Buenos momentos vividos – I, II, III
Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Para aquellos que hayan leído alguno de mis relatos anteriores, soy un adicto a las maduritas desde que tengo uso de razón, pero no por ello dejo de lado al resto de las mujeres.
En el año 1990 me inicié como docente, más precisamente el 17 de Agosto. Como todo profe nuevo, tuve mi primer experiencia en una escuela a la que nadie quería concurrir por estar muy alejada de centro urbano de la ciudad. Mis alumnos y alumnas iban en tres cursos. Los vi crecer, hacerse hombres y mujeres y con ello, desarrollarse físicamente. Sucede que verlos con los clásicos guardapolvos y ropas holgadas, hizo que no prestara demasiada atención, salvo casos puntuales.
No pasaban desapercibidas 4 mujeres: Lola (“la gallega”) de voz estridente, cabellos ondulados hasta media espalda, ojos color avellana y cara bastante agraciada. Flavia (“la vasca”), sencillamente hermosa, rubia, voluptuosa, muy simpática y absolutamente femenina, siempre perfumada, una muñeca. Claudia, morocha, ingenua a más no poder, tímida, de buenas formas y rasgos delicados. Brenda, pelo negro enrulado algo más largo que una melena, ojos celestes cautivantes, algo “rellenita” pero muy atractiva, la más delicada de las 4.
¿Por qué las describo? Porque 30 años después fui invitado al 50 aniversario de la escuela y volví a verlas, ya siendo mujeres hechas y derechas. Lola, Claudia y Brenda son docentes ahora y han seguido el legado que tratamos de inculcarles, Flavia es una próspera comerciante del pueblo.
Volviendo atrás en el tiempo, recuerdo cuando las vi a las 4 por primera vez sin sus uniformes, con vestidos de gala para el festejo de su egreso como alumnas de la escuela. Más de una vez le había hablado a mi ex pareja de ellas y de sus compañeros, pero verlas así vestidas en diciembre del 94 me llevó a mis primeras peleas conyugales: eran tan atractivas, tan bellas que no podía dejar de mirarlas y más complicado aun cuando las 4 me habían elegido para entregarles sus diplomas de egresadas. Hubo besos, abrazos afectuosos que los celos de mi ex no soportaron.
Mi pareja se cayó a pedazos y mi relación con ellas se hizo más estrecha, dos semanas después fue la cena y baile de los egresados, a la que concurrí solo, bailé con las 4, nos divertimos como nunca y cuando finalizaba el evento, me invitaron a quedarme en el pueblo a pasar la noche, ya que la bebido había pegado bastante y no era aconsejable manejar y recorrer los 60 kilómetros de retorno a casa.
Obvio que no había hoteles, y fui alojado en la casa de Lola. La mirada de furia de Flavia hacia Lola era notable, discutieron por quien me llevaba a su casa, mientras Claudia y Brenda reían por la situación.
Recorrimos caminando la distancia hasta su casa, entramos y nos fuimos a tomar unos mates antes de acostarnos, charlamos animadamente y al momento de despedirnos, ella me dio un beso corto en los labios: “Descansá Ale, mañana te llamo a desayunar, para que vuelvas a casa”. Me quedé de piedra tras ello, me guio a una habitación que estaba libre, con una cama amplia. Repitió el beso y animado por el alcohol, la tomé de la cintura y transformé ese beso ingenuo en uno más profundo e intenso, Quise llevar mis manos a su cintura para acariciarla un poco más, pero me detuvo en seco: “tranquilo, que están mis padres” dijo antes de salir del cuarto. Quedé calentísimo y con ganas de más, pero no hubo chance. Me dormí casi al instante y creo que aquel sueño duró por horas, pero solo fueron 5. Me despertó un beso suave, abrí los ojos y vi a Lola al costado de la cama, solo vestida con una remera larga, descalza: “Buenos días dormilón, son las 11 y mis padres volverán pasado mediodía” dijo mientras corría las sábanas y se metía en la cama. Hubo besos, caricias y minutos más tarde se montó sobre mí para iniciar un momento mágico, apenas levantó la remera y me mostró que no había nada debajo. Se refregaba sobre mí buscando excitación y cuando lo logró, bajó el bóxer y acomodándose, se llevó la verga a su interior. Cabalgó por unos 15 minutos hasta llegar a su orgasmo, y se quitó rápidamente de encima, evitando que le llenara la conchita juvenil de leche. “No quiero embarazarme y traerte problemas, cuando vuelvas para los exámenes de diciembre, trae preservativos y lo hacemos completo” dijo mientras sacudía mi verga hasta hacerla descargar todo su contenido. Me limpió con la remera, y salió rápidamente de la habitación.
Me vestí y la encontré ya preparada para salir: “vamos al salón que nos juntamos a comer algo y seguir la fiesta” dijo mientras abría la puerta para salir de la casa. Fuimos hasta donde ya empezaban a llegar los alumnos y alumnas, para limpiar el lugar, ordenar y compartir un almuerzo. Me excusé para irme y caminé rumbo al auto. “¿Vas para Monte? ¿Me tirás allá? Escuché la voz de Claudia a mis espaldas, me giré y la vi vestida de pollera corta y camisa clara, acompañada de sandalias a tono. “Dale, vamos” le respondí.
En los primeros 30 kilómetros la charla trató sobre la fiesta de la noche anterior, hubo un pequeño silencio y ella abordó el tema más caliente.
Claudia: anoche se puso pesada la noche, Lola y Flavia querían llevarte a casa, están loquitas por vos y no saben disimularlo
Alejo: ¿estás segura que fue tan así?
Claudia: claro, llevan meses planificando cómo hacer para estar con vos.
Alejo: no lo hubiera imaginado
Claudia: pero no son las únicas, hay otras que son más reservadas que piensan lo mismo
Alejo: no creo que sea para tanto
Claudia: hay dos profes con arrastre en la escuela: vos y Guille el de gimnasia, que seguro ya se acostó con varias.
La charla se fue volviendo más íntima y noté como Claudia iba demostrando que ella era una de las interesadas. Cuando estábamos llegando a la ciudad, me invitó a pasar a su departamento (estaba preparándose para el curso de ingreso de la Universidad y ya estaba alojada).
Dejé el auto a buena distancia del edificio y fuimos caminando hasta el ingreso, sacó la llave en el bolso y abrió la puerta, subimos dos pisos por escalera, yo detrás de ella observando como meneaba la cola y la corta pollera dejaba ver el nacimiento de sus curvas.
Entramos, fue a dejar el bolso en la habitación y nos sentamos a tomar unos mates mientras seguíamos con la charla. “¿Me esperas? Voy a buscar una masitas a la panadería” dijo mientras abría la puerta y salía rumbo al negocio.
Estando solo, me pudo la intriga y poniéndome de pie, recorrí el pequeño departamento. Una habitación con una cama de buenas dimensiones, con ropa desparramada en sillas y por el piso, un baño algo desordenado, donde podía verse alguna que otra toalla y llamativamente un pequeño tendal donde colgaban tres prendas: un brassier negro y dos tangas muy pequeñas, casi hilos dentales diría.
En un rincón, un cesto de ropa para lavar, donde asomaban jogging, remeras y una camisa. Estuve tentado de revolver el cesto, pero escuché pasos acercándose a la puerta, apuré el paso y volví a la cocina, al momento que Claudia entraba.
Dejó sobre la mesa un paquete y se puso a calentar agua y cambiar la yerba del mate. “Espero no haber tardado mucho” dijo mientras apagaba la hornalla. En un movimiento brusco, volcó parte del agua al piso y patinó con ella. Se dio un golpe en la cadera, que la hizo trastabillar, apenas pudo aferrarse a una silla para evitar la caída. Se quejó de dolor y se puso pálida: “estoy mareada” dijo mientras se afirmaba apenas en la mesada. Solo atiné a acercarme y tomarla en brazos para evitar que cayera, le acerqué una silla pero le costaba sentarse por lo que quiso ir a la habitación y recostarse.
