Pierdo la virginidad de mi culo con mi hijo (madre e hijo)
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Soy una mujer de cincuenta y cinco años, nacida en el seno de una familia ultra creyente, por consiguiente muy reprimida en materia de sexo entre otras cosas. Debo reconocer que Carl Young no se equivocó conmigo, pase por mi etapa del complejo de Electra, teniendo que reprimir mis sentimientos pues las demostraciones de cariño en casa eran totalmente escasas.
No me defino como “la” maravilla, pero a pesar de mi edad y esos centímetros de grasa que se esparcen por toda mi piel haciéndome ver excedida de peso, pero, aún estoy deseable, cuando voy por la calle veo como se voltean a observar mi culo y arrancar algún que otro silbido.
Mis tetas son de medianas a grandes, bastantes turgentes con areolas no tan espectaculares, pero si unos pezones regordetes y largos que siempre están dispuestos a perderse en una boca.
Mi castaño cabello cae sobre mis pechos, llegando justo debajo de ellos, mis ojos son de un color indefinido entre marrón y verde oscuro.
Dentro de lo que es mi exceso de peso, aún conservo un poco de cintura coronada por el tema de mi relato, mi duro y parado culo.
En materia de sexo toda mi vida giro en torno a las posiciones tradicionales, sin poder experimentar demasiado, si he tenido varios novios antes de mi esposo, pero no sé si será cuestión del destino o pura casualidad, todos y cuando digo todos está incluido mi marido, fueron unos burros en la cama y no lo digo casualmente por sus miembros…
Aquí comienza lo sabroso, ya cansada de tener sexo, como dije, tradicional (misionero o cucharita) alguna que otra mamada o si estaba dispuesto una chupada (mal hecha) de mi vagina, una vez por semana.
Hablando del tema con mis amigas, comprendí todo lo que me he perdido durante años, quería recuperar ese tiempo y sobre todo que alguien me hiciera perder la virginidad anal.
Como dije anteriormente, con casi nula experiencia no sabía cómo llevarlo cabo, por eso me decidí a investigar, hasta llegar a esta página donde pude, mediante la lectura, (gracias) llevar a cabo mi aventura, no puedo decir fantasía, era más que eso, era un deseo.
Buscando y rebuscando con quien llevarlo a cabo, todo apuntaba una sola persona de confianza, no quería que fuera cualquiera, mi hijo mayor es el indicado, si se lo explicaba, me entendería.
Bueno, María, es hora de comenzar me dije y me puse manos a la obra.
La relación que tengo con mis hijos es excelente, los crie con bastantes libertades y confianza mutua, pero la relación con Gino es la más estrecha, muy de besar, me abraza cada vez que puede y tiene la oportunidad, cuando estoy cocinando se acerca sigilosamente por detrás y me besa suavemente el cuello abrazándome (en más de una oportunidad me pareció que apoyaba su miembro en el culo).
Recuerdo una vez que le pedí mientras me bañaba que me alcance la ropa interior que había olvidado sobre la cama, sin ningún tipo de pudor ingreso al baño y me vio totalmente desnuda, yo ni atine cubrirme, inclusive tengo aún esa sensación de gusto que me viera así, salió y detuvo su salida para ingresar nuevamente y decirme.
– María, si te depilaras ahí abajo te verías mucho mejor de lo que se ve.
No supe que contestar, como si fuera la cosa más normal del mundo giro sobre sus talones y se retiró del baño.
Aprovechando un viaje de trabajo de mi esposo llevando a mi otro hijo como chofer pues eran muchos kilómetros, me decidí y dije para mí, es hoy o nunca, mi vagina se humedeció al instante.
Todo comenzó la hora de la cena, preparados para comer y faltando un rato para que la carne se cueza en el horno.
– Gino, hijo, mientras se hace la carne me voy a pegar un baño, la observas por favor.
– Si Mari, despreocupate.
Repetí la escena de aquel día, deje la ropa interior más sexi que tengo sobre mi cama con la intención que me la alcance.
Al finalizar de la ducha y organizando como iba a ser la cosa, mi vagina se mojó como nunca antes lo había sentido.
– Gino, por favor me alcanzas la ropa interior que la olvide sobre la cama. Grite.
– Si mama, ahí te la alcanzo.
