Bibi consigue novio en la central de abastos – I, II, III Final
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Tuve problemas con mi otra cuenta, así que les recuerdo quién es Bibí.
Soy una mujer delgada, con un buen cuerpo: senos grandes, firmes, cintura pequeña y, según mi esposo, un trasero muy apetitoso.
Te contaré la vez que fui a comprar a la central de abastos.
Fui a la central de abastos a comprar el mandado y, mientras compraba, un chico todo sucio se me acercó y me preguntó si quería que me llevara el mandado. Se veía robusto y musculoso, tal vez por su trabajo. Tenía los ojos cafés con mirada dulce. Seguí con mis compras y, después de un rato, vi que no me quitaba la mirada de las piernas y las nalgas.
Tras unos minutos, le dije que me llevara a tomar un taxi y aceptó. Pero que tomáramos un atajo para no dar tantas vueltas, lo cual estuve de acuerdo, pues las personas que trabajan allí conocen mejor la zona. Me llevó por un espacio que estaba vacío, con locales cerrados y gente borracha y otros chicos drogándose. Cuando ya estábamos a punto de salir del pasillo, un chico se le acercó y le dijo: «Transa carnal, ¿qué haces aquí?». Y él le dijo: «Ah, es que vine con mi nalga y él entró a un local pequeño». Entonces, el otro le dijo: «Neta, ¿tu morra?». Y él le dijo: «Si quieres ver, préstame tu local». Él le dijo: «Va, pero préstala un rato».
Yo, cuando oí eso, quise salir corriendo, pero mis piernas me traicionaron y mi coño se mojó. Mi mente ya quería ver la verga de ese hombre que llevaba rato desnudándome con la mirada. Entonces salió y me dijo: «Mi amor, ven», y me abrazó y me besó. Yo lo seguí y me pasó adentro de un local donde había un sillón y una mesa con droga, creo. Me besó y me metió mano en mi falda. Subió a mi calzón y, cuando sintió que estaba mojado, me dijo: «No te preocupes, ya te lo lavé».
A ver, la putita ya quiere verga.
Y me dijo: «Mi amor, mámamelo como anoche», y yo no sé por qué obedecí. Baje a su pene, me lo metí en la boca y se lo mamé. Estaba bien erecto, era grueso, venoso y muy rico. Después de un rato, me dijo: «Ven y siéntate en el sillón», y yo nuevamente obedecí. Le di la espalda y me metí esa rica y gorda verga. Uuuufff… Empecé a moverme y a sentir bien adentro esa vergota; quería sentirla por todos los rincones de mi conchita.
Fue entonces cuando su amigo le dijo: «Préstala, se ve que se mueve bien rico», y él le respondió: «¿Y si usa su boca?». Y me dijo: «Hoy voy a cumplir tu fantasía, ¿qué me pediste? Hacer un trío». Me pidió que le chupara la verga a su amigo, así que me puse a mamársela, mientras él me cogía. Cuando vio que iba a penetrarme con su verga y mi mano, me pidió que me viniera y, cuando ya estuvimos flácidos, no me haría doble penetración.
Después de un rato, su amigo le dijo si podía cogerme otra vez y él le dijo que sí. Entonces, su amigo se sentó y me puso encima de él. Le mamé el pene y, en cinco minutos, me tragué su semen. Uf, estaba muy rico.
Los dos se deslecharon y el amigo le dijo:
—¿No creí que fuera tu novia?
—Sí, carnal, es mi morra, está bien chula, verdad —le dijo él.
—Sí —le dije yo—, ves, amor. Me dijo que estaba hermosa y no le creía. Yo estaba feliz de haber comido dos vergas ricas y hermosas, y de tener otro novio. Me estuvo besando en el sillón hasta que le hablaron al chico. Este le dijo que pasara, entró, le compró una bolsa de las que tenía en la mesa, me vio y le dijo que no la prestaban. Él le dijo: «No, pero si quieres te la rento», y me agarró de puta.
PARTE II
El chico no tenía dinero, así que se fue. Mi nuevo novio me decía que nunca se había cogido a una princesita linda y rica como yo y que olía bien rico.
Me gustó tanto cómo me trató, esa rica verga y la exquisita leche, que al día siguiente regresé a verlo. Me arreglé, me puse una tanga muy pequeña y un sujetador muy sexy y fui a preguntar dónde estaban los cargadores. Cuando llegué no estaba, así que esperé a que llegara. Cuando me vio y quiso huir, le dije que si me ayudaba a traer unas cajas y me dijo que sí. Cuando nadie nos podía escuchar, le dije:
—Tu princesa vino a verte para cumplir lo que comenzaste ayer.
—¿Quieres? Y me dijo que sí, pero con tres condiciones. Que se bañara, se cambiara y se afeitara. Y él me dijo: «De acuerdo, pero con una condición: que yo te obedezca en todo». Le dije: «De acuerdo, primero te duchas y luego te afeitas».
Cuando terminó, me dijo: «Ahora te rasuro». —Mi amor, el dinero que me diste ya lo gasté para poder quedar como querías. Después compré ropa, pero me hizo pagarla. Se veía muy lindo. Después me hizo alquilar un cuarto de hotel. Yo quería comérmelo, pero me dijo: «Espera, tengo una idea. Ven, vamos a un lugar». Me llevó a un bar y pidió dos cervezas, que obviamente yo pagué.
