Loca por un negro
Mi gran sueño fue siempre cepillarme a un negro. Como en el país son tan escasos, fue siempre eso, un sueño. Pero hace un tiempo leí en la prensa que barcos de la Unitas estarían en Valparaíso y eso me trastornó. Creo que ahí mismo empecé a calentarme. Me pasé películas y me veía atravesada por un bruto de esos como los de la NBA norteamericana. Soy de Santiago, por lo tanto desplazarme a la región no era problema. Soy casada, afortunadamente con un hombre que me adora. En nuestros juegos eróticos siempre hemos planteado situaciones casi imposibles de realizar, como por ejemplo la que les describo. El sabe todo de mí. Siempre me dice que soy más que caliente y le gusta.
Al irnos a la cama esa noche, yo estaba a cien. Me bañé y salí desnuda hacia el dormitorio. Me paseé más de la cuenta frente a el, con la intención de provocar y alterar sus hormonas. Cuando me acosté tenía el pico como un fierro. Mi lindo, parece que el nene quiere papita, le pregunté. No me respondió, se subió y me lo metió hasta el fondo. Como estaba caliente respondí a full. De pronto, baje la intensidad y comencé a moverme suavemente. Le pregunté al oído... ¿mi lindo?... ¿le molestaría si yo me como a un negro bien pichulón?. No mi amor, usted sabe que mi mayor anhelo es que goce y si su sueño es comerse un negro,... ¡hágalo!, Ahhh... y se fue cortado.
Nos acurrucamos para dormir y cuando estaba por conciliar el sueño, le dije melosamente: ¡Cariño!... lo que le dije... era en serio. Llega la Unitas a Valparaíso y ahí podría ser. Se levantó de un salto... se sentía descolocado. Demoró en contestar. Ahogado me preguntó, ¿te atreverías?. Yo, con voz muy suave le susurre,... ¡sí!,... es mi gran sueño. Se recostó de nuevo, me dió la espalda he intentó dormir. Yo le hice cucharita y me puse a soñar despierta. Sentía entre mis piernas un enorme pico negro, era mi antebrazo que lo restregaba sobre mi chorito. Así me quedé dormida.
Al día siguiente durante el desayuno no me habló, a pesar de pasearme delante de él en bata transparente y a poto pelado, no medió bola. Se arregló, tomó su portafolios y apenas se despidió de mí. Durante el día no dejé de pensar que la había cagado, que los juegos eróticos eran solo eso. Como podía pensar que mi esposo permitiría que yo hiciera eso.
Por la tarde lo esperé con la once servida. Habitualmente aparece en casa como a las cinco y media, pero no llegó. Impaciente comencé a pasearme por la casa, vivimos solos, no tenemos hijos. Cada media hora me asomaba a la ventana del segundo piso por si veía llegar el auto. Cerca de las nueve apareció. Mi amor, me dijo. Vas a cumplir tu sueño. El portaaviones llega el viernes así que al mediodía viajaremos a Viña. Hice reservaciones en el Hotel O'Higgins, y nos quedaremos hasta el domingo. Mi linda, usted sabe que la quiero, mi único anhelo es que sea feliz, y si su sueño es que la pise un negro, será pues... Yo solo la acompañaré a Viña, de ahí en adelante, correrá solita y con colores propios.
Esa noche le dí a mi esposo la mejor cacha de su vida. Le presté hasta el chico, cosa que no lo había dejado hacer anteriormente. Dormimos como unos tortolitos.
Y llegó el gran día
Mi esposo salió temprano a ejecutar trámites bancarios y yo me quedé en la cama repasando mis sueños. Soñaba con negros. Negros y más negros. Todos con una tremenda herramienta. Esos que se ven en los videos. Mi esposo, que es un hombre comprensivo y a la vez me adora, apoyó en todo momento lo que le propuse. Bueno,... apoyó un poquito. Realmente había que ponerse en su piel para permitir que yo, su sueño dorado, me dejara atravesar por un negro pichulón.
