Cuando el pasado se hace presente

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Siempre fui una mujer ambiciosa, por lo que me casé con un hombre ambicioso, formamos nuestra empresa personal y le dedicamos demasiadas horas, hicimos dinero, mucho dinero, y dejamos en el camino muchas cosas importantes que el tiempo jamás nos devolvería, como por ejemplo la posibilidad de ser padres, es que algunas cosas eran incompatibles y debía tomar solo un camino

Franco, mi esposo, es un gran hombre, bueno en los negocios, bueno como pareja, bueno en la cama, y en ese orden, y no me quejo, yo también soy una mujer que tengo ‘tatuado’ el signo ‘pesos’ en la frente

Nuestra empresa financiera y de turismo siempre había ido en progreso, como una locomotora, y parecía que jamás se detendría

Sin embargo, seis años atrás la empresa recibió algunos cachetazos, un poco por la realidad del país, otro poco por la feroz competencia del mercado y la locomotora de tambaleó entre los rieles y a poco estuvo por descarrilar

Franco y yo nos sentamos a trazar un plan de recupero inmediato y notamos que tal vez nos habíamos quedado quietos mucho tiempo en un mundo que giraba cada vez más rápido, muy tranquillos por lo bien que nos había ido nos sentimos falsamente seguros sin saber que estábamos pisando en falso

Entre el arsenal de medidas que planteamos para reinventarnos una fue que yo me perfeccionara con técnicas actuales en lo mío, lo que requirió que tuviera que trasladarme un año a otra provincia para una maestría, tipo postgrado

Esa actividad solo se hacía en Mendoza, y las ansias infinitas de poder que compartía con mi esposo, hacían que un año de separados no pareciera mucho, y que nos dijéramos, ‘un año pasa volando’, pero la realidad, es que no pasaría tan rápido

En poco tiempo, a pesar de ser una mujer de fuerte carácter, me sentiría como la peor de todas, estaba sola, lejos de mis afectos, en un lugar donde no conocía a nadie, y donde me hacían sentir como una ‘extranjera’

En la facultad donde dictaban las clases no me iba mejor, para el resto, además era ‘la veja’ aunque no les llevara más de diez años, y también me hicieran a un lado por mi notable posición económica, no cuajaba en el lugar, y para colmo, los métodos de estudios habían cambiado tanto que todo se me hacía cuesta arriba

Sandro era uno de los pocos compañeros que no me apartaba como a una leprosa, yo pisaba los cuarenta, el los treinta y solo se dio de charlar, de tomar un café, de conocernos, y terminar enredados en la cama

Fue natural para mi, fue una flor de primavera, hicimos las cosas más locas que pudiera hacer, le di el mejor sexo, me dio el mejor sexo, y fue la primera vez en mi vida que disfruté de no ser esa mujer rígida, fría y calculadora que siempre había sido, y, por cierto, seguramente amparada en la distancia, fue la primera vez que fui infiel a mi pareja

Hablábamos mucho, teníamos fantasías, me decía de irnos lejos, empezar de nuevo, que me olvidara de mi marido, llevar una vida diferente, el dinero no hacía la felicidad, incluso me decía de darme un hijo, quería embarazarme, y llegué a soñar con ello

Pero el tiempo se terminaba, el regreso se acercaba, yo no podía dejar mi vida tirada a la basura, Franco reclamaba mi presencia y yo tenía en claro donde quería estar, porque lo de Sandro era loco y bohemio, pero Franco era mi esposo, tenía en Buenos Aires mi empresa, y solo dejé un hasta nunca en los labios de ese joven, en ese último beso en el aeropuerto, antes de regresar con mi título debajo del brazo

Le pedí a Sandro que no me odiara, pero él jamás me respondió a un chat, o a un llamado, o a cada intento de encontrarlo, así que solo cerré esa historia, esa infidelidad, esa aventura, para volver a ser la socia fría y calculadora, para que la locomotora avanzara nuevamente.

