Espiando a mi hija de 18 anos follada por un maduro dotado
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Un saludo cordial a todos, si bien sé que es un cliché, no puedo evitar advertir que ésta es una historia real, pero si piensan que no es mas que producto de mi imaginación, no importa, esta bien que lo piensen así, pues no creo que pase todos los días.
Mi nombre es Virginia, soy profesora de Literatura en un colegio de Maracay, soy divorciada y vivo con mi hija de 18 años en Cagua, en la casa que me quedó luego de separarme del padre de Vanessa , mi chama. Yo todavía estoy soltera a mis 39 años y por el momento no tengo pretendientes, así que sólo vivimos las dos solas.
Éste fin de semana tenía proyectado asistir a un seminario propio de mi profesión, a la que fui invitada a la capital, como ya Vanessa está grande no consideré inapropiado dejarle sola en casa durante sólo este fin de semana, mientras dure el seminario, para volver supuestamente el lunes; “tranquila mami, yo me porto bien”, fue lo que me dijo cuando me despedí de ella, en la parada.
Al llegar a Caracas, sin nadie que me advirtiera con antelación, fui informada que el bendito seminario había sido suspendido por los múltiples conflictos políticos que se suscitaban en la ciudad, realmente convulsionada; Ante tales inconvenientes consideré prudente regresarme a mi casa pues ya no había mas nada por hacer.
Al llegar a Cagua, al filo de la medianoche, opto por tratar de no despertar a mi hija, que tiene sueño muy ligero y nervioso (le resulta difícil a veces conciliarlo), pues obviamente la suponía dormida ya, así que en vez de entrar por la puerta de adelante, metálica y cercana a su cuarto, doy la vuelta y me meto por el patio, una zona aislada de la casa, grande y con muchas matas y árboles, bastante tenebrosa por cierto, el corral dá directamente a la sala cerca de mi cuarto, por lo que sería fácil escabullirme sin molestarla.
Al acercarme a la puerta de la sala, que tiene un Ventanal panorámico de vidrio corredizo, pues, simplemente, no estaba preparada para lo que veían mis ojos desorbitados: ¡Vanessa desnuda haciendole felación a un desconocido en mi Sala!
¡No lo podía creer! ¡Allí estaba mi niña, con una polla en su boca! Petrificada como estaba yo en ese momento, no me atrevía ni a respirar; Aquello era realmente impresionante, la luz de la sala estaba encendida, el televisor también (me percaté de quejidos en él así que supuse inmediatamente que estaban viendo una película porno), mi hija desnuda de rodillas entre las piernas de un desconocido, desnudo también, en el sofá.
Yo estaba en la misma entrada del ventanal, sólo un ruidito y sería descubierta, ¿qué hacer?
En segundos que me parecieron eternidades, salgo del Shock y poco a poco voy retrocediendo, el corral, completamente oscuro, apenas con algunos destellos de la luna que los frondosos árboles dejaban pasar, me brindaba un refugio seguro. Pero no podía salir a la calle a esas horas, tampoco soy mujer de escándalos, toda mi vida ha sido dentro de lo que cabe, apacible, y ahora esto ¿qué hago? ¿cómo debo reaccionar?
En eso estaba, con mis pensamientos corriendo a millón, tratando de sacar conclusiones, afinar alguna estrategia racional, cuando los dos amantes -¡que bárbaro como suena eso!- interrumpen mis reflexiones:
“¡Dale duro pequeña! ¡fájate como las buenas! ¡como te dije! ¡eso, eso! ¡coño que rico!”
Estaba hablando de mi hija, se refería a mi hija, detrás de un árbol cerca del Ventanal me refugio, a menos de tres metros de donde ellos estaban, y veo todo el “Show” que me montan; Mi niña, efectivamente, “fajada como las buenas”, mamando la verga del hombre, gruesa y larga, aún desde donde estaba se podía ver que el tipo estaba muy bien dotado.
Vanessa se aplicaba, lamiendo y succionando la cabeza para luego en despliegue de habilidad, tragar golosamente y con energía aquel tolete de carne casi hasta la mitad, alternando mamada con un movimiento enérgico de la mano en el cuerpo de aquel güevo erecto.
“¡ Coño, ya viene, ya viene, ya vieneeeeeeee!”- le oigo decir al macho, al tiempo que descargas de semen abundante saltan a la carita blanca de mi chama, quien logra tragar algunas gotas de la savia del desconocido,”¡un momento!”-pienso yo- “¡ése no es ningún desconocido!”.
En efecto, logré reconocer al semental: Era el profesor Juan Carlos, Director del ex liceo mi hija en el cual se graduó, y a la sazón, mi colega; Hombre mayor ya, de unos 45 años, calvo y medio barrigón, pero ciertamente muy bien dotado sexualmente. Le tenía en muy alta estima por su profesionalismo, elegancia, cultura y don de gentes, ¿y ahora? ¿cómo lo tendré?