Al medio día llegó con un regalito. Al abrirlo me encontré con dos conjuntos de lencería erótica preciosos. Son para usted mi amor, me dijo. Quiero que a aunque no va a estar conmigo esta noche, luzca como lo que es, la mujer más linda que pude haberme encontrado. - Les prometo que lloré -. Pensé mandar a la mierda todo lo planeado. Mi hombre no me merecía. Pienso que hay que ser muy hombre para permitir algo así. Pero mi sueño era más fuerte. Solo un gran pico negro sería capaz de apagar mi fuego. A la una en punto partimos de Santiago y nos detuvimos solo en Curacaví para almorzar. A la sobremesa me preguntó si estaba segura de lo que iba a hacer, y yo tímidamente le contesté que sí. Bueno, está bien, me dijo, y no hablamos más del asunto.
Llegamos a Viña como a las cinco y nos fuimos directo al Hotel. Allí nos recostamos y dormimos. Despertamos cerca de las diez, ya noche pero muy descansados. Bueno mi linda, dijo, llegó la hora de la verdad. Yo me voy a ir a dar una vuelta al Casino y usted a lo suyo. Se vistió y partió. Yo me quedé sola. Preparé mi ajuar cual novia que va al sacrificio y empecé a vestirme para la ocasión. Busqué un conjunto nada sobrio, mostraba algo de piel y pierna.
Cuando estuve lista bajé al loby. Mi esposo, atento como siempre, me había dejado con el botones del ascensor un clavel precioso, y una tarjetita que decía "que ésta sea tu noche, te quiero". Crucé la plaza y enfilé hacia calle Valparaíso, me piropearon de lo lindo pero me hice la desentendida. Al llegar, oh sorpresa, gringos por todas partes. Rubios, negros, asiáticos, latinos, un surtido enorme como para elegir. Seguí caminando y llegué al café Samoiedo, me asomé a la ventana y ví que las mesas estaban casi todas ocupadas por marines. Entré de pesca y observé de reojo si había alguna mesa disponible. Dos grandes negros como un camión cada uno conversaban, había una mesa desocupada justo al lado ellos. Allí me dirigí como si nada, ya habría un momento para hacer contacto. No demoró mucho en presentarse la ocasión. Una joven se acercó para atenderles un pedido, el inglés de los dos negrazos era muy cerrado y la chica no lograba entenderles. Yo algo sé y me ofrecí a ayudarles, aceptaron encantados. Después me invitaron a que los acompañara. Por supuesto acepté y conversamos de temas muy triviales. Después de un buen rato y cuando ya me consideraban su amiga, el negro más grande me dijo. Hemos arrendado un auto y lo tenemos aparcado en la plaza. Estarías dispuesta a acompañarnos y enseñarnos la ciudad. ¿Quién, yo?, les pregunté haciéndoles creer que no me lo esperaba. Sí, me dijeron, tú hablas buen inglés y a nosotros nos ayudaría mucho. Además conoces la ciudad.
Bueno, les dije, para que ustedes vean lo hospitalarios que somos los chilenos con los extranjeros, les llevaré a conocer la ruta costera hasta Con-cón (ellos interpretaron Hong-Kong), es muy hermosa verla con luna. Esa ruta es la más califa de Viña del Mar. No creo que exista mujer en Viña que no se haya pegado una cachita allí.
En la plaza me pidieron que manejara yo. Bueno les dije y tomé el volante, busque pronto la avenida Libertad, el corazón se me escapaba por la boca, mi sueño se estaba cumpliendo y más encima multiplicado por dos.
Estacioné en Playa Amarilla, encendí la radio y empezamos a charlar. Dos perfectos caballeros. En ningún momento me insinuaron nada, pero nada. Hablaron de sus casas, de su buque, de sus amigos, etc. Y de cachitas, nada. Decidí yo tomar la iniciativa.
- ¿Cuánto tiempo que no pisaban tierra?, les pregunté.
- Más de tres meses, me contestaron a coro.
- Pero tres meses es mucho tiempo,... ¿y el sexo?.
- ¿Tú nos darías sexo?
Vuelta a hacerme la desentendida.
- Quien,... ¿Yo?.
- Sí, me dijeron, tu eres muy linda, y nos llevaríamos un hermoso recuerdo de Chile.
- Bueno... pero... ¿Los dos?.
- Sí, me dijeron. Nosotros somos unos caballeros, nada tienes que temer. Nos harías un gran favor.
- Bueno... Si es así.
- ¿Adónde iremos?... me preguntaron. Sus ojos y su respiración ya no eran los mismos.