Y de ahí al presente, y hasta hace dos semanas todo estaba en orden, mi cabeza concentrada en mi trabajo, en mis actividades, hasta que una mañana Ludmila, nuestra secretaria, golpeando con insistencia la puerta de mi despacho, y solo entreabriendo la misma, me dijo a la distancia

Julia, hay un potencial cliente que vino por unas inversiones de bolsa

Tiene cita? – respondí – sabes que no atendemos a nadie sin cita

No, no tiene, ya le dije, pero el insiste, me dijo que es mucho dinero y que no se irá hasta que lo atiendan

Sin levantar la vista del teclado de mi notebook le dije

Que lo atienda mi esposo, yo estoy ocupada

No le dije nada a Franco, puesto que él me pidió hablar expresamente con vos, solo con vos

Su forma de hablar al menos me llamó la atención, no era habitual que alguien se presentara, así como así, pero no estaba preparada para escuchar las palabras que saldrían de los labios de mi secretaria

Me dijo que lo anunciara como Sandro Quiroga, solo eso…

Sentí un frío helado correr por mí espinazo, solo no pude tragar saliva, solo no pude moverme, mis dedos quedaron rígidos sobre el teclado, y apenas pude recuperarme del golpe le dije tratando de sonar convincente

Ah! Sandro, si, si, se quién es, venía tratando el tema por fuera de la oficina, por eso pidió hablar conmigo, hacelo pasar y por favor que nadie me moleste

Minutos después él entraba en el recinto y sentí que los nervios al tener a mi esposo en la otra oficina solo empezaban a devorarme, fui a echarle llave a la puerta antes que nada y sentí una mano cálida directamente sobre uno de mis glúteos, se la aparté con premura y sentí su risa burlona a mis espaldas

Está muy bonita, señora – abrió el juego – no me fue difícil encontrarte, acá eres una mujer de negocios, eres conocida, importante…

Que haces acá? – le dije cortando su coloquio –

Bueno, cuanta agresión, esperaba un poco más de cordialidad, o ya te olvidaste de mí?

No fui yo quien dejó de escribir, de contestar, de charlar – dije –

No fui yo quien tomó el vuelo ese día en el aeropuerto – respondió –

Parecía que el tema venía de puros reproches, así que le ofrecí un café como para fumar la pipa de la paz, y tratar de entender

Empezamos a hablar, sentados en sillas, pero no escritorio de por medio, como discutiendo un negocio, sino como dos personas que no se habían animado a tirarse al vacío y solo habían dejado escapar la oportunidad

Sandro me dijo que un poco inspirado en mí, había decidido probar suerte también en Buenos Aires, y que honestamente solo estaba dando los primeros pasos, me reí un poco puesto que ahora era lo que siempre había odiado de mí, y seguimos hablando de todo un poco y casi sin querer volvimos a ese año en Mendoza, a nuestros proyectos, a nuestros sueños, el sexo que tuvimos e incluso el hijo que habíamos planificado

Sandro acortó distancias deslizándose sobre las rueditas de la silla, hasta estar muy cerca, hablándome en voz baja, dulce, cálida, hábilmente deslizó una de sus manos por debajo de la pollera que me llegaba a las rodillas, entre mis piernas hasta sentirlo llegar a mi conchita, y juro que agradecí tener las medias de nylon por si no me hubiese penetrado con los dedos ahí mismo, en ese lugar, en esa situación

En unos minutos mis piernas empezaban a rendirse ante el intruso y sentía que los dedos de Sandro poco a poco empezaban a enterrar la bombacha y la media en mi conchita con la fuerza que hacía, era muy rico y me sentía toda mojada

Basta! – le dije incorporándome de repente – se terminó el juego, es suficiente

Sabes que nadie te hizo el amor como yo te lo hice alguna vez, no puedes evadirme con eso…

Fui decida a la puerta, abrí la misma y le dije a mi secretaria

Ludmila, el caballero ya se retira, favor le puedes tomar los datos personales y lo acompañas a la puerta

Sandro no tuvo alternativas de despedirse como un hombre de negocios, solo cerré la puerta y tuve que ir al baño privado de mi despacho para acomodarme las ropas y solo no puede evitar ponerme a llorar como una chiquilla, es que a veces el helado témpano se derretía y dejaba al desnudo un corazón herido, que jamás se había animado a ser libre.

Pero a veces, las cosas solo no suceden como uno las imagina, porque esa misma tarde, todos los recuerdos de mis días con mi joven amante habían reverdecido, como imágenes de fotografías se agolpaban una tras otra y ya no me dejaron ser libre.

Por la noche en la cama, y al día siguiente, y al próximo, y solo creí que mi cabeza iba a estallar

Llamé a Ludmila con la mayor discreción posible, le pedí los datos ‘de ese muchacho que me había visitado y ni siquiera recordaba su nombre’, y ella me respondió que no había querido dejar nada para localizarlo

Me molesté con ella, si le había dicho que era un posible importante cliente y solo lo había dejado escapar?

