La historia de un amante olvidado

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Recuerdo con lujo de detalle este momento y vuelven a temblar mis piernas, casi como aquel día, en que un amante olvidado, se cruzó por mi camino, menuda coincidencia, no cabe duda, que los tiempos siempre son perfectos.

Recién había concluido una relación añeja, en mi cabeza, no había tiempo de pensar en nadie más, solo había una misión, la de recoger los fragmentos de mi vida, armarlos lentamente y reconstruir lo que por años estuvo a nivel del suelo.

De pronto esa tarde de primavera, un ambiente cálido y con mucha humedad, era el presagio de algo inesperado….. (suspiras) una notificación se desplegaba en el móvil, el emisario, un viejo conocido que aún formaba parte de mi selecta lista de contactos, en ese momento, vinieron a mi algunos vagos recuerdos de nuestra efímera, pero intensa relación, cerré mi ojos y quise viajar con la imaginación a esos momentos, el, un hombre grande, con una fisionomía envidiable, una conexión mágica en su mirada y un toro en el momento del placer, de pronto, bajé la mirada y observé que los recuerdos estimulaban mis entrañas y se manifestaban con una eyección de mis pezones.

El mensaje a la letra decía: ¡Te estaba pensando! no lo dudé ni por un momento, apenas unos minutos de recibir su mensaje y fantasear con mi imaginación, di una respuesta contundente, ¡Deseo verte, ahora soy libre!

Todo esto fue tan vertiginoso, que una hora después, él ya tocaba mi puerta. No me dio tiempo de nada, mi guardarropa de la sensualidad, se limitaba a un par de bragas desgastadas, mi autoestima devaluada, mucho menos la depilación presente, en ese momento de mi vida, no estaba plena conmigo, aún así, asentí, abrí la puerta y él estaba ahí, 10 años después, enorme en comparación de mi estatura, su belleza espectacular de pies a cabeza, un cuerpo, como tocado por los dioses, ojos misteriosos y mirada penetrante, en cambio yo, una mujer con harto deseo de cariño, de caricias y de una descomunal embestida que me regresara la sonrisa al rostro.

Me subí a su coche y me preguntó ¿a dónde deseaba ir?, yo no dudé ningún segundo en darme por esta ocasión, libertad plena, por lo que respondí…. me pongo en tus manos. Su rostro desde ese momento lo dijo todo, ajustó el cinturón al cuerpo y aceleró con destino desconocido, en el trayecto empecé a experimentar una sensación de calor entre mis piernas y un dejo de nerviosismo, de esas experiencias que te hacen sentir viva. De pronto una cortina eléctrica estaba frente a nosotros, habíamos llegado al lugar donde más se escucha la palabra “Dios” el lugar en donde los sonidos del placer tatúan las paredes y se viven experiencias llenas de placer y lujuria.

El sitio lucía moderno, nada comparado a lo que hacía años había conocido, luces de neón, un jacuzzi, el tubo de pole dance, un sillón espigado, color rojo brillante, ahí me quedé imaginando todas las posiciones del kamasutra y fue entonces que volé.

Conversamos durante horas, una copa de espumoso en mano, mientras preparamos el Jacuzzi. El se puso cómodo y le ofrecí un masaje en su cuello y cabeza, quería que no olvidara mis manos, no pudo ocultar su excitación, aún por encima de sus prendas, pude notar como mis manos provocan su excitación. La química empezó a fluir y de pronto mi rostro estaba frente al suyo y nos besamos de una forma que parecía que el tiempo no había pasado jamás, fue muy fácil sentirme cómoda y entregada de nuevo. 

De pronto él comienza a desprender las prendas de mi cuerpo y me quedo completamente en bragas, me apenaba un poco no estar como me gustaba, pero en ese momento dejé el rubor de lado, desabrocho su cinturón y me empiezo a saborear lo que estoy a punto de descubrir, ambos al mismo tiempo nos retiramos la última ropa interior que nos quedaba, yo no daba crédito al tamaño del miembro de mi amante, él no desprendía su vista de mis esféricos senos.

Ambos nos dirigimos hacía la regadera para tomar un baño, el se adelanta y enjabona cada milímetro de mi cuerpo, yo lo hacía de una forma en que deseaba llegar a su intimidad y sentirlo después de muchos años, de pronto un silencio dio paso a un…. ¡te extrañé tanto¡ a lo que respondí, yo también te extrañaba, jajaja que pena mentir, pero a decir verdad, solo lo hacía de compromiso no quería arruinar el momento llevando la contraria, años de una relación tóxica, no me dieron tiempo de pensar más que en el momento preciso para lograr mi libertad.

Pero regresando a lo más delicioso, a partir de ese momento la temperatura de todo el ambiente se empezó a elevar. Se hincó frente a mi, mientras el agua de la regadera se deslizaba sobre mi cuerpo como una cascada, se acerca a mi intimidad, mientras mis piernas temblaban de deseo supremo, y con su boca enorme, me comienza a mordisquear mis labios vaginales, su lengua introduce a mi clítoris y yo me estrujo de placer, de mi intimidad, se va incorporando lentamente por mi vientre y así suavemente hasta llegar a mis labios y volvernos a besar. 

Nos fuimos al jacuzzi… Donde el pudor ya no existía. Me senté sobre su rostro, de pronto pude ver como su mirada observaba cómo disfrutaba del placer. Acto seguido me bajé hasta su miembro para compensar su increíble labor, pero antes, besé su labios, aprovechando saborear mis fluidos combinados con su saliva. Finalmente llegué hasta su pene, me excité aún más cuando tuve contacto con el, la tomé entre mis manos, era de esas consideradas de tamaño apetecible, grande, erguida, la besé, la lamí, disfrute cada milímetro de la suculenta mamada que receté. En mi mente dije “gracias” aunque eso era el principio de una cogida inolvidable. 

Me cargó y me llevó a la cama, mientras expectante aguardaba de cada una de los detalles que tenía para mí, comenzamos dándonos placer con el llamado “69”, una delicia, con mi diminuto tamaño, me cogía como a una muñeca, mientras tanto, yo feliz de la vida, divertida como en un parque de diversiones, deslizándome por todo su cuerpo, disfrutando de su suculento pene y su intensidad sexual.

Después del “69” llegó el momento de guardar su “paquete” en mi “bodega” me coloca boca arriba y toma mis pies con sus manos, abriéndose como compás, mientras con su mano tomaba su intimidad y la conducía hasta el lugar que yo tanto deseaba, me penetró de una forma tan deliciosa, que mi vagina recordó eso que había olvidado, el placer de coger a plenitud. El me decía, ¿Por qué dejamos de hacer esto? en la cama, éramos una pareja sensacional.

Nos entregamos al placer durante más de 4 horas, intercambiamos miradas, fluidos, mamadas, gemidos, frases cariñosas y uno que otro cumplido que nos satisfacía a ambos, Esa noche tuvimos sexo, por cada espacio del Motel, solo el reflejo del espejo era testigo de aquella noche de derroche de sensualidad y erotismo.

Llegó un momento donde era tanto estímulo, que mis orgasmos y mis aguas se hacían presentes como olas en el mar, uno tras otro, mi cuerpo erizado, mis ojos mirando luz y mi cuerpo agradecido por el encuentro.

Descanse por unos momentos en su pecho, sintiendo su latido vibrando todo su ser.

Nos volvimos a bañar, regresamos a casa y juramos repetirlo.

Fue un encuentro, de dos amantes, con ganas de amarse.

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