La bella y la bestia

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CHARLINES

Queridos amigos, lo que aquí va a pasar, es fruto de mi imaginación. Aunque la providencia en su magnanimidad puede hacerlo posible. ¿Quién sabe?, soñar es gratis.

Desde hacía tiempo seguía tus pasos por las redes sociales. Tu impresionante figura y ese cuerpazo hecho a base de esfuerzo y tesón me tenían atrapado. Parecías una mujer inteligente e interesante y me apetecía comprobarlo. La verdad es que me daba cosa hablar contigo, ¿no se? Siempre fui tímido. Esa personalidad tuya me subyugaba y me llevaba a buscar como poder entrar en tu mundo virtual. No solo me cautivó tu cuerpo, había más cosas de ti que me tenían cautivo. Tu desparpajo, tu sensualidad y tu fuerza.

La verdad es que sin querer coincidí contigo en algún comentario en estas redes sociales que ahora nos tienen sujetos. Y me sorprendieron gratamente tus respuestas.

Empezamos a hablar de bobadas, en una de estas redes sociales y esto nos fue uniendo. Nos conocimos más. Tu para mí, eras una princesa y yo para ti un abuelo jajajaj, pero nuestra verborrea fluía y nos acercaba cada vez un poco más. La vida es así de extraña, algunas veces empareja a una diosa con un cuasimodo. Así que a un lado la bella y al otro la bestia.

Los continuos acercamientos en las redes nos llevaron a querer quedar un día para conocernos. Yo conocía a la bella, pero tú no conocías a la bestia. Yo sabía que por tu trabajo viajabas algunas veces por las ciudades de este precioso país y casualidad, un día, pararías en mi ciudad. Te comenté si te apetecía quedar y tu muy amable aceptaste la invitación.

Quedé contigo para comer, te llevé a uno de los restaurantes que a mí más me gustan y la verdad que fue un acierto. Aquí se podía comer de todo y eso hacía la elección mucho más fácil. Un buen vino nos acompañó y un buen postre con un rico café, cerró la velada. Te pregunté si te apetecía una copa y no dudaste en decir que sí. En mi automóvil fuimos al lugar donde tomaríamos la copa, un sitio espectacular donde sin ninguna prisa hablamos de todo aquello que dos desconocidos tienen a bien hablar. La fluida conversación nos llevó irremediablemente al tema sexual. Te comenté que te creía por lo visto en las redes, una mujer fogosa. Me contestaste que sí, que lo eras y que te gustaba serlo. ¿y tú?, me dijiste.

• Soy apasionado e incansable, me gusta hacer disfrutar y después, como no, disfrutar yo.

Tus ojos se encendieron y noté un ligero temblor en tu cuerpo. ¿Que pretendía un abuelito como yo, con una diosa como tú?

Tu sonrisa afloró en tu cara y posaste tu mano sobre la mía, en un gesto de enorme ternura y con una sonrisa en la boca. Departimos sin importarnos el tiempo y cenamos en ese mismo lugar.

Mis temores e inseguridades se fueron disipando y envalentonado por el alcohol me acerqué a tu oído y te dije quedó.

• Bella, me gustas, me gustas mucho.

Mi sorpresa fue mayúscula al escuchar tu respuesta.

• Y tú a mí, y tú a mí.

Mis ojos se abrieron como platos a la vez que una corriente de sangre nueva corría por mi espalda. En ese momento me fijé en el balcón de tu pecho, que extrañamente se me había ocultado hasta ese momento. La tersura y redondez de tu pecho me cautivó y esa sonrisa socarrona me envalentonó.

• ¿tomamos una copa o nos retiramos?

• Tomemos esa copa- dijiste risueña.

Al salir del restaurante y camino del automóvil, sujeté tu cintura y te apreté con fuerza. Tu echaste tu brazo sobre mi hombro y te dejaste llevar. Entendí que aceptabas dar un pasito más. El idílico lugar donde nos encontrábamos, rodeado de vegetación y poco iluminado, me llevó a acercar mi boca a la tuya y poder comprobar cómo besa una diosa.