Le ordené que a como diera lugar me trajera algo más que la nada misma, y que no me molestara hasta entonces, sabía que Ludmila era eficiente a pesar de ese traspié y seguro no fallaría

Volvió no mucho tiempo después, con una sonrisa que la mostraba tranquila, me dio un papelito con una dirección anotada, no era mucho, pero era mejor que nada

Pasó un día y otro más, y con más duda que certezas fui a su encuentro, me había arreglado bien, me había perfumado, incluso me puse medias con ligas negras disimuladas bajo la pollera y llegué muy caliente a golpear esa puerta, dispuesta a todo, a comerlo apenas me cediera el paso

Para mi sorpresa, una chica joven, rubia, de pequeños ojos celestes abriría esa puerta, muy de entrecasa, un pequeñín entre dos y tres años, regordete, haciendo equilibrio se escondía tímidamente entre las faldas y las piernas de la que adiviné sería su madre, me quedé con cara de nada y ante el saludo de la joven respondí

Perdón… creo que me pasaron mal la dirección, buscaba a un tal Sandro, Sandro Quiroga…

Si, es mi esposo – respondió ella – él no está, por qué tema es?

No, no, … – respondí balbuceando – él me visitó por un tema de negocios, pero no dejó muchos datos…

Intercambiamos algunas palabras, se hizo evidente que mi nerviosismo me delataba, esas cosas no se arreglaban en un ‘puerta a puerta’, y que me recibiera la esposa de alguien que suponía que era soltero, no era lógico, traté de sonar convincente, lo que menos quería era que él tuviera que dar explicaciones a su esposa por mi culpa, no sabía si le había contado, ni que le había contado, ni siquiera sabía si toda su historia de un par de días atrás en mi oficina era cierta, pero que podía hacer al respecto?

Solo saqué una tarjeta personal, al menos podía comprobar que mi historia si era cierta, para que se la diera a Sandro y le dije que, si era posible, quería volver a tener una charla con él por tema de negocios, que ‘mi esposo’ estaba al tanto de todo

Volví confundida, Sandro había sido mi a amante a espaldas de mi marido, pero ahora una supuesta esposa entraba en escena, y la sola situación de sentir competencia me hizo desear aún más una nueva infidelidad, ella era más joven, más bonita, le había dado el hijo que yo no le había dado y solo sentí que necesitaba probarme a mí misma que Sandro aún se interesaba en mi

Me encerré en mi despacho y le pedí privacidad a Ludmila, tomé mi celular, tenía muchos audios guardados de nuestros días felices de Mendoza y solo necesitaba escuchar su voz diciéndome cosas ricas, me movió, y como una adolescente me masturbé sentada en el sillón, terminé semidesnuda, con mis pechos expuestos y mi conchita empapando toda la tanga negra que me había comprado para él

Volvió dos días atrás, después de repetirse la historia con mi secretaria, nos quedamos a solas, encerrados con llave, ya que mi esposo tenía un par de citas en la oficina contigua

Las cosas nuevamente empezarían mal, Sandro me había tirado la tarjeta personal en la cara, estaba molesto por mi intromisión en su familia y por las explicaciones que tuvo que darle a su linda esposa

No me dijiste que estabas casado, – recriminé como excusa – ni que tenías un hijo…

No pensé que te interesara saber que tenía un hijo, yo tengo memoria…

Sandro era así, sabía dar golpes bajos cuando era necesario y parecía que terminaríamos de la peor manera, hasta intentó retirarse ofuscado, pero lo alcancé casi contra la puerta y le dije si ya había olvidado todo lo bueno que habíamos pasado, solo era una vez más, un momento, una oportunidad, donde no estuviera ni mi marido ni su mujer

Nos conocíamos demasiado, tomé uno de los cojines que adornaban el lugar, lo miré a los ojos, lo besé en la boca mientras lo hacía recostar sobre una de las paredes, puse el accesorio entre sus piernas y fui de rodillas sobre él, no dejaba de mirarlo fijamente mientras soltaba el cinto, luego el botón de su pantalón, bajar el cierre y solo tironear hacia abajo, su verga dura saltó como un resorte, tan bella como la recordaba, solo lo encontré ahora todo rasurado y tuve la sensación de que era más grande de lo que recordaba, al menos a simple vista

Abrí mi boca y se lo empecé a succionar muy rico, siempre mirándolo a los ojos, como a él le gustaba que lo hiciera, cerrando mis labios sobre su tronco, dejando su glande reposando sobre mi lengua, jugando, entrando, saliendo, envolviéndolo, respirando solo con mi nariz, con mis manos reposadas sobre sus muslos, nada más, continuo, pulsante

