El tren del deseo

Autor: Anónimo | 24-Sep

Heterosexuales
Soy Silvia, una morena de ojos verdes, 1'70 y de buenas proporciones (90-63-95). En aquella época tenía 19 años recién cumplidos. De esto hace ya casi 6 años. Era un día de mayo, casi finales de mes, por lo que andaba liada estudiando para los exámenes de la universidad. Después de las clases de la mañana, me dirigí hacía la estación de tren, donde sabía que me encontraría con mi gran amiga Claudia. Ella y yo siempre cogemos el mismo tren, el de las 13:30, por lo que nos vemos cada día. Claudia sube en el tren unas paradas antes y me espera en el último vagón leyendo el diario o algún libro interesante. Ese día no iba leyendo.

Claudia se había encontrado con su primo Víctor, al cual no veía desde hacíamos un par de años, pues acababa de llegar de Londres, donde había acabado la carrera. Entré en el vagón, un poco tímida, y Claudia se tiró a mis brazos, dándome un beso en la mejilla. Miré de reojo al chico que la acompañaba. Me miraba con una tierna sonrisa, como si me conociera. Claudia me dijo que se trataba de su primo Víctor, y yo, avergonzada por no haberle conocido, le di un par de besos. Estaba guapísimo. Pelo castaño, ojos color miel, alto, moreno y con un cuerpazo de miedo.

- "Éramos muy niños la última vez que nos vimos. Yo te he reconocido porque Claudia me ha dicho que subías en la siguiente parada. Estás muy guapa".

- "Gracias" - fue lo único que supe decir.

La verdad es que ese día me había vestido especialmente guapa. Hacía calor y me había puesto una faldita tejana, un top de color rosa, que resaltaba aún más mi morena piel, y unos zapatos de verano con un poquito de tacón. Nos sentamos y comenzamos a charlar. Al final, quedamos aquella tarde en casa de Claudia para seguir hablando.

Llegó la tarde. No había dejado de pensar en Víctor. La desilusión llegó cuando Claudia me dijo que tenía novia. Una chica londinense que había venido con él. No dejamos de mirarnos y sonreírnos. Estuvo muy atento conmigo y no paraba de hacer preguntas sobre lo que había sido de mi vida todo aquel tiempo. Y, por fin, formuló la gran pregunta: ¿Tienes novio? "No", respondí. "Hace unos meses estuve con un chico de clase, pero nada serio". Sonrió y me acarició la mano. "Seguro que muchos chicos estarán deseando estar contigo". Me puse roja y él se echó a reír.

Volví a casa y me puse a estudiar. Debía sacármelo de la cabeza cuanto antes. Pasaron 3 días y no volví a verle. Aunque me mandó un mensaje diciéndome que quería quedar. No le contesté, pues quería olvidarme de esos ojos que me miraban y me volvían loca.

Llegó el fin de semana y mis padres se fueron al apartamento de la playa. Hacía muchísimo calor y decidí meterme en la piscina y tomar el sol un rato para despejarme un poco. Cuando llevaba media hora tomando el sol, sonó el timbre. Estaba en bikini, no era la mejor manera de recibir a nadie, y como no esperaba a nadie, no me moví. Sonó el móvil. Era él. Lo cogí, dispuesta de decirle que no podía salir, pero al oír su voz todo se desvaneció. "Abre, sé que estás en casa. Necesito hablar contigo". Me puse un pareo y salí a recibirle. Me encontré con un chico guapísimo, pero con cara de preocupación. "¿Ha pasado algo?", dije. "Sí, que acabo de dejar a mi novia". Por dentro sentí alivio.

- "Pasa, quieres un refresco?"

- "Sí, gracias".

Subí un poco el aire acondicionado y lo pasé al salón. Fui a por dos coca-colas y volví donde estaba. Lo encontré casi llorando.

- "Estoy aquí para lo que necesites".

Me abrazó y así estuvimos unos minutos. Después bebimos mientras me contó lo sucedido. Víctor había dejado a su chica por mí. No me lo creía.

- "Cuando te vi en el tren sentí algo que no te puedo explicar. Sé que no te resultará cómodo que te hable de mis sentimientos. No sé qué me está pasando", dijo. Sin más, se acercó y me besó en la frente. "Me voy", dijo, "no quiero entretenerte, sé a lo que te enfrentas en unos días".

- "No te vayas", respondí. "Yo también quiero decirte algo".

Se acercó y me miró a los ojos. No hicieron falta palabras. Me besó en los labios y se tumbó sobre mí en el sofá. Fue el beso más tierno que me habían dado en la vida. Y, además, lo estaba deseando. Comenzaron las caricias, los besos por el cuello y los roces. Al poco, se quitó la camiseta y sentí el roce de su piel sobre la mía. Al notar su erección bajo el pantalón, me dejé llevar. Sería mi primera vez. Me levanté del sofá, y guiándole con mis labios lo subí a mi cuarto. Quitó los dos libros que había encima de la cama, me cogió en brazos y me tumbó en ella.

Bajó hasta mi cintura y me deshizo el nudo del pareo. Pasó su mano por mis piernas y comenzó a besarme por todo el cuerpo. Yo me moría de placer. Decidí lanzarme y le quité los pantalones. Cada vez notaba más su pene erecto. Me dio la vuelta y me quedé boca abajo. Comenzó a besarme la espalda, y antes de que me diera cuenta me había desabrochado la parte de arriba, haciéndome un masaje que me estaba poniendo a cien. Me acarició todo el cuerpo, me lo besó, y al darme de nuevo la vuelta me comenzó a chupar los pezones y a darme mordisquitos, hasta ponerlos duros. Me moría de placer, deseaba que me penetrara hasta el fondo. Nos desnudamos por completo, él a mi y yo a él, y las cosas surgieron por sí solas. Comenzamos a acariciarnos por todo el cuerpo. No paró de besarme mientras me penetraba suavemente. Le susurré que era mi primera vez y le alegró bastante saberlo. Fue con cuidado, suavemente, hasta que la metió del todo. Cuando vio que yo estaba ya relajada, me cogió y me puso sobre él. Me besaba los pechos mientras me agarraba de las caderas para acompasar el ritmo. No aguantaba más. Me estaba gustando demasiado. Cuando Víctor notó que me corría, aligeró el ritmo para hacerlo a la vez que yo. Juntos alcanzamos el orgasmo. Estuvimos tumbados en mi cama un buen rato, hicimos el amor varias veces más, con diferentes posturas y en diferentes sitios, pero el mejor fue en la piscina.

Víctor se quedó a cenar y a dormir, y al día siguiente fuimos juntos a por la pastilla del día después. A partir de aquel momento no hemos vuelto a separarnos. Ya llevamos casi 6 años de relación y viviendo juntos. Nuestra vida sexual ha sido muy buena y disfrutamos mucho juntos del sexo. Sin duda, es el hombre y el amante de mi vida.

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