Yo quería cuernos
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La primera vez que mi novia (en ese entonces, hoy mi esposa) tocamos el tema del sexo grupal, solo habíamos estado juntos cinco meses. Esa noche me confesó que, en su etapa de estudiante, en una fiesta y después de varias cervezas, había mantenido relaciones sexuales con dos de sus compañeros al mismo tiempo. Me lo contó muy apenada y tiempo después me confesó que pensaba que terminaría la relación. Nada más falso. Lo que hice fue confirmarle que a mí me excitaba mucho saber sobre su vida sexual antes que a mí.
Dicho esto, se abrió y me contó cuántos se la habían cogido. Cuando teníamos sexo, yo le preguntaba si le había gustado cómo le había dado X o Y hombre y, entre gemidos, afirmaba y, en ocasiones, me pedía que la llamara por el nombre de algunos de sus amantes del pasado, lo que nos excitaba muchísimo.
En una ocasión me dijo que en la empresa para la que trabajaba… Les habían invitado a un congreso en Puerto Vallarta, con todo pagado, y a donde irían todos en su oficina.
La apoyé el día que partió hacia dicho congreso. Le pedí que llevara sus ropas más sexys y que, si encontraba un hombre dispuesto, me lo contara todo con la condición de que me lo contara todo.
Ella me preguntó con quién.
—Si voy a trabajar.
Y bromeando, le sugerí que se lo dijera a su jefe, pero me respondió rotundamente que no. ¿Cómo cree?
Ya está grande. Su jefe era un hombre maduro de unos 55 años y mi esposa, que entonces tenía 28, no se lo iba a pensar.
Me quedé con su negativa, me pidió que pasáramos por su jefe en su casa para ir al aeropuerto. Yo, extrañado, le pregunté si se irían en varios coches sus compañeros y me respondió que al final solo irían ellos dos. Se me hizo raro, pero no desconfíe, iluso.
Los llevé al aeropuerto y se marcharon. Estuvieron cinco días fuera y solo nos comunicábamos de noche para desearnos buenas noches. El último día me dijo que, como cierre del congreso, irían a un bar donde había música salsa y que estarían solo un rato porque tenían que madrugar para ir al aeropuerto. Nos escribimos un par de veces y, como a la una de la mañana, quedé dormido. Por la mañana, le llamé muy temprano y, muy nerviosa, me dijo que ya estaban en el aeropuerto. No dije nada y esperé para ir a por ellos.
Una semana después, mi mujer, muy seria, quiso hablar conmigo. Fue entonces cuando me confesó todo: «Me acosté con mi jefe.
Estaba tan impactado que quise reaccionar de manera muy macho, pero sentía coraje, no tanto por lo sucedido en sí, sino por no haberme incluido en su aventura, el colmo de los cornudos.
La hice prometerme que me contaría todo con detalle y esto es lo que me contó:
El último día no fuimos al congreso, lo pasamos en la playa los dos solos. Él me servía bebidas muy cargadas y se portaba muy cortés conmigo. Yo no llevaba traje de baño y en un momento me propuso entrar al mar. Le dije que no llevaba traje de baño, a lo que me respondió que con ropa interior ya me valía, algo tomada y un poco seducida por su buen trato, además de que no había gente cerca, accedí y entré con él, en tanga y sujetador. Me sentí muy putita. Me daba cuenta de que me veía las nalgas y eso me excitaba más. De repente, ya nos estábamos besando en la arena y comenzó a tocarme la vagina. No pude ni quise pararlo y dejé que metiera los dedos en mi interior. Entonces, oí que se acercaba alguien y nos separamos rápidamente. Caí en la realidad y le pedí que nos fuéramos. De camino a casa, me propuso ir a bailar a un bar de salsa esa noche y acepté. Me dejó en mi hotel y se fue sobre las 8.
Volvió a pasar por mí y fuimos al bar, seguimos bebiendo y cerca de las dos de la madrugada. Le pedí que nos fuéramos ya, me acompañó hasta la puerta de mi habitación y ya no respondí. Cuando abrí la puerta, me abrazó por la espalda y comenzó a besarme el cuello. Notaba su miembro duro en mis nalgas. Me tiró a la cama y me desnudo totalmente. Me sentí putísima por estar borracha, caliente y desnuda frente a mi jefe, mucho mayor que yo. Se desnudó de pie y, al ver su verga, sin pensarlo me la metí en la boca y lo estuve mamando un buen rato, hasta que se recostó boca arriba y me pidió que lo montara. Así lo hice. Me hizo gritar de lo caliente hasta correrme y caí en sus brazos exhausta. Nos quedamos dormidos y, al despertar, nos arreglamos para ir al aeropuerto.
También me dijo que, durante la semana que estuvo de vuelta, se la había cogido dos veces más en su casa.
La verdad es que, después de confesarme esto, me descubrí con una buena erección de cornudo y terminamos cogiendo como locos. Esta fue la primera de muchas experiencias vividas con su jefe, que les contaré en su momento.
PD. Añado foto real que le tomó su jefe en las playas de Vallarta.
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