Tus duros y tiesos pezones se clavaron en mi pecho, mientras tu lengua se enroscaba con la mía en un húmedo y dulce vals. Te guie por el camino semi oscuro, besando tu boca y acariciando tu imponente culo, hasta llegar al vehículo. Abrí las puertas y entramos. Nos devoramos ansiosos mientras mis manos recorrían tu cuerpo por encima de la tela, de la misma forma que las tuyas marcaban mi hombría sobre el pantalón.

No me lo podía creer, la diosa se deshacía entre mis dedos a la vez que me hacía estremecer. Tenía que separar mi boca de esa atrapante boca tuya, para mirar tu cara, tus ojos vidriosos y tus labios abultados.

• ¿Quieres venir a mi casa?

• Me encantaría, pero mejor a mi hotel, mañana he de estar fresca pronto.

Puse en marcha el vehículo y sin prisa me encaminé a tu hotel. Ahora ya estaba seguro y creía controlar la situación.

La verdad es que no era muy tarde y paramos a pedir una copa en la cafetería del hotel, donde todas las cabezas se volvieron para admirar tu belleza. Subimos besándonos en el ascensor y no dejamos de hacerlo hasta entrar en la habitación. Tu entraste y fuiste rápida para sentarte en un sofá que había frente a la cama. Yo me senté en ella y admiré tus piernas y como la tela del vestido marcaba tus preciosas y bien torneadas formas. Saqué mi móvil y busqué música lenta. Acercándome sinuoso estiré mi mano y te saqué a bailar. Pegué todo lo que pude mi cuerpo al tuyo a la vez que iba desabrochando tu vestido. Tu tersa y suave piel fue acariciada con pasión por cada uno de mis dedos. El contacto con tu suave piel me excitaba y tú lo empezaste a notar.

• Joder con el madurito, ya tiene firmes al soldadito.

Seguí acariciando tu cuerpo, a la vez que tu vestido descendía por él, hasta fundirse con la moqueta. Te quedaste ante mí en ropa interior y mi miembro te saludó efusivo.

• Ahora te toca a ti, bella.

Tú, lentamente y mirándome a los ojos mientras te separabas unos centímetros de mí. Fuiste soltando de uno en uno los botones de mi camisa. Verte morder tu labio inferior mientras realizabas esa labor, me excitaba al máximo. Cuando tuviste todos los botones aflojados, dejaste caer mi camisa para que se juntara con tu vestido y juntaste tu cuerpo al mío.

• Jodeeer que calorcito- dijiste.

Mientras la música sonaba y nuestros cuerpos se contoneaban, aproveché a soltar los corchetes de tu sujetador y muy lentamente irlo deslizando por tus brazos hasta poder admirar la tersura de tus pechos con esas formadas areolas y los pezones enhiestos como un garbancito entre ellas. Me estremecí al sentir el frescor de tus pezones contra mi cuerpo. No pude menos que bajar mi boca hacia esos enhiestos pezones y adorarlos con mi lengua, sorberlos con mi boca y mordisquearlos con mis dientes. Un gemido se escapó de tu boca, haciendo que mi miembro se izara un poco más.

Sonriente y juguetona acercaste tus manos a los botones de mi vaquero y los fuiste soltando, hasta notar la dureza de mi miembro contra el calzoncillo. Bajaste mi vaquero hasta dejarlo en mis tobillos, lo que provocó que tuvieras que agacharte hasta dejarlo bien pegado a mis tobillos, yo lo saque por mis pies, mientras tu mordisqueabas mi polla riendo ladina.

Ambos solamente portábamos la ropa interior, tu un precioso tanga de encaje negro que tapaba justamente tu lampiño sexo y yo mi slip, por donde asomaba curiosa la cabeza de mi polla.

Sujetando de los extremos de tu tanga, fui descendiendo por tu cuerpo en un camino de besos, donde mi lengua tatuaba en tu piel mi deseo. Bajé por el interior de tus muslos saboreando a la hembra que ahora se me entregaba, apoyando sus manos en mi nuca y acercándome a tu sexo. Olí con gula tu sexo, lamiendo tus labios y pasando mi lengua entre ellos. Seguí subiendo por tu cuerpo recreándome en él, mientras ligeros temblores recorrían tu cuerpo.

