Mi nombre es Verónica, soy una chica de 25 años de edad, soy de tez blanca de cabellos castaños, de buen cuerpo y estoy casada. Antes era una chica que era muy tímida relacionada con el sexo, gracias a mi marido (con el que perdí mi virginidad) ahora me considero adicta al sexo. El es muy abierto a experimentar nuevas experiencias sexuales, le gusta mucho cumplir conmigo todas sus fantasías eróticas (algunas de ellas muy extremas), que a este tiempo se convirtieron también en las mías.
Uno de mis relatos comienza así:
Una vez fuimos al campo en mi ciudad, estuvimos caminando por una rivera, como era verano y hacía mucho calor, yo llevaba ropa ligera: llevaba puesto un sombrero color café claro; una solera color naranja, se amarraba alrededor de mi cuello y llegaba por arriba de mi ombligo, dejando totalmente al descubierto mi hermoso vientre y mi sensual espalda, desde atrás parecía que estaba desnuda de la cintura para arriba, la solerita era delgada y debido a que estaba sudando por el calor, se podía ver la figura de mis senos y mis pezones, tenia sandalias celestes sin tacón que tenían un adorno de rositas en la parte delantera del pie y llevaba un mini-short celeste a la cadera (naturalmente sin ropa interior). Por delante el short formaba una perfecta V dejando ver el principio de mi gloria, el short era tan pequeño que a cada paso mío, sentía como la tela me frotaba mi clítoris y cómo el short se metía en la raya de mi hermoso y delicioso culito.
Debido al sol radiante y la poca ropa que llevaba, mi porte era tan sexy que me daban ganas de masturbarme a cada paso, solo el hecho de mirarme un poco me empezaba a mojar. Quería meterme cualquier cosa en ese momento... uuaaauuhh!... De verdad que me veía muy bien!.
Caminando por la rivera, me di cuenta que todo los alrededores estaban desiertos, mi marido iba por detrás de mí, él ni corto ni perezoso no despegaba sus ojos de mi precioso culito. Constantemente yo me daba la vuelta y el no apartaba su mirada de mis dos nalgas. De pronto me miró y me dijo:
- Quiero que te desnudes ahora!
- Pero estamos en un lugar público!, Aquí nos pueden ver! - le respondí.
- Por aquí no hay nadie, quiero que te vayas quitando poco a poco.
De pronto vi como sacaba de su bolsón una cámara fotográfica, a el le encanta tomarme fotos y filmarme en todo momento, y por lo visto esta vez se vino muy preparado porque también vi en el bolsón una cámara filmadora. Al ver su sonrisita empecé a sospechar que tenía muchas cosas planeadas. Como a mí me gusta complacer a mi hombre en todo, empecé por quitarme las sandalias (él comenzó a sacarme fotos), el piso estaba un poco caliente pero soportable. Luego seguí por desamarrar mi solera, al bajar mis manos por mis senitos sentí un gran placer, le decía:
- ¿Es así como quieres?
Y él me decía:
- Así mi hembrita, vas muy bien.
Me encanta cuando me dice “hembrita” me hace pensar que soy un animal. Le lancé mi solera y él la guardo en el bolsón. Agarrando mi mino-short le dije:
- ¿Servicio completo?.
- Te quiero desnudita.
Entonces me fui bajando poco a poco el short, al llegar a las rodillas, me di la vuelta y me agache para sacármelo completamente, dando la mejor vista de mi culito y mi vaginita, el se deleitó sacando excelentes tomas de mis dos huequitos hermosos. Así terminé solamente con el sombrero que llevaba al principio, estaba totalmente desnuda para mi hombre. Aunque confieso que me sentía un poco nerviosa porque estábamos en un lugar muy al descubierto y cualquiera a distancia nos podía ver.
Así desnudita, fuimos caminando hasta llegar a la orilla del río y nos paramos junto a unos árboles que daban sombra, porque el calor era insoportable. Me dijo que nos metiéramos al río, yo sin pensar dos veces ingresé al agua, el sentir el agua en mi piel fue tan refrescante que me sentí volar, recordé mis épocas de jovencita que también solíamos bañarnos peladitos con mis primas y primos (claro que en ese momento nadie me miraba con malas intenciones). El siguió tomándome fotos en el agua, luego tendió una toalla en la arena y me dijo que saliera del agua que como me había portado muy bien iba a recibir mi premio, yo si que me lo pidiera dos veces salí corriendo porque sabía lo que me esperaba.
Así desnuda, me tiró al piso y me empezó a besar todo mi cuerpo. Me chupó mis dos senitos, mi vientre y de pronto sentí su áspera lengua en vagina, oh!!! Que delicioso placer, me encanta cuando me chupa mi huequito, es tan delicioso. Yo le decía:
- Más, más… dame más.
De pronto separó más mis piernas, sacó su pene y me penetró de golpe…
- Ah!! Qué delicia.
Siguió penetrándome una y otra vez, yo le dije que no parara que siga haciéndolo. Me hizo ponerme de cuatro como si fuera una perra y me siguió penetrando por mi jugosa vaginita, yo me empecé a tocar mi clítoris, quería más quería llegar a muchos orgasmos. Frotándome a mil por hora mi clítoris y con la embestida que me estaba propinando pegue un fuerte grito de placer y me desvanecí en la arena, y ahí estuvo… mi primer orgasmo de la mañana, y él lo tuvo junto conmigo también. Estaba tan rendida que no tenía fuerzas para controlar nada, sentí como de me salía un líquido caliente por mi vagina, sentía rico y empecé a darme cuenta que me estaba orinando así como estaba: tirada en la arena de boca abajo, también empecé a botar todo el semen que mi marido me dejo dentro de mi vaginita, y todo sucedía mientras mi marido me sacaba fotos durante todo el proceso.
Debí haberme quedado dormida por 15 minutos, cuando me desperté, mi marido estaba echado al lado mío. Me levante y me dirigí nuevamente al rió a darme un baño. Cuando volví a la orilla, mi marido ya estaba levantado y con la ropa puesta. Como pensé que todo ya había acabado, quise ponerme mi ropa, pero mi marido me tomó de la mano y me dijo (alcanzándome mi sombrero):
- Esta es tu vestimenta.
Yo sonreí porque me di cuenta que aquí no acababa la aventura.
Así desnudita me llevo caminando por la rivera, yo estaba más relajada después de hacer el amor. Se dio la vuelta y me dijo (señalándome bosque adentro):
- Aquí cerca tengo un amigo que tiene una cabaña, ahí pasaremos un rato.
Yo asentí con la cabeza y le dije que fuéramos allá, pero eso es tema para otro relato.
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