La acompañé, la dejé recostada y fui en busca de hielo a la heladera. Volví al cuarto y sentándome a su lado coloqué el hielo en la zona golpeada. “Te hago venir para hacerme compañía y terminás atendiéndome por torpe” dijo mientras pasaba una mano por su frente, quitándose sudor.
Alejo: tranquila, tratá de reponerte, me quedo con vos.
Claudia: Gracias, ¿me tapás? Me dio frío
Alejo: te saco las sandalias y te tapo.
Puse mi mano en uno de sus pies y le quité el calzado, cuando quise repetir el trabajo con el otro pie, subí la mirada y me topé con la pollerita subida, dejando al descubierto una tanguita rosa que se oscurecía en la parte inferior del triángulo, por los vellos que poblaban el sector, eso provocó una reacción en mi entrepierna, que traté de disimular. Saqué otra sandalia y le ubiqué las piernas en la cama, para taparla, al subir las sábanas y la frazada acaricié sus piernas desde los tobillos hasta el borde de la pollera. Suspiró con el roce, extendió sus manos y atrapó la frazada que colocó al borde de sus pechos.
Claudia: no debería decirte esto, pero ¿me acompañas?
Se corrió hacia un costado y me dio espacio para tenderme junto a ella.
Claudia: quién diría que te tengo en mi cama… ja ja ja
Alejo: en tu cama, no dentro de tu cama
Claudia: ¿te gustaría estar adentro?
Alejo: podría ser
Claudia: dale, te invito
Me quité parte de la ropa, el calzado y me metí junto a ella en la cama. Tenía su cuerpo tibio, se giró para ponerse frente a mí y comenzó a contarme de su vida, anhelos, ideas y proyectos. En ningún momento intentó nada que pudiese imaginar como una invitación a algo más que compartir el lecho.
Pasó una hora y se la notaba repuesta, habíamos charlado mucho, cuando de pronto me dijo: “En mi mochila, hay algo para vos. Andá a buscarlo. Te espero.”, levantó levemente las sábanas y me invitó a salir, le hice caso y fui a la cocina a buscar la mochila. Revisé en el interior y encontré un blíster de chicles, una billetera y una caja de preservativos. No pude más que sonreírme, guardé los preservativos en un bolsillo y tomé el blíster en la mano. Caminé hasta la habitación y desde la puerta le mostré los chicles.
Se rió de buena gana. “¿Sólo eso encontraste?” mencionó, no había dudas sobre lo que vendría.
Volvió a abrir la cama, ya no había pollerita ni camisa, solo el brassier blanco de puntillas y la tanguita rosa. Me dejé solo el bóxer y me metí rápidamente entre las sábanas. Me recibió con un cálido abrazo, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Entonces surgió el primer beso, las primeras caricias y el crecimiento del deseo.
Pechos de buen tamaño aunque no gigantes, piel suave (típica de una jovencita), entrepierna tibia (algo húmeda) y boca deseosa de ser besada. ¿Cuánto tiempo fue? Una hora quizá dos en las que solo nos dedicamos a besos y caricias que fueron incrementando su humedad y mi calentura.
Claudia: no soy experta, más bien necesito que me enseñes como moverme y qué hacer para disfrutar el momento. Sé delicado, por favor.
Le hice caso, me comporté delicadamente, traté primero sus pechos con besos y lengüetazos suaves, lentamente bajé el elástico de la tanga y dejé al descubierto su Monte de Venus, casi lampiño, apenas cubierto por pequeños vellos; bajé una de mis manos y me dediqué a acariciarla para tratar de tener la temperatura y la cantidad de jugos necesarios para lubricarla. Cuando creí que estaba en el momento justo, me ubiqué sobre ella, abrí sus piernas y comencé a rozarla con la verga. Fueron los segundos necesarios para enfundarla en un preservativo. Ahora si estaba listo.
Jamás creí que esos movimientos la llevaran a gemir tan intensamente, era más que claro que no había sido muy activa, y eso se confirmó cuando los primeros centímetros de verga fueron entrando en una apretadísima vagina. Llegué a creer que era virgen, ya que cuando pude entrar por completo, dio un grito profundo. Me detuve y permití que se acostumbrara a mí sin moverme, dejando que ella iniciara los movimientos.
Cuando se relajó, imprimió más velocidad a los movimientos, los gemidos crecían hasta el momento en que no aguantó más y explotó en un orgasmo furioso. En cambio yo estaba a mitad de camino, producto de la actividad de la mañana con Lola y la tranquilidad con que me tomé el sexo con ella.
Pasaron unos minutos y volvimos a la posición inicial, Uno junto al otro.
Se veía radiante, satisfecha, feliz y con la sensación de haber gozado profundamente.
Claudia: quiero que te quedes conmigo todo el día, me enseñes más que esto.
Sonreí, la bese tiernamente y nos fundimos en un abrazo, descansamos un tiempo y la invité a darnos un baño juntos. “Es necesario para lo que viene” le dije mientras íbamos camino al baño. La enjaboné y limpié por completo, hice lo mismo conmigo y sin vestirnos volvimos a la cama. “Quiero que me cuentes tus experiencias y lo que queres aprender y conocer” le dije.
Me contó con detalle su escasa experiencia, cuál era su fantasía y cuáles sus necesidades al momento del sexo. “Quiero experimentar todo lo que puedas enseñarme” remató mientras desplazaba las sábanas y se mostraba lista a empezar. Jugamos un rato para lograr algo de temperatura, volví a besar sus pechos, di mordiscos en sus pezones hasta dejarlos durísimos, casi al borde del dolor y rozando su vientre con mis labios fui bajando rumbo al centro del placer. Intentó detenerme como si no se animara a más, forcé suavemente las piernas para que las abriera y una vez acomodada, comencé a lamer su raja, de punta a punta. Jugando con la lengua, despegué los labios vaginales y traté de hallar el clítoris que fue emergiendo lentamente.
Los primeros gemidos se iban transformando en aullidos de placer, la intensidad de su deseo crecía y me hundía la cabeza entre sus piernas, guiándome.
Estaba totalmente encharcada, fruto de mi saliva y sus flujos. “No aguanto más, métela por favor” dijo liberándome de la presión. Elevó las piernas a mis hombros, abriéndose al máximo para recibirme. “Me falta el preservativo” balbucee, pero no le importó y me llevó a su interior, el bombeo fue intenso y aún más la explosión del orgasmo mutuo. Por primera vez, el semen regaba sus entrañas y pareció disfrutarlo al máximo.
Claudia: tranquilo Ale, hace más de dos meses que me cuido, me estuve preparando para este momento
Alejo: Me hiciste trampa, nena mala y te voy a castigar por eso.
La giré para ubicarla sobre mi, apunté a su vagina y la mandé a fondo. Se empezó a sacudir con ganas y una intensidad genial. Así llegamos a nuestro segundo orgasmo.
El resto del atardecer y la noche fue de besos y caricias, charlas y confesiones: “Jamás me animaría a recibirla por detrás, dicen que es muy placentero, pero siendo tan estrecha, me dolería demasiado” dijo antes de dormirse abrazada a mí.
Al amanecer, me vestí, le preparé el desayuno y después de despertarla con un beso, me fui a casa.
Los tres meses del verano fueron un aprendizaje continuo, al iniciar Marzo tuve que mudarme a otra ciudad por cuestiones laborales, diariamente cruzábamos charlas por internet y viajaba los fines de semana para verla.
El 15 de Marzo me presenté a trabajar y noté un cambio en la escuela, mis horarios habían sido disgregados y ya no era redituable viajar tanto por el sueldo que recibía. Al salir de la última clase me encontré con Lola: “hola perdido, ¿cómo estás? ¿te enteraste? Alguien habló y están buscando la forma de sacarte del medio. Las mujeres despechadas son complicadas, te entregaron pero como somos mayores de edad, te van a invitar a irte” dijo mientras encendía un cigarrillo.
No podía entender como había sucedido todo, pero era claro que alguna de las 4 había echado a correr los rumores y en un pueblo, son regueros de pólvora. El 25 de marzo presenté la renuncia y no volví al pueblo hasta 25 años después, pero eso será la segunda parte de esta historia.
Espero sus comentarios, y más que nada tu opinión.
