Barbie la chica que cambió al banquero por el agenciero

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Edith y yo nos habíamos escapado de la gran ciudad con la idea de reconstruir nuestra maltrecha relación de pareja, había asumido con dolor un par de infidelidades de su parte, me pidió perdón a la primera con la promesa de que no velería a repetirse, pero cuando me enteré de la segunda, pues ya no tuvo muchas excusas que poner, más que quedar expuesta ante mis ojos Tal vez un poco fuera parte de mi culpa, sintiéndome seguro de nuestro amor, hasta idealizar en la perfección a una mujer que, como todos, tiene deseos y pecados de todo ser imperfecto Tal vez el hecho de que me hubiera dado un hijo me hiciera imaginar tontamente que nuestra familia era perfecta, y que nada podía mover los firmes cimientos sobre los cuales descansábamos Y tal vez un nuevo embarazo, en la espera de una niña, me hiciera bajar aun mas la guardia, y vivir en una tonta fantasía

Pero cuando las cosas salieron a luz, aun cargando su pancita de cuatro meses de embarazo, todo me había sonado a podrido
Ni sus eternas lágrimas de arrepentimiento podían sacar de mi cabeza la imagen de un extraño, llenándole la concha de leche, golpeando como martillo las mismas puertas del útero de mi inocente niña Era el fin, pero una vez más me convenció de seguir adelante, no por mi, no por ella, solo por nuestro amado niño y la inocente criatura que llevaba en su vientre En ese momento decidimos hacer borrón y cuenta nueva, cambiar de aire, empezar de nuevo, de cero.

Anulamos el contrato de alquiler de nuestra casita, cerramos el negocio y solo nos fuimos de la ciudad, a un pueblo modesto, pequeño, no lo pensamos demasiado, solo lo hicimos.

Gobernador Arzuaga era un pueblo con aspiraciones de ciudad perdido en la nada, mitad camino entre dos grandes urbes, atravesada por las líneas férreas y punto de paso obligado para las actividades mineras e industriales del lugar, muy pujante en otros tiempos y un tanto estancado en el presente, donde había lo justo y necesario en una superficie de no más de veinte mil metros cuadrados.

Típicas escenas de pueblos podían observarse, la plaza central, a un lado la comuna, al otro la comisaría, al otro el hospital público y al otro la gran iglesia en tonos de grises, contaba con tres colegios primarios, un secundario técnico y otro comercial, y para una carrera terciaria había que emigrar a otro sitio, situación que hacía que poco a poco Gobernador Arzuaga estuviera marchitándose

Pero era un sitio tranquilo y también tenía sus cosas bonitas, paisajes pintorescos, plazas de juegos para los pequeños, y la eternidad que se vive en estos parajes donde los días parecen tener más de veinticuatro horas.

Nos establecimos rápido, casi al extremo del pueblo y en un abrir y cerrar de ojos había conseguido empleo en el banco nacional como asesor de cuentas, claro, tenía un curricular envidiable y una carta de recomendación que traía de la gran ciudad.

A Edith le llevó un poco mas de tiempo acomodarse, casi tres años, después del segundo parto se dedicó un poco ser mamá, hasta que la pequeña ya no fue tan demandante, entonces pudo retomar su viejo oficio de maestra particular.

Por un tiempo fuimos muy felices, esos primeros años, parecíamos habernos reinventado, ella tenía su empleo en casa, yo ganaba muy buena plata en el banco, nuestros niños crecían bajo nuestra protección y ‘los Villalba’, como nos conocían, éramos una familia perfecta, lejos de un pasado de infidelidades
Pero el diablo siempre está al acecho, siempre expectante, siempre esperando y ante la primera posibilidad, mete la cola

Edith siempre había sido una chica de ‘piernas fáciles’, era una realidad, pero en esta nueva etapa de nuestras vidas se estaba forzando por ser buena esposa y aun mejor madre.

