajándoselas, aun sabían y olían a piel recién estrenada. Aquel olor impregnaba el cuarto el olor a piel nueva y a crema hidratante, empezaba a mezclarse con el sabor de su piel a medida que iba subiendo por sus piernas y sus muslos me cogió y de repente estaba frente a ella besándome, intercambiando nuestras lenguas, jugueteando una con la otra. Menuda lengua y como la movía la cabrona.

– Ahora me vas a comer otra cosa que ya sabes.

Dicho esto me bajo hasta su vientre, comencé a darle besos por toda aquella zona, por sus muslos, por la parte interna de sus muslos chocando mi nariz con aquel tanga negro que ocultaba una pequeña parte de vello púbico, le retire el tanga hacia un lado con mi boca y comencé a saborear su cueva del placer, sintiendo todo el calor que emanaba de ella, aquel sabor a miel, aquel sabor que te dejaba pegado. Seguí degustando y disfrutando de su sexo, mientras ella se acariciaba los pezones, cada vez su sexo ardía mas hasta que estallo en un orgasmo empapándome toda la cara, se termino de quitar el sujetador y quedaron sus tetas al aire que comencé a chupar ella bajo y comenzó a masajear suavemente y despacio mi polla que se había vuelto a poner dura al instante, me quede arriba y ella bajo y frente a mi se metió mi glande en su boca, dándole un pequeño mordisco y jugueteando con su lengua alrededor de mi polla hasta que al fin se la introdujo entera, comenzó a mamarmela ayudándose con una mano deteniéndose justo en el glande para juguetear con su lengua en el frenillo dándome un gusto indescriptible. Me hizo sentarme en la silla y frente a mí comenzó a cabalgarme con un ritmo tremendo, mientras yo seguía succionando sus pezones y agarrandole las caderas mantenía el ritmo mientras le daba algún que otro cachete en el culo.

– Venga follame así cabron, como me gusta sentir tu polla clavada en mi, te gusta como cabalgo eh?

Estuvo así cabalgando sobre mí hasta correrse nuevamente justo antes de que yo sacase mi polla y comenzase a eyacular sobre su vientre… unos chorros de semen caliente y espeso que adornaron aquella piel cuidada y morena por los rayos Uva ella con aquellas manos de dedos largos y uñas afiladas se extendió mi semen por su tripa no sin antes recoger un poco en el dedo índice y pasárselo por la boca rebañando como una golosa mientras me miraba con morbo. Se volvió a arreglar el pelo, se puso su minifalda, y poniéndome el tanga sobre mi nariz, dejándome embriagado de nuevo con el olor de su sexo se vistió del todo y se fue diciéndome que si quería volver a repetir tendría que ganar muchos puntos.

No volvimos a follar pero el ultimo día antes de que quitase la seguridad del local, vino su chofer a dejarme un sobre.

– La señora Sonia ha dejado este sobre para usted

cogí el sobre y cuando el chofer se marcho yo me quede recogiendo de allí mis cosas pues era el ultimo día que cumplíamos servicio allí. Con mis cascos escuchando algo de buena música encendí un cigarro y abrí aquel sobre encontrándome una sorpresa muy especial… aquel tanga que hace unos días llevaba mi jefa y enrollados entre el había 6 billetes de los verdes de 100 euros cada uno. Yo no me lo podía creer guarde el tanga en mi mochila envuelto en una bolsa y me guarde los 600 euros en la cartera pensando en darme algún capricho con ellos al día siguiente en las tiendas de ropa joven de la calle Fuencarral.

Cerré la puerta, y con cara de felicidad me despedí de aquel sitio, le di las llaves al portero y nunca mas volví a saber de Sonia, ni de sus pies, ni de sus botas… eso si, me acordare de aquella primera experiencia saboreando unos pies femeninos durante mucho tiempo.

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