PARTE II
Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Esta es la continuación de una historia que lleva momentos vividos en mi vida como docente.
El 15 de Marzo del 95 me presenté a trabajar y noté un cambio en la escuela, mis horarios habían sido disgregados, la tensión en la Secretaría era evidente, la justificación de los cambios eran poco creíbles. Enfrenté las clases con normalidad, pero algo había cambiado.
Al salir de la última clase me encontré con Lola: “hola perdido, ¿cómo estás? ¿Te enteraste? Alguien habló y están buscando la forma de sacarte del medio. Las mujeres despechadas son complicadas, te entregaron pero como somos mayores de edad, te van a invitar a irte” dijo mientras encendía un cigarrillo.
El 25 de marzo presenté la renuncia y no volví al pueblo hasta 25 años después, y eso es parte de esta historia.
Ya retirado de la docencia, jubilación mediante, me he dedicado a escribir buena parte de mis historias que puedo compartir con ustedes. Entré al correo electrónico ya que estaba esperando el mail que confirmaba la publicación de mi última producción, cuando encontré una tarjeta de invitación al festejo de los 50 años de aquella escuela donde me inicié.
Reconozco que me sorprendió, pues estaba clara la situación que me había llevado a dejar el lugar. A medida que la fecha se acercaba, dudaba más y más si debía concurrir, pero algo me impulsaba a viajar allí.
Ahora vivo a más de 200 kilómetros del pueblo y cuesta recorrer la distancia en auto, pero algo me decía que valdría la pena.
Ese viernes, el despertador sonó a las 6 de la mañana, me di una ducha para despertarme, me vestí para la ocasión, subí al auto y me puse en marcha.
Las casi dos horas que demoré en llegar, las utilicé en pensar a quienes hallaría, cómo reaccionarían al verme y cuál sería la mía cuando me encontrase con viejos conocidos.
Al tomar la rotonda de acceso a la localidad, me había transformado en un manojo de nervios y más aún cuando luego de estacionar me encaminé al portal de la escuela.
Ingresé y tuve mi primera sorpresa: Brenda era la encargada de recibir a los invitados. Ya era una mujer hecha y derecha, esos ojos celestes y el cabello enrulado negro no habían cambiado para nada, se la veía mucho más estilizada que como la recordaba; avanzó dos pasos hacia mí y me abrazó fuertemente “Sabía que no nos ibas a fallar, te estábamos esperando Alejo” dijo mientras me plantaba un beso en una de las mejillas. “Pasá, que después hablamos un rato. Vas a encontrar a muchos conocidos” mencionó mientras me señalaba el lugar donde se preparaba el evento.
El primer paso estaba dado y evidentemente algunas heridas habían cicatrizado luego de tanto tiempo. La siguiente en aparecer y acercarse fue Claudia, quien acompañada por su esposo e hijos se había ubicado en lugares asignados previamente, el saludo fue afectuoso con las presentaciones de rigor y un murmullo en el oído derecho: “Con lo que me enseñaste, hoy tengo una familia feliz, Gracias profe” y se sonrió antes de volver a sus asientos.
La dama de compañía me ubicó en un asiento en la segunda fila de invitados, los de mayor edad ocupaban las primera. Separados por un pasillo, estaban los padres y benefactores de los alumnos de la escuela, entre ellos resaltaba una melena rubia, un vestido espectacular y una figura más imponente aún: Flavia, acompañada por su padre, era centro de miradas y las principales atenciones por parte del personal. Giró su cabeza, me observó e hizo un movimiento de cabeza a modo de saludo a distancia. No había cambiado prácticamente nada, seguía siendo la más atractiva.
El evento dio comienzo, se reconoció al personal más antiguo, a las dos primeras directoras del establecimiento y así fueron pasando las distinciones, hasta que llegó mi momento: me entregaron un presente y fue en ese instante en que varios me reconocieron. Obviamente los kilos, las canas y el paso de los años los habían desorientado un poco.
Cuando el acto formal concluyó, llegó el momento de los reencuentros, los abrazos, los besos, los apretones de manos sinceros (y otros no tanto), charlas y recuerdos a raudales.
Brenda, ya despojada de sus obligaciones formales, se acercó y se colgó de mi brazo, Me llevó a saludar a cada uno de los conocidos y rememorar tiempos pasados. Antes de dejarme con un grupo de ex alumnos me dejó una frase picante: “No puedo creer como te me escapaste, no supe cómo llevarte conmigo”. Me guiñó un ojo y se fue meneando ese trasero que tanto atraía.
Estaba en plena charla cuando alguien me tapó los ojos, casi colgándose y con la clásica voz estridente dijo: “¿Quién soy?”. No había duda alguna ya que era una voz inconfundible: Lola estaba a mi espalda y me afirmaba un par de tetas voluminosas. Destapado de ojos, giro de cuerpo y un abrazo tan o más fuerte que el de Brenda, que se completó con un beso sonoro y una sacudida de cuerpo. “Bienvenido Alejo, ¡¡cuánto tiempo sin verte!! Estás igual que hace 25 años, no como nosotras” dijo entre carcajadas.
Solo la ex directora, que había provocado mi salida, se acercó y saludó con altísimo grado de hipocresía.
Hubo un ágape que se extendió por casi dos horas, durante el cual se acercó Flavia y con la delicadeza que la caracteriza, saludó y dejó otra frase intrigante: “Espero que te quedes a la cena de esta noche, habrá varios interesados en charlar informalmente con vos”.
La charla con los ex alumnos era buenísima, recuerdos, historias, anécdotas, todas rematadas con risas. A medida que avanzaba el tiempo, las familias se retiraban, solo quedando aquellos que habíamos ido solos. Fue entonces cuando Jorgito (ya mucho más crecido pero con la misma frescura y desparpajo de siempre), me empezó a torturar con que estuviese en la cena del reencuentro.
Para mí, hacer 600 kilómetros nuevamente solo para la cena era agotador, y trataba de excusarme de mil maneras, hasta que sugirió algo que avalaron Berta y Lola.
Jorge: Negro, quédate, no viajes. La vasca (Flavia) tiene 3 casas que alquila a “trabajadores golondrina” para la época de las cosechas, ahora están vacías. Dejame hablarlo con ella y te ubico seguro.
Desapareció y se fue detrás de Flavia, Con Lola y Berta colgadas de cada uno de mis brazos, recorrí la escuela nuevamente, viendo las instalaciones, y saludando a los antiguos profes y los nuevos que casi ni me conocían. Estábamos terminando el recorrido cuando volvió a aparecer Jorge.
Jorge: listo Negro, todo arreglado. Ahí te paso la dirección de la casa y te acompaño a comprar algunas cosas para almuerzo y cena.
Recibí un beso en cada mejilla por parte de mis guías turísticas y alguna insinuación tal como “Esta noche vamos a recordar buenos viejos tiempos” o “No te me escapás esta vez…” por parte de ellas, provocando sonrisas de los presentes.
Fui con Jorge a hacer las compras y en el camino me contó buena parte de lo acontecido cuando dejé de estar en la escuela. Así me enteré que Berta jamás formó pareja, aunque hubo algunos noviazgos, Lola se había casado con un ex compañero de curso pero el matrimonio duró casi nada, aunque dejó un hijo en común. Flavia se casó con un muchacho ajeno al pueblo, de buena posición económica, que la hizo una empresaria importante y que lamentablemente falleció en un accidente casero (lo tumbó un caballo y le golpeó la cabeza con sus patas) y desde entonces se ocupó y preocupó por los negocios, prosperando de manera importante.
Terminé las compras y cargué la dirección en el GPS del celular. Minutos más tarde llegaba a una casa de buenas dimensiones casi en las afueras del pueblo. Algo rústica, pero grande. Podía verse las persianas entreabiertas, pero no había movimientos. Estacioné bajo unos árboles, bajé del auto, encendí un cigarrillo y me dispuse a esperar que llegara alguien a recibirme.
Llevaba unos 10 minutos esperando cuando se abrió la puerta de ingreso y vi como aparecía Flavia. Ya se había cambiado las ropas de gala y vestía una calza, remera clara y sandalias bajas.