Al entrar se debe haber llevado una sorpresa bastante grande, lo estaba esperando… otra vez desnuda completamente y algo más. Entro con total desparpajo, me puse de pie, me alcanzo las prendas observando mi desnudez, tendió su mano y la pasó por mi pubis.
– Ahora si Mari, ves que linda que quedo sin pelos, te ves más bella que la otra vez.
Dando media vuelta se retiró, quede decepcionada, pensé que no pasaría nada, pero… me equivoque.
Luego de cenar, fui a lavar la vajilla casi con una lágrima brotando de mis ojos, cuando siento dos fuertes manos que rodean mi cintura y me toman del abdomen a la vez que algo duro se refriega en mi culo, giro la cabeza y lo veo a los ojos, con una sonrisa en los labios me tira un “pico” dejo lo que estoy haciendo para darme vuelta, rodeando su cuello con mis brazos busco su boca con la mía.
– Mama no sabes cuánto tiempo esperé esto ¿segura de quererlo?
– Si hijo, hace un par de semanas que lo vengo pensando.
Con sus fuertes brazos de gimnasio me alzo llevándome la cama, al cruzar la puerta dijo.
– Al fin quedamos solos.
Me deposito en la cama, se sacó la remera y pantalones quedando en ropa interior, por el bulto ya infería que era más grande que la de su padre. Que suavidad que tuvo para sacar mi ropa, indescriptible.
Las manos recorrían mi piel de norte a sur rozando levemente mi anatomía, la piel se erizaba al paso de sus dedos, la vagina hacía agua a caudales, dibujaba el contorno de la tanga con su dedo, creo que disfrutando la humedad de la tela al pasar sobre los labios, uno de ellos se deslizó por debajo del minúsculo triángulo que los cubría, mi mente sonaba el “ahora hijo ya, poneme a gozar” se lo hice saber moviendo mi pelvis para que comience la acción, pero no, solo tomo los hilos laterales para bajar la prenda, una vez que me tuvo desnuda, el mismo se despojó de la suya dejando a mi vista ese hermoso trozo de carne duro y caliente que portaba entre sus piernas, corroborando lo que pensaba, era la más grande que había visto e iba a recibir de buen agrado.
Continuo con la faena, pero ahora con su lengua recorriendo la anatomía vaginal que destilaba fluidos, se ubicó para poder gozar con ella y que yo pudiera gozar de su aparato, el que como pude metí en mi boca para chuparlo con desesperación mientras él con suma paciencia iba despacio, hasta que llego al clítoris el que chupo como un bebe al biberón, haciendo que explote en tremendo orgasmo.
Se puso sobre mí, para jugar con esa verga hermosa en el agujero de entrada, al estar tan húmeda su gran cabeza no tuvo dificultad para entrar, sin ponerla toda.
– Gino, quiero pedirte una cosa.
– No hables mama, sé lo que buscas.
– (entre gemidos) ¿si, seguro?
– Si mama, te conozco demasiado y aparte escuche algunas conversaciones tanto con papa como con tus amigas.
– Dame lo que deseo.
No había actividad de culo todavía, cuando nuevamente tomo la posición anterior, y siguió con la lengua en mi vagina, yo tenía a disposición esa verga y esos testículos que se bamboleaban y en un primerísimo plano el agujero del esfínter anal de mi hijo, no dude un segundo en chupar esos duros huevos y a modo de señal le iba a jugar con mi lengua en su culo, cuando siento la suya acercarse a lo que yo más quería, rozo mi esfínter haciendo que me estremeciera, por la posición le costaba acceder a él, como pude lo saque de encima y me puse como un gato, apoyando la cabeza en la almohada lleve las manos hacia mis nalgas abriéndolas lo más que pude para que no le costara, Gino perdió su rostro entre ellas y con su lengua comenzó un excelente trabajo, lengua en el culo y mano en la vagina, tuve mi segundo orgasmo. Cuando estaba a punto de decirle que ya era hora…
– Dame un segundo, que traje algo en el pantalón.
Se bajó de la cama para buscar en el bolsillo, yo aun en esa posición lo esperaba con ansia, se posicionó detrás y unto mi culo con un aceite para bebe, haciendo lo propio con su aparato.
– Mama, ponete cómoda, a partir de acá, solo disfruta de lo que viene.