- Déjense llevar, les dije, conozco un lugar y enfilé rumbo a Reñaca Alto por el camino internacional.
Elegí La Cascada, podía ser cualquier otro. - En el sector hay para todos los gustos -. Estacioné frente a la cabaña más grande. Nos bajamos y antes de entrar me persigné. Soy medio atea, pero el caminar en medio de dos gigantes, donde yo les llegaba un poco más arriba del cinturón, era como para encomendarme a algún santo. Me acordé de una amiga que el día de su boda decía, "San Pancracito, haz que no me duela el chorito".
Estamos prontos a entrar a la cabaña. Siento apretado mi bajo vientre. Todas las emociones se me han venido muy de golpe. Pienso en mi esposo. ¿Qué sentirá el?, ¿Se estará pasando películas?... no sé. ¡Pero yo!... si ya llegué hasta aquí, tengo que apechugar. La cabaña está a oscuras, nos cuesta encontrar el interruptor. De repente, la luz se enciende. Todo alfombrado, muy lindo y una cama redonda inmensa. Encuentro un interruptor que atenúa la luminosidad y lo activo. A pedido de ellos tomo el teléfono y solicito una botella de pisco con algunas bebidas. Los negros me toman y me tiran sobre la cama, aún no nos hemos desnudado. Me doy cuenta pronto que los caballeros se quedaron afuera. Logro escabullirme y les pido me permitan desvestirme en el baño. Me desnudo. Me veo en el espejo,... mi conjunto de lencería se ve de lo más coqueto. Otra miradita, y ya estoy lista. Salgo del baño y casi me muero de la impresión.
- Dos negros gigantescos tirados cuan largo son sobre la cama.
- Dos picos negros enormes, monstruosamente parados.
Les juro que ahí se me aconcharon los pipís. Quise escapar pero uno de ellos saltó de la cama y me sostuvo por un brazo. De un tirón que me dieron, adiós lencería. Mi pensada entrada triunfal no tuvo ningún éxito. En segundos, me tenían en pelotas tirada en la cama sobre mi espalda, urgueteándome toda. Uno de ellos metió su largo dedo hasta el fondo en mi cosita. Lo movía con maestría. El otro me estampó un beso con lengua y con sus manos amasaba mis senos. No hubo preámbulo. Tres meses en el mar y yo iba a pagar el pato.
Se arrodillaron a la altura de mi cabeza y pusieron sus largas y gruesas pingas en mi cara. Querían que las chupara. Les juro que para tomar una tuve que usar las dos manos. Las dos eran tremendas. No dejaban de correrme mano. Abrí la boca al máximo y solo me entró la cabeza. Cada una de éstas vergas eran tres veces más grande que la de mi marido. ¡Les juro que no miento! Los negros estaban recalientes. Mi chocho estaba recontra mojado. Mi temperatura llegaba a mil. De pronto sentí que dos grandes manos me toman por las nalgas y me levantan. Entre mis piernas entreabiertas siento que me viene el primer ataque. Sujeto el pico con las dos manos y lo acomodo a la entrada de mi abertura. Siento la primera estocada, y aunque me abro mucho de piernas solo entra el glande. ¡Dios mío!, pienso,... éstos brutos me van a partir. Lo sujeto con mis manos con fuerza, intentando negar la entrada. El negro empuja. ¡Espera, espera!, le digo. Afortunadamente me hace caso.
Le pido que se recueste sobre su espalda. Ahí me percato del tremendo bruto que voy a introducirme. Me monto a horcajadas sobre un asta de unos treinta centímetros, tanto o más gruesa que mi brazo, y empiezo a sentir como de a poquito se va deslizando e ingresando hasta mi vientre. Mi chorito, igual que un cinturón apretaba al bruto. Ya tenía medio pico adentro.