Después vi que se le acercaron unos señores y él se paró y fue a platicar con ellos. Me renté como una puta para ellos. Entonces me dijo: «Vámonos», y pidió una copa. Nos fuimos al hotel y un hombre nos siguió. Entramos y él se sentó frente a mí y me dijo: «Complázcale a mi amigo». El hombre no perdió tiempo y me besó y comenzó a acariciarme y a meter mano. Me tocó por todo lado. Abrió mi blusa y me pasó la lengua suavemente, haciendo que mis pezones se poncharan. Me chupó las tetas muy rico, me subió la falda, tocó mi conchita, que ya estaba empezando a mojarse, y yo miraba a mi novio hasta que el señor me puso en cuatro y me lo metió.
Me penetró lentamente mientras mi novio me miraba con lujuria. Después de un rato, el señor se acostó y me dijo que lo montara. Me metí esa rica verga y lo cabalgue con muchas ganas, gimiendo y pidiendo verga, hasta que se vino. No pude evitar mamarle la polla y limpiarle la leche, se le volvió a parar y me volvió a coger muy rico. Esta vez se demoró menos, le volví a mamar la polla hasta que se quedó flácida, luego se cambió y salió mientras mi novio me besaba y me preguntó: —Te gustó —le dije que sí, que tenía una verga muy rica.
Entró otro señor y me dijo:
—Bueno, putita, porque aquí hay otro.
—Oye, no —le dije—. La condición era que obedecieras, mi amor. Y me dio un beso en la boca.
Entonces el señor me dijo:
—Putita, para el culo quiero comerme tu papaya.
Me puso en cuatro y comenzó a mamarme el coño, metía su lengua en mi mojada cosita, no solo por mis jugos, sino también por el semen del hombre anterior. Estuvo un buen rato saboreándome y chupándome, me puso muy caliente nuevamente, hasta que me acomodó su gusano y me lo metió de un solo golpe. Me penetró un buen rato hasta que se puso en pie frente a mí, me puso una pierna en la cama y me cogió así, abierta de piernas, muy rico. Me penetraba con fuerza. Uufff, era muy rico, hasta que se corrió. Descansó un rato y me chupó los pechos. Yo bajé y le mamé la verga hasta que se puso dura nuevamente y me dijo:
—Puta, qué rica estás, te voy a dar más verga, que es lo que te gusta.
Y en posición de misionero me cogió. No sé cuánto tiempo, hasta que se vino nuevamente. Me lo puso para que se lo mamara y, después de un ratito, salió y entró otro, ya viejo, pero con buena verga. Como yo estaba acostada, comenzó acariciando mis pies, subió a mis piernas, me besó las piernas delicadamente y subió hasta mi papaya y mi vientre. Me acariciaba los senos y jugaba con mi papaya con la mano, me besó y, después de un rato, me alzó las piernas poniéndoselas en los hombros y me penetró. Me miraba y acariciaba mis tetas. Me dio duro también por un buen rato. Cuando se vino, me pidió que se lo mamara para que se le volviera a parar.
Después de que se lo mame un buen rato y se le vuelva a parar, me besa y me sienta encima de él y me vuelve a penetrar hasta que me acuesta y me levanta las piernas, poniéndolas nuevamente sobre sus hombros. Me penetra con fuerza. Yo gemía y decía: «Qué rica verga, uuuufff, dale duro». Luego me puso de cucharita y no tardó en venirse.
Yo solo gemía y pedía más verga, que me diera bien duro. Se paró a vestirse y me despedí con una mamada. Je, je, je. Se fue. Me quedé con mi novio. Ya estaba llena y tenía la concha rosadita por tanta verga que me dieron en los seis palos, dos cada uno, así que se la chupé con calma, aunque tardé mucho en deslecharlo, pero lo logré y me tragué toda su leche. Ese día tragué mucha leche de todos los cuatro con los que cogí. Mi novio me besaba y acariciaba por todo lado y hasta me chupó la concha, que tenía residuos de los tres hombres a los que me rento. Estuve con él hasta las cuatro y ya le dije que me iba porque mi marido salía del trabajo en cualquier momento.
PARTE III
Así estuve por un tiempo, visitándolo y él rentándome. Una vez me rentó a 9 hombres, cada uno me hizo un solo palo y me desleché a las dos mejores vergas que me parecieron para un total de 11 palos ese día. Otro día fui con una amiga y nos vio mientras cogíamos.
Ella no podía creer cómo cogía yo. Poco a poco se fue calentando y terminó cogiendo con cuatro de los seis hombres para los que me había alquilado mi novio. Al principio no quería, pero al ver cómo yo cogía y esas ricas vergas, fue cediendo y empezó a cogerlas con algo de miedo o nervios, pero todos gemían y decían que estaba rico y cosas así.
No eran bruscos ni la obligaban, era si ella quería. Poco a poco fue cogiendo vergas y masturbándolas. Le decían que lo hacía rico. Fue tomando confianza y empezó a mamar vergas como yo lo hacía. Terminó cogiendo muy bien, se movía muy bien y le veía la cara de satisfacción cuando lo tenía adentro. Éramos dos putas cogiendo como perras en celo. Vi cómo mamaba verga cuando se corrían y se chupaba la leche lamiéndose los labios.
Resultó ser una puta también, no sé si así era siempre o si era por el momento que estábamos viviendo, pero la disfruté mucho. Casi no nos mirábamos, pero el ambiente era de placer y sexo puro.
Claro, después se enfadó por haberla llevado a tener relaciones sexuales sin avisarle. Ja, ja, ja.
Ya no visito a ese novio de la central de abastos, pero disfruté el tiempo que duró esa aventurilla. No sé cuántas vergas me comí, pero fue muy rico.
Espero que les haya gustado mi relato y puedan ver un par de fotos.
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