A partir de esa fecha en que Daniel me llevó a su casa nos veíamos casi a diario. La hora nuestra era la seis de la tarde normalmente pues demoraba casi una hora en llegar a verlo a su casa luego de la salida de mi trabajo. Sin embargo los sábados se tornaron en las mañanas que ambos esperábamos con ansias. Esos sábados eran de total entrega y solo para nuestro placer. Cierto día sucedió que mi hija Karla tuvo que salir de paseo con unas amigas en el club de la Marina en Chosica. Se levantó temprano y me dijo entre risas que no haga travesuras. Mi hija es mi mejor amiga y yo la suya. Nos contamos todo sin ocultar nada. Ella sabe de los problemas que tenia con su papa, desde cuando y el como no se habían podido solucionar por diversos motivos. Yo le conté que la noche de mi boda, en mi luna de miel, tuve mi primera relación con su padre. Este, en vez de proceder con cautela, paciencia, ternura, delicadeza y amor… se sumo a los hombres que solo buscan su satisfacción e introdujo su pene de tal forma que me hizo gritar, doler y sonrojar. No atine a nada en muchos días pues me encontraba en un estado de tensión terrible. El buscaba en mi solo satisfacerse pero no me enseñaba lo que no sabia. Le conté a mi hija que nunca había sentido eso que llaman orgasmo en las mujeres. Creía hasta cierta fecha que este era la eyaculación de su papa dentro de mí pero que ello no me resultaba placentero de ninguna manera.
Poco a poco tuve la fuerza como para decirle que procediera de otra manera que deseaba sentirlo como mi pareja y amante pero su papa no pudo empeño en ello. Todo resultaba como el gallo y la gallina. El introducía su pene dentro de mi se movía, eyaculaba y luego de darme un beso se separaba y me dejaba a mi sin sentir nada. Sin embargo, lo respetaba. Mucho. Lo ayude en todo lo que una esposa puede ayudar a su pareja. En los días difíciles de trabajo era yo la que con el mío levantaba la casa y la mantenía. De hecho fui yo la que compro la casa, el auto y demás existencias que había. Karla, cuando le contaba esto, me preguntaba que como es que había caído en esa situación. Porque no corto la relación que sabia no iba bien. Mi respuesta fue la más tonta que pude dar. No deseaba que ella sufriera. Sin embargo fue Karla la que me abrió los ojos al decirme: “Mama, cada vez que ocultabas algo, que sufrías calladamente… me hacías sufrir a mi. Yo no entendía mucho lo que pasaba pero ahora te entiendo el porque te comportabas así”. Luego de conocer a Daniel cambio todo. Mi vida semanas antes era el levantarme temprano, ayudar a mi hija y luego salir al trabajo. No regresaba hasta las seis y treinta de la tarde. En casa me reunía con mi hija y conversábamos oí le tomaba examen de alguno de sus cursos de universidad. Su papa no se relacionaba con nosotras. Solo salía de casa y se iba a trabajar, cuando lo hacia, para luego ir a casa de su mama en donde lo atendían como a rey.
Daniel cambio mi vida, la de mi hija y la de todas aquellas amigas con quienes solía salir. Un sábado llegue temprano a su casa en El Olivar. Me dijo que quería salir conmigo a pasear un rato. Me llevo de la mano por el centro del parque y me dijo a que se dedicaba realmente. Supe que su trabajo de profesor era solo un hobby que tenia y que su trabajo real era la seguridad. Me entere de muchas cosas de las que no puedo hablar por acá por respeto a su confianza. Hablamos de muchas cosas ese día. Pero lo más importante fue que fuimos a tomar un desayuno al restaurante de un hotel en el mismo parque: El Olivar. Al concluir este me tomó de la mano y se dirigió al recibidor. “Señorita”, le dijo a la encargada, “me da la llave del cuarto 306, por favor”. La señorita le entregó las llaves y viéndome me dijo: “Te tenia reservada una sorpresa y creo que ha sido así. Tenemos todo un día para estar juntos o por lo menos toda una mañana y deseo que sean unas horas perfectas para ti.”. El cuarto 306 era perfecto para ambos. Tenía una salita recibidor, una pequeña cocina bar en ella, el dormitorio estaba un escalón mas arriba como mirando a quienes estaban en la sala. Adjunto un baño inmenso con tina. Ventanas de pared a pared con vista a los bellos jardines del hotel. Un sueño… para esa mañana nuestra. Mi Daniel me tomó en sus brazos antes de entrar en el dormitorio, beso mis labios tiernamente y me introdujo en la habitación.