Flavia: pasá, te estaba esperando.
Me dejó pasar, cerró la puerta y me condujo al comedor. Dejé allí las cosas y siguiéndola, me mostró una habitación preparada para que utilizara, me mostró donde estaba los sanitarios y me dio las instrucciones para el uso del lugar. Fuimos juntos a la cocina, buscó en una alacena un equipo de mate, me lo alcanzó mientras ponía el agua a calentar.
Flavia: ¿seguís tomándolo amargo?
Alejo: si
Flavia: genial, te hago compañía un rato y me voy a casa.
Charlamos durante una hora, donde me contó lo que había sucedido cuando me “invitaron” a renunciar. Se corrió la voz que varios docentes estaban enroscados con alumnas: el más complicado era el profe de gimnasia, que dejó embarazadas a dos de ellas entre el viaje de egresados y un campamento de fin de año. Formó pareja con una y debió hacerse cargo de la mantención del otro hijo, lo más grave es que el tipo era casado y tenía familia en otro pueblo: un verdadero quilombo.
En cuanto a mí, una despechada habló y lanzó comentarios que me perjudicaron, pero al no haber embarazos ni parejas, solo quedó en rumores que el tiempo fue aplacando.
Flavia: una tarada que nos dejó a todas con las ganas de conocerte mucho más.
Alejo: Jamás entendí lo sucedido, pero no quise tener problemas, era muy nuevo en la docencia.
Flavia: Eras una de las atracciones de la escuela, si hasta chicas de otra escuela cercana pidieron pasarse para conocerte. Tenías tu arrastre.
Alejo: ¿Tenía? ¿Tiempo pasado?
Flavia: Hoy ya sos un hombre y nosotras mujeres adultas, sabemos a lo que nos exponemos al vivir en un pueblo chico.
Alejo: Lo decís como si todavía hoy pudiese surgir algo
Flavia: y va a pasar, no tengas dudas.
Me constó entender que algo sucediese con apenas una horas en el pueblo, era difícil de aceptar. Ella se puso de pie y dejó en la mesada el mate y el termo, todo hacía suponer que se iría, pero no.
Flavia: cuando hoy te vi en la escuela y cómo te miraban Berta y Lola, me imaginé que ellas te llevarían a sus casas, pero no se animaron. Pero seguro que esta noche, alguna va a dormir con vos.
Se acercó y sin mediar palabra me estampó un beso. Me tomó de la mano y me llevó a la habitación.
Flavia: pienso ganarles de mano y sacarme el deseo de saber cómo sos en la cama. Algo sé de vos, Claudia es muy amiga y no tenemos secretos.
Se quitó las sandalias, tomando el borde de la remera la desplazó de abajo hacia arriba, la retiró dejando a la vista un brassier de puntillas blancas bastante chico y colocando las manos en los laterales de la calza, la bajó hasta retirarla por completo y exhibir una tanga minúscula haciendo juego con el brassier.
Flavia es una mujer hermosa, proporcionada, voluptuosa, tentadora y ante eso quien podría resistirse. Me acerqué, le di un beso en los labios y recorrí lentamente cada una de sus curvas. Mientras yo lo hacía, ella desprendía mi camisa, para dejarla caer, se apresuró a bajar el cierre del pantalón y luchó con el botón para que al desprenderlo también cayera al suelo.
Había urgencia en sus movimientos y yo pretendía algo más tranquilo, me empujó a la cama y estando ella de pie, desprendió el brassier dejando esas terribles tetas blancas, coronadas por pezones rosados, erectos a más no poder. Bajó la tanga hasta los tobillos y moviendo alternativamente los pies, se despojó de ella. Tenía la concha absolutamente depilada, parecía virginal, rosada y pequeña. Brillaba de excitación.
Flavia: si Claudia no me mintió, quiero que me hagas llegar al orgasmo con un oral delicioso, por eso me preparé así.
Se trepó a la cama gateando, acercándose a mi lado, para una vez ubicada a la altura justa, pasar una pierna por sobre mi pecho y ubicarse exactamente a la altura de mi boca. Se afirmó a la cabecera de la cama y se puso al alcance de mi lengua que no demoró nada en recorrerla por primera vez, tenía un perfume especial, muy dulce que se mezclaba con las primeras gotas de sus flujos. Me aferré a los cachetes del culo, contundentes, para poder moverla adelante y atrás: los gemidos provenientes de su boca no demoraron en salir.
Ella aumentaba el movimiento, hasta casi ahogarme entre sus piernas. La detuve unos segundos y abriendo sus labios, metí mi lengua dentro de esa concha rosada. “Si!!! Eso estaba esperando!!! Quiero más!!!” pedía mientras metía y sacaba mi lengua de su cueva. Por momentos se estremecía y en otros se dejaba caer para sentirla bien adentro.
“Ya me vengo, no pares, que me estoy viniendo” dijo mientras aceleraba al máximo los movimientos de sus caderas. El orgasmo llegó y me empapó de flujos. “Ponete atrás y penetrame, dame otro orgasmo ya” dijo mientras me descabalgaba y se ponía de culo en pompa. “Métela, métela rápido antes que se enfríe”, me ubiqué detrás y dejé que la verga se fuera entre los labios vaginales. Entró fácilmente, favorecida por los jugos. Me aferré a la cintura y se la dejé tan adentro como pude, ella hizo el resto sacudiéndose hasta que no pudo más y en medio de un grito de placer entregó el segundo orgasmo. No había podido acabar dentro de ella, por lo que retiré la verga, completé una buena paja y derramé toda la leche en el culo y la espalda.
Se detuvo y trató de recuperar el aliento. “Claudia tenía razón, tu lengua es mágica y el pene alcanza para quedar satisfecha” dijo mientras se dejaba caer en la cama. Ni siquiera al momento del sexo dejaba de ser una señora fina y delicada, hasta para hablar.
Habrían pasado unos 20 minutos y se levantó del lecho, me miró y después de lanzar un beso al aire se fue de la habitación, para volver 10 minutos después, dispuesta a vestirse para dejar la casa.
Flavia: sería genial pasar más tiempo juntos, pero tengo que irme. Gracias por regalarme esos momentos súper placenteros. Algo tengo que dejarles a las chicas. No cambies la ropa de la cama, que se acuesten sobre mis jugos.
Dicho esto, salió y se fue de la casa. Quedé cansado, pero satisfecho. Me di una ducha y me recosté en otra de las piezas a descansar. Unas 4 horas después, desperté, ya estaba anocheciendo; volví a vestirme, comí algo liviano y me dispuse a ir rumbo a la fiesta.
A las 21:30, cruzaba el portal de acceso y buscaba ubicación en el salón. Una alumna me llevó a una mesa especial, donde compartiría con otros profes la cena abundante y muy bien regada. La charla fue animada y en un momento dado, salí rumbo al patio a fumar un cigarrillo. Se acercó Lola, me quitó el cigarrillo de la mano y lo consumió. “¿Dónde te ubicó Flavia? ¿En la casa de la entrada?” preguntó, a lo que respondí afirmativamente. “Buenísimo, esa queda cerca de casa” comentó mientras se acercaban otros comensales a disfrutar de un cigarrillo en el exterior. Berta, pese a no fumar, también se acercó y se incorporó al grupo de charla. “¿Descansaste bien o te tuvieron ocupado? Me susurró al oído en medio de una sonrisa picaresca. “Todo tranquilo” le respondí pero seguramente no quedó convencida ya que insistió sobre si había estado solo o acompañado, sin dudas ya algo se sabía.
Berta: no soy Flavia ni Lola, me gustaría estar con vos, pero no hoy. Acá se sabe todo en cuanto sucede y seguro que esta noche alguien más estará en tu cama.
Diciendo eso, me dejó un papel en el bolsillo, un beso en la mejilla y volvió al salón.
La noche transcurría entre charlas, bailes y agasajos, siendo casi las 4 de la mañana, me sentía bastante cansado por lo que comencé a despedirme de los conocidos para poder irme a dormir.
