Me folle rico a mi cuñada caliente

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En una noche de festejo de un reinado conocí a la hermana de mi novia, estaba casada, cuando mi novia me la presentó, sentí que le gusté como hombre; siempre que la miraba a los ojos, me miraba con deseo y no perdía la oportunidad de darme un abrazo en donde se me arrimaba buscando rozarme mi pene, es una mujer muy linda, bajita pero con un cuerpo precioso, un pelo castaño ensortijado, largo y hermoso; en un paseo pude conocer las bellezas de su cuerpo porque tenía puesto una bikini negro con un brasier pequeño que mostraba sus teticas grandes y preciosas, se resaltaban sus pezones, cuando bajé la mirada pude ver la hendidura de su cuquita, sus lindas piernas y sus hermosos pies; todo eso me hizo desearla intensamente.

Un día fuimos a visitarlos a su apartamento, obviamente me dieron ganas de ir al baño, cuando entré vi el tarro de la ropa sucia, como soy un fetichista consumado, busqué de inmediato y encontré dos tanguitas, las olí y tenían el olor sexual de mi cuñada, me puse muy arrecho, me colgué de mis orejas el resorte de una tanguita de seda, poniendo al alcance de mi lengua y de mi nariz el pedacito que había cubierto la cuquita de mi cuñada, con la otra tanguita forré mi pene y me masturbé lamiendo los jugos y gozándome esas dos tanguitas hasta explotar mi semen y limpiarlo con las partecitas que habían cubierto su cuquita.

Se fueron a vivir a otra ciudad y un día me tocó ir a esa ciudad a trabajar, allá el marido de mi cuñada me dio la llave de su apartamento, al día siguiente salí a trabajar pero antes de coger el taxi, me di cuenta que se me había quedado mi agenda en el apartamento, regresé y abrí la puerta, cuando entré al cuarto en donde dormía, miré hacia el cuarto de mi cuñada y me estremeció lo que vi: estaba ella totalmente desnuda frente a un espejo, tocándose sus senos y admirando su lindo cuerpo; pude verle a mis anchas su cuquita divina, rodeadita de pelitos suaves y castaños, también pude verle sus nalgas y como si supiera que la estaba viendo, se agachó a recoger unas chanclas y pude admirarle su culito, una rosquita divina como todo en ella; desde ese día me puse en mi mente la meta de hacerla mía; obviamente me masturbaba con sus tanguitas, derramándome a borbotones en ellas.

Con el tiempo regresaron a la ciudad y se fueron a vivir a la casa de la mamá de ella, y cuando iba de visita, siempre buscaba sus tanguitas a las que les puse nombres: “malludita”, “sedocita” y “felpudita”, me masturbaba riquísimo, en esas visitas mi cuñada me miraba como siempre con deseo y en los paseos a río, siempre tenía la precaución de mostrarme sus nalgas y contornearse para que yo le apreciara su cuquita.

Se fueron a vivir a un apartamento y un día se tropezó y tuvo un esguince en su pie izquierdo, pasé por su apartamento y entré a saludarla, cuando nos saludamos me contó que su esposo estaba de viaje, como siempre me miró y al darle el besito en la mejilla torció su cara y le rocé con mis labios el borde de los suyos, eso me puso arrechísimo, pero en ese instante sonó el timbre, era una amiga que venía a visitarla, afortunadamente a los veinte minutos se despidió y se fue, mi mente estaba obnuvilada con la idea de hacerla mía ese día, por eso apenas nos quedamos solos, me arrimé hacia ella, creo que ella estaba igual que yo, porque sin decirme nada, cerró sus ojos y me ofreció sus labios, los besé y le metí mi lengua hasta donde pude, ella me contestó con la suya de igual manera, sin perder un solo segundo le bajé sus pantalones y le quité su bluza y su brasier, me quedé impresionado de su belleza tan cercana a mis ojos, tenía puesta la tanguita “felpudita”, besándola por todo su cuerpo bajé hasta su tanguita y se la quité y pude ver su vaginita divina, llena de jugos, rosadita y su precioso clítoris paradito; me tiré a lamerle y penetrarle con mi lengua esa deliciosa panochita, ella gemía de placer, tuvo un orgasmo delicioso y me llenó mi boca con sus jugos, bajé a su culito y le metí mi lengua, ella me gritó que le metiera mi verga en su cuca que estaba arrechísima; le puse mi glande en la vaginita y despacito la penetré hasta que mi escroto tocó sus labios; entré y salí muchísimas veces, como unos diez minutos, hasta que la sentí que iba a tener su orgasmo, aceleré mis embestidas y así llegamos al tiempo explotámdole mi semen en su interior, quedamos jadeando de placer durante una media hora, yo dentro de ella. Me dijo que había tenido el mejor orgasmo de su vida, como me desarrollé al máximo, no pude darle otro polvo, me vestí, a volví a besar apasionadamente y me fui; en otro relato les contaré cuando me le gocé su culito precioso.

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