Esto me paso 6 meses despues que el chocuano me rompiera el culo
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Ya habían pasado los seis meses y aún no sabía que me habían partío el culo por primera vez, y más ese negro, ese hombre que no podía olvidar. Pensaba regresar a la finca de mi tío para encontrarme con él y volver a ser suyo, entregarme a él por completo, pero no pude viajar porque mis padres se fueron de viaje y me tocó quedarme en casa cuidándola. Pasaba el tiempo haciendo prácticas de fútbol y gimnasio. Un día, mientras hacía ejercicio en el gimnasio, llegó un entrenador nuevo, una persona de tez blanca y muy bien parecido. El encargado del gimnasio me lo presentó y me dijo que sería él. El entrenador me dijo que sería mi nuevo entrenador en el gimnasio, encargado de combinar el entrenamiento con el fútbol para crear agilidad en las piernas, tener más fuerza en la cadera y no perder agilidad, sino conseguir más agilidad aún.
El primer día todo fue normal, el segundo también y el tercero haciendo sentadillas. Él me ayudaba y me indicaba cómo hacer una sentadilla para lograr más potencia en las piernas, más fuerza y más volumen. En una de esas se pegó tanto a mí que rozó mi glúteo con su pene. Sentí su pene duro, me aparté de él y me disculpó. Le dije que continuáramos con los ejercicios y todo transcurrió así.
Al día siguiente, en otra sesión, volvió a ocurrir lo mismo. No me molestaba, pero tampoco quería que pasara nada. Ese día, cuando me metí en la ducha no había nadie, me desnudé y empecé a bañarme. Como en el primer relato que hice, me di cuenta de que soy de pierna gruesa gracias al trabajo de práctica de fútbol y de gimnasio. Tengo unos glúteos grandes y redondos, bien parados, y con ese ejercicio que estaba haciendo últimamente se pronunciaban más. Cuando él entraba en la ducha, también se desnuda y, al verlo de reojo, pensé que no era él. Lo miré de arriba abajo y vi que tenía un pene sumamente grueso, ancho, de unos 20 o 21 cm, nada comparado con el mío. Más ancho y grande que el que me desvirgó.
Con el que me desvirgó, pero este era más ancho y grande.
Se dio cuenta de que no había visto nada.
Terminé de ducharme, me vestí, salí del baño y, en el momento de salir, me dijo dónde vivía.
Le dije que vivía dos cuadras del gimnasio.
Dijo: «Ah, okay. Vivimos cerca. Yo vivo a tres cuadras. Si quieres, me esperas y vamos».
Le dije que sí.
Salimos del gimnasio como si nada. Entramos en una cafetería a tomar algo y empezamos a hablar de cosas triviales. Cambiamos número y salimos hacia nuestras casas. Él se quedó esperando a que entrara en mi casa y, cuando entré, él se quedó en casa, ya relajado, viendo la televisión. Entonces, me llegó un mensaje suyo en el que me decía: «Hola, hola, ¿cómo estás? Qué pena interrumpirte, ya estás dormido».
—Te dije que no me preguntaras con quién vivo. Vivo con mis padres, pero no están, están de vacaciones y estoy solo en casa.
—¿Cuántos años tienes?
—18 años.
—Ah, okay. Seguimos hablando y no pasó absolutamente nada.
Al día siguiente, en el gimnasio, nos saludamos como dos caballeros. Empecé a hacer la rutina de ejercicios. Me dijo que hiciera cuerda y empecé a hacerla. Después, me puse a hacer cardio. Después de hacer cardio, hice pesas y sentadillas con su ayuda. Se acercó a mí, estamos en un lugar donde no nos veían y volvió a apoyar su entrepierna en mi culo.
—Disculpa —dijo, y se retiró un poco.
Las cosas fueron cambiando entre nosotros. Seguimos haciendo ejercicio en la última sesión. Quise mirar qué pasaba nuevamente, recosté mis glúteos en su entrepierna y no se retiró.
Al subir y al bajar, se me recostaba de nuevo contra su entrepierna. Noté que se le ponía dura. Terminamos la rutina, me metí en la ducha, me di un baño y, cuando salía, me lo encontré. Me dijo:
—No me da tiempo de ducharme, ya tengo que irme.
Yo también salía del gimnasio y empezamos a charlar.
—Estás viendo que estás corpulento.
—Estás bien formado. ¿Y cómo te va en el fútbol?
—Excelente en mi deporte favorito.
—Seguimos charlando. Me dijo que más tarde nos hablaríamos y listo. Entré a su casa, hice algo de comer porque tenía mucha hambre y, en ese momento, recibí un mensaje suyo en el que me decía: «Qué lástima eres pequeño». Le contesté: «¿Por qué lo dices?». «Porque, cuando te conocí, me llamaste la atención. Tienes un culo precioso y, si te he ofendido, te pido disculpas», me dijo. Yo le contesté: «No me ofendes, no pasa nada. Seguimos hablando. Me preguntó cuándo regresaban tus padres y le contesté que en dos semanas».
Nos despedimos y, cuando me tocaba despedirme, me mandó un emoji como si me mandara un beso. Yo le mandé un emoji sonriendo. Al día siguiente, por la mañana, me escribió para decirme que porque no íbamos al gimnasio, ya que no había mucha gente. Le dije que estaba bien, que no tenía nada que hacer, y que nos vemos allí. Salí para el gimnasio y allí me lo encontré, ya trabajando en la máquina. Empecé a hacer mi rutina y me hizo otra rutina de peso de pecho en el banco. Él se posó en la parte de atrás de la máquina.