Cerré los ojos. No me importaba realmente lo lindo del dormitorio pero si los brazos que me sostenían y los labios que se engolosinaban con los míos. Nuestras lenguas se buscaron con pasión y encontraron eco en un sentimiento en común. El deseo se fue incrementando en ambos. Sentí las manos de mi amor cuando me recostó en la cama dándome una caricia en mi rostro. Daniel sólo sonrío con la dulzura que lo caracterizó siempre. Se acercó a la ventana y cerró las cortinas. No deseaba que nada interrumpiera nuestro día. Encendió la radio y sintonizó una emisora de música algo sensual. Lo que pasó después se los narro detalladamente para que sientan lo que sentí en esos momentos. Daniel inició un baile especial para mi mientras se despojaba de su vestimenta!!! Su cuerpo empezó a moverse al ritmo de la melodía sus brazos parecían plumas que revoloteaban alrededor de su cuerpo se quitó el saco de la manera más sexy posible en un varón. Yo miraba embelesada cómo ello podía lograr mi excitación. Lo adoraba y me gustaba verlo en ese vaivén. Su camisa fue desabotonándose con el movimiento de esas plumas y poco a poco fue cayendo hacia el piso; se alejo del lugar con un movimiento de pies par no malograr la camisa. Su pecho se veía hermoso, pocos bellos en él pero musculoso. Tenía una cintura controlada con ejercicios. Mis deseos de besar ese cuerpo se hacían cada vez más inquietantes. Con lentitud pero mirándome a los ojos procedió a despojarse de su cinturón. Luego vendrían los mocasines… Que se los quitó tan rápidamente que no supe en que movimiento de esa danza sensual lo había hecho. Sus pantalones siguieron el mismo sendero que el resto de su ropa. Su danza fue haciéndose más rítmica con el paso de los minutos. Cambió la música pero siguió danzando hasta que la siguiente tomo su lugar. Vi su cuerpo como pudieron haber visto las musas a los dioses en el Olimpo. Hermoso. Lo último en sacar fue su ropa interior. Lo hizo con un movimiento de cintura hacia abajo mientras sus manos la retiraban. Aquél hermoso miembro que tanto me deleitaba salió poderoso de su abrigo. Era como un emperador, era mi rey en ese momento. La tenue luz que dominaba el dormitorio con las cortinas cerradas me hacia ver a mi Daniel bellísimo. Los últimos instantes de su danza fueron de acercamiento hacia mí. Poco a poco aquel cuerpo se fue acercando y mostrándome sus bellas curvas y líneas finas… delicadas pero fuertes. Giró una cuantas veces como un experto danzarín de ballet para quedar al final de la música arrodillado frente a mi con su mano izquierda señalándome el lugar de su danza e invitándome a que… yo hiciera lo mismo!!!! Beso mis mejillas, me tomó de las manos y me levantó de la cama llevándome al centro de la habitación y retornando él a l lugar donde estuve anteriormente. Era el momento de su gozo. Quería verme danzar. Y yo lo complacería de mil amores.