Una vez que llegué a tu boca, era tu turno. Tu lengua recorrió mi pecho a la vez que tus manos se enredaban en la cintura de mi calzoncillo. Mordiste mi pezón izquierdo y seguiste descendiendo a la vez que dejabas más porción de mi cuerpo desnudo. Mi polla saltó gustosa de su prisión acertando entre tus labios, mientras, tú dejabas que mi calzoncillo llegase hasta tocar el suelo. Con mis pies lo saqué y tiré lejos a la vez que notaba como tus labios y tu lengua se amoldaba a mi capullo. Le diste tres o cuatro chupadas y lo engulliste hasta hacerlo desaparecer en tu boca. Tus ojos se centraron en los míos y la lujuria se escapó de ellos. Te alcé y te besé con pasión.

• ¿Quieres morir de placer?

• ¿Y quién no?

• Túmbate en la cama, – te dije

Una vez tumbada boca arriba, me tumbé a tu lado, acaricié todo tu cuerpo, tus pechos, tu terso vientre, los labios de tu sexo, tus muslos y volví despacio hasta el principio. Ya notaba tus duros pezones y los acaricié con extrema suavidad, bajando hasta los labios de tu sexo. Lo acaricié sin prisa por fuera, haciendo que mi dedo recorriera el surco entre tus labios mayores, una y mil veces haciendo que tu boca soltase los más dulces gemidos. Cuando tu flujo ya los desbordaba fui acariciando el interior de esos labios, pero sin llegar a más, solo una caricia. Tu cuerpo se retorcía y buscaba qué mis dedos te penetraran. Gemías y te retorcías pidiendo que te penetrase.

– Méteme los dedos, por favor, métemelos. Fóllame cabrón, fóllame

• Tranquila bella, disfruta.

Cuando la humedad desbordaba tus finos y suaves labios mayores, lentamente, subí a tu clítoris y lo acaricié suave, muy suave, hasta que tus piernas presionaron mi mano atrapándola entre ellas. Una vez liberada mi mano, junté mi boca a la tuya a la vez que apretaba con fuerza el garbancito de tu pezón. ¡Qué maravilla notar tu orgasmo en mi boca!

• Chúpame la polla y ponme el coño en la boca. -Te dije excitado

• Joder, sin dudarlo.

Te sentaste sobre mi cara aposentando tus suaves labios sobre mi boca, tu humedad era el más rico y dulce de los manjares. De igual modo alargabas tu boca para atrapar mi polla. Mi lengua acariciaba tu clítoris en pequeños toques, abriéndose como las alas de un pájaro para recoger toda tu humedad y darte el máximo placer. Tu cálida y húmeda boca albergaba la máxima cantidad de polla que podía engullir. Mientras follabas tu boca con mi polla, yo impertérrito lamía y sorbía tu clítoris. El placer que ambos compartíamos se traducía en explosiones que ambos intentábamos contener. Mi mano pasó entre tus piernas para poder introducir el más gordo de mis dedos en tu coñito. Tras unas pocas entradas de mi dedo en ti, llenaste mi boca con tus jugos, pegando tu sexo a mi boca y apartando la tuya de mi sexo. Te dejé descansar unos segundos.

• Ahora me tienes que follar me dijiste.

Te miré altanero, sabiéndome dominador de la situación. Coloqué una almohada bajo tu culito para alzarlo, pasé repetidamente la punta de mi polla por los labios de tu sexo, la dejé en la entrada y empujé un poquito, lentamente fui entrando en ti a la vez que con mis manos sujetaba tus manos en cruz. Mi polla entraba lentamente abriendo las paredes de tu coñito a la vez que tu abrías tu boca y desmedidamente tus ojos. Seguí lento, muy lento hasta hacer tope con mis huevos contra tu sexo. Mi movimiento de entrada y salida era todo lo lento que podía aguantar. Tú te relamías los labios y me mirabas desafiante. Entendí tu mirada y lentamente fui acelerando el ritmo, tú querías más, deseabas más, me pedías más. Yo aceleré todo lo que pude mientras tu clavabas tus tobillos sobre mi espalda. Ese ritmo frenético me llevó inexorablemente a vaciarme en ti, a la vez que un grito salió de tu boca, mientras clavabas tus piernas en mis caderas y tus jugos escapaban bañando mi sexo.

• Joder tía ha sido una pasada

• Déjame respirar y te contesto.

Te diste la vuelta, ajustaste tu culito a mi polla, llevaste mi mano a tu pecho y así apretados nos transpusimos los dos.

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conde roscaric
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