Me sorprendió que nadie se aproximara mientras salía, por lo que subí al auto y me fui rumbo a la casa que Flavia me había facilitado. Ingresé en ella, me preparé un café y cuando estaba por irme a la cama, me llegó un mensaje por WhatsApp desde un número no agendado “Dejá la puerta sin llave, en un rato estoy ahí” decía. Obviamente tendría visitas, pero ¿quién sería?
Fui a la habitación, dejé la ropa en una silla y me acosté tan solo vestido con el bóxer habitual. Minutos después, la puerta principal se abría y una silueta femenina hacía su ingreso a la casa. En silencio, se aproximó a la habitación donde ya estaba acostado, se quitó las ropas y se metió bajo las sábanas. No había dudas era Lola, su perfume la delataba; no habló en ningún momento, se ubicó sobre mí y comenzó a besarme con intensidad. Lola es muy espontánea, sin filtros, tanto con su accionar como con su lenguaje: esto último se ha transformado en algo que me excita y mucho.
Abrió las piernas, para que la pequeña mata de vellos rozara sobre mi vientre. Recién en ese momento se despegó unos instantes de mi boca y dejó en claro a qué venía y qué pretendía de esa noche.
“Mirá Negro, vine a garchar ya que hace casi tres años que no tengo una verga adentro. Desde que volví al pueblo no me entra nada en la concha, debe tener telarañas y se apretó seguro. Quiero buenos polvos, que me chupes bien chupada, dejame llena de leche, ni se te ocurra ponerte un forro” fue el monólogo que recitó antes de empezar con las actividades de cama.
Aprovechando el espacio libre, giré sobre ella y liberado de sus labios, bajé los míos a esas tetas grandes, de pezones duros y de gran tamaño. “Eso, chupamelas hasta que me duelan” parecía una radio sexual, no paraba de hablar y eso me estaba poniendo cada vez más caliente. Noté como los pezones se erguían como piedras, apuntando al techo. Las apreté tratando de juntarlas y que ambos pezones casi se rozaran entre ellos, cuando los tuve así, ya no chupé, más bien comencé a morderlos y tironear de ellos.
“¡¡Uff!!, como me gusta eso, me estoy mojando como una yegua. Comeme la concha, no seas guacho, haceme acabar y te prometo una chupada de verga con tragada de leche” dio mientras empujaba hacia abajo mi cabeza.
Pasé la lengua desde las tetas hasta llegar a la concha hirviendo. Flexionó las piernas, levantó las caderas y ubicó una almohada debajo, dejándome más comodidad al momento de comerla.
Extendió sus brazos y abrió los labios de su almeja, dejando liberado un clítoris algo más oscuro, inflamado y reclamando atención.
“Chupalo, mordelo, meté la lengua adentro, que el primer polvo se viene rápido” dijo guiándome a lo que quería recibir.
De más está decir que a esas alturas la concha parecía tener una canilla abierta al máximo, despidiendo jugos de manera descontrolada.
“¡¡Estoy acabando!! No se te ocurra salir de ahí, ahhhh!!” gritó mientras tensaba el cuerpo a tope y retenía mi cabeza entre sus piernas abiertas.
Sentía como le latían los labios vaginales ya enrojecidos de tanto ser chupados y mordidos. Aflojó la presión y cayó rendida.
“¡¡qué manera de acabar, que gusto y cuanto hacía que no me sentía así de puta!!” dijo mientras recuperaba la tranquilidad.
Alejo: me alegro que te haya gustado.
Lola: Me encantó, espero que cuando me la metas me dejes igual de feliz.
Subí hasta ubicarme a su lado, me recargué sobre un codo y quedé de frente a ella. “Tenes una canilla de jugos” le dije mientras la miraba.
Lola: tres años sin coger, solo alguna paja cuando mi hijo se va con sus amigos de joda, Es mucho tiempo sin verga
Alejo: ¿por qué no te buscas alguien que te atienda?
Lola: ¿Estás loco? Acá tardas más en vestirte que el pueblo en saber con quién te encamaste.
Alejo: en alguna escapada a la ciudad, podrías conseguirte algo
Lola: ni loca, no sabés con quien te encamás y cómo te puede ir. Dos chicas de acá la pasaron mal en algún viaje a Buenos Aires, no querido, prefiero mis deditos.
Mientras descansábamos me contó un poco de su vida, la infidelidad que la llevó a divorciarse y volver al pueblo para retomar su vida. “quién te dice que cuando ya me estabilice definitivamente me busque un buen partido y vuelva a formar pareja, no es sencillo con un hijo de 17 años” remató antes de volver a besarme, dispuesta a un segundo round.
Las caricias se fueron haciendo más intensas, los besos más profundos y la humedad volvía a hacerse presente, mientras mi verga recuperaba tamaño.
“¿Cómo queres garcharme? ¿Qué posición te gustaría más? Estoy dispuesta a dejarte elegir, te lo ganaste” ronroneó mientras me acariciaba la verga buscando que se pusiese lo más dura posible.
Alejo: ¿te parece en cuatro?
Lola: ¿por qué no? Acordate que llevo tres años sin verga, andá despacio que está apretada, nunca fui muy abierta y con la falta de sexo, se cerró.
Alejo: ok, te la chupo un poco, la mojo bien y después vamos metiéndola
Lola: suena prometedor, voy más al borde de la cama y me la metés de parado, así te ayudo abriéndome bien.
Encendí la luz de la mesa de noche, para poder ver bien lo que estaba punto de disfrutar, tal lo acordado, se movió hacia el final del colchón, separó las piernas, abrió bien los cachetes del culo dejando a la vista una raja cerrada algo pronunciada por el tamaño de la cola y un agujerito anal muy apretado.
Se ubicó de cara al colchón, en el centro de la cama, se arrodilló levantado el culo tanto como podía. Era un espectáculo buenísimo, tenía a una hembra dispuesta a garchar sin compromiso, más que sacarse las ganas y la necesidad acumulada.
Me puse detrás, pasé un dedo desde el inicio de la raja hasta rozar el anillo anal y dio un respingo: “Ojo con mi culo que es virgen, ni se te ocurra meterla ahí” pidió casi como un ruego. “Dejame hacer y después vemos que pasa” dije mientras empezaba a deslizar la lengua a través de la concha. Pasada a pasada, los flujos empezaban a brotar. “¡¡Cómo me gusta esa repasada de concha!! Pasaría horas disfrutando de esa lengua” comentó mientras aspiraba fuertemente. “¡¡Eppaa!! Acá hay olor a concha, pero no es mío. ¿No me digas que ya estuviste cogiendo acá? No hay pendejos sueltos… ¿Te la sacudiste a Flavia? Es la única capaz de depilarse toda”
No le respondí y seguí dedicado a mi tarea.
Enfilé la verga a los labios que se abrían muy lentamente, apoyé la punta y traté de empujar. “Despacito que está cerrada, vamos poco a poco, yo te llevo adentro” pidió mientras ayudaba abriendo los labios para que aquel agujero fuera recibiendo centímetro a centímetro. Cada tanto se detenía para amoldarse, gemía cada vez que introducía un poco más, iba lento pero cada vez más profundo: “Uuufff cuanto tiempo sin una verga adentro, me siento igual que cuando me desvirgaron, está tan cerrada que me cuesta meterla” murmuró unos minutos antes de sentir como mi cuerpo hacía tope con el suyo. “Ahora si, a moverse despacio pero entrando y saliendo, me encanta estar empalada” comentó mientras empezaba a moverse.
Cada entrada era correspondida a un gemido y la salida a un bufido. Mandó una de sus manos a la concha y se acariciaba ayudando con la lubricación, por momentos me acariciaba la base de la verga cuando entraba al máximo. “¡¡Qué puta soy, cuanto disfruto de una verga!! Está lista, movete que quiero sentir la leche llenándome la concha, clavame a fondo, dale” pidió en medio de un grito que hizo que la embistiese con más furia. Ya no gemía, gritaba y recibía chirlos en los cachetes del culo, alternados en uno y otro. Se descontroló totalmente, se sacudía como poseída pidiendo más y más. Noté que ambos estábamos al límite y sin dudar, dejé caer varias cargas de saliva en el agujero del culo y sin dudar le mandé el dedo medio a fondo.
