Mi hermana y yo en casa de mi abuela en verano

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Esto sucedió ya en verano, como todos los veranos. Nos íbamos al finalizar el instituto, es decir, para finales de junio.

Ese año, por una serie de circunstancias, mis padres y mi hermana mayor se tuvieron que quedar en la ciudad y nos mandaron a la casa de la playa con nuestra abuela y con nuestra tía.

El viernes mis padres iban a llevarnos a casa de mi abuela en la playa. Al llegar, bajamos las maletas, las bolsas con la comida y demás. Nos recibió mi tía porque mi abuela había ido a comprar el pan.

Mientras mi tía hablaba con mis padres, dijeron que dormiríamos juntos en la habitación de mis padres, que tienen camas separadas, pero a mí eso me daba igual.

Una vez ya reubicados, la ropa en el armario y demás, mi hermana Ana se fue con sus amigas y yo quedé en casa estudiando, ya que me estaba preparando una oposición.

Cuando Ana le dijo a mi abuela dónde iba a dormir, esta le respondió que con tu hermano en la habitación de tus padres, por si vienen tus otros tíos. Mi hermana le dijo que perfecto.

Cuando en un momento del día estaba con Ana, me dijo Antonio:
—No lo vamos a pasar bien solos por la noche durmiendo juntos.
—Estoy deseando que sea de noche —le dije.

Durante el día todo era normal, pero a partir de las 21:00 h, antes de cenar, mi hermana subía a nuestra habitación a ducharse y a cambiarse. Cenábamos y nos íbamos con nuestros amigos.

Cuando llegábamos por la noche, mi hermana llegaba antes que yo, abría la puerta de la habitación y la volvía a cerrar, ya que cerrábamos todas las puertas de las habitaciones menos la de la abuela.

Encontraba a mi hermana encima de la cama, en bragas y con una camiseta de tirantes, o con el bañador o el bikini puesto.

Tenía las tetas más grandes, ya que se le salían por los laterales según lo que llevase puesto. Yo nada más pensarlo estaba empalmado.

Ella no decía nada y yo empezaba a meterle mano. Si se daba cuenta, se hacía la dormida; otras veces, cuando me escuchaba, se quedaba desnuda o se quitaba la parte de arriba, ya que sabíamos que nadie entraría, pues echamos el pestillo.

Por la noche teníamos sexo todos los días y a cualquier hora.

Unas noches llegaba y, cuando la encontraba en la cama, empezaba a meterle mano, besarla y desvestirla. Le gustaba, le tocaba y le chupaba sus lindas tetas blancas por el corte del bañador.

Mis manos se deslizaban poco a poco hacia abajo hasta tocarle y acariciarle su lindo coño peludito. Ana me abría las piernas y decía: «Chúpamelo». Eso hacía y le encantaba. Con las manos en la boca, no paraba de suspirar y decir: «Uff, no pares, cariño, este verano vamos a disfrutar de lo lindo».

Ana no paraba de gemir y de disfrutar. Estaba muy caliente, cuando se iba a correr se tapaba la boca y me cerraba las piernas. Yo casi no podía respirar, me gustaba que mi hermana disfrutase. Cuando ella se corría, era mi turno. Me hacía una mamada o una paja, ya que estaba muy caliente. Cuando me corría, nos hacíamos un rollo de papel higiénico en la habitación para limpiarnos y que no sospecharan.

Una noche, cuando estábamos acostados tranquilamente hablando de las chicas que me gustaban y ella de los chicos, empezamos a oír ruidos de cama en la habitación de al lado. Entonces, Ana me dijo:
—La tita está follando con el tito.
Estábamos escuchando cuando ella me dijo:
—Vamos, nos salimos por el balcón y los vemos a través de la ventana.
Enseguida, Ana dijo:
—Vamos.

A través de las rendijas de la ventana, mi tía estaba encima de mi tío follando. ¡Vaya tetas grandes que tenía! Estuvimos unos segundos, luego yo me fui a la habitación y Ana detrás. Nada más cerrar la puerta, vamos a hacer lo de la tita. Se quitó toda la ropa y yo también.Se me puso encima y yo empecé a tocarle las tetas. Inmediatamente, tenía los pezones duros. Decía que le gustaba. Se acachaba, nos besábamos, nos acariciábamos las manos y se sentía muy a gusto, ya que su chocho se rozaba con todo lo largo de mi pene y, a la vez, le tocaba el clítoris.

Nos gustaba tanto que no parábamos de movernos hasta que Ana se corría encima de mí y yo también, era un sinfín de placer.

Los fines de semana, viernes y sábados, yo salía de fiesta con mis amigos hasta las tantas de la madrugada. Ana se quedaba en casa, ¿qué pasaba? ¿Que no iba a tener sexo? Por eso me decía que no me fuera, para complacerla. Lo que Ana no sabía es que yo no ligaba por timidez.

Y cuando llegaba a casa de madrugada con una copa de más, me desnudaba, le bajaba el bañador y me restregaba con su culo hasta llenarlo de semen; o se lo metía en la boca y me la chupaba hasta que me corría. Le gustaba, ya que me decía: «Me lo haces bien rico. Para que se lo hagas a otra, me lo hace a mí y me quedo más tranquila, aunque esté durmiendo y sepa que has llegado».

Por la noche, para que nadie sospechara, después de mantener relaciones sexuales sin hacer ruido, corría el pestillo por si mi abuela tenía que despertarnos, o por si teníamos que lavar la ropa, etc.

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Sevilla1972
Sevilla1972
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