Ayudándome con las pesas, no me había percatado de que tenía la cabeza de su verga sobresaliendo por su pantalón corto. No llevaba pantalones, así que me quedé mirando y vi que su verga crecía. Se dio cuenta de que lo miraba, y me entraron muchas ganas de meterme en la boca, pero me contuve. Ya habíamos muchos en el gimnasio, terminamos las rutinas y toda la sesión. No me fui a la ducha, quería irme a casa y ducharme.
No podía apartar esa imagen de su verga de mi mente. No podía apartar esa imagen de mi mente cuando salí del gimnasio y lo alcancé para decirle que no me ducharía en casa. Salimos hablando, entramos a la cafetería, nos tomamos algo y le pregunté por qué me provocaba tanto. Me dijo que quería saber de qué era capaz, que quería saber si no te gustaba verme así. Le dije que lógicamente no, que salimos de la cafetería y, al despedirnos, me dio un abrazo y me dijo al oído que si quería que me acompañara a casa. Yo asentí con la cabeza y salimos juntos.
Cuando entramos en mi casa, me abrazó. Le correspondí, me dio un beso en la mejilla y le correspondí dándole un beso a él también. Empezó a abrazarme y a tocarme la espalda. Cuando noté que me agarró las nalgas, me dijo:
—Me muero por besar estas nalgas, me encanta tu culo.
Nos separamos un poco, nos quedamos mirando y me besó. Empezamos a besarnos como dos locos.
—No quiero meterme en problemas, ¿ya has estado con alguien así?
Hace seis meses estuve con la primera persona que me rompió el culo. Me sigue besando. Nos quitamos la ropa y, sin bañarnos, me dobló en el mueble. Empezó a besar mi espalda y fue bajando hasta llegar a mis glúteos. Los besaba y acariciaba. Siempre he mantenido la higiene íntima, nunca me han gustado los genitales ni las nalgas ni en mi culo. Cuando pasó su lengua por el canalillo de mi culo, fue bajando poco a poco y abrió mis nalgas. Al ver mi culo rosado, se abalanzó sobre él y empezó a chuparlo. Y a meter la lengua. ¡Qué sensación tan maravillosa! Recordaba todo lo que había vivido con Carlos, pero esta vez me chupaba como si chupara una fruta: metía su lengua, me mordía las nalgas y seguía chupándome el culo. Todo muy rico.
En un momento dado, se detuvo, me dio una nalgada y me di la vuelta. Su verga apuntaba a mi cara. Agarré con mis manos, pero no la abarcaba, era sumamente ancha. Me metí su cabeza en la boca y empecé a chupar. Trataba de meterla toda en la boca, pero no podía, no me cabía. Seguía chupando y me seguían saliendo. Mientras, él me tocaba el culo y me decía: «Este culo está bien cerradito, parece virgen». Yo seguía chupando hasta salivarlo, y además de él me agarró, me sentó en el mueble boca arriba, me puso las piernas sobre sus hombros y me escupió el culo. Después, metió su cabeza despacio. Yo le dije: «Despacio, que la tienes bien ancha, hace mucho que no haces nada», y me respondió: «Tranquilo, te voy a tratar bien. Voy metiendo la cabeza hasta que entró, no me dolió. Lo voy a negar.
Fue metiendo poco a poco hasta que metió la mitad y me dolía. Sentía que me estaba hinchando, que me estaba partiendo en dos. Siento más dolor ahora que cuando Carlos me desvirgó.
Volvió a meterla, escupió bastante y volvió a sacarla. Esta vez me empezó a besar. Era tanta la excitación que tenía que empezar a besarlo y arañar su espalda. Empezó a penetrarme rápido cuando me tomó la lengua y la empezó a chupar. Me tocó del todo, metió toda su verga en mi culo y me dolió muchísimo.
Sentía que me había roto la cadera con ese monumental rabo. No apartaba su lengua de mi boca para que no gritara, y siguió follándome. Ya había pasado el dolor cuando entré y empecé a sentir la sensación más rica que había sentido. Empezó a penetrar muy rápido, y ya no sentía dolor. Sentí que tenía un orgasmo anal como los que había tenido con Carlos, pero esta vez fue más prolongado. Él sería poseyéndome.
Me cargó y me folló de pie. Después me dio la vuelta. Y empezó a darme. Yo le pedía que me diera más fuerte. «Igual me da, mandarte así duro me dice. Eres una perra». Eso me excita, que me traten con malas palabras. «De ahora en adelante vas a ser mi puta», me decía. Me siguió culeando dándome verga. Duramos como 40 minutos culeando cuando siento que su verga se va hinchando y me dice: «Me voy a venir. Le dije: «Échamela toda adentro con chorros de leche que inunden mi intestino, medio verga hasta no». No pude más. Me siguió follando después de que se corriera. Cuando terminó, me sentía bien, me sentía rico por haber dejado que mi culo estuviera así.
Me besó, me mordió el oído, me besaba y me decía que tenía un culo muy rico, que le encantaba mi culo. Hasta que la sacó. Quedé tendido en el mueble, toqué mi culo y lo notaba bien ancho. Nos metimos en la bañera, nos bañamos y salimos. Nos acostamos un rato en mi cama. Al cabo de unos veinte minutos, volvió a chupar mi culo. Pasaba su deliciosa lengua por mi culo y volvía a penetrarme. Empezó a practicarme sexo oral en todas las posturas, se quedó toda la tarde en mi casa y follamos como seis o siete veces. Al caer la noche se marchó, exhausto de tanto sexo que le di, pero quedé satisfecho. Lo necesitaba, quería que pasara algo así. Les contaré qué más pasó con el entrenador del gimnasio. Si les gustó, que me lo hagan saber, por favor.
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