“¡¡Ese dedo, me está matando, movelo y haceme acabar como una yegua!!” gritó segundos antes de que su concha se cerrara, apretándome y su culo hiciera una presión terrible sobre el dedo que ya no se movía, había quedado adentro totalmente.
“SIIIIIIIIIIII, ROMPEME TODA, LLENAME DE LECHE QUE ESTOY ACABANDO COMO UNA PUTA REVENTADA!!” gritó y explotó en jugos hasta parecer que se meaba de tanto placer. Mi leche la llenó y terminó escapando por los costados de mi verga, hasta empapar las sábanas. Ambos agotados, caímos rendidos en la cama, aún con mi verga adentro, sentía latir su concha y aplastaba su cuerpo con mi peso.
Algunos minutos después, la verga fue despedida del interior, la respiración de Lola era lenta y profunda. Me quité de arriba y me tendí junto a ella.
Habrían pasado unos 20 minutos cuando recobró algo de aire y pudo hablar. “Cuánto hacía que no tenía un polvo así, me hiciste gozar como una loca y menos mal que tenes una verga normal. Si hubiese sido grande, me habrías destrozado, pero hiciste trampa con el dedo en el orto y que bien se siente: jamás lo hubiera imaginado.”
Nos reimos de su ocurrencia y nos abrazamos, dándonos besos cálidos y profundos. “Gracias Lolita, te portaste como una loba, fue un hermoso polvo” le agradecí antes de dormirnos un rato.
Cuando los primeros rayos del sol se filtraron por los pequeños espacios de la persiana, nos despertamos. Hubo algunos besos más, pero sabíamos que llegaba la hora de despedirse: ella a su casa antes que su hijo llegara y yo a la mía tras recorrer el camino de vuelta.
Arreglamos un poco la habitación, pusimos las sábanas con restos de la lucha nocturna en un lavarropas, nos lavamos un poco y nos despedimos sin promesas pero sabiendo que podía repetirse si es que ella venía a mi ciudad en algún momento. Tomó su ropa, se vistió y antes de salir de la casa me dejó una última frase: “te debo la chupada de verga, pero ya es tarde y seguro que casi no te queda leche para darme, será en otro momento”.
Miró a ambos lados de la calle que estaba casi desierta y emprendió el camino a su casa. Yo tomé unos mates, dejé la casa cerrada y la llave donde Flavia me había pedido. Subí al auto y emprendí el regreso.
Cuando estaba llegando a mi casa, sonó el celular con mensajes: uno de Lola con una foto de la concha enrojecida, agradeciendo la noche vivida. El otro venía de un número no agendado: “nos vemos en un mes, viajo para allá por temas personales. Espero que te recuperes y guardes energía para atenderme. Besos. Berta.”
El futuro pintaba bien, había disfrutado de tres de las mejores mujeres que había conocido en el pueblo, pero faltaba la cuarta que ya se presentaba como un desafío. Pero esa es otra historia.
PARTE III
Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.
Esta es la continuación de una historia que lleva momentos vividos en mi vida como docente. Es la tercera y última parte.
Como ya les conté en el relato anterior, cuando estaba llegando a mi casa, sonó el celular con mensajes: uno de Lola con una foto de la concha enrojecida, agradeciendo la noche vivida. El otro venía de un número no agendado: “nos vemos en un mes, viajo para allá por temas personales. Espero que te recuperes y guardes energía para atenderme. Besos. Brenda.”
El futuro pintaba bien, había disfrutado de tres de las mejores mujeres que había conocido en el pueblo, pero faltaba la cuarta que ya se presentaba como un desafío. Allí va la historia.
Ya les describí brevemente a Brenda, pelo negro enrulado algo más largo que una melena, ojos celestes cautivantes, algo “rellenita” pero muy atractiva, de buenas curvas y muy simpática.
Durante ese mes, mantuve algunos cruces de mensajes con Lola, algunos de alto voltaje, pero la mayoría de chusmerío posterior a la fiesta. Por ejemplo que una reconocida docente había declarado (pasada de copas) que era lesbiana y estaba enamorada de una compañera, un escándalo para el pueblo. Además de rumores de amoríos y aventuras entre compañeros de trabajo, por suerte nada que me involucrara.
Brenda escribía cada tanto, saludando, recordando su viaje cercano y no mucho más por lo que creí que nada sucedería.
A dos días de la fecha prevista, un nuevo mensaje de Brenda me pedía referencias sobre una inmobiliaria que alquilaba casas y departamentos por semana, temía que fuese un fraude. Fui a la dirección indicada, constaté que era todo correcto y así se lo manifesté.
Pasaron 4 días y no había novedades de ella, Día jueves cerca de las 18 horas recibo un llamado desde su celular.
Brenda: Hola Alejo ¿cómo estás?
Alejo: bien, aquí en casa, haciendo algunas cosas en la compu
Brenda: ¿nos juntamos a tomar algo?
Alejo: dale, ¿Dónde nos encontramos?
Me pasó la dirección de una cervecería en el sector céntrico y coordinamos el horario de encuentro.
Llegué al lugar y no la encontré, me ubiqué en una mesa y le indiqué a la moza que esperaba a alguien más. Pasaron unos 15 minutos y la vi llegar, llevaba vestimenta informal y se la notaba algo cansada. Me puse de pie, le hice una seña y se acercó a la mesa, dejó una mochila en una de las sillas y se dejó caer en otra.
Brenda: estoy rendida, me pasé ya tres días de trámite en trámite y recién ahora tengo algo de tiempo para disfrutar.
Alejo: me hubieras avisado, podía haberte acompañado y hacerte de chofer
Brenda: gracias pero son cosas que debía solucionar y no sabía cuánto demoraría. No quise molestar.
Hablamos durante una hora, compartimos un par de cervezas y viendo que se hacía tarde, la invité a cenar.
Brenda: me parece una buena idea, pero vamos al departamento, compramos algo y comemos ahí, quiero liberarme de calzado y estar más tranquilos.
Pagué la cuenta y la guie hasta mi auto, subimos y seguí sus instrucciones hasta llegar al departamento que alquilaba. Era un interno en la zona universitaria, ingresamos y disculpándose, fue cambiarse de ropas por algo más cómodo. Volvió con una remera larga, un short, descalza y ya sin maquillaje.
Abrió la heladera, sacó un par de cervezas y tomando el celular pidió unas empanadas para cenar. Continuamos la charla, ya con más intimidad por lo que la misma fue pasando a otros planos: qué había sido de su vida, cómo había iniciado su camino en la docencia y por qué seguía sola.
Brenda: me dediqué de lleno al estudio, me fui del pueblo para completar dos carreras docentes y una vez recibida volví. Se produjo una vacante en la escuela, me postulé y entré.
Alejo: pero tendrías 25 o 30 años cuando volviste y no formaste pareja
Brenda: no, me dediqué a full con la carrera. Hubo novios, pero no se bancaron mi obsesión.
Alejo: ¿y ahora? ¿Por qué no?
Brenda: estoy grande y mañosa, no soy fácil de llevar. Vos estás solo también
Alejo: pero es distinto, yo formé pareja pero este ambiente es complicado, más si la mujer es celosa.
Se río de buena gana y recordó la famosa fiesta de graduación, donde mi ex pareja explotó de celos cuando las vio vestidas de gala, invitándome a bailar de manera alternada entre ellas: Flavia, Lola, Claudia y ella misma.
Sonó el timbre de acceso y el cadete de la rotisería se anunció, fui a buscar el paquete ya que ella estaba con poca ropa y se le traslucía bastante.
Regresé y la encontré sentada con las piernas estiradas, dejando los muslos a la vista y el short de lycra calzado en su entrepierna, dejando poco a la imaginación. Estaba marcadísima su zona genital.
Vio a donde apuntaba mi mirada y sonrió, pero no cambió la postura. Es más, diría que separó algo más las piernas para permitirme una mejor visión.
Brenda: nunca fuiste muy discreto para mirarnos
Alejo: me gusta apreciar las cosas lindas ¿alguna duda?
Brenda: para nada.
