Fiesta de cumpleaños

Autor: Anónimo | 07-Mar

Grandes Relatos
Hoy es ocho de abril, y mientras volvía a casa tras la habitual jornada de trabajo, mi pensamiento volaba recordando que era el aniversario de Marta, y que aprovechando que era viernes habíamos decidido pasar la velada lo mejor posible celebrando la efeméride con una deliciosa cena intima. Para ello repasaba mentalmente los preparativos que decidí organizar para hacer de aquella noche, una noche muy especial.

Cuando llegue a casa, Marta me recibió tan encantadora como siempre. Pero llamaba poderosamente la atención su manera de vestir, pues atendiendo mis sugerencias, se había acicalado para la ocasión. Resaltando de forma especial su atractiva figura, la verdad es que quede boquiabierto al verle con la minifalda negra que nunca usaba, con las finas medias, y una sugerente blusa blanca que desabotonada en la parte superior mostraba ligeramente las puntillas de su sujetador negro que aprisionaban sus apetitosas tetas, al tiempo que toda la redondez de estas se dibujaban bajo la ligera blusa.

Le di un beso, al tiempo que exclamaba -¡así me gusta!. Me comento que la cena estaba lista, pero como era todavía temprano, le propuse ir a la tasca de abajo, a tomar un vermut, para ir abriendo el apetito. ¿Así como voy?, dijo: “Claro mujer, estas preciosa, y si te miran no será porque te vean mal”- le conteste. Ya en el bar, apostados en la barra, saboreábamos nuestros martinis, cuando de pronto vimos que Juanjo el vecino del quinto se acercaba a nosotros, saludándonos se quedo junto a nosotros y le invite a una copa. Era evidente, mientras hablábamos. Que su mirada por más que intentara evitarlo, se posaba una y otra vez sobre el provocativo escote que lucia Marta. En un momento que se separo de nosotros, le comente a Marta la manera en que Juanjo la estaba devorando con la vista, a lo que se río entre avergonzada y satisfecha, mientras comentaba “pues el no esta nada mal, creo que ya te lo he dicho más de una vez”, y volvió a reír. Y era cierto, Juanjo era algo más joven que nosotros, y su cuerpo esbelto y atlético, hacía juego con su agradable carácter, risueño y tímido a la vez. No en vano, esa atracción que desataba en Marta, había hecho que lo incorporáramos en mas de una ocasión a nuestras fantasías, esas que sueñas pero nunca te atreves a realizar. En ese momento descubrí en los ojos de Marta un cierto deseo y su mirada lasciva que tanto me gustaba. Casi habíamos apurado los vermuts cuando volvió Juanjo, y tras cuatro comentarios triviales, nos despedimos pues la cena nos estaba esperando.

Ya en casa, me dispuse a preparar la mesa, mientras Marta calentaba la comida, para llenar la estancia puse música jazz para ir dando un poco de ritmo a la velada. Ya todo dispuesto en la mesa, descorche una botella de vino, el siglo gran reserva, un excelente compañero para la deliciosa ensalada y el suculento guisado de rape, que había cocinado mi adorable compañera. Lo cierto que era una gozada de cena, yo ya no sabía si seguir chupándome los dedos, degustar más almejas del guiso o dejarlo todo de lado y devorar apasionadamente a la maravillosa Marta; pero tiempo al tiempo pensé. Tras la suculenta cena, mientras ella preparaba el café, puse sobre la mesa un paquete con el regalo. Cuando llego con la cafetera humeante, con mi mano tendida le ofrecí el paquete, y nerviosa y emocionada se puso a abrirlo, extrajo dos cajas una grande y otra más pequeña. De la primera descubrió que se trataba de un libro, el “kamasutra” ilustrado y en una lujosa edición; sonrió y me dio un beso; y de la cajita pequeña saco un broche de plata labrada cuya figura era una mariposa con incrustaciones de piedras en verde, salto de alegría al tiempo que se me abrazo con todas sus fuerzas. ¡Es precioso!, exclamó. “Para mi, le conteste, es la representación perfecta de esos momentos tan efímeros y al mismo tiempo tan bellos que en nuestras vidas aparecen y desaparecen como si mariposas fuesen”.

Serví el café, mientras Marta se colocaba el broche en su blusa a la altura de su pecho izquierdo. Nos sentamos en el sofá para tomarlo, y así más cómodos, de nuevo se abalanzo Marta sobre mí, fundiéndonos en un abrazo, pero en esta ocasión nuestras bocas se encontraron de forma apasionada, al tiempo que nuestras lenguas se enzarzaban en una cálida y desenfrenada batalla. El fragor amoroso me llevo a recorrer con mis manos todo su cuerpo, y mientras mi mano izquierda se entretenía masajeándo la deliciosa redondez de sus senos, intentando encontrar a través de su blusa la excitable erección de sus pezones, la derecha paseaba dulcemente entre sus muslos con descarado disimulo en busca de su oculto nenúfar.

Presos totalmente de la creciente lujuria, se retorcían nuestros cuerpos entre caricias, besos y gemidos. En un momento desabroche los botones de su blusa y abierta esta, disfrute con la excitante visión de sus pechos semicubiertos por el sugerente sujetador negro de encaje, que realzaba y potenciaba su enorme atractivo. Sin pensarlo un segundo más, libere una de sus atractivas tetas, y su pezón negro y tieso me invitaba desafiante a lamerlo y chuparlo como la más exquisita de las frutas. A las caricias de mi lengua en su sensible pezón, respondió rápidamente, masajeándome sobre la bragueta, como queriendo calibrar el tamaño de mi miembro, que sin duda alguna ya estaba a la altura de las circunstancias, Por mi parte no solo me dedicaba a comerme sus tetas, sino que con la otra mano, había conseguido arremangar y elevar su corta falda, hasta quedar este plegada en su cintura, dejando al descubierto sus muslos cubiertos por sus finas medias sujetas al liguero y sus bragas negras que dejaban adivinar la sociabilidad y abertura de su rico chochito. Como siempre me pasa, no pude resistirme a sentir con mi lengua la suavidad y dulce sabor de un coño bien húmedo y lubricado, de forma que con un brusco y salvaje estirón le rompí las bragas por aquel punto de manera que sin tener que quitárselas hundí mi cara en su palpitante mejillón chupándolo como si me fuera la vida en ello. Marta, claro esta, se estremecía de puro placer, y con sus dos manos guiaba y apretaba aún más mi cabeza entre sus piernas.

Lanzados como estábamos era difícil poner freno a tanto deseo y lujuria, pero con un gran esfuerzo me sobrepuse, separándome de ella, me levante y encendí un cigarro. Marta se me quedo mirando con esos ojos de perdida, de animal en celo. Me acerque un poco y suavemente le dije: “Espera un poco mi niña, a ti te gusta ver una buena película porno cuando estas caliente, ¿verdad?. Pues déjame hacer, confía en mi y disfrutaras como nunca”. “Lo que tu quieras mi vida- contesto, con su melosa voz”.

Asiéndole de los brazos, la hice incorporarse y sentarse en el sillón balancín. “Espera”. Volví con unas cuerdas de algodón y me dispuse a atarla de brazos y piernas al sillón. Así la amarre tal como estaba con la blusa abierta y la falda arremangada en su cintura, de modo que mostraba sus pechos cubiertos por el sostén, y su sus bragas rotas dejando entrever los labios de su chocho. “Ahora te voy a tapar la boca hasta que crea oportuno”, le dije. Ella se balanceo en clara señal de sentirse cada vez más caliente.

Transcurrieron un par de minutos en esa posición, momento en el que hice una llamada desde el estudio, y luego, tras poner en el giradiscos el “bolero de Ravel”, me senté cómodamente en el sofá. Me miraba con ojos interrogantes, cuando de pronto apareció en el salón una escultural y jovencita muchacha. Esta se dirigió hacía Marta y le dio un beso en la mejilla, como beso Judas a Jesucristo, y luego se acerco a mí y me beso levemente en la boca, y se sentó a mi lado en el sofá. Marta nos miraba con dureza, su mirada denotaba una enorme rabia, y gran morbosidad al mismo tiempo.

La muchacha lucía tan solo un pequeño short vaquero que se le incrustaba entre sus nalgas mostrando toda la firmeza y redondez de su culo, y en la parte superior un pequeño body azul que resaltaba el poderío y grandiosidad de sus duras tetas. Marta desde su sillón forzoso, tenía una vista perfecta, pues se encontraba apenas a metro y medio del sofá en el que nos encontrábamos y casi enfrente, tan solo ladeada un poco a la izquierda. En su rostro vi que adivinaba perfectamente de lo que iba ser testigo. Y si no se lo llego a creer, pronto salió de dudas, pues Montse, que así se llamaba la joven, no sé lo pensó mucho y en un instante me acariciaba la bolla por encima del pantalón, al tiempo que metía su lengua en mi boca en un apasionado y húmedo beso. Yo por mi parte pose mis dos manos en sus duros senos, acariciándolos y estrujándolos con fuerza, y pellizcando con los dedos pulgar e índice sus pezones, sobre la tela de su body. Con una ligera presión eleve su body, dejando ante mi cara sus desnudas y excitantes tetas, pues no llevaba sujetador debajo. De forma instintiva y asiéndolos con las dos manos me volqué en lamerlos, tintineando con la punta de mi lengua sus pezones cada vez más grandes y tiesos. Ella por su parte seguía forcejeando en mi bragueta, y suavemente me bajo la cremallera, liberando de entre los slips mi crecida verga; la cual acarició recorriendo toda su longitud con la mano, dejando el capullo a la vista, y tras unos cuantos vaivenes masturbatorios, se abalanzo sobre ella chupándola y succionándola con gran ansiedad, hasta tragársela toda por completo.

Me sentía en la gloria mientras me comía la polla, y como al acomodarse en el sofá en cuclillas para trabajarme la entrepierna, me imposibilitó continuar con el manoseo de sus pechos, mi mano izquierda se dedicó a acariciar sus nalgas, al tiempo que mis dedos hurgaban entre la costura de sus cortos pantalones con irrefrenable deseo de llegar a su sexo y sentir su estado de calentura. En ese momento levante la mirada hacía Marta y comprobé que no se perdía detalle y suspiraba con su mirada clavada en nosotros llena de furia e intentaba restregar su pubis sobre el asiento con gran dificultad, pues era evidente que la visión la estaba poniendo frenética tanto mental como sexualmente.

El morbo de la situación me lanzó aun más si cabe. Y pasando mi mano entre los muslos de la joven ascendí hasta conseguir alcanzar uno a uno los botones de su pequeño pantalón que al desabrocharlos permitieron que tirando de su cintura este fuera descendiendo, quedando atascado en sus rodillas, y dejando al descubierto un delicioso culo, y al estar de rodillas mostraba toda su rajita a mi atónita compañera, mientras yo acariciaba sus labios vaginales abriendo un poco más ese coño húmedo y rasurado. Mis dedos resbalaban por él, entrando y saliendo en su cálida cueva, al tiempo que la joven enloquecía y seguía saboreando con gula mi polla como la más viciosa golosina.

Estaba a punto de explotar, y decidí cambiar de posición, me levante y recosté a Montse en el sofá. Le quite su short, y de inmediato se abrió de piernas, ofreciéndome su jugoso chocho. Disfrute unos segundos contemplando sus labios abiertos y al tenerlo afeitado, pues solo tenía una pequeña mata de pelo sobre él, en su pubis, la visión era extraordinaria; así que sin más contemplaciones incruste mi cara entre sus muslos, y con mi lengua recorrí y saboree toda su almeja, insistiendo con la punta de mi lengua en su duro y prominente clítoris, Ella se retorcía de placer, al tiempo que se acariciaba sus tetas y pezones, y gemía como una loca.

En ese momento oímos que alguien entraba en la estancia. Levante la cabeza y vi a un joven apuesto vestido con un pantalón ligero y ancho de color negro y una camiseta blanca de esport con tirantes. ¡Hola!, Nos saludo. Y se dirigió hacia Marta, Montse y yo sentados en el sofá le seguimos con la vista, y pude comprobar como Marta se emocionaba, y su chocho relucía por el reflejo de la luz en sus abundantes jugos sexuales. El joven se paro ante ella y le quito la mordaza, al tiempo que paseaba los dedos entre sus labios que ansiosos se los tragaron y ensalivaron. Sacando su mano, le acarició la mejilla y le dio un cálido beso en la boca. Caliente como estaba, le pedí a Montse que se sentara sobre mí, de manera que sentado en el sofá, apoyando su espalda contra mi pecho fue descendiendo lentamente hasta tragarse su coño hospitalario toda mi tiesa verga. Pose mis manos en sus pechos, y comenzó a cabalgar sobre mi polla entrando y saliendo y cambiando constantemente de ritmo, al tiempo que contemplábamos como el joven recorría con su mano el lubricado y henchido chocho de mi mujer, mientras rozaba su miembro aun oculto en sus pantalones por toda la cara de Marta, la cual enloquecía sintiéndolo e intentando atraparlo en su boca con dientes, labios y lengua. “Si, si, siiiii, dámela Mmm...”, gritaba descompuesta. La pobre creía que por fin alguien iba a dedicarle sus caricias, su cuerpo; alguien que la desatara y la hiciera vibrar hasta explotar en un orgasmo que ya no podía contener más.

Pero se quedo sorprendida e histérica cuando vio que el joven se separo de ella después de sobarle las tetas, y acercándose a nosotros se bajo de golpe los pantalones, ofreciendo su descomunal polla a la entreabierta boca de Montse, que rápidamente la lamió y se la trago. Y así mientras la follaba, se relamía chupando y comiéndose la verga de su amigo. “Cabrones, cabrones, no podéis dejarme así, por favor que estoy muy caliente, folladme a mí, tocadme, comedme, os necesito por favor... ”, gritaba Marta, convulsionándose en su sillón. El fuego de su coño debía ser inaguantable, y de pronto la oí chillar y musitar “Aaah, Aaaahi, Aaaahu, Mmmm, Mmmmuouuu...uuu” lo que delataba que se estaba corriendo salvajemente.

Viendo que ya tampoco iba a poder aguantar mucho más, saque mi polla de Montse, y mientras esta seguía comiéndose golosamente el sabroso pirulí del joven, me dedique a comerle y ensalivarle su apretado agujero hasta lograr introducir la punta mi lengua en su culo. Entonces acostándome en el sofá la tire del brazo diciéndole: “Ven te la voy a meter por el culo, me quiero correr dentro de ti”. Ella sonriente, se puso en cuclillas, situando su culo a la altura de mi polla, y descendiendo poco a poco hizo desaparecer mi verga en el interior de su estrecho culito, y se tumbo sobre mi pecho facilitando los embates de mi cintura que me permitían moverme en su interior. Marta disfrutaba de un primerísimo primer plano, contemplando como se la metía por el culo a la muchacha, y parecía volver a excitarse, después del intenso orgasmo que había tenido. Alfredo, nuestro joven partenaire, después de haber disfrutado con todo detalle del acoplamiento, decidió pasar a la acción, y su idea no fue otra que la de, acercándose ante la sodomita unión, lamer y lubricar la enculada, de modo que igual chupaba el coño de Marta, como su culo y por supuesto mi polla mientras entraba y salía, suavizando de tal modo la follada, que en un momento el fluido mete-saca alcanzo más de mil r.p.m. Nunca me había lamido un hombre, y me estaba gustando muchísimo, esforzándome por no correrme, quería prolongar el momento. Entonces note como Alfredo se levantaba y de rodillas entre nuestras piernas apoyo la punta de su capullo a la entrada de la vagina de Montse y desplomándose lentamente la penetro con suma facilidad, y comenzó a moverse duramente dentro de ella. “Ahh, que bueno mas, si maaas, vamos maaaaaas.....” mascullaba Marta como si fuera ella la poseída por dos hombres a la vez. Para mí era una sensación indescriptible, el sentir el roce de la polla de Alfredo con la mía, a través de la estrecha pared vaginal. Nos se cuanto duro el momento pero si que sentí la gran intensidad del placer hasta el momento en que me corrí tan explosivamente que quede casi inconsciente, sintiendo durante un instante más los embates de la verga de Alfredo que incansable seguía haciendo gozar a Montse, que temblaba y se desplazaba sobre mi cuerpo a cada acometida de nuestro amigo. Y así sin salir de su interior note como se corría Alfredo, al tiempo que La muchacha gritaba Uuuhhhaaa, corriéndose también con dos pollas en su más sentido interior.

Tras descansar un momento, nuestros cuerpos aún temblorosos, se desacoplaron, incorporándonos con una gran sonrisa y satisfacción. El relax y calma de nuestros rostros, contrastaba con la tensión y ferviente deseo reflejados en la cara y mirada de Marta. Mientras nos vestíamos, Marta pedía que la desatáramos, “¿no se acabará así la fiesta?”- exclamaba algo enfadada, “yo necesito más, quiero participar también” –exigía.

Ya vestidos, me despedí de Montse con un dulce beso y un apretón de nuestros cuerpos, y de Alfredo, con un gran abrazo, mientras nuestros labios besaban nuestras mejillas. Los dos tal como salían, se acercaron a Marta y elevando los hombros, clara señal de no entender mucho, posaron sus labios en un húmedo beso sobre sus pezones sudorosos, luego besaron sus mejillas y desaparecieron con un “hasta luego”.

“¿Qué significa esto?. Me pones a mil y me dejas fuera, mientras tu disfrutas de lo lindo, ¡ no es justo!” –Me reprocho Marta, pero ya no enfurecida, sino como pidiendo su ración de sexo y placer. “Tranquila –le respondí, esto no es más que el comienzo y un homenaje para ti en tu aniversario. Ya que te gusta ponerte cachonda mientras ves alguna película porno, te hemos ofrecido esta en directo, la has podido ver, oír, oler, pero como espectadora, no has podido saborear ni tocar; es lo propio de los films. Ahora cuando te desate, dejaras de ser la pasiva mirona y actuaras como te dicten tus sentidos e impulsos”.

Empecé a desanudar primero sus piernas, al agacharme olí su sexo, y sin pensarlo pase un par de dedos por él, sintiendo el calor y humedad que aun mantenía, ella gimió echando la cabeza hacía atrás, luego le desate los brazos dándole besos melosos en su cuello. En cuanto quedo libre, se abalanzó sobre mí, pero tan solo la abrace unos segundos y con un beso en la frente, la separe y le dije: “ahora no estoy preparado, necesito recuperarme, recompónte la ropa y espera un poco, como si fuese a empezar todo de nuevo”. La verdad es que contrariada, se abrocho la blusa, tras cubrir sus tetas con el sostén, y desenredo la falda de su cintura, hasta cubrir sus muslos; lo de las bragas, que mantenía puestas, tenía peor arreglo pues rotas como estaban, dejaban su chichi al aire, y así se sentó en el sofá.

Me dirigí hacía la cocina, tarde unos minutos hasta salir con una botella de champan y dos copas, las deje sobre la mesa y cambie el disco del bolero que nos había acompañado durante nuestra particular película, y puse la radio, en aquella emisora que a partir de las doce de la madrugada, solía poner tan buena música sin comentarios, cuando la sintonice sonaba el “wish you were here” de Pink Floyd. “Justo, la música ideal para este momento” –comenté, mientras me sentaba a su lado. Hice la intención de abrir la botella, pero en ese momento “rrriiiiing” sonó el timbre de casa. “Ves tú a abrir, yo como si no estuviera en casa” –le dije, al tiempo que la besaba estrechando sus hombros.

En cuanto se dirigió hacía el pasillo, me incorpore y puse el vídeo en marcha con el mando y llevándolo conmigo me oculte en la alacena que daba al salón. Desde allí pude escuchar lejanamente a Marta decir: “Hola Juanjo, ¿cómo es eso?”. “No sé –contesto, me acaba de llamar Juan, que estaba en la fábrica por no sé que problema, y con la urgencia de salir, ahora estaba preocupado por haberte dejado sola, no sé, y me pedido si podía bajar a hacerte compañía, hasta que vuelva, en una hora o así, no se”. “Bueno si, pero... -titubeo Marta, claro, pasa, pasa, no te quedes ahí”.

Ambos se quedaron algo perplejos, pero Marta pareció adivinar la jugada, en cambio Juanjo se ofrecía inocentemente sin saber a que, ni entender mucho la situación. Cuando llegaron al salón, aun se sorprendieron más, pues en la pantalla del televisor observaron como una voluptuosa rubia chupaba y lamía la poderosa polla negra de su acompañante. Marta azorada, moviéndose de aquí para allá, buscaba el mando sin éxito, al tiempo que exclamaba: “maldito mando, pero... pero... ¿será posible?, ¿Dónde esta?. Removió los cojines del sofá cada vez más nerviosa, pero sin éxito. Juanjo en voz baja se atrevió a comentar, que no se preocupase por él, si ella estaba viendo eso, no tenía por que cortarlo por su llegada. Marta se dejo caer sobre el sofá, al tiempo que exclamaba: “Lo mejor será serenarse, siéntate a mi lado y tomaremos una copa de champan, ya acabará esto”. Juanjo tímidamente tomo asiento a su lado, pero guardando una mas que discreta distancia. Mientras Marta descorchaba y servía él champan, él observaba en el televisor, como la rubia protagonista no solo engullía la polla del moreno, sino que además otro moreno la estaba jodiendo por detrás al estilo perro con fuertes acometidas que provocaban que la polla en su boca entrara hasta su garganta. Aquella visión le estaba excitando, pero guardo la compostura. Tomo la copa que le tendió Marta, y la golpeo con la de Marta al tiempo que brindaba: “Que cumplas muchos más, tan radiante como siempre”. “Brindo por tu grata compañía”, respondió Marta.

Yo desde mi escondite, seguía con todo detalle sus movimientos, esperando con morbo el devenir del inesperado encuentro. Marta lamiéndose los labios tras el primer sorbo, poso su vista en la pantalla, y su rostro reflejo una cierta lascivia, sin duda su excitación crecía aceleradamente. Tanto era, que posando la copa en la mesa, llevo sus manos hacia sus piernas, acariciando desde sus rodillas hacia arriba, paseando sus dedos por el interior de sus muslos de manera que la falda se le iba replegando entre sus ingles, dejando al descubierto sus carnes donde terminan las medias. A partir de ese instante sus dedos se dirigían sin tapujos al centro de su sensibilidad, y tras caracolear sobre su entrepierna, lograron sortear la barrera de sus braguitas fácilmente pues al estar rotas hacían muy accesible el contacto con su chocho sin tener que quitárselas. Mientras Juanjo, no atinaba a hablar ni sabía donde posar la vista, pues de reojo observaba la ebullición de mi esposa, y si miraba la tele se excitaba aún más; así y todo permanecía pasivo, su timidez le atenazaba, aunque pude observar que no todo en él estaba quieto, pues el bulto de entre sus piernas había crecido considerablemente.

Me sorprendía ver como resistía la descarada invitación. Lo mismo debió pensar Marta, que dejándose llevar por su calentura, y entendiendo que tenía que ser ella la que pusiera las cosas en su sitio, arremango totalmente su falda y comenzó a frotar sus labios vaginales con la yema de dos dedos de su mano derecha, mientras con la izquierda desabotonaba su blusa y manoseando sus tetas las extrajo para de inmediato y agachando un poco la cabeza comenzar a lamer sus pezones, que al momento relucían tiesos cubiertos por su saliva. Sus dedos abrían la puerta de su coño, haciendo totalmente visible su apertura y disposición, y al rozar su clítoris lanzaba suaves y ahogados gemidos. Así, de esta manera, se masturbaba, ante la aparente pasividad de nuestro timorato vecino. Ardiente, casi desenfrenada, Marta le dijo: “Mira que bueno, que mojada estoy, es para ti, vamos anímate”. Y subiendo sus pies en el sofá tiro de sus bragas, recorriendo sus piernas, hasta quitárselas, y riendo las arrojo a la cara de Juanjo, que cogiéndolas y frotándolas sobre su boca y nariz, como si fuesen un pañuelo, apenas pudo balbucear: “Esto no puede ser, no esta bien, Juan volverá en cualquier momento, mejor pensamos otra cosa”. Desde luego su intención de enfriar el ambiente no era muy convincente ni para el mismo. Marta lanzada como estaba, dejo caer su cabeza sobre el muslo de Juanjo, rompiendo la distancia entre ambos y con su mano izquierda acaricio el vientre de este al tiempo que elevaba su suéter, hasta dejar al descubierto su abdomen musculoso, para deslizar y frotar con sus dedos todo su pecho, y la otra mano mojada por su sexo la paseo por todo el rostro de Juanjo, acariciando en especial los entreabiertos labios del muchacho, al tiempo que comenzaba a lamer uno de los pezones de él. En ese momento fue cuando Juanjo, con los ojos cerrados, lanzo el primer susurro de placer en señal de rendición al acoso y calidez de Marta. Juanjo tomo entre sus manos la cabeza de Marta, que seguía besándole y acariciando su pecho, fue su primera acción y reflejo de disposición, a lo que ella respondió de manera directa, desabrochando los botones de su pantalón vaquero para acariciar sobre sus pequeños calzoncillos la erecta y dura verga de Juanjo, que pugnaba por salir de su refugio y quedar expuesta a los deseos y habilidades de Marta. Y tras varios roces, arrastrando los slips hacía abajo, emergió poderosa y desafiánte su polla, siendo absorbida esta de forma instantánea por la ávida y cálida boca de ella. Tras besar su capullo, se perdió por completo en el interior de su húmeda boca, succionándola al tiempo que con su mano seguía frotándose su jugoso chochito.

Inmersos en tal placer, de pronto y casi sin tiempo de reaccionar, oyeron la puerta de casa abrirse y cerrarse estrepitosamente, y a continuación pasos de carrera a través del pasillo. Al momento, y apenas reincorporados en el sofá, vieron aparecer en el salón a dos hombres al grito de: “Alto ahí, quieto todo el mundo, que no se mueva nadie”. Perplejos observaron como un señor con gabardina beig les apuntaba con una pistola, este iba acompañado por otro hombre de uniforme, los dos de pie frente a ellos, mantenían una postura desafinaste e inquisidora. Mudos y petrificados quedaron los amantes, incluso pude comprobar como a Juanjo se le bajo la erección, y su poderosa verga se acurruco rápidamente semiocultandose en su bragueta; Marta torpemente cubrió sus muslos tirando de la falda hacía abajo, y tapo su pecho con la blusa, abrochando tan solo dos botones.

“García compruebe si hay alguien más en casa”, ordeno el de la gabardina, un hombre maduro de algo más de cincuenta años, de aspecto rudo. Y mientras el uniformado recorría la casa, pistola en mano, Marta, saliendo del estupor, pregunto: “¿Pero que significa este atropello?. ¿Se puede saber que buscan?”. Se encontraba enfadada por haberle cortado el rollo. “Sra., respondió aún apuntándoles, somos el comisario Martínez y el cabo García, y hemos recibido una llamada, en la que se nos informaba que estaba a punto de producirse un crimen en esta casa”. “¡Increíble, -exclamó Marta sin dejarle terminar, y así por que si, se cuelan ustedes en mi casa y nos apuntan como criminales, supongo que traerán una orden judicial. “Sra. no hace falta, con la ley Corcuera en la mano, lo nuestro es la acción inmediata, así que a callar y pónganse de pie contra la pared y apoyen las manos en ella.”

Obedecieron lentamente, y casi sin dar crédito a lo que sucedía, se notaba en ellos cierto nerviosismo. Al momento volvió el policía de uniforme, informando “no he encontrado a nadie más comisario”, pero girándose de pronto se dirigió hacía la alacena y abriendo de golpe, me descubrió en mi privilegiado escondite, al grito de: “vaya, vaya mire que pájaro hay aquí, fuera de ahí”, - me ordenó a punta de pistola. “Dios mío”, exclamo Juanjo, volviendo ligeramente la cabeza, totalmente desconcertado. “Esto se va a aclarando algo, -exclamó el comisario, espóselo en ese sillón, que vamos a cachear a estos dos”.

Así pues el cabo, un tipo moreno, fibroso y con la imagen típica de un policía al uso, de unos treinta y tantos, y con bigote habitual, cumplió la orden, dejándome sentado y esposado en el balancín. A continuación enfundo su pistola y sacando la porra, se acercó a las espaldas de la sorprendida pareja, que cara a la pared esperaba, sin saber bien a que. El policía recorrió con sus manos todo el cuerpo de Juanjo, en una de ellas la porra era la extremidad que reconocía y revisaba cualquier cuerpo extraño que apareciera. Tras comprobar que Juanjo estaba limpio, inicio el cacheo a Marta, no sin antes echar un vistazo hacía el televisor que seguía emitiendo la proyección del vídeo provocador y delator de lo que estaba a punto de suceder allí; el breve instante en que fijo su mirada en él, hizo que yo también volviera la vista hacía allí, viendo como una pareja se devoraba golosamente en un rítmico y apasionado 69, al tiempo que la mujer era penetrada por el culo por la resistente verga del tercero en discordia.

Volviendo al trabajo, el cabo empezó a recorrer y verificar el cuerpo de mi dulce esposa. Su reconocimiento, era más meticuloso y delicado que el que acababa de realizar a Juanjo. Tan meticuloso y delicado que sus manos rozaban lentamente la espalda, luego los pechos, el vientre, las nalgas y los muslos de Marta; y no solo en un sentido, sino que su recorrido era de ida y vuelta, y se entretenía al llegar a los pechos, o se recreaba en su culo, o en sus muslos.

A Marta parecía no molestarle ya mucho la revisión, pues de espaldas como estaba, incluso se le notaba satisfecha por las atenciones y control del eficiente guardián del orden. Este con el asentimiento de su superior, decidió profundizar en su inspección, y utilizando la porra reglamentaria, deslizo esta entre las piernas de ella, desde sus tobillos ascendió pícaramente hasta sus muslos, que se separaron un poco más, facilitando la progresión del represivo instrumento, hasta el punto de desaparecer este bajo la corta falda de ella, que retorciéndose y gimiendo, se separo de la pared y se abrazo a Juanjo, que permanecía perplejo a su lado. Tras abrazarle, se fundió en un lascivo beso, que él no pudo o no se atrevió a rechazar.

El cabo continuaba frotando e inspeccionando con su porra bajo la falda de ella. Tras unos segundos, descubrió la poderosa porra de cuero negro, y al mostrarla a su jefe, vi como relucía mojada por los jugos del chocho de Marta. Y dirigiéndose a él comento: “Comisario, creo que nos hemos equivocado, aquí no pasa nada raro, tan sólo que esta chica esta muy salida, y se disponían a montárselo en plan vicioso, mire la tele, el acompañante, y el mirón, y me señalo con un dedo, es muy evidente, esto es lo único que pasa aquí; Esta guarra esta dispuesta a todo lo que le dé gusto, mire que zorra que es, mire como ha puesto la porra, y como le gusta”. Y ante la evidencia le arremango la falda dejando su culo al aire. Marta poniendo el culo respingón nos exhibió su coño húmedo y abierto, mientras descendía un poco su cabeza, para recorrer con su lengua el pecho descubierto de Juanjo. Su ofrecimiento era total y así lo entendió el funcionario, pues sin contemplaciones se dedico a pasear la dura porra, por todo el coñito de ella, separándole los labios, rozándole el clítoris, y parándose en su extremo en la puerta de su cada vez más ansioso y sociable chocho, amenazando colarse en él como un monstruo se esconde en la más húmeda cueva.

El momento era explosivo, descontrolado y así siguió un rato, Marta se retorcía de gusto. Fue entonces cuando el comisario se levantó y comenzó a quitarse la ropa al tiempo que decía: “Pues ya que estamos aquí, debemos cumplir nuestra función social, y esta señora necesita urgentemente ayuda, mucha ayuda”, repetía al tiempo que se meneaba su enorme polla, bajo sus calzoncillos; y sacándosela golpeo con su verga las nalgas de Marta, como si con un látigo fuera, y le dijo: “Te voy a follar chica, es lo que más necesitas ahora”.

Marta emocionada, se deshacía por el deseo y el inminente placer, y flexionando su cintura, le ofrecía todo su sexo como una perra en celo a cuatro patas. Al tiempo sus manos consiguieron descubrir la verga de Juanjo, que volvía otra vez por sus fueros, y lucía dura ante su boca para ser tragada y masajeada por la lujuriosa lengua de Marta. Y con tan dulce golosina en su boca, gimió al sentir como el descomunal glande del comisario se abría paso en su interior hasta llenar su ardiente coño y penetrar en sus entrañas con suave dureza y profunda lentitud, sintiendo luego el rítmico mete-saca, en el que los huevos del comisario golpeaban en sus nalgas al entrar a fondo, y de pronto su capullo restregaba su abertura, rozándole el clítoris y los labios vaginales para de nuevo volver a hundirse en ella.

Aquello era inenarrable, además el voluntarioso oficial, se dedicaba, sentado en el suelo a manosear y lamer las deliciosas tetas de Marta que colgaban fuera del sostén, como dos exquisitos limones con los pezones más duros y sensibles que he visto nunca.

Y yo mientras, inmovilizado, excitado al máximo otra vez, me exasperaba por no poder participar, sentía rabia de ver como mi esposa era capaz de montárselo con tres tíos a la vez, sin importarle lo más mínimo mi presencia, y al mismo tiempo disfrutaba morbosamente al ver como gozaba ella y lo feliz que se sentía por todo el placer que le proporcionaban tres completos desconocidos.

La oía gemir y musitar, ya no sabía si estaba corriendo en un momento o en otro, o si sus orgasmos eran constantes. Lo que sí se hizo evidente fue el explosivo orgasmo del comisario que sacando la enorme verga de su coño, se corrió con grandes sacudidas, sobre el culo y espalda de Marta, de manera abundante Y luego masajeándole fue secando y haciendo que su piel absorbiera la copiosa corrida. Exhausto se dejo caer sobre el sofá y pude comprobar que pese a su edad, lucía aún un atractivo y musculoso cuerpo, que en otra época debió lucir con gran éxito, aunque ahora ya se notaba en él el paso del tiempo.

Ante el cambio de la situación, Marta se reincorporo y acosando al policía joven tal como estaba sobre el suelo, le desabrocho los pantalones, bajándoselos hasta los tobillos, y extrajo su larga polla, pero más bien delgada, y tras tres o cuatro lametones, la puso brillante y dura, degustándola como un Chupa-chup. Entonces le pido a Juanjo, que se quedaba bloqueado, “cómeme el culo, ¡coño! Por favor cómemelo, meteme la lengua, sí vengaaaa... ”; tuvo que gritar para hacerle reaccionar. Así Juanjo se puso tras ella y con su larga y puntiaguda lengua empezó a recorrer el culo de Marta, al tiempo que sus manos palpaban los pechos de ella, los apretaba con fuerza como si la estuviera ordeñando, pellizcándole los pezones entre sus dedos; y así su lengua encontró su oscuro agujero que fue cediendo con la humedad y dureza de su lengua, así se abría su ano deseoso de una agradable visita.

Lubricada como estaba, no dudo en levantarse y dándole la espalda al tendido cuerpo del cabo, se coloco en cuclillas rozando su carnoso culo sobre el vientre de este, que con un hábil movimiento logro meterle la polla en su coño, pero Marta tenía otro destino para la fina verga policial, así que sacándosela y sujeta entre sus manos la hizo apuntar al ojete de su culo, y descendiendo suavemente hizo desaparecer a la servicial polla en su interior, y moviéndose con delicadeza, la delgada pero potente polla le daba por el culo, volviéndola loca de placer. Y así de loca le pedía a Juanjo: “Ven aquí tu, ahora, follame, lléname”, Juanjo se volvió hacía mi, desnudo como estaba, su polla tiesa apuntaba alto, pero su raciocinio le frenaba. Marta dándose cuenta de ello gritó de nuevo, mientras seguía moviéndose con la tranca en su culo. “Joder que me folles, te digo que me folles, olvídate de ese cabrón, que le jodan a él también “, y a continuación con tono dulce y meloso “por favor, ven aquí, entra en mi, si, siiii... aquí”; Y se acariciaba el chocho, ofreciéndoselo abierto, lo que despertó el animal que llevaba dentro Juanjo, que acercando su cara, lamió y saboreó su cálido coño, para mojarlo un poco más, y a continuación introdujo toda su virilidad en él con gran fuerza y sentimiento, pues su apasionada follada, no era algo meramente físico ni mecánico, sino que estrechándola con fuerza la penetraba con toda su alma, con gran pasión amorosa y unión total. De tal manera compenetrados, que al poco tiempo se corría el policía en su culo, ellos continuaron follando y follando sin fin. Como poseídos se retorcían, y Marta se debió correr dos o tres veces, mientras Juanjo iba cambiando de posición y la follaba de todas las maneras imaginables, hasta correrse también al cabo de no sé cuantos minutos, cuando Marta estaba ya rendida totalmente y tan solo podía dejarse llevar por la potencia del joven. En el momento de eyacular Juanjo estaba sentado en el sofá con Marta sentada sobre sus piernas, y abrazados, como fundidos sus cuerpos, permanecieron ese breve e infinito instante que precede a un intenso orgasmo.

Todavía acoplados en el sofá, se les oía gemir y suspira. Mientras los dos policías, terminaban de vestirse, y al tiempo que el cabo abría las esposas que me tenían maniatado, oí al comisario decir. “Bueno, hemos hecho lo que hemos podido, Sr. García, hemos cumplido, no creo que siga siendo necesaria nuestra presencia aquí, no sé si hemos evitado algo, pero al menos hemos colaborado “. “Claro que si comisario, -le conteste, hubiera sido un crimen que mi ardiente compañera hubiera gozado de un solo hombre, cuando siempre ha tenido la fantasía de hacerlo con varios a la vez, así que gracias por su intervención”.

Juanjo se levanto con Marta en sus brazos, y volviéndose, la pose dulce y suavemente recostada en el sofá. Y comenzó a vestirse sin soltar palabra, entonces los policías acercándose a ella uno tras el otro le besaron en los labios mientras con las manos recorrían y acariciaban su vientre y sus pechos, diciendo: “Hasta luego Sra.”. “Ha sido un placer”, dijo el otro; y se alejaron sin más.

Entre tanto, Juanjo seguía vistiéndose, y yo una vez liberado, me acerque a Marta totalmente satisfecha y abandonada en el sofá, y la incorpore cogiéndola de sus brazos, para sentarme y tomarla en mi regazo. Desnuda y saciada como estaba, se acurrucaba en mis brazos, que la rodeaban y acariciaban al mismo tiempo, y le besaba su rostro, sus ojos, sus labios tiernamente, y ella ronroneaba y se acurrucaba aún más. Sentí en ella agradecimiento y plena satisfacción.

Fue entonces cuando Juanjo, que se abotonaba su camisa, viéndonos tan románticamente juntos, nos dijo: “Bueno, si os gusta así, esta bien, yo he disfrutado mucho contigo Marta, y me parece que tu marido también, y ahora empiezo a pensar que no solo soy homosexual, como creía”. Marta y yo nos miramos sorprendidos e interrogantes. Juanjo se acercó y, de rodillas al borde del sofá, besó los labios y la frente a Marta, al mismo tiempo que su mano acarició mi cara y luego froto mi cabeza, demostrándonos una sana amistad que esta noche se consolidaba en lo íntimo. Se levantó y se marchó con un “Hasta luego, nos vemos”.

Marta y yo nos mirábamos como si fuese la primera vez que estabamos juntos, sonrientes y emocionados, cuando ella me dijo: “Juan me parece que se abren nuevas posibilidades”.

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HOLA... ME LLAMO MARISOL, VIVO EN GUADALAJARA, SOY Y TRABAJO DE EDUCADORA, TENGO 26 AÑOS, CASADA DESDE HACE TRES AÑOS, AUN NO TENGO HIJOS, SOY BLANCA, ALTA 1.68 MTS, DELGADA, PIERNUDITA, CON LAS NALGAS ALGO ANCHAS Y PARADAS, PELO ONDULADO, CASI SIEMPRE TEÑIDO DE COLOR ROJIZO, LO QUE HACE VERME AUN MAS BLANCA. ME GUSTA USAR LO MISMO FALDA O VESTIDO DE TELA DELGADA O PANTALONES DE MEZCLILLA, CON PANTALETAS PEQUEÑAS, NO HILO DENTAL, POR QUE SE ME HACE MUY ANTIHIGIENICO.MI ESPOSO MAYOR QUE YO, AL AÑO DE CASADOS PASO...
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