Yo también tenía mis defectos, un materialista incurable que le gustaba ostentar y sentirse superior a la media, en el empleo, en el barrio, en la vida misma, de esos tipos que suelen enceguecerse cuando quieren algo y actúan sin sopesar consecuencias, y solo bastaría ese nuevo deseo para empezar un camino sin retorno.

Taborda Automotores era una de las dos agencias de autos, era la que se dedicaba a autos de alta gama por así decirlo, puesto que la otra era representante multimarcas y se enfocaba en autos populares y low cost para clase media y pobretones sin remedio.

Todos los días pasaba en mi coche por delante de Taborda Automotores, de ida al banco y de regreso a casa, siempre lo hacía a baja velocidad para ver lo que tenía en exhibición, era como un sano hobby, hasta que una vez, apareció un coche importado de alta gama, un sueño, en un borravino oscuro perlado, y pareció tentarme a entrar por el Estacioné a un lado, y fui al local, directo a ver ese auto, le pegué un montón de vueltas, como un niño ante una crema helada, miré el motor, el habitáculo y supe que tenía que ser mío
El apuesto vendedor miraba a distancia prudente, con una sonrisa marcada en sus labios, sabiendo que un pez estaba mordiendo el anzuelo
Me contó un poco de todo, de las prestaciones, de las novedades y todo el entorno para cocinarme a fuego lento Nos sentamos a hacer números, y diablos, estaba fuera de mi alcance, incluso en cuotas crediticias, y hasta tomando mi coche en parte de pago, le dije que debía pensarlo fríamente, aunque sabía que se me rompía el corazón en ese momento, salí de la agencia jurándome que ya era pasado

Pero se me había metido entre ceja y ceja, un capricho, y el siguiente paso fue tratar de convencer a Edith, a quien los autos le importaban poco y nada. El problema, fue que justamente mi esposa quería usar nuestros ahorros para construir un nuevo cuarto, teníamos un niño y una niña, y si bien hoy no era problema en ese presente, sin dudas en algún futuro necesitarían dormitorios independientes
Para ella, edificar era una inversión a futuro, y un coche solo representaba un gasto Entendí su punto, y siendo racional, estaba en lo correcto, así que nuevamente, desistí de la idea Pero el vendedor, hábilmente me había tomado el número de celular, y solo no dejaba de perseguirme sutilmente, como adivinando que yo sería fácil de convencer, además, no muchas personas en Gobernador Arzuaga estarían dispuestas a semejante gasto en un coche importado.

Como cantos de sirenas, me decía que pasara a verlo nuevamente, que fuera con mi esposa, así ella también podía verlo y que podríamos dar algunas vueltas por el pueblo, también me decía que había hablado con Jorge Taborda, el hijo del dueño y que tal vez podríamos evaluar más alternativas de pagos.

Solo no sabía que responder, y cada mañana al pasar, y cada tarde al volver, solo suspiraba al verlo a través de la vidriera del local
Y yo cada vez que podía sacaba el tema, y asfixiaba a mi esposa con ese tema recurrente, hasta convencerla para que ella me acompañara en mi aventura y desistiera de la suya.

El tema llegaba a un punto sin retorno, cada vez más friccionado, porque mientras ella más me ignoraba, yo más me empecinaba y honestamente, sin su consentimiento y a sus espaldas hice una cita con Jorge Taborda

Recuerdo que ella se molestó mucho conmigo, y fue a desgano, con su ceño fruncido en respuesta a mi anhelo ciego
El vendedor volvería a recibirnos ese día, y nos acompañó por la escalera lateral al semipiso superior de oficinas, donde unos vidrios espejados daban privacidad y permitían ver todo el salón de la planta baja, entendí que ahí, se hacían las negociaciones finales y todo el manejo del dinero.