Se acodó un poco en la mesa y cruzó los brazos por debajo de los pechos, haciéndolos resaltar, era una provocación deliberada.
Dejé el paquete sobre la mesa y me acerqué a ella. Levantó la mirada y esos ojos celestes me hipnotizaron. Corrí suavemente parte de su melena negra y bajé a rozar sus labios por primera vez. Aceptó el primer beso y cerró los ojos disfrutándolo.
Brenda: sé que ya estuviste con ellas pero hoy es mi momento
Me tomó por la nuca y acercó sus labios entreabiertos a los míos para brindarme un primer beso húmedo y caliente. Ese esa posición, no me resultó difícil acompañar los besos con una sesión e caricias directamente sobre los pechos, aún sobre la remera. Pareció agradarle, ya que ayudó mejorando el espacio para que mis manos la recorriesen tranquilamente, colándose por la abertura de la remera y tuviese acceso directo esas montañas de carne que culminaban en dos pezones duros.
Interrumpió el momento solo para ponerse de pie y tomados de la mano fuésemos a la habitación, encendió la luz de la mesa de noche y comenzó a quitarse la ropa de manera delicada. Dejó caer la remera, se quitó el short quedando solamente con un juego de lencería roja, quizá algo grande, pero que contenía muy bien las formas.
Se sentó en la cama y me invitó a acercarme. Con la misma delicadeza que se había desvestido, me fue quitando la ropa hasta dejarme solo con el bóxer. Abrió las piernas y me atrajo hacia ella, besó mi vientre y calzó sus manos en el elástico el bóxer, desplazándolo hacia abajo, dejando mi verga en libertad.
La tomó en sus manos y la masajeo, descapullándola. “Se siente suave y ya se nota que necesita atención” dijo mientras desprendía el brassier y la colocó entre las tetas. Las unió y reiteró el movimiento, amagando a pasar la lengua cada vez que asomaba entre ellas, embadurnándose de líquido pre seminal. “Apuradito el muchacho, la noche es larga. Voy a tratarte no como la puta e Lola, ni como la virga de Claudia, mucho menos que la acartonada de Flavia: voy a tratarte como amante deseosa” mencionó mientras se tendía en la cama.
Me recosté a su lado y la dejé hacer: cubrió mi cuerpo de besos, se montó sobre mí y fue desplegando una serie de caricias, roces y juegos que me excitaron muchísimo.
Habiendo logrado la mayor dureza de la verga, se quitó las bragas y bajó lentamente hasta ubicar la punta de la verga entre sus labios vaginales: se acomodó dejándome las tetas en la boca y arqueando el cuerpo me llevó a su interior.
Mientras mamaba esos pechos, sentí como comenzaba a moverse suavemente, llevándome por completo a su interior para luego casi retirarse por completo. Disfrutaba el momento, no gemía, no gritaba, solo respiraba profundamente cuando la penetración era total, La lentitud me desesperaba, quería acelerar, pero ella dominaba los tiempos; cuando estuvo lista y en su punto justo, aceleró los movimientos, me permitió aferrarme a sus caderas para no salir por completo de su interior hasta llegar al momento esperado de llegar a un orgasmo intenso. Recién en esa situación lanzó un par de gemidos que acompañaron su explosión.
Sin dejarme salir de ella, se tumbó sobre mi cuerpo para fundirse en besos apasionados, hasta relajarse por completo.
Brenda: fue perfecto, tal como lo soñé. Pensar que muchas veces lo imaginé mientras mis manos reemplazaban a las tuyas.
Alejo: Jamás te hubiese imaginado tan delicada y tan intensa.
Brenda: esto no es nada, habrá más, pero tenés que cumplirme dos deseos.
Alejo: ¿Cuáles?
Brenda: el primero es llevarme a tu casa, a tu cama y el segundo llevarme al Sunset. A cambio de eso, tendrás otras cositas.
Llevarla a casa era sencillo, pero no esa noche sino al día siguiente. ¿Qué es el Sunset? Les cuento: es lo que llamamos albergue transitorio, hotel alojamiento o motel, donde hay algunas habitaciones temáticas, otras denominadas especiales y finalmente las comunes.
En este caso el Sunset tiene 5 temáticas donde un turno de ocupación es de dos horas y podés disfrutar de espacios y muebles especiales (camas giratorias, sillones adaptados para posiciones sexuales especiales, yacuzzi, duchas escocesas, y otras variantes). Las especiales tienen colchones de agua, climatización especial, juegos de luces asociadas a música que elegís y algún detalle más. Finalmente las comunes solo tienen camas amplias (King Size) y climatización.
Acepté la propuesta, la llevaría a mi casa el viernes por la noche y aprovecharía que el Sunset tiene promociones de 2 x 1 en turnos los sábados entre las 9 y las 17 horas. Un turno de una Temática me daría 4 horas para disfrutarla, en tanto que la especial me daría 3.
Ya de acuerdo, quise saber el porqué de ambos pedidos. “Seré la primera de las 4 que visitará tu cama y lo del Sunset es porque no lo conozco y me encantaría hacerlo con vos. Escuché muchas charlas donde las chicas hablaban de lo bien que la habían pasado ahí y quiero experimentarlo” dijo mientras se acomodaba sobre mi pecho y me abrazaba.
Acaricié tiernamente sus cabellos y la dejé descansar, el sexo y sus actividades la habían agotado. Despertamos abrazados al amanecer, nos prodigamos besos y caricias como desayuno, cuando estábamos con la calentura a tope, simplemente nos revolcamos en la cama hasta acabar.
Siendo las 9:30, me levanté y fui a preparar el desayuno mientras ella acomodaba sus cosas y se preparaba a salir. Ordenamos el departamento, cargamos su bolso en el auto, fuimos a entregar la llave a la inmobiliaria, la dejé en el centro para hacer algunas compras mientras yo volvía a casa para organizar un poco el lugar.
Sobre las 13 horas, me llamó para encontrarnos, almorzar y dirigirnos a casa. Un par de horas después, llegamos, abrí el portón y guardé el auto en el garaje. Recién en ese momento bajó y tomando su bolso del asiento trasero ingresó a casa. Pidió pasar al baño para ducharse y mudarse de ropas mientras yo preparaba un café.
Lo tomamos en la cocina, mientras charlábamos un rato, sentados uno junto al otro. Cada tanto la conversación era interrumpida por algún beso o alguna caricia. Entrada la tarde, fuimos a la habitación principal y tirados en la cama miramos un par de películas. “Andá a darte un baño, lo necesitas y te quiero bien limpito y perfumado para lo que viene” dijo empujándome de la cama.
Cuando volví al cuarto, la encontré tendida en el lecho solo cubierta con una tanga lila bien chiquita, que dejaba escapar buena parte de sus portentosas nalgas. Había bajado las persianas y cubierto el velador con una tela azul, dejando el cuarto en penumbras.
Me acosté a su lado, ella se arrodilló y acercó las tetas a mi boca para que las besara: “No las chupes porque vas a dejarle marcas, están muy sensibles hoy. Tan sensibles como yo caliente” contó mientras empezaba a masajearme sobre el bóxer.
Crucé los brazos sobre mi cabeza y dejé que ella llevara el mando, ayer me había dado resultado y por qué no repetirlo. Rápidamente se quitó la tanga quedando desnuda, fue recorriendo mi cuerpo con besos camino al bóxer y girando en la cama, hasta que llegó al elástico del mismo. Lo bajó hasta quitarlo, subió besando mis piernas y en un momento dado, se dedicó a besar la verga, con besos cortos recorriendo desde la base a la cabeza. Repitió la acción varias veces y finalmente cruzó una pierna por encima de mi, se dedicó a mamármela y me dejo la concha a disposición para retribuir la atención. El 69 que hicimos fue lento, delicado, intenso, profundo: ella hundiendo la verga hasta la base y yo mi lengua entre sus labios hasta penetrarla.
Entre chupada y chupada, pidió que acelerara y profundizara los lengüetazos, recorriéndola por completo. Se detuvo unos segundo y pidió cambiar para ubicarse abajo para que la verga le llegase más adentro. Tuvo dos o tres arcadas que me frenaron, y nos ubicamos de lado, para ahora así terminar con la faena. Me empapé de flujos y ella llenó su boca de leche. Lo que no pudo retener, lo desparramó por las tetas, frotándose.