Se quedaron un rato en el sofá, acariciándose, ví como el profesor le perfilaba los pezones de ésos pequeños montículos que tenía vanessa por senos y que apenas empezaban a crecer, besos profundos y largos alternaban con exploraciones de dedos en la vulva de mi niña, uno, dos y luego tres se metían con saña en la conchita que yo todavía suponía virgen aún.
Desde donde estaba podía ver, casi que sentir, los sudores, los jugos, y por supuesto, los quejidos que antecedían a un orgasmo, ¡el orgasmo de mi hija! ¡que cosa mas extraña!
Mas no se piense aquí que ante tales cosas yo abrigaba sensaciones morbosas o lujuriosas, nada de eso, todavía me sorprendo de cómo reaccioné ante semejante hecho. Simplemente, me quedé allí, viendo follar a mi hija con un señor a quien por cierto la última vez que hablé con él fue dentro de un marco de diálogos serios sobre abordar la sexualidad abiertamente entre los adolescentes, darles buena educación sexual a nuestros hijos pues.
¿Acaso será esto la “práctica”? Ciertamente yo había hablado con Vanessa sobre esto desde que se desarrolló, nunca tuve tabúes con ella en cuanto al tema, y pensé, que tanto ella como yo estábamos preparadas para todo. Quizás no era así…o a lo mejor si.
Luego vino la culminación: ya estaba lista, según ví, para recibir un pene de hombre en su cuca adolescente; próxima a cumplir los 19, mi hija era pequeña, como 1,60 de estatura, 55 kilos, poco pecho e incluso poco bello en su pubis, pues supongo se afeitaba. La destilación de sus jugos era evidente, y era mucho según ví, en eso se parece a mí.
De alguna parte el profesor sacó un condón,”responsable el hombre”- pensé ¿responsable? Me sorprendí yo misma de usar esa palabra, dadas las circunstancias. Se lo puso él mismo y a horcajadas intentó mi niña, comenzar a cabalgar ese cipote. Poco a poco se fue deslizando, dándole la espalda a él y casi dándome la cara a mi, pude ver su cara contraída de dolor y placer, pero parecía no poder consumarse la penetración.
“¡uhg, ahg, profe, no puedo! ¡coño!”-decía Vanessa en su intento por ensartarse a la verga;: “!tranquila, tu puedes, ya vá, respira hondo, relájate, uff que cosa mas sabrosa, ok, putica, dale, dale!”
parecía que la naturaleza se negaba, pero al final, el profesor logró su meta: empezó a cogerse a mi hija en la sala de mi casa a un ritmo firme y suave, el mete y saca era rítmico, con subidas y bajadas entre lentas y frenéticas, y ¿saben qué? ¡era mi niña la que mandaba! Ella era la que ponía el ritmo a su propio placer. ¿dónde había aprendido eso? Era obvio que algo sabía ¿o sería instinto?
“¡Coño, mi madre! ¡que vaina tan rica! ¡Así, así! ¡Cójame bien profe! ¡Deme duro! ¡riiiicooo!”
Un orgasmo. Luego el profesor tuvo el suyo. En las próximas horas de la madrugada follaron cuatro veces mas, en ése sofá, de varias maneras, pude verlas todas, bajo un árbol y en la oscuridad del patio. Ambos demostraron, sobre todo mi hija, una capacidad de aguante que ya hubiera querido yo para mi esposo y para mí, cuando estábamos casados.
Exhaustos ya, al filo de la mañana quedaron rendidos de puro placer. Mi corazón latía con emoción, no era excitación, no era lujuria, era otra cosa. La luz quedó prendida, el televisor prendido; Entré. Apagué el televisor, los dos estaban en el sofá del pecado. El profesor sentado, completamente dormido, en su regazo Vanessa , roncando incluso, sudada, apoyada su cabeza en las piernas de mi colega, acostada en el sofá; Sin ningún sentimiento de reproche me paré frente a ellos, viéndolos descansar de la dura faena de lascivia pura.
Pude ver a mi hija, mi niña, ahora indudablemente toda una mujer, pese a su edad; Contemplé durante un rato su cuerpo desnudo y sobre todo su cuca, su pequeña vulva de adolescente, la que no hace mucho limpié y bañé, ahora después de tamaño esfuerzo estaba roja, sudada, inflamada de las embestidas salvajes de aquel macho, todavía destilando el jugo de su propia fuente de placer; la palpé muy suavemente, pude tocar su clítoris y sus labios, tibios todavía.
Una lagrima corría por mis mejillas cuando susurré: “Descansa mi niña, lo hiciste bien, estoy orgullosa de ti”.