Solté mis glúteos y me puse sobre mis cuatro miembros arqueando la espalda, la sensación de los dedos rodeando el esfínter es hermosa, un dedo se perdió en el interior, me gusto cada vez que introducía un dedo, dándome cuenta de que iba del más pequeño al más grande, hasta que percibí algo más grande, que no era su verga, ahora eran más dedos en mi interior, que giraban e iban abriéndose como tijeras. Luego de un rato de estar dilatando…
– ¿Lista mama?
– Desde el primer momento hijo, lléname toda, recordá que soy virgen de ahí.
– Si mama, solo avísame si te hago daño.
– Por favor basta de charla te deseo adentro.
No se hizo de rogar, poniendo más y más aceite sentí la presión en el virginal agujero, le costaba progresar.
– Mama relájate porque te puedo hacer daño.
– ¿Cómo hago?
– Hace una pequeña fuerza como que vas al baño.
Así lo hice, y su gran cabeza progreso hasta el prepucio, miles de estrellas pasaron por mis ojos acompañando el pequeño dolor que sentí subir desde el perineo hasta el abdomen.
– Hayyyy duele hijo querido.
– Si mama lo sé, pero ya está dentro.
Se recostó sobre mi espalda hasta que me pasara el dolor. Cuando se lo hice saber, se incorporó y goteando aceite sobre el miembro, con suaves movimientos de adelante hacia atrás fue progresando hasta que sus testículos chocaron con mi vagina. ¡¡¡Ya estaba adentro!!! Había perdido la virginidad de mi culo, esa que deseaba entregar a mi marido y nunca lo intento.
Me estaba volviendo loca del placer, esos besos en mi espalda, los testículos golpeando a la puerta de mi vagina, sus movimientos suaves y delicados al deslizar su verga dentro de mi recto, sentir su cuerpo junto al mío, saber que carne de mi carne estaba cumpliendo el capricho de su madre me transportaba a otro plano, donde el dolor que sentí se transformó en un placer inigualable.
A esta altura su pene entraba y salía ya con facilidad, su roce cada vez estimulaba más las terminaciones nerviosas del esfínter produciendo una sensación espectacular, su mano nuevamente comenzó a jugar en mi vagina, estimulando el clítoris de una manera tan hábil que el orgasmo no tardó en llegar.
– Si hijo querido, así cuanto placer me estás dando, cuantas cosas me he perdido durante mi vida.
– Me pone feliz, disfruta mama, sabes muy bien que cada vez que me necesites acá me vas a encontrar, siempre dispuesto para vos.
No sé qué me pasaba, me estaba convirtiendo en una perra que deseaba más y más, siento explotar a mi hijo dentro de mi recto llenado mis entrañas de su líquido caliente.
Una vez que le exprimí al máximo sus jugos, fue sacando lentamente esa hermosura de pene hasta que ya no lo sentí más dentro de mí.
Se paró diciendo, más bien ordenando.
– Esperame acá, me voy a lavar y quiero ocuparme de esa concha deseosa de verga.
Regreso muy rápidamente con su “estaca” aún dura, no me lo podía creer, se incorporó sobre mi cuerpo descargando su peso en él, busco la entrada vaginal introduciendo, como anteriormente, toda la extensión con una suavidad impresionante, estuvimos haciendo el amor por largo rato, mis orgasmos eran uno tras otro, perdí la cuenta de cuantos tuve, por primera vez en mi vida tuve el sexo que toda mujer debería tener, mucho, suave, delicioso, cargado de amor y con una persona que realmente sabía dónde y cómo tocar y en qué momento meter y sacar para elevar la libido a las puertas del cielo.
Ya repuestos y correctamente vestidos nos sentamos en el comedor tomar algo y dialogar, donde arreglamos que lo nuestro sería el gran secreto.
Aun hoy seguimos con nuestros encuentros, cada vez que nos deseamos, nos encontramos en un hotel alejado de nuestra localidad para darnos nuestro amor. He descubierto cosas del sexo que apenas sabía que existían, le doy las gracias a mi hijo por no dejarme partir de este mundo sin conocer las delicias del sexo que me había perdido durante todo este tiempo.
Hasta el momento nadie sospecha nada de las salidas madre e hijo, esas salidas también las tengo con mi otro hijo para despistar, pero solo a pasear o comer algo por ahí.
Debo reconocer que estoy feliz de haber entregado la virginidad de mi culito a mi primogénito.
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