Autobiografía de Bárbara (II)
Autor: nikita20102010 | 22-Dec
Pero el ser humano tiene una capacidad de supervivencia asombrosa. Si bien es cierto que algunas personas pueden caer fácilmente en la depresión, hay otras que somos capaces de resurgir de nuestras propias cenizas. Y yo lo hice; no fue fácil, pero lo hice. Los meses siguientes a la muerte de Jorge, estuvieron dominados por las
drogas y el alcohol. De las múltiples cicatrices que quedaron en mi cuerpo, la de la cara, que atravesaba prácticamente toda la mejilla izquierda hasta terminar en la comisura de los labios, digamos que fue decisiva para ir apartándome de las personas con las que hasta entonces me había relacionado; en realidad, hoy lo sé, huía de ellas. Quería huir hasta de mí misma cuando me miraba en el espejo. En esa huida, las visitas a locales más que deplorables se convirtió en rutina habitual. Entre la oscuridad que reinaba en ellos, y el “colocón generalizado” que solía predominar en el ambiente, mi presencia era más o menos ignorada, no despertando el
interés de los presentes, aunque llegué a conseguir en más de una ocasión que algún “parroquiano” se ofreciera a invitarme a unas copas o a una “rayita”, intentando con vano afán, conseguir de mí, algo más que un rato
de compañía.
Los meses fueron transcurriendo. Mi auto estima descendía a la misma velocidad que mi cuenta corriente, y mis ganas de vivir parecían estar en la reserva. Así me encontraba una noche, cuando una clienta habitual del local
dirigiéndose a mí me preguntó mi nombre.
- ¿Mi nombre? - balbuceé medio borracha. - ¿Es que acaso quieres ligar conmigo? - Se trataba de una mujer de mediana edad, atractiva, aunque no bella, lo cual no era óbice para que al pasar los hombres se fijaran en
ella. Iba vestida de manera informal, pero aún así su presencia no pasaba desapercibida. Lucía un soberbio tres cuartos de cuero negro, anudado a la cintura, que remarcaba e insinuaba a la vez una espléndida figura, más acentuada aún por unos ajustados pantalones también de cuero, rematados con unos botines brillantes de tacón alto. Lucía melena corta, su pelo rubio me pareció natural, (aunque más adelante supe que
se trataba de una peluca), resaltaba con el negro brillante de la piel.
- Sólo pretendo ser amable - contestó - Hace semanas que te observo cuando vienes por aquí de tarde en tarde y… bueno… tengo curiosidad.
- ¿Curiosidad? ¿Por mí?.
- Verás, he pensado…que quizás podría ayudarte. Eres rubia, tienes unos ojos verdes preciosos.
- ¡Que te folle un pez, lesbiana de mierda! - le escupí a la cara sin dejarla acabar la frase, y seguí apurando mi bebida mientras apoyando los codos en la barra le di la espalda. Ella no obstante siguió hablándome. Parecía como si supiese el estado de debilidad emocional en el que me encontraba, y se aprovechara de ello.
- Yo también tengo cicatrices - susurró mientras sus dedos, nerviosos, apagaban una y otra vez los restos de una colilla en el cenicero - Si pudieses ver mis piernas, mi espalda…quizá comprenderías de qué te hablo.
Me volví lentamente, con una mirada de odio en mis ojos y groseramente le espeté:
- ¿Se puede saber qué cojones te importan a ti mis cicatrices?.
- Bueno… importar, lo que se dice importar… no me importan; pero cuando te miro, me veo a mi misma hace un par de años. Y recuerdo lo mal que lo pasé, realmente mal; incluso llegué a lo más bajo que te puedas imaginar… por cuatro duros. Créeme, será tu siguiente paso en cuanto te quedes sin dinero…- guardé silencio y mantuve fija mi mirada en sus ojos. Ella continuó hablando con toda naturalidad:
- Tienes una buena figura, y aunque en este momento no lo creas, podría conseguirte un trabajo bien pagado.
- ¿Trabajo? ¡Me han despedido por mi aspecto!