Jorge nos recibió cordialmente, un tipo de nuestra edad, estilizado, bien vestido, prolijo en cada detalle, no solo en su aspecto personal, sino en todo su entorno, nos sentamos escritorio de por medio, donde todo estaba acomodado, cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa, nos ofreció un café antes de empezar a charlar que él mismo se encargó de servirnos.

Nos dijo que él era un hombre de negocios, al igual que su padre, y su abuelo, que estaba al tanto de mi interés por el coche y que sabía de mis limitaciones para llegar al monto, que su vendedor de salón le había hablado de mí y que incluso, en nuestra última visita, él nos había observado desde ese mismo sitio donde estábamos en ese momento Sacó entonces tres carpetas de sus cajones, una azul, una roja, otra verde, donde en cada una había una propuesta diferente, financiaciones diferentes, préstamos diferentes, opciones diferentes, nos dijo que la viéramos tranquilos, que lo analizáramos, y que nos esperaba en una semana, porque ese auto, sería mío

Esa semana sería sumamente complicada, me la pasé intentando convencer a Edith con todas mis fuerzas, hasta con argumentos irracionales, argumentos que ni yo mismo me creía, pero ella respondía con razones, con evaluaciones y me dejaba en ridículo, lo único que iba cambiando día a día era ella, ya solo no quería saber nada con ese maldito auto
Sin embargo, una semana después nos encontraríamos cara a cara con Jorge, solo para devolverle las carpetas y agradecerle por todo, tal vez en otro momento, no ahora
Jorge nos dejó hablar, cuando terminamos, se paró y fue sobre el ventanal, cruzó los brazos por detrás y dijo

Entiendo, veo que no llegan, y la diferencia no es demasiada, habría una cuarta propuesta, que la reservé por si llegáramos a este punto, verán, puedo olvidarme de esa diferencia, casi hasta estaría perdiendo dinero…

Y a cambio… – me apresuré a cortar sus palabras –

A cambio, le propongo a Edith que pase un fin de semana en mi compañía

Mi esposa se levantó de repente, entre molesta y ofendida y dijo

Vamos Marcelo, esto se terminó

Se dirigió a la puerta y Jorge dijo ahora volviendo la mirada hacia nosotros

No soy un mero vendedor de autos, uno no llega acá por solo vender autos, soy un empresario, soy un hombre de negocios, y solo negocio cuando hay algo que me obsesiona, como en este caso, y me animé a hacerles esta propuesta porque se de sus antecedentes, de donde vienen, y, sobre todo, las infidelidades que los trajeron a Gobernador Arzuaga, es mi trabajo, saber todo
No se preocupen, vuestro secreto está a salvo, decidan lo que decidan

Me levanté y fui en silencio tras los pasos de mi mujer, al llegar a la puerta él dijo

Ah! Marcelo, por cierto, esta propuesta tiene fecha de vencimiento, veinticuatro horas, ni un minuto más, ‘bussines are bussines’

En las siguientes veinticuatro horas la empujaría a Edith a tomar un camino sin retorno, ese auto me importaba demasiado, y si ya le había perdonado dos infidelidades, no veía el problema que ahora lo hiciera por mí, para darme un gusto, y discutimos, discutimos mucho, ella había empezado una nueva vida, quería ser buena madre y mejor esposa, y solo veía que lo que se estaba cocinando era una forma encubierta de prostituirse
Para mi ego, Jorge tendría un SI como respuesta, aún, contra la voluntad de mi mujer, quien esa mañana de sábado partió vestida muy normal con un pequeño bolso de mano
Para ser honesto, ese fin de semana no me importó nada de ella, ni lo que hiciera o dejara de hacer, solo me regodeaba imaginando mi futuro con ese bólido

El domingo, entrada la noche ella volvió a casa, los niños ya dormían y yo estaba demasiado excitado con el tema del auto, casi sin mirarme pasó a mi lado y tiró las llaves del auto nuevo sobre la mesa con un dejo de desprecio y dijo

Mañana cuando salgas del banco, tenemos que ir a la agencia a firmar todos los papeles, así tendrás lo que tanto deseabas…

No dijo más ni me interesó saber más, al fin lo tenía! al fin sería mío! y ese lunes, en un abrir y cerrar de ojos mi sueño se había cumplido, al fin pude pasear con ese coche y lucirme ante todo el pueblo, me sentí el tipo más afortunado del mundo!