La música que siguió era de Adamo. Inicié mi danza con movimientos firmes y circulares. Dando pasos largos y moviendo mi cuerpo y brazos en una imitación gitana de aquellos danzantes de los faraones. Mi cadera rotaba en círculos lentamente mientras que mis brazos señalaban mi cuerpo desde la cabeza hasta los muslos. Despacio. Primero señalando mi rostro con las dos manos al lado para bajar rítmicamente hacia el cuello y mi pecho. Mis manos jugueteaban con cada seno como haciéndole notar a mi amado lo deseosa de sus caricias y besos. Baje luego a mi cintura. La mía es casi de “avispa”, siempre la he tenido así. Al mismo tiempo que tomaba mis caderas mi danza se hacia más sensual y notaba la carita de felicidad de mi adorado Daniel. Lo hacía para él!!! Y era feliz haciéndolo!!! Subiendo mis manos procedí a desabotonar mi blusa. Poco a poco con ritmo y paciencia. Cuando lo hube hecho la retire con un movimiento de cuerpo dejándola deslizar por el hacia el piso. Mi cadera se movió rítmicamente hacia abajo para levantarla y arrojarla con gracia encima de la cama. Baje luego mis manos a mi cintura nuevamente para proseguir con lo mío y retirar mi falda. Poco a poco la danza se iba haciendo más sensual y mi cuerpo se iba quedando sin nada. El cambio de música me permitió iniciar unos movimientos más eróticos que los anteriores y me dispuse a deleitar aun más a Daniel. Giré bruscamente y le mostré mi espalda mientras mis manos jugaban con mis pechos aun vestidos. Un solo botón me permitió dejarlos libres y voltear sexualmente para que Daniel los admirara mientras caía al suelo mi sostén. Los pezones estaban erectos, duros, deseosos de caricias y besos. Mi trusa cayó luego casi al concluir la música. La deje en el suelo mientras giraba y daba vueltas aproximándome a mi amado. Unos giros y concluí en la misma posición que él lo hiciera momentos antes. De rodillas ante él pude ver a mi musculoso amante con un miembro enorme, delicioso, grueso…. Para mí. Pero lo que más me agradó fueron sus ojos. Estaban llenos de ternura, de amor, de pasión. Me miró a los ojos; tomando mi cabeza la pegó a su pecho presionándola con ternura. Besó mi frente. Yo sentí en esos momentos su pene como se retorcía al lado de mi pecho. Arrodillada ante el tomé sus manos y las puse al lado de su cuerpo. Mis manos tomaron su pene enorme y empecé a jugar con el. Mis movimientos fueron también rítmicos. Como sugiriendo una danza inicié mis caricias con unos besos a los lados de ese miembro enorme. Mi lengua lubricaba esas poderosas paredes. Llegué a su glande y lo introduje en mi boca poco a poco con deleite gozando en el proceso y viendo su gozo. Pase mí lengua por el y lo introduje mas en mi boca. Quería engolosinarme. Mis manos tocaban sus pelotitas acariciándolas así como a esos glúteos que me sabían también deliciosos. Bese nuevamente las paredes de su pene y descendí a sus muslos. Suavemente lo voltee para besar esos glúteos lindos. Me gustaba hacerlo. Nuevamente me dio frente y nuevamente metí ese suculento bocado en mi boca al mismo tiempo que, con ritmo, movía su pene de arriba hacia abajo.
Daniel me detuvo en ese momento tomando mi cara y levantándola para besarla introduciendo su lengua muy dentro de mi boca. El juego fue bello y sabroso mi cuerpo se pegó al de el como buscando una unión. Me echó en la cama y procedió ahora a besar mis piernas. Fue un juego personal de su boca con cada uno de mis dedos de los pies. Los introducía en su boca y saboreaba con la lengua haciéndome suspirar a cada momento. Llegó a subir a mis piernas acariciando al mismo tiempo mis muslos. Sus labios se retorcían de placer en mis rodillas y luego subiendo a los muslos succionaba a cada paso como las caricias de los tentáculos de un pulpo. Con suavidad separo mis piernas y busco con su cara a esa bebé que añoraba. Su cara se aproximó a ella y su lengua buscó mi placer a cada paso. Mi clítoris estaba ya grande y cuando el empezó a lamerlo y succionarlo con sus labios sentí un enorme orgasmo. Un gritito Salió de mi boca y mi Daniel supo que mi placer había llegado al fin. Siguió jugando con el al mismo tiempo que su cuerpo se movía presentándome a ese muñeco lindo. Al verlo lo introduje de inmediato en mi boca. Estábamos ambos haciendo lo mismo, un 69 delicioso. Su lengua se introdujo profundamente en mi vagina y la bebé respondió con otro orgasmo y otro grito mientras que mi boca se llenaba de placer lamiendo y chupando su pene. Daniel podía durar horas sin darme sus jugos. Eso lo sabía por mi experiencia anterior con él. Era magnifico en ese sentido. Mis jugos salían una y otra vez mientras yo seguía deleitándome y buscando su placer. Sentía ese miembro enorme crecer mas dentro de mi boca…y engrosar aún más. En ese momento Daniel introdujo un dedo en mi potito y empezó a girarlo con suavidad. La delicia de sus caricias fueron creciendo en mi. Luego fueron dos dedos y luego tres. Empecé a moverme pues mi placer ya no daba más... Al menos eso creía yo. Otro orgasmo me vino a deleitar el día y otro grito ahora mas fuerte se escuchó en la habitación. Toda mi vagina estaba con sus jugos y mi adorado seguía jugando con su lengua en ella. El ritmo que adquirió aquello fue de locura. La lengua y los dedos parecían sincronizados u sus movimientos eran deliciosamente exactos. Entraba una y salían los otros para luego invertir el movimiento. Mi lengua, mientras tanto se deleitaba, entre gritos de placer, con el pene ya robusto de mi amado.
Daniel dejo de lamer y succionar mi vagina para dar paso a las caricias en mi cuerpo mientras subía a besar mis pezones. Uno a uno los besó succionándolos y haciendo que mi corazón saltara de dicha. Su boca llegó a mi cuello mientras que sus manos jugaban con mis pechos. Tire mi cabeza hacia atrás sintiendo como me invadía un placer enorme. Mi boca y la suya se unieron luego en un beso y nuestras lenguas jugaron a las caricias. Sentí en ese momento como ese pene delicioso jugueteaba también con mi vagina. Encontró la entrada pero no quiso aprovechar que estaba abierta. Solo la “beso” y se alejo nuevamente para volver a besarla. En una de esas caricias entró la cabeza de ese enorme pene… Me sentí en las nubes. Mi cuerpo se retorció como esperando el ingreso total. Pero no fue así. Un minuto después lo sacó para dar paso a más caricias mientras que todo mi ser reclamaba el ingreso de ese muñeco al aula del placer. Besó nuevamente mis pechos y bajó hasta el vientre mientras que mis caricias abrigaban su espalda y se deleitaban mis labios con sus manos. Chupe cada unos de sus dedos como pidiéndole a gritos todo su amor. Sabía que lo tenía. Tenía su amor. Adoraba a ese hombre y sabia que el me adoraba a mí. Cuando se decidió a subir a besarme ya mi cuerpo sentía el sabor del triunfo… nuevamente sentí un orgasmo delicioso. Me besó sellando con ese beso mi grito de placer. Acaricio mi cabeza mientras lo hacia. Su cuerpo inició un movimiento de búsqueda hasta que encontró nuevamente el aula del placer y a la bebe inquieta. Penetró suavemente... pero ahora no se detuvo. Poco a poco ese miembro enorme ingresó hasta completar toda su dimensión en mi interior. Luego bruscamente lo sacó. El grito de placer fue intenso cuando volvió a meterlo ahora rápidamente. Salía y entraba con ritmo vertiginoso y mi bebe gozaba y se complacía una y mil veces. Duró en ese ritmo y en ese mete y saca casi una media hora!!!... Durante esos minutos de placer no recuerdo cuantos orgasmos tuve. Solo se que fueron muchísimos y que en cada uno de ellos gritaba sosteniendo el cuerpo de mi amado en mis brazos agradeciendo a la vida el haber sido tan generosa al haberme hecho conocerlo… y amarlo. No terminó aun Daniel cuando cambio su método de amar. Me levantó de la cama y me atrajo hacia el llevándome hacia el sofá que estaba cerca ala ventana. Lo arregló de tal forma que se presentaba espléndido para poder yo echarme en el. Lo que hizo fue ponerme boca abajo en la posición más cómoda posible permitiéndole ver mi potito en toda su alegría. Intuí lo que sucedería y ya no pude esperarlo. Tome su miembro viril y lo coloqué en la puerta de mi potito. Ya estaba lubricado este de tantos jugos que la bebe le brindara. Daniel no tuvo problemas para penetrar. Como siempre lo hizo lentamente mientras que sus manos procedían a acariciar mis glúteos, mi espalda y mis senos. Sentí ese pene ingresar hasta lo mas profundo de mi ser. Sentí sus pelotitas cuando se unieron a mi cuerpo. Sus vellos cuando se juntaron a mi piel. Lo saco rápidamente y procedió nuevamente a penetrarme lentamente. Nuevamente sentí el placer a borbotones y mis orgasmos siguieron saliendo y llenando con su olor el cuarto. El mete y saca fue increíble y mis jugos salieron a raudales. El mayor placer de ese momento lo sentí cuando mi amado, mientras entraba y salía de mí, me acarició mi vagina, encontró el clítoris y procedió al mismo tiempo a masajearlo con suavidad. Qué delicia!!!!! Y yo quería más.
Daniel sabía ya que mis orgasmos podían ser múltiples y que no tenían límites. Que el límite lo daban sus caricias y que me sentía la mujer más dichosa cuando ello ocurría. Salió de mi y nuevamente me atrajo hacia si. Me beso y dijo mi nombre una y otra vez: “María Jesús, María Jesús”. Le respondí con un “te amo” cada vez que lo hacia. Nos besamos, nos acariciamos muchísimos. Las horas pasaban y con ellas mi deleite iba creciendo. Daniel espero un momento oportuno para echarme en la alfombra encima de dos almohadas. Mi cadera había subido para presentarle mi vagina más ampliamente. Pero no solo eso podía tener sino que mi potito también. Primero jugó con su boca saboreando mis jugos que ya eran como ríos. Beso mi vagina, mis muslos, mi potito no que sin sus labios y sus besos. Hasta que empezó a subir por mis piernas llevándolas hacia arriba y poniéndolas sobre sus hombros. Estaban abiertas esperándolo. Su pene encontró su entrada y penetró rápidamente haciéndome gritar nuevamente. Lo sacó tan rápido como entró y luego lo metió por mi potito igual de rápido. Otro grito y sorpresa de placer. Entraba y salía en uno y otro agujero y en cada uno de esas entradas y salidas yo emitía un gritito. De pronto se quedó en mi vagina e inicio un movimiento giratorio circular de derecha a izquierda y luego al revés. Ese movimiento también me causo otro orgasmo increíble. Mientras estaba en ese orgasmo Daniel me presionó los senos para luego tomarme de las caderas introduciendo su pene profundamente. Sentí lo que iba a venir y mi cuerpo también se preparó a recibirlo. En un momento dejó de abrazar mis piernas y se echo encima de mi. La posición en la que me encontraba facilitaba la penetración profunda así que lo sentí completamente y mi placer fue inmenso. Daniel me beso en los labios y me abrazó fuerte pero delicadamente. Mientras lo hacia sentí como, después de horas de contenerse, me llenaba con sus jugos. Salía una y otra vez. No tenía fin. Mi orgasmo no se hizo esperar y llegó casi al instante en que sentía lo suyo dentro de mi. Pronuncié su nombre infinidad de veces mientras sus jugos me inundaban. El goce fue total!!! Luego… relajamiento mientras mi amor me acariciaba y besaba nuevamente. Me miro a los ojos. Me dijo las palabras más dulces que pudiera desear una mujer. Me acaricio. Me beso... y nuevamente eyaculo con toda la potencia inicial. Fue maravilloso. Mis piernas se enrollaron literalmente en su cuerpo presionando y buscando que su pene me penetrara mas aun de lo que estaba. Lo bese locamente. Con todo mi amor. Jugué con su cabello y bese su cuello y labios miles de veces. Vi como su carita sonreía de alegría. Estábamos listos para el descanso. Nos dormimos entre besos y caricias.