Volvimos a acostarnos normalmente y ella a recargarse para descansar por unas horas. Mientras ella dormía, la observé detenidamente.
Reconozco que está rellenita, pero que bien le quedaban esos kilitos. Las tetas le resaltaban y así tumbada, caían levemente hacia el costado, las caderas eran anchas, con una almeja rosada bien notoria con vellos recortados prolijamente, pero me intrigaba verla culito en pompa. ¿Tendría alguna chance de disfrutarla en 4 patas, con los cachetes abiertos y la concha palpitante? Sería un buen espectáculo.
Cerca de las 9 de la noche, despertó sonriente. Me encontró en la cocina preparando algo de cenar, se acercó por detrás, me abrazó y depositó besos en mi espalda. Cuando giré para besarla, se negó. “Tengo restos de leche en la boca, y vos un olor a concha terrible. Nos bañamos y después cenamos, no me gusta mi olor en boca de otro”.
Sonreí, quité la comida del fuego y nos fuimos al baño. Bajo la ducha, nos lavamos mutuamente, nos acariciamos y comenzamos a calentarnos. “Tranquilo fiera, nos queda la noche y mañana en el telo, ya no somos adolescentes” dijo mientras se enjuagaba la concha y las tetas.
Cenamos, tomamos un trago en la cocina y desnudos, volvimos a la cama.
Ya acostados, llegó la hora de las confesiones.
“Ale, me faltaron ovarios para pedirte que te acostaras conmigo cuando era tu alumna, sabía que las chicas estaban planeando como llevarte a la cama, si hasta organizaron una competencia para ver quién era la primera. Éramos pendejas, imagínate que entre las cuatro comentábamos que haríamos con vos en una cama. Confírmame algo: ¿quién fue la primera? Lola seguramente. Es la más zafada” dijo mientras apuraba la segunda copa.
Alejo: los caballeros no tenemos memoria
Brenda: no te hagas el estrecho, te acostaste con las 4 ya, eso lo sabemos. ¿Fue Lola?
Alejo: ¿prometes silencio?
Brenda: obvio
Alejo: si fue Lola, el día siguiente a la cena de egresados en su casa. Después Claudia, el mismo día cuando me pidió que la acercase a la ciudad, con ella estuvimos juntos casi 3 meses.
Brenda: ¿las dos en un día? Aguante de juventud…
Alejo: ni tiempo de sacarme el olor de una me dio la otra.
Brenda: está clarísimo entonces, la que te deschavó fue Flavia. ¿Sabías que después fue amante del hijo de la Dire? Era 4 años más chico que ella.
Alejo: no lo sabía…
Brenda: ¿y a Flavia cuando te la comiste?
Alejo: hace poco, antes de la cena aniversario
Brenda, entonces te perdiste el momento más caliente de la vasca
Alejo: no te entiendo
Brenda: Vos diste el primer módulo de un curso para adultos, los otros dos módulos los dio Graciela. Durante el segundo la engancharon enfiestada con dos compañeros, los pescó la mujer de uno de ellos. Se fue del pueblo a estudiar a La Plata y los padres a vivir al campo. Un escándalo de aquellos.
Alejo: mírala vos a la vasca…
La charla siguió y la temperatura de los escándalos pueblerinos nos fueron contagiando, dejamos los vasos en la mesa de noche y nos prendimos a besos y caricias.
Brenda: vamos por uno más, pero solo uno, porque estoy muy caliente y te quiero con fuerzas para mañana. ¿qué te gustaría?
Alejo: ponete en 4, quiero verte culito levantado y abierto, comértela desde atrás y terminar cogiéndote.
Brenda: me parece justo, te prometí cumplir con lo que pidieras
Se acomodó en el centro de la cama, se afirmó en sus antebrazos, levantó el culo y fue abriendo las piernas para regalarme una imagen hermosa.
La conchita brillaba, los labios se fueron abriendo dejando ver el rosado del interior y allí arriba, como un tercer ojo el agujero del culo.
Me ubiqué detrás de ella, lentamente le pase la lengua de punta a punta de la raja, una, dos, tres veces. “mmm que lindo se siente ¿me das más?” murmuró y repetí el circuito pero fui algo más allá: concluí cada repasada con un contacto en el orto. “como me gusta eso, la lengua en el hoyito” gimió por primera vez. Hubo unos 10 minutos de repetir el accionar, deteniéndome cada vez más en aquel agujero. Habiendo notado que la almeja estaba absolutamente babosa de jugo, enfilé la verga y la fui metiendo lentamente, hasta llegar al máximo. Me detuve ahí, reteniendo la penetración y ella movió las caderas pidiendo más acción, le di el gusto y me lo di también yo, bombeando en su interior. Aceleró buscando acabar y decidí ayudarla metiendo un dedo en el culito ya mojado. Al sentir el dedo adentro, abrió tanto como pudo los cachetes para que siguiera taladrándolo.
Se tensó anunciando su orgasmo, apretó la verga con los músculos vaginales y con un espasmo la despidió, situación que aproveche para mandarla en el agujero del culo en solo dos movimientos. Cerró el esfínter anal y me aguantó dentro hasta sentir como la leche invadía los intestinos. Aflojó los brazos y se tendió en la cama, conmigo montado a su espalda.
Cuando se relajó un poco, me dejó salir y recostarme.
Brenda: te apuraste, el culo te lo iba a dar mañana en el telo
Alejo: me tentó demasiado
Brenda: no importa, ahora descansá que mañana lo vas a tener desde principio a fin.
Me dio un beso y se acomodó para dormir, se puso de lado y me abracé a ella, para descansar abrazados.
Sábado por la mañana, desperté solo en la cama, había manchas amarillentas en las sábanas. Sentí el agua corre en el baño y un insulto al aire. Me levanté y fui a ver que sucedía.
Alejo: Brenda, ¿estás bien?
Brenda: maldita menstruación, ¿justo hoy tenía que aparecer?
Hice silencio, los planes organizados se acababan de ir al diablo. Esperé que saliera del lugar, tenía el rostro triste. “Siempre fui muy regular, esto debía suceder el lunes o martes, no hoy” dijo con la voz casi quebrada.
“tranquila, son cosas que suceden” traté de calmarla. “No es así, tiempo planificando esto y se cae todo, no es justo” dijo encaminándose a la habitación. Buscó cosas en su mochila de mano, una tanga en el bolso de viaje, se colocó el Tampax y cubrió con un protector la base de la tanga. Se la calzó, buscó un jean, un brassier y se vistió rápidamente. Se la veía enojada, en esos momentos es mejor acompañar que pronunciar palabra.
Se acercó a la cama, retiró las sábanas y me pidió un juego limpio. Como si fuese un paliativo, acomodó la pieza, tomó sus cosas y las llevó a la cocina.
Mirándome enarboló una disculpa por lo sucedido: “No debió ser así, te pido mil disculpas”.
“Tranquila Brenda, ya habrá tiempo” dije tratando de consolarla y restarle importancia a lo sucedido. “¿Me llevás a la terminal? Quiero irme, estoy incómoda” pidió.
No quería que todo se complicase más. Me vestí, tomé las llaves de auto y antes de sacarlo del garaje, me aproxime y le comí la boca a besos, tratando de mantener el deseo. Respondió a los besos y repitió su pedido: “quiero irme, hubiera querido pasar esas horas juntos, pero así no puedo, me siento mal. Llevame por favor”
Subimos al auto, recorrimos el camino a la terminal, la acompañé hasta que abordó el micro. Antes de subir, se comprometió a volver y completar aquello que habíamos iniciado.
Vi como el micro partía, me subí al auto y minutos después me llegó un mensaje. “Voy a volver para ir al Sunset, todo un día, yo invito. Gracias por todo. Brenda”.
Espero sus comentarios, y más que nada tu opinión.
Saludos,
Alejo Sallago – [email protected]
Saludos,
Alejo Sallago – alejo_sallago(a)yahoo(.)com(.)ar
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