Una semana después las cosas parecieron calmarse un poco, ya me había bajado la adrenalina por el éxito y Edith pareció estar más tranquila por todo lo vivido
Así que ese sábado, mientras desayunábamos y los niños aun dormían, ella empezó a hablar

Edith – Sabes, al final Jorge resultó un tipo interesante, no te dan ganas de saber que hicimos?

Marcelo – La verdad que si, pero no sabía si te molestaría que preguntara

E – Bueno, tomó uno de sus coches, nos fuimos a Colonia – (Colonia es la ciudad que está al norte de Gobernador Arzuaga) – me dijo que no era por él, era por mí, no quería que en el pueblo nos vieran juntos Me llevó a almorzar, a un restaurante muy bonito, hablamos mucho, me contó de su vida, resultó ser un tipo muy agradable, la pasamos lindo, después fuimos a conocer la ciudad, en verdad él ya la conocía, pero fuimos a un museo, pasamos por un parque y lo mejor, fuimos a un shopping donde pude comprarme todas las ropas y zapatos que se me antojaran! él solo me pidió un vestido muy ceñido y sexy en color rojo que se adhería demasiado a mi cuerpo

Solo lo dejé pasar, pero noté que intentaba tocar mis celos por la forma en que narraba

E – Por cierto, también compré lencería, y un traje de baño demasiado llamativo, después haceme acordar que te muestro como me queda

Si, evidentemente me estaba provocado

E – Por la noche cenamos en el piso del restaurante del mismo hotel, con una vista magnífica, al lago, hubieras visto! lo mejor era que yo perdía mi mirada en el paisaje nocturno del lago y él perdía la suya en el vestido rojo que me había comprado

M – Son necesarios tantos detalles?

E – Sí! obvio son necesarios!

Edith necesitaba dejar en claro que me pondría al tanto de cada segundo compartido, ella necesitaba clavarme bien profundo el puñal y hacerme sentir el dolor

E – Después fuimos al cuarto, una de las mejores habitaciones si es que no era la mejor, tenía dos camas enormes, más grandes que nuestra propia cama, Jorge me dijo que eligiera una de las dos porque dormiríamos separados, él no me obligaría a nada, no era de esos tipos, y si algo llegara a pasar entre nosotros sería solo por mi propio deseo, no te parece loco?

Era cierto, el puñal estaba enterrado y lo movía hábilmente

E – Pero no me parecía justo, los dos sabíamos el motivo por el cual Jorge hacía todo lo que hacía, y, además, a mí no me gusta dormir sola, eso lo sabes

M – O sea, no era necesario, pero la puta de mi mujer no pudo aguantarse

E – Ja ja! o sea, ahora soy la puta? ahora te crees en posición de juzgarme?
Pues tenía un conjunto muy sugerente que me había comprado esa misma tarde, todo caldo, transparente, cola less, recuérdame que luego te muestre también como me queda

Ya estaba empezando a odiar el tono provocativo de sus palabras

E – Fui hasta su cama, me metí a su lado y empezamos a besarnos con locura, me sobaba las tetas, la cintura, las piernas, las nalgas, sus dedos inquietos se metían en mi conchita, en mi culito, me hacía jadear, y no puede contener el deseo, bajé por su pecho, por su vientre, y llegué a su sexo, tenía la pija dura, muy dura, y, por cierto, grande, muy grande!
Empecé a chupársela con muchas ganas, no me cabía en la boca y el solo me dejaba hacer mientras le acariciaba las bolas, y sabía muy rico, se notaba muy hombre, sabía a hombre y solo estaba perdida entre sus piernas
Lo hubiera dejado llegar en mi boca si es que él no me detenía

En ese momento tenía una erección por sus palabras, mitad morbo, mitad odio

E – Me obligó a detenerme, abusando de du fuerza masculina solo para cambiar las reglas de juego, tomó el control, me besó el cuello, los pechos los pezones por interminables minutos, sentí mi clítoris inflamado, deseoso, mi conchita chorreando flujos como nunca, y cuando se deslizó entre mis piernas ya no pude detenerlo, me la besó toda, labios, conchita, culito, pubis y por supuesto, clítoris.
No podía ni quería que se detuviera, sus manos pellizcaban mis pezones y ponía las mías sobre las suyas solo para que no dejara de hacerlo, cerré los ojos y me vine con todas las ganas contenidas y lo curioso en ese momento fue recordarte, y sentir el placer de estar pagando lo que correspondía por tu capricho

Tragué saliva para acallar mis palabras, en verdad me estaba incitando, pero solo siguió con el monólogo

E – Entonces vino sobre mí, le rogué que me cogiera, me la metió por completo, tan larga y gruesa como era, se sentía exquisito y solo empecé a gemir, despreocupada por el entorno y giramos sobre la cama como giran al compás dos bailarines
El entonces se sentó sobre el colchón he hizo que yo me sentara sobre él, abrazándolo con mis piernas por su cintura y con mis brazos por su cuello, en esa posición entró todita, por completo, Jorge me tomó por mi cintura y por las nalgas, moviéndome arriba abajo al compás del placer, mi concha no dejaba de regalarme orgasmos y su boca llenaba de besos mis pechos
Lo sentí venir, busqué desesperada sus labios para basarlo con locura, esos besos que hasta saben dolorosos, expulsando más aire del que se puede tener cuando se llega al momento cúlmine
Lo sentí derramar sus jugos en mi interior, ayyyy!!! me estoy mojando al recordar lo rico que se sintió que me llenara la conchita de leche!!!!

M – Pero… no usaste preservativo? ten perra sos? se supone…

E – Mi amor… te parece que semejante coche importado amerita usar preservativos?

En ese momento, nuestro pequeño hijo interrumpió el diálogo, refregándose los ojitos y clamando por su desayuno, quedarían para otro momento el resto de lo ocurrido, cuando ese domingo la llevó a navegar para que luciera su sexi traje de baño, y el resto de la historia, como por ejemplo regalarle un exquisito sexo anal solo por el enojo que sentía hacia mi persona

El final de la triste historia sería tragicómico, Jorge, como me había anticipado era un hombre de negocios, y Edith había quedado obnubilada por su trato, y siguieron viéndose a escondidas, primero a mis espaldas y luego abiertamente, se hizo vóx-poluli el amorío entre ellos.
Ella me pediría el divorcio poco después, se había enamorado de Jorge y nuestro matrimonio no tenía retorno, naufragamos en gastos interminables de abogados y más abogados y tuve que vender el coche para poder hacer frente a tantos gastos, y quien sería el comprador? si, no sería otro que el mismo Jorge Taborda, el hombre que se quedaba con mi auto, con mi esposa, con mis hijos, y con mi propia vida

Ya pasaron cinco años, y un poco todo está más calmo, más asumido, a Edith la veo cada tanto, la cruzo en la agencia, o ella pasa por casa, en general por los chicos, tenemos tenencia compartida, está cambiada, ahora está rubia, tiene algunas operaciones en el rostro y dos pechos enormes, en el pueblo todo se sabe, la historia de como la chica cambió al banquero por el agenciero, la llaman la Barbie, en una forma un tanto peyorativa por todo lo sucedido.

Yo sigo solo en mi camino, a mi manera la sigo amando y aun no logro perdonarme a mí mismo, mi desmedida ambición, que me llevó a perder lo que más amaba, mi propia familia

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dulces.placeres
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