Una hora después desperté y vi a mi amor a mi lado. Aún dormía. Qué hermoso era! Me levanté y me dirigí al baño. Deseaba una ducha. Mi cuerpo sintió el agua y reaccionó. Puse el agua como a mi me gustaba. Algo caliente al principio para cambiarlo a frío luego de un momento. La reacción fue inmediata. Deliciosa. Ya estaba acostumbrada a ello. El agua caía encima dejándome sentir esa frialdad que tanto me gustaba. Mis ojos cerrados evocaban los momentos de placer con mi Daniel. Fue intenso y maravilloso… como siempre. Era un espléndido amante y un tierno compañero. Sus manos me hicieron despertar. Abrí los ojos y lo vi delante de mi. Desnudo parecía un Adonis. Tomé el jabón y procedió a enjabonar mi cuerpo. Empezó por mi cuello, bajando por mis hombros y deleitándose con mis senos. Mi cadera y vientre siguieron para dar paso luego a sus caricias y enjabonamiento de mi vagina y potito. El deleite fue intenso. Sus dedos jugaron a entrar y salir mientras sus palabras de amor halagaban mis oídos. Entrepiernas, muslos, piernas y pies siguieron en el proceso. Sus besos complementaron todo. Me lleno de ellos y no dejo de dármelos en ninguna de mis células del cuerpo. Sentí miles de besos y con ellos vino el deleite y otros orgasmos. Tome el jabón e imite su proceder. Empecé por el cuello. Cuando estuve con su pene en mis manos me deleite acariciándolo, lavándolo y luego besándolo y chupándolo con placer. Empecé a mover su pene de arriba abajo en un ritmo uniforme pero deliciosamente sincronizado con mis besos. Poco a poco el miembro alcanzó su inmensidad hasta el momento en que sentí como mi adorado se ponía rígido, El momento de su placer había llegado nuevamente y lo sentí todo dentro de mi boca. Un chorro, luego otro, y otro. Fue delicioso como bebí esos jugos para luego ir subiendo por el vientre, su pecho y besar su boca entre gotas de agua que caían de la ducha. Lo besé mucho. Besé sus ojos. Lo adoré. Lo amé. Lo sigo amando.
Ya era tarde y decidimos cambiarnos y bajar a comer algo antes de que me retirara a casa. En el lobby una señorita nos atendió dirigiéndose a mi me dijo: “Señora María Jesús, desea beber algo antes de cenar?” Daniel respondió con un si agradecido. Nos llevó al comedor. Ahí me percate y le dije a Daniel que si le había dicho mi nombre a esa señorita. No fue así, Por lo que dedujimos que nuestros nombres fueron conocidos por mucha gente mientras los decíamos en nuestros momentos de placer. Me sonroje. Mi Daniel me tomo en sus brazos y me dijo que no me preocupara. Ya no volveríamos a ese hotel. Teníamos otros que visitar. Nos despedimos en mi auto y mientras me retiraba pensaba en lo bueno y lindo que hubiera sido si lo hubiera conocido en mi juventud. Mis pensamientos estaban dirigidos a su amor, su pasión, su ternura, su caballerosidad, su don de gentes, su inteligencia, su paciencia…su… bueno era todo lo perfecto que podía ser alguien.
Llegue a casa y casi en ese instante, mientras abría el portón de seguridad sonó el celular. Era Daniel. Deseaba saber si había llegado tranquila. Me deseaba buenas noches y me decía que al día siguiente llamaría temprano como siempre.. Le di un beso deseándole buenas noches. “Mamá, estás glamorosa!”, me dijo mí hija saliendo a recibirme. Me vio la cara y comprendió que había pasado algo. Me tomó de las manos y me dijo como la linda amiga que era: “Deseo que vayas a mi cuarto en la noche. Deseo que me cuentes todo, en detalle. Se que no me mentiras. Nunca lo has hecho. Pero hoy veo en ti algo distinto. Estás feliz. Radiante. Te espero.”, me dijo calladamente. Sabia que en esa reunión con mi hija mis sentimientos para con Daniel saldrían a la luz. Y ello me alegraba. Enormemente. Adoraba a mi hija. Y ella a mí.
Gracias mil por escribirme. Recibo a diario cerca de 40 emails pidiéndome consejos respecto del arte de amar. Con todo el respeto que cada uno de los lectores y escritores se merecen, trato de orientar sus vidas en la ruta correcta. Los amo a todos.
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