Mi hermana viene desnuda a mi cuarto

Eran cerca de las doce de la noche. Yo estaba en la cama, en calzoncillos, viendo videos sin prestar demasiada atención. La puerta se abrió sin previo aviso y se encendió la luz. Era mi hermana. Entró con paso decidido, vestida solo con un sujetador blanco que le ceñía el pecho y un tanga diminuto a juego. Su piel brillaba como recién salida de la ducha, y traía en los ojos esa mirada que no dejaba lugar a dudas.

—Tete, me he depilado el coño —dijo, con una sonrisa apenas dibujada en los labios—. Me gustaría que me dijeras qué te parece. ¿Te importa?

—En absoluto —le respondí, ya sintiendo cómo se tensaba mi cuerpo.

Se quitó el sujetador lentamente, dejando que sus tetas pequeñas pero firmes quedaran al aire. Tenían esa forma desafiante, altiva, como si supieran que provocaban. Luego bajó los pulgares al borde del tanga y lo deslizó por sus muslos con suavidad. Su pubis estaba completamente liso, sin un solo vello. La piel suave, brillante, provocadora. Se abrió un poco de piernas y me lo mostró sin vergüenza, hundiendo los dedos en los labios para separarlos.

—¿Qué te parecen? —preguntó, mientras se acariciaba con dos dedos, húmeda ya, exhibiéndose para mí.

No contesté. Solo me bajé los calzoncillos y dejé que la noche hiciera el resto.

Me levanté de la cama sin apartarle la mirada. Ella se quedó de pie, con las piernas apenas abiertas, los dedos aún entre sus labios, moviéndolos despacio, provocándome. Me acerqué sin decir nada, ardiendo por dentro. Le tomé la mano y la llevé hasta mi erección, dura y palpitante. Sonrió, se mordió el labio y se agachó de inmediato.

Su boca lo envolvió caliente, húmeda, con una entrega que me hizo gemir de inmediato. Me miraba desde abajo, los labios estirados alrededor de mi polla, subiendo y bajando lento al principio, luego más rápido, con la lengua bailando en la punta. Me agarró del culo con fuerza, como si no quisiera que me moviera, como si esa mamada fuera un castigo delicioso.

La tomé del cabello y la hice ponerse de pie. Le di la vuelta y la llevé contra la pared, sin hablar, solo con la respiración acelerada como único sonido. Le abrí las piernas con las rodillas y la penetré de una sola embestida. Estaba mojada, caliente, acogedora. Ella gimió fuerte, pegando la frente a la pared mientras yo la agarraba de las caderas y la embestía una y otra vez, sin pausa, cada golpe más profundo, más animal.

—Dime si te gusta —le susurré al oído, jadeando.

—Me encanta… Me encanta cómo me follas, Tete… más fuerte, más…

Y yo obedecí.

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Pablopgr74
Pablopgr74
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