El negro tuvo paciencia. Esperó a que yo sola bajara y de ahí en adelante empezó a moverse, muy suavemente al principio. Me preguntó si dolía. Le dije que no, que solo ardía un poquito. Dicho esto dio un salto brusco y sentí como la verga entraba casi toda. No grité porque creo ser valiente, un ardor intenso dentro de mis entrañas me llegó de golpe. Sentí que me desgarraban por dentro. Unas movidas más y el inmenso pico acabó, soltó lo que había acumulado en tres meses de celibato. Eso me alivió, también acabé. A pesar del ardor, acabé como los dioses. Fue un orgasmo soñado, sentí que algo tocó en mi interior por primera vez y me sentí en el cielo. El otro negro, que se había mantenido al margen mientras su amigo preparaba el camino, no aguantó más, y antes que yo dijera pío me puso de espaldas y puso su herramienta en mi entrada. La cosa resultó un poquito más fácil, las dimensiones eran casi las mismas. Pero yo estaba más que lubricada. La corrida de su amigo había dejado el camino suavecito. Me atacó con furia. Yo oponía resistencia pero también me movía, estaba gozando como nunca. Creo que nunca había tenido las piernas tan abiertas. Me avisó que acababa y nos fuimos juntos. El semen me chorreaba. Ambos jadeábamos como si hubiéramos corrido la maratón. Se levantó y me dijo que había sido la mejor acabada de su vida.
Descansamos unos minutos y nos tomamos unos tragos para recuperar fuerzas. Ellos no dejaban de jugar con mi chorito. Yo para no ser menos, acostada en el medio jugaba con las dos pingas. Les acariciaba las tremendas bolas y enroscaba en mis dedos sus pendejos que eran solo rulitos. De pronto, con tanto toqueteo, los picos volvieron a pararse. Me subí sobre el que estaba a mi derecha y me senté en su pico, luego me recosté guatita con guatita. ¡Que rico!, la situación la manejaba yo. ¡cómo nos movíamos!. De pronto siento que a mi espalda urguetean mi poto. El otro negro introduce un dedo untado con saliva por mi ano. ¡Rico!, ¡muy rico!, lo movía muy bien. No me hice ningún problema. Era exquisita la sensación de tener ocupados los dos hoyitos. Así durante un buen rato. Muchos besos, caricias y el dedo moviéndose atrás. De pronto la cosa cambió. Sentí al negrazo recostarse sobre mi espalda intentando introducir su verga por mi ano. Puse mi mano tratando de evitarlo, pero ya era tarde. Con la estimulación mi ano se había dilatado y no oponía tanta resistencia como pudiera imaginarse. Sentía otra sensación, muy distinta a cualquier otra experimentada anteriormente.
- Enculada y todo, estaba gozando a full.
- Dos enormes picos negros dentro de mí.
- Eso no lo había imaginado ni en mis sueños más afiebrados.
- Me dieron duro.
A cada golpe ambos negros trataban de introducirlo más, yo solo tenía que aguantar, no había escapatoria. Pero el dolorcito me gustaba, la causa lo ameritaba. Ambos negros acabaron nuevamente, yo también como nunca, pero salí del trance un tanto aporreada. Aporreada pero feliz. El gozo realmente había sido enorme.
- Ya estaba bueno, no me sentía capaz de soportar otro ataque.
Otros tragos y los negritos quieren repetir. Les digo que por el momento, basta. Que al día siguiente podemos reunirnos nuevamente. Eso les entusiasma, pero como un último favor me piden que les haga una paja de padre y señor mío. A eso no me opongo y a dos manos los hago acabar nuevamente.
Entramos a bañarnos. Los tres en la ducha juntos. Me enjabonaron, me besaron, entre ambos me levantaban y tomaban del agua que corría por mi chorito. Fue delicioso. Yo lavé sus picos y no los sequé porque volvían a pararse.
- Habíamos estado casi cuatro horas culeando y cuando salimos ya clareaba.
Manejé hasta el centro de Viña con mucho cuidado. Sentía como un desvanecimiento producto de las cachas y por el efecto de los tragos. Me despedí con un tremendo beso de cada uno de ambos y les prometí que me juntaría con ellos al día siguiente, en el mismo café en que nos habíamos conocido. Crucé la plaza y llegué al Hotel. Me dolían las caderas y me ardían mis partes. Las piernas me temblaban. Mi esposo me esperaba despierto. No había dormido una sola pestañada. Solo me preguntó ¿Y cómo le fue?,... le respondí que muy bien.
Él es muy respetuoso de la intimidad ajena, incluso la mía. Pero yo sí le conté. Le conté todo. Le conté cómo había satisfecho mi sueño. Le conté que había gozado. También le dije que para sentirse feliz hay que estar muy enamorado y yo lo estoy de él. Le conