Mujer jubilada que vivo sola en casa
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La primera vez que veo una polla de verdad, tenía el coño demasiado mojado, estaba muy excitada.
Hola, me llamo Juana. Soy una mujer ya jubilada que vivo sola en casa tras la muerte de mi marido. Por eso desde hace ya un tiempo, para romper con la monotonía de mi actual y aburrida vida, empecé a ir metiéndome poco a poco en internet para así distraerme un rato e ir descubriendo todo lo que acontece en las diferentes redes sociales.
Fue así como un día, aun sin proponérmelo, apareció ante mis ojos un anuncio de una de esas páginas porno que están ahora tan de moda, y muy intrigada entré en ella para darle un vistazo dentro de un gran nerviosismo y morbo a la vez, ya que yo nunca en mi vida había hecho nada parecido, aunque ese hecho, debido a la gran similitud que había con otro que me ocurrió en mi juventud, me trajo a la mente aquella primera vez que yo vi (también por casualidad) mi primera polla, aunque en aquella ocasión fuese solo en una revista.
Resulta que por aquel entonces yo era una chica muy tímida y reprimida debido tal vez a mi familia y al entorno en que me movía, por eso tardé bastante tiempo en ver una de verdad, al contrario que el resto de mis amigas, las cuáles al moverse a veces por otros ambientes, estaban ya más que hartas de salir y de estar con chicos, ya que todas eran muy atrevidas y lanzadas en ese aspecto.
Por eso en aquel tiempo, yo me sentía muy frustrada conmigo misma, sobre todo cuando empezaban a contar sus aventuras con pelos y señales, hasta el punto de llegar a presumir de ser todas en el fondo unas mamonas y unas calienta pollas, mientras que yo, aunque les seguía la corriente para disimular, aún no había visto ninguna polla ni en pintura.
Actualmente me he ido aficionando cada vez más a todo eso del porno, y ahora soy yo la que acabo buscando todas esas páginas de vídeos y de relatos eróticos, para acabar casi siempre teniendo que masturbarme en la soledad de mi habitación con la ayuda de mis dedos o con el vibrador en forma de delfín que suelo guardar muy celosamente en el cajón de mi mesita de noche, para tratar así de calmar la tremenda calentura que me entra cuando veo todas esas pollas tan grandes y gordas, al igual que esas chicas follando de mil maneras distintas y tratando de tragarse esos pedazos de carne (que imagino calientes y palpitantes) hasta los mismísimos huevos.
Por eso, debido al gran parecido con aquel día en el cual vi por primera vez una polla, me puse a recordar todo aquello a través de los años.
Y ya puestos a ello, me decidí a escribir por primera vez en esta página de relatos para tratar de explicaros como sucedió todo.
Por aquel entonces tener 15 años, te daba ya unos derechos de persona mayor tales como el de poder trabajar para (según decían) ayudar en casa, pero luego en cambio, en el plan sexual no sabíamos nada de nada, por lo menos en mi caso, quizás debido a la gran represión que se vivía en aquel tiempo.
Por eso en ese aspecto, yo estaba más verde que las lechugas. Entonces, para poder acabar con esa situación ya que como bien os dije era muy tímida, empecé a pensar qué podía hacer para solucionarlo, ya que al no ser muy de fiestas ni de salir con chicos, lo tenía bastante difícil, pero aun así empecé a darle vueltas a la cabeza para tratar de buscar una solución y poder ver cuanto antes una buena polla.
Pero he aquí que un día mientras estaba arreglando la habitación de mi hermano, me encontré sin querer bajo el colchón de su cama, una revista porno, la cual hizo que me pusiera muy nerviosa debido a tal hallazgo.
Entonces la curiosidad y el morbo poco a poco se fueron apoderando de mí, y como en ese momento me encontraba sola en casa, decidí darle un pequeño vistazo. Así que sentándome muy lentamente en la cama y con mucha curiosidad (casi con miedo) empecé a abrir poco a poco dicha revista.
En ese momento mi cuerpo temblaba como un flan debido a la emoción, y al abrir aquellas páginas, empezaron a aparecer ante mis atónitos ojos, unas pollas grandísimas y unas mujeres follando con unos tíos de ensueño, sobre todo por sus enormes miembros.
De ahí el gran parecido de las dos veces, aunque fuese con mucha diferencia de años.
Bueno, volviendo a aquel día y tras aquella inesperada visión, mi cuerpo se quedó paralizado por completo y no daba crédito a lo que estaba viendo. Tan solo mi coño empezó a darse cuenta ya que comenzó a latir y a ponerse caliente y mojado como invitándome a que lo tocase, cosa que me puse a hacer enseguida, al igual que hice también con mis tetas y mis pezones, los cuales se me pusieron enseguida más tiesos y duros que nunca.
Después tuve miedo de seguir con todo aquello por si regresaban mis padres de improviso y me pillaban de aquella manera y tuve que aguantarme las ganas de haber tenido un buen orgasmo como lo requería la ocasión.
Así que volví a dejar la revista en su sitio y traté de seguir como pude arreglando la habitación.
Aquella rápida visión de pollas y de coños que había tenido, no hizo más que acrecentar mis ganas de ver cuanto antes una polla de verdad para satisfacer de una vez mi curiosidad.
Por eso empecé a pensar en todos los chicos que conocía, aunque como no solía ir mucho de fiestas por ahí, tampoco es que fueran muchos.
A unos los descarté enseguida y a otros ya ni pensé en planteármelos, así que al final, tan solo me quedaba en la recámara mi buen amigo Miguel, un amigo de toda la vida que según parecía debía de estar en la misma situación que yo, ya que también era muy tímido y nunca lo había visto con ninguna chica.
Miguel y yo solíamos quedar en mi casa para escuchar música y hablar de nuestras cosas y otros días iba yo a la de él, pero solo cuando no estaban sus padres ya que si no me daba mucho corte. Por cierto, ese fin de semana me había invitado a ir un día y yo naturalmente le dije que sí.
Al final quedamos para el sábado por la tarde, y una vez llegó el día, me puse lo más sexi y maquillada que pude y me fui para allá, con la intención de provocarlo un poco para tratar así de conseguir mi objetivo.
Al llegar me saludó dándome dos besos en las mejillas y luego nos dirigimos a su habitación. Él enseguida me ofreció un refresco y a continuación puso una música rápida y bailonga.
Entonces al sentarnos en la cama le comenté que me gustaría mejor escuchar una música romántica como de baladas, ya que me encontraba esos días muy melancólica y preocupada.
Luego él interesándose por mí me preguntó a qué era debido esa situación, y yo le estuve explicando que me encontraba muy frustrada por ir tan retrasada en el asunto del sexo con respecto a mis amigas, ya que yo nunca había visto ni tocado todavía una polla, ni tampoco había estado con ningún chico de forma seria, mientras que ellas estaban ya hartas de haber hecho de todo con ellos.
Entonces, sinceridad por sinceridad, él me dijo que me entendía muy bien ya que a él le pasaba algo semejante. Él tampoco había visto nunca un coño o unas tetas al natural y tampoco había estado con ninguna chica hasta entonces. Dicho eso nos abrazamos y nos dimos ánimos el uno al otro. Luego brindamos porque la situación de ambos cambiase lo más pronto posible.
Seguidamente y armándome de valor, me decidí a hacerle una proposición que ya venía meditando desde hacía unos días. Así que mirándolo fijamente a los ojos con cara casi de pena, le dije qué le parecía si hacíamos un trato. Ya que yo nunca había visto una polla de verdad, ni él tampoco un coño, si él me enseñaba su polla y sus huevos y me la dejaba tocar, yo a cambio le enseñaría mi coño y las tetas e incluso se las dejaría hasta tocar.
Entonces Miguel se quedó perplejo por un instante ante aquella inesperada propuesta y no supo cómo reaccionar, aunque después y con la voz entrecortada por los nervios, me contestó que estaba de acuerdo ya que él no había visto nunca a una mujer desnuda y por lo tanto tampoco un coño.
Seguidamente y con mucho nerviosismo por ambas partes nos volvimos a abrazar de nuevo. Luego se puso de pie frente a mí y se quitó la camisa. Después siguió desabrochándose el cinturón y también los pantalones, los cuales le cayeron al suelo quedándose tan solo con el slip puesto y con las manos cruzadas justo encima de su paquete.
Entonces yo con las mías se las retiré, para poder vérselo mucho mejor. Al hacerlo me di cuenta de que lo que podía guardar allí debajo no tenía nada que ver con lo que yo había visto aquel día en aquella revista porno, pero aun así quise seguir con todo aquello para poder comprobarlo.
Así que le bajé el slip hasta el suelo y en ese momento vi aparecer ante mis ojos una cosa muy flácida, seguida de unos huevos que le colgaban de entre las piernas.
Dicha visión me dejó desilusionada y él se debió de dar cuenta ya que se excusó diciéndome que tal como la estaba viendo ahora era en estado de reposo, pero si se la iba tocando, vería como poco a poco iría creciendo y engordando por momentos.
Entonces tal y como me dijo empecé a tocársela y a mirarla desde todos los ángulos posibles, como si le estuviese realizando un estudio de anatomía, y la verdad es que tenía razón, ya que contra más se la iba sobando y apretando, más grande y dura se le iba poniendo, al igual que pasaba con sus huevos.
Pero aun así la veía diferente a las de la revista no ya por el tamaño (que también) si no por su apariencia. Entonces me dijo que para verla en todo su esplendor ahora que ya había crecido tanto, tenía que hacerle retroceder la piel del prepucio y una vez lo hice sí que apareció ante mí como por arte de magia, un grandioso glande de color rosado, igual a los que había visto en dicha revista.
En ese momento me puse muy contenta, por eso al ver aquella preciosidad de polla ante mí, le pedí que por favor me la dejase probar para averiguar a qué sabía. Luego, al decirme que sí y sin dejar de meneársela y de sobarle los huevos ni un minuto, saqué la punta de mi lengua y la puse justo encima del orificio de su glande, empezando a continuación a lamérselo en círculo como si fuese un helado.
Al notar que su sabor y lo suave que estaba me gustaba, decidí metérmela en la boca, aunque sin dejar de masturbarlo. Luego aun sin saber mucho lo que tenía que hacer me dejé llevar por mi intuición y aferrándome a sus nalgas con mis manos empecé a bombear sin parar sobre aquella palpitante polla, hasta que al cabo de un rato fue él mismo el que me la sacó de la boca, ya que no podía aguantarse más.
Seguidamente se siguió pajeando frente a mí y después de unos cuantos movimientos más, empezó a disparar sobre mi cara un líquido caliente, blanco y pegajoso, el cual no había visto nunca y me entraron ganas de probar.
Para ello cogí un poco con la yema de los dedos y me los llevé a la punta de la lengua. Después lo estuve saboreando y como me gustaba, empecé a relamerme los dedos ante él con cara de viciosa.
Una vez cumplido mi sueño, llegó su turno. Así que lo hice sentar en la cama y poniéndome frente a él, empecé a quitarme la blusa y después la falda, realizándole a la vez un pequeño striptis en agradecimiento a lo bien que se había portado conmigo. Luego poniéndome de espaldas a él me fui quitando el sujetador, dándome poco a poco la vuelta hasta dejar ante sus atónitos ojos mis redondeadas tetas, las cuales tenían ya los pezones bien duros y tiesos.
Entonces Miguel se abalanzó sobre ellas y empezó a tocármelas, aunque sin saber muy bien cómo hacerlo. Por eso le sugerí que me las podía ir lamiendo y a la vez chuparme también los pezones. Al momento se puso a hacerlo y así se pasó un buen rato, a la vez que me las iba masajeando, aunque ahora ya con más criterio.
Luego me volví a dar la vuelta y empecé despacito a bajarme mis diminutas braguitas mientras a la vez, iba moviendo ante él esas redondeadas y respingonas nalgas que Dios me ha dado. Una vez lo hice me giré para que viese toda mi raja, y además con mis dedos traté de separarme los labios para que la viese aún mejor. Luego sin que Miguel me dijese nada, me tumbé de espaldas al borde de la cama y con las piernas bien abiertas, se lo volví a enseñar, al igual que hice también con el orificio de mi culo.
Entonces se arrodilló ante mí y empezó primero a mirarlo por todos los lados y luego a tocarlo. Seguidamente me lo empezó a lamer, aunque al igual que antes, tampoco tenía ni idea de cómo hacerlo. Por eso y por el bien de los dos, volví a separarme los labios y le dejé al descubierto todo mi rosado coño, al igual que ese botoncito de gloria que tanto placer me había proporcionado hasta ahora.
Una vez le enseñé como debía de hacerlo, se puso manos a la obra y la verdad es que se entregó a fondo, ya que hizo que me corriera en varias ocasiones, haciéndome sentir nuevas sensaciones, sobre todo cuando aún sin saber mucho, empezó a lamer y a meterme la punta de su lengua en el coño y también en el orificio del culo.
Todo aquello a los dos nos resultaba fantástico y aunque a Miguel se le había vuelto a poner la polla tiesa otra vez, debido a tanto placer que me había dado, decidimos ya de mutuo acuerdo, dar por finalizada nuestra particular clase de anatomía y sexo y nos empezamos a vestir.
Entonces sí que le pedí que por favor pusiese otra vez aquella música rápida de cuando llegué, para poder bailar un poco, ahora ya que los dos habíamos podido por fin cumplir nuestro sueño.
A partir de ese día nos empezaron a entrar a ambos unas ganas tremendas de perder la virginidad, pero eso ya formará parte de un nuevo relato.
Y ahora os tengo que dejar, porque con tanta explicación sobre esos años de juventud, me he ido poniendo muy cachonda y he de ir a buscar al cajón de mi mesita de noche, a mi fiel amigo con forma de delfín, para que trate de calmarme esta calentura con un fantástico orgasmo.
FIN
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