El siempre me decía que nadie le había chupado la pija como yo se la chupaba, y ahora su esposa se presentaba como un desafío en mis pensamientos, y yo le decía que nadie acababa como él

Y lo sentí venir, sus testículos envueltos por mi mano me dejaban saber esa contracción previa, me excité ante lo inevitable, y sus ojos se cerraron

Como lo recordaba una catarata de chorros calientes invadieron mi boca, y más y más, trataba de contenerlo, me gustaba sentir el sabor de semen en la boca y poder tragarlo, era miel para mis labios y que un hombre me acabara en la boca era mi perdición

Solo abrí un poco mis labios para que él viera mi interior lleno de su líquido blancuzco, para dejar chorrear un poco por mi rosto, por mi pera, y saborear lo poco que ya quedaba, era perfecto

Pero nos conocíamos demasiado y solo seguí con el mismo juego, lentamente, saboreando, chupando, disfrutando, la misma técnica, un poco más y otro poco hasta hacerlo eyacular nuevamente, me sentí viciosa, puta, perra, pero Sandro había llenado dos veces mi boca con su esperma y me di por satisfecha.

Me ayudó a incorporarme, tenía una tanto acalambradas mis piernas, nos reímos, mi camisa estaba toda manchada con sus jugos y me di cuenta que habíamos pasado demasiado tiempo a solas como para que el mundo exterior no sospechara, le dije

Basta por hoy, debo lavar un poco esto, no sé qué excusa poner… solo cierra la puerta antes de partir

Fui al baño y observé que Sandro seguía ahí, inmóvil, observando, le dije

Ya, vete, tengo que quitarme la camisa y me da un poco de pudor

Era cierto, solo necesitaba un poco de intimidad en ese momento, pero él solo parecía hipnotizado, como fuera el tiempo volaba así que de todos modos me quité la camisa y comencé a lavarla con premura, en cada sitio donde había sido alcanzada por el semen, que, por cierto, era demasiado

Noté que me miraba a la distancia, solo estaba con mi sostén negro, sentía los pezones erizados por la situación, pero mi mente intentaba apartarlo, estaba concentrada ya pasándola por el aire tibio del secamanos cuando él me sorprendió por detrás

Espera, que haces? estás loco?

Yo trataba de evitarlo, aunque después de la doble chupada de verga que le había pegado, mi concha ardía como el mismo infierno

Me llevó contra la pared apoyando mi frente contra ella, mi rostro, mis pechos, mis manos, me tenía inmovilizada, y yo con nada de resistencia, sentí sus manos colarse nuevamente bajo la pollera, como en los días previos, solo que en esta oportunidad mi media de nailon no me protegería, la sentí rasgarse entre sus potentes dedos, y en un par de movimientos certeros había corrido la tanga y me la había metido toda, arrancándome un gemido contenido

Sandro empezó a cogerme con la impronta propia que tienen los amantes, loco, salvaje, prohibido, sus manos traviesas me sobaban las tetas, por encima y por debajo del sostén, buscaba encontrar sus labios con los míos para que acallara los gemidos que se me escapaban, lo sentía muy rico mientras mis dedos traviesos punzaban con ritmo mi clítoris que inundado en lujuria

Después de un profundo orgasmo, el mejor en mucho tiempo, lo sentí llenarme de leche y ya, ahora si habíamos terminado

La camisa estaba ya casi lista, pero ahora tenía que lavar mi concha, quitarme esas medias, perfumarme, acomodarme el sostén, la pollera, peinarme, y miles de detalles femeninos, para él fue diferente, solo guardar su herramienta de trabajo y ya

Mi historia tiene un final abierto, porque en este momento, mi pasado es presente, y no sé cómo será mi futuro, desconozco si Sandro se centrará en su familia, en su chica, en su pequeño, tal vez retorne a Mendoza y me toque convertirlo nuevamente en un bello recuerdo, tal vez sea yo quien deba cerrar las puertas, ser esa mujer de hielo que siempre fui, empresaria, a pelearla codo a codo con Franco, tal vez solo vivamos un eterno romance, secreto, infiel, a espaldas de su esposa y de mi marido, o tal vez, me anime a romper las cadenas y fugarnos de este mundo, empezar de nuevo y tener un hijo, aún estoy a tiempo…

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘CUANDO EL PASADO SE HACE PRESENTE’ a [email protected]

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dulces.placeres
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