Encuentro sexual con mi amante

Autor: sweetdream | 08-May

Fantasias Eroticas
Me levanté pronto por la mañana, desayuné, pues me desperté con muchísima hambre. La noche anterior apenas había cenado y eso se notaba. Me preparé un buen vaso de leche con café, unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, que me encanta, y un zumo. Lo devoré, pues el hambre era increíble. Mientras estaba sentada a la mesa, tomando mi desayuno, empecé a sentir mucho calor. Eran apenas las 9 de la mañana y ya el termómetro había alcanzado los 32 grados. Mi casa es un chalet, con un jardincito, y una pequeña piscina. Así que pensé que, en cuanto terminase las tareas de la casa, saldría fuera a darme un buen baño.

Puse manos a la obra... Empecé a barrer, tirar trastos que iba encontrando a mi paso y que no servían para nada, y comencé a limpiar el polvo. Estaba ya sudando, por el calor y por no parar. Tenía el volumen del aparato de música bastante alto, para poder escuchar la música por todas las partes de la casa, conforme me iba moviendo por ella. Además, iba cantando, pues me encanta, es que hasta me emociono. Así que quien pasase por la calle se reiría al escucharme cantar, seguro.

No sé porqué, empecé a excitarme. Bueno, quizás fuese porque para trabajar en casa suelo llevar un simple vestidito muy corto, de licra, sin nada debajo. Y, según qué movimientos haga como, por ejemplo, agacharme, pues asoma por el cortito vestido mi culito y mi sexo. Es ese hecho el que produce cierta excitación. Empecé a sentir deseo y un calor abrumador, y la necesidad de tocarme, de acariciarme. De repente, escuché un ruido, un portazo, me pareció. No pude distinguirlo bien, debido al volumen de la música. Así que, para asegurarme, di una vuelta por la casa, asomándome al jardín. Nada. “Habrá sido una corriente de aire”, pensé... Y seguí con lo mío. Ahora “lo mío” era más bien yo que limpiar el polvo. Pero quería terminar la faena, así que me dispuse a limpiar la mesa, para terminar.

Es una mesa de centro, bajita, con un cristal transparente en la parte de arriba y un espejo en la parte de abajo. Me agaché para limpiarla y otra oleada de calor me sacudió. Y esta vez la excitación fue mucho mayor, pues me veía reflejada en el espejo y me encantaba la cara de deseo que tenía. Comencé a levantar el vestido, aunque poco había que levantar. Lo subí hasta mi cintura y comencé a masturbarme. Estaba increíblemente mojada, demasiado. Me gustan mucho los espejos, así que me coloqué sobre la mesa, con las piernas bien abiertas, viendo mi coñito totalmente abierto, chorreante, mientras no paraba de acariciar mis labios, mi clítoris, meter y sacar mis dedos... Me puse más en la esquina de la mesa, de modo que quedaba totalmente en mi rajita. Evidentemente, no podía entrar en mi, pero solo la sensación de sentirlo ahí, al tiempo que yo me masturbaba era sumamente delicioso, llevándome a un primer orgasmo que me pareció... Mmmmm. Seguí tocándome y el placer me pareció insoportable. Cuando estaba a punto de correrme otra vez, agarrándome más fuertemente a la mesa, sentí una especie de brisa a mi alrededor y, tras ella, unas manos me levantaban de la mesa... Me dispuse a girarme, pero suavemente unas fuertes y grandes manos levantaron mi pelo y empezó a besarme la nuca, impidiendo así q lo hiciese.

Alguien había entrado en casa!! Y me asusté. Pero, por otro lado, sabía que no me haría nada. Nada que yo no quisiese. Por lo cual, le dejé hacer. Me levantó de la mesa y siguió él masturbándome, desde atrás, no podía verle. Acariciaba mi húmedo sexo, empezando a meter primero un dedo y luego dos, mientras me susurraba al oído: “Córrete, quiero que te corras, quiero beber tu corrida... Mmmm” Me corrí una vez más, mientras él me comía mi sexo... Y esa voz me ponía aún más cachonda... mucho más. Me hizo apoyarme en la mesa y, siempre a mi espalda, empezó a penetrarme. No paraba de moverse; bueno, de movernos. Y me ponía mucho verme en el espejo, mientras gemía, entrecerraba mis ojos... La metía hasta el fondo, muy al fondo, volvía a sacarla. Me tenía cogida por las caderas y eso me encantaba. Yo no paraba de gemir. Ahora pienso que menos mal que tenía la música tan fuerte, pues gritaba y gritaba. Y su pene crecía más y más dentro de mi, consiguiendo otro orgasmo, más fuerte que los anteriores.

Sentí que iba a explotar y le susurré que quería comerla. Por alguna razón no quería que le viese, por lo cual me tapó los ojos. Y eso me resultó aún más morboso. Sacó su polla de mi sexo, me tapó los ojos, me dio la vuelta y empecé a lamer y chupar su erecto y duro miembro. Húmedo de mis jugos. Me gusta comer el pene de un hombre que previamente me ha penetrado, es tan delicioso... Mmmmm. La comí con avidez, agarrándola con una mano fuertemente y moviendo esta de abajo arriba sin parar, mientras la devoraba con mi caliente lengua, con mis labios, con mis dientes, suavemente, pasando a un ritmo mucho mayor, que le llevaba a la locura, pues ahora él también gemía sin parar. Intenté destaparme los ojos para ver su cara de placer, pero no me lo permitió. Seguí un rato más comiendo su polla, que era en verdad más que grande, gruesa. Acabé con toda ella dentro de mi boca. Y empecé a sentir algo caliente. Comenzaba a correrse e iba a hacerlo en mi boca. Su orgasmo fue espectacular pues, aun sin poderlo ver, sentí la gran cantidad de leche que salió. Bañó mi cara, bajó por mi pecho y una gran cantidad quedó en mi boca.

Así, con mi boca llena de semen, volví a chupar su polla otra vez. Esta vez, para que terminase su orgasmo. Y, de repente, cuando me disponía a chupar otra vez, sentí que se marchaba. Sin darme tiempo a nada, ni a quitarme siquiera el pañuelo con el que me había tapado los ojos. Incluso pensé si lo había imaginado. Pero no. Tenía pruebas de que aquello había sido real, de que había tenido un encuentro sexual algo rápido pero muy, muy placentero. Estaba llena de su semen y eso no se podía negar... Mmmm. La curiosidad por saber quién había estado dentro de mi casa y dentro de mi era mayor a cada momento que pasaba. Quizás algún día lo supiese... eso esperaba.

Y así terminé de limpiar la casa. Tratando muy bien, a partir de entonces, a mi mesa... que había sido testigo de todo aquello.

Ya os contaré cuando descubrí quien fue mi amante oculto.

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