- Hay muchos tipos de trabajo. Podrías posar de modelo para catálogos de cierto tipo de vestuario…no pagan mucho al principio, pero si eres buena…
- ¿Con esta cara?
- ¿Quién a dicho que quieran fotografiar tu cara?. ¡No querida! Las modelos a las que me refiero, posan para revistas relacionadas con la ropa erótica y algunos tipos de fantasías sexuales. Ya sabes de qué te hablo… trajes ajustados de látex, máscaras que sólo muestran tus ojos o tu pelo en una larga coleta…guantes, botas altas con tacón de aguja.
- Pues no, no sé de qué me estás hablando…¿Acaso pretendes burlarte de mí?.
- ¡Ni mucho menos!. Mira, mi nombre es Jacqueline, aunque todos me dicen “Jacky”. Toma mi teléfono - y mientras lo decía lo apuntaba en el reverso de un “posavasos” sobre la barra del bar - llámame mañana, cuando estés más despejada, y si sigues interesada, podemos hablar más despacio y darte todo tipo de detalles. ¿Te parece bien?.
- Si…bueno…- estaba desconcertada - ya veré…déjame que lo piense.
- Bien, piénsatelo, pero al menos ¿me dirás tu nombre? - insistió ella.
- Y por qué no; no tengo nada que perder por darte mi nombre. Me llamo Bárbara.
- Entonces…hasta mañana Bárbara. - Y cogiendo su bolso se dirigió con paso resuelto hacia la salida.
- ¡Jacky! - la llamé. A pesar del ruidoso ambiente ella escuchó mi llamada y volvió la mirada hacia donde me encontraba - Si tienes coche…¿Podrías acercarme a casa?.
- ¡No hay problema! - dijo esbozando una sonrisa. - Anda vamos, ¡cogeremos un taxi!.
Aunque eran altas horas de la madrugada, la zona estaba bastante transitada y no tardamos mucho en encontrar un taxi libre. Jacky dejó que subiera yo primero y tras hacerlo ella, le dio al taxista la dirección de una zona residencial de lujo no muy lejana a donde nos encontrábamos.
- Pasaremos primero por mi casa, que está aquí al lado, y luego te llevará hasta donde tu quieras. Toma - y me puso varios billetes en la mano - creo que será suficiente para que te acerque hasta tu casa.
- Gracias Jacky, te debo una.
- No tiene importancia; ya sabes…hoy por ti, mañana por mí…
Mientras el taxista realizaba su trabajo, atisbando de vez en cuando por el retrovisor con curiosidad, tanto Jacky como yo, permanecimos en silencio. Ibamos distraídas, mirando a través de las ventanillas del coche las calles en su mayoría vacías a aquella hora; nuestros ojos intercambiaban breves miradas, insinuando una tímida sonrisa, debido a las circunstancias del momento, pues apenas horas antes e incluso ahora, éramos unas perfectas desconocidas la una para la otra. …A mi mente volvieron las palabras de Jacky: …”Posar como modelo con prendas de látex…” no pude evitar acordarme de Jorge y su particular atracción por ese tipo de prendas; todavía tenía los armarios de casa llenos de ese tipo de artículos que a él tanto le excitaban… Por un instante su recuerdo volvió a provocar en mi una espantosa soledad, haciéndome sentir enormemente desgraciada, y comprendí que tenía que aferrarme a Jacky como fuera. Había naufragado en medio del océano y ella era mi tabla de salvación. De repente lo vi muy claro: Si no me agarraba a ella, acabaría ahogándome sin remedio. Cuando el taxi se detuvo unos minutos después y Jacky se disponía a salir, la agarré del brazo, y con la mirada baja le dije casi en un susurro:
- ¿Te importaría que pasara la noche contigo? No me encuentro con fuerzas para enfrentarme a otra noche sola. Puedo dormir en un sofá o en cualquier rincón, pero necesito sentir a alguien vivo cerca de mí.
- Lo que sobra es espacio, no te preocupes - y sin dudarlo un momento pagó al taxista, se bajó y me tendió la mano invitándome a salir del coche. Una vez en la acera le devolví su dinero.
- Creo que no me va a hacer falta, ¡al menos por esta noche!. - Subimos unos peldaños por una escalera ajardinada que conducía hasta la entrada de su casa. Una vez allí, abrió la puerta, encendió las luces y me invito a pasar.
- Considérate como en tu casa Bárbara. Espero que te encuentres a gusto.
Dediqué unos instantes a recorrer con una lenta y escrutadora mirada todo el entorno a mi alcance iluminado por las luces.
- ¡Hay que ver lo que da de sí el posar como modelo! - exclamé ante la maravilla que se mostraba ante mis ojos. Luego tras una pausa le dije sin rodeos:
- Jacky, ¿Por qué haces todo esto por mí?
- ¿Por qué? Dirás que estoy loca, pero te he visto varias veces por ese bar de copas y ha sido como verme a mi misma hace unos años; deprimida, sola…Pero ya ves…se puede salir del agujero. Aunque si te soy sincera,
todo esto – y realizó un gesto para referirse a la imponente casa - no ha salido sólo de posar como modelo…
- ¿Ah no? - insinué bobalicona.
- No, claro que no. Pero ya hablaremos mañana si te parece. Digamos que me espera una larga noche de trabajo, y aunque lo que desearía es meterme en la cama, tengo que preparar algunas cosas sin falta para mis
encuentros de mañana. Además no me parece que tú estés atravesando uno de tus mejores momentos. Ven, te enseñaré tu habitación.
Subimos una amplia escalera de caracol que conducía a la planta superior y tras alcanzar el final del pasillo y pararse frente a una puerta me invitó a entrar:
- Espero que descanses, es la habitación de los invitados. La mía es la que está al principio del pasillo, si necesitas cualquier cosa, no tienes más que avisarme, me acostaré tarde. La cocina está abajo, si te apetece
tomar algo, encontrarás la nevera bastante aprovisionada. ¡Asáltala sin contemplaciones! Buenas noches Bárbara - y esbozando una sonrisa, se dio media vuelta y se encaminó hacia su habitación.
- Jacky...
- ¿Si?…
- ¡Gracias de nuevo, de verdad! – Ella no dijo nada. Sólo sonrió de nuevo, con una de esas sonrisas cálidas y reconfortantes que te inspiran confianza; siguió caminando y entró en su habitación.
Por primera vez en mucho tiempo pude conciliar fácilmente un sueño, que profundo y reparador me hizo olvidarme de todo durante más de ocho horas. Serían cerca de las doce, cuando la claridad provocó que me despertara suavemente. Tras desperezarme, me coloqué una bata que encontré en el baño, y me dirigí escaleras abajo buscando la cocina, con la idea de encontrar allí a Jacky. No fue así. Sólo había una nota pegada a la puerta de la nevera con unos imanes:
- “…Espero que hayas tenido felices sueños. Dormías plácidamente y no he querido despertarte. Volveré antes del mediodía. Jacky”.
Me preparé un tazón de café con leche, un zumo de naranja y ataqué con verdadero apetito una bandeja con pequeñas piezas de bollería variada; mientras lo hacía, hojeaba distraída algunas revistas que junto al periódico del día estaban colocadas sobre la mesa de la cocina (no sabía que Jacky las había dejado allí a propósito). Pronto entendí a qué se refería Jacky la noche anterior en su proposición para trabajar de “modelo”. Las chicas que aparecían en aquellas fotos eran irreconocibles. Sus posturas sumamente eróticas, no hacían más que resaltar la belleza de sus formas, esculpidas y apretadas por los monos de látex, con cremalleras que a medio abrir, mostraban insinuantes sus partes más íntimas, pero sus caras siempre aparecían cubiertas o desfiguradas por máscaras de látex, bien de color negro o transparentes. En una revista concreta, que llamó mi atención por su portada donde una mujer enfundada en una gruesa gabardina de color negro brillante y con su cara oculta tras una máscara antigás de la que colgaba un largo tubo, apuntaba amenazadora con una fusta hacia la cámara. Todas las modelos de la revista aparecían ocultas tras máscaras antigás o de látex de diversos tipos y modelos, y ni la más mínima parte de sus cuerpos era visible, embutidos en trajes de látex, gabardinas o
impermeables de plástico brillante, y complementados con guantes también de látex o goma y botas altas. Había modelos para todos los gustos: monos con cremalleras por delante y por detrás, corsés, hábitos de monja, uniformes de criada…y así más de cuarenta páginas ¡y todo de látex!. Está claro -pensé en mi interior- que nadie vería mis cicatrices si me dedico a hacer fotos como éstas. Cuando terminaba de darme una ducha y ordenar un poco mis pensamientos, oí que Jacky entraba en mi habitación y me llamaba:
- Estoy en la ducha - grité para hacerme oír a través del ruido del agua.
- ¿Te encuentras bien? - sonó su voz ya más cercana.
- Perfectamente, y gracias a ti. Hacía mucho tiempo que no dormía tanto y tan bien.
- ¿Has desayunado ya?
- Sí, y por cierto ¡como una reina!. Además he tenido tiempo de echar un vistazo a algunas revistas que tenías por allí.
En ese momento corrí la mampara y salí fuera de la ducha al mismo tiempo que una nube de vapor se esparcía lentamente por el cuarto de baño. Jacky se encontraba en la entrada del mismo, con las manos a la espalda y una pierna levemente flexionada, apoyada de modo desenfadado contra el marco de la puerta. Llevaba un traje de chaqueta y pantalón en cuero de suaves tonos verde pastel, completaba su atuendo unas botas de tacón a juego que desaparecían bajo el pantalón. Este, brillante y ajustado por la presión de la rodilla flexionada se ceñía sobre su muslo como una segunda piel.
- Y ¿qué te han parecido? - continuó ella
- Curiosas y algo intrigantes.
Comencé a secarme el pelo mientras charlaba relajadamente con Jacky. Me sorprendió a mi misma verme allí
desnuda, delante del espejo, sin sentir ningún tipo de rubor. Me encontraba a gusto. Cuando Jacky me hablaba lo hacía mirándome a la cara a través del espejo que yo tenía enfrente, y nunca noté que sus miradas se detuviesen en alguna parte concreta de mi anatomía. Siguiendo con la conversación le pregunté:
- ¿Tú haces de modelo para ese tipo de revistas?
- En tiempos lo hice. ¿Has visto esa portada con la chica de la fusta y la careta terminada en un largo tubo?
- Por supuesto. Es de las que más me ha llamado la atención - Jacky sonrió.
- ¡La chica soy yo!
- ¿Tú? ¿Lo dices en serio?
- Totalmente. ¿Por qué iba a mentirte?. Pero eso fue al principio. Digamos que a través de hacer de modelo para la revista fui conociendo a gente; establecí nuevas amistades, contactos... y llegó un momento en el que descubrí que podía hacer más o menos lo mismo que posar para la revista… pero a nivel privado.
- ¿Privado?
- Fiestas o reuniones privadas. ¿Sabes? Hay mucha más gente de la que crees que se siente atraía por este y otros tipos de fantasías sexuales. Respetables hombres de negocios que en su casa no pueden satisfacerlas; “hacen el amor con sus esposas” y luego van a follar como locos a este tipo de reuniones, ¡o a que los follen!. Encopetados señores, que se corren de gusto cuando les orinan encima mujeres como tú y como yo. Mujeres de la alta sociedad insatisfechas y que ayudadas por el anonimato, organizan encuentros donde son penetradas y sodomizadas por hasta cuatro y cinco indivíduos anónimos).
- ¿Qué dices¿ ¿Me estás tomando el pelo?.
- En absoluto. Es más, todo el sótano de esta casa es un salón de encuentros, debidamente acondicionado, donde digamos que yo organizo “reuniones” para amigos. La semana pasada sin ir más lejos tuve a un importante banquero al que le excita ver como me follo a su amiguita…Hace poco un conocido hombre de la televisión, me encargó una sesión de “narcosis”, en la que narcotizamos con gas a una “esclava” y una vez dormida él la disfruta a sus anchas... ¿Y sabes otra cosa? Todos ellos tienen algo en común: Y es que son muy, pero que muy ricos. Igual que tú te puedes gastar mil duros, ellos se gastan los millones.
- O sea que eres una puta.
- No seas grosera Bárbara, por favor; te trato de maravilla y vienes a mi casa a insultarme. No, yo casi nunca tengo contacto con los clientes. Es más, la mayoría ni me conocen. ¿Acaso crees que llegan aquí con el fajo
de billetes y ¡hala! Al tajo. No, esto no funciona así. Yo organizo. Ellos se ponen en contacto conmigo y me encargan su “fantasía”; luego llegamos a un acuerdo en el precio, y realizan una transferencia a una de las múltiples cuentas de las que dispongo (incluso en Suiza). Cuando he recibido el dinero, me pongo en marcha y organizo todo lo necesario: Vestuario, personal adicional cuando es necesario, en fin todo para satisfacer la necesidad del cliente que mantiene normalmente su anonimato. Finalmente fijo el día y la hora para la reunión y le doy la clave secreta para ese día, que permite el acceso al sótano de la casa desde el garaje, si es que se organiza aquí en casa. De ese modo entran discretamente sin ser vistos y si quieren pueden salir de la misma manera. Otras veces alquilo una casa en un paraje solitario, y cito allí a las personas que intervienen en la reunión.
- Discúlpame Jacky, pero ignoraba que existiera ese tipo de negocio a ese nivel. ¿Te dedicas a organizar orgías?.
- Más o menos. No son simples orgías. Por ponerte un ejemplo: Pagar a cuatro fulanas para que se follen a un tío lo puede hacer cualquiera. Conseguir que cuatro mujeres se enfunden en trajes y gabardinas de látex, se coloquen máscaras antigás, guantes y botas y en esa situación se tengan que follar unas a otras de modo “creíble” mientras el cliente lo observa hasta que decide participar, no te creas que es tan fácil. Empezando por conseguir no sólo las chicas adecuadas, sino también todo el vestuario y los complementos necesarios. Y más si como yo, tienes una reputación de calidad en los servicios que prestas. No como otros aficionados que utilizan porquerías de segunda mano, compradas a través de Internet.
- Por hacerme una idea, ¿De cuánto estamos hablando?.
- Varía bastante, desde cien mil pesetas por pegarle unos cuantos latigazos a un tío en el culo, hasta varios millones si tienes que contratar personal, vestuario específico, casa, etc.
- ¿Y todo eso por un rato de placer?
- La sesión máxima que admito es un fin de semana. No están permitidas ni las drogas, (incluido el alcohol), ni la sangre. Para eso ya hay gente en el mercado que se dedica a ello. Yo no. También varía la tarifa si intervengo yo personalmente (algunos clientes así quieren que sea); pero nunca admito contacto físico directo. Me protejo adecuadamente. Hay quien desea conversar del tema una vez terminado el encuentro. Hay
quien desea mantener al anonimato, otros no. En función de todo ello, se elabora el presupuesto y se le presenta al cliente. Es un trabajo como otro cualquiera, destinado en este caso a satisfacer los “sueños” de algunas personas que pueden pagárselo.
- ¿Y tu crees que yo puedo introducirme en todo este mundo?
- ¡Por supuesto! Serías mi ayudante. Mira Bárbara, está muy claro; puedes estar posando todo un día haciendo fotos para una revista, mal comiendo, pasando a veces mucho frío, otras mucho calor, y cobrar treinta mil pelas en el mejor de los casos, o optar por que las fotos te las haga un viejo chocho al que sólo se le empina, cuando le acaricia una mano engomada. En un par de horas has terminado, y encima has ganado cuatro veces más…Si quieres optar por la primera opción, yo te relaciono con las personas adecuadas, todavía mantengo mis contactos de la época en la que trabajaba para las revistas y no tendrías problema. Te lo dije ayer en el bar, y te lo mantengo. Si por el contrario optas por la otra opción, tienes delante a la persona indicada….
Me quedé mirándola fijamente a los ojos, y ella mantuvo mi mirada. La verdad es que me atraía la idea, y además solucionaba de un plumazo bastantes de los problemas que me asediaban en este momento.
- Bueno Jacky, ¡No sigas! Ya he tomado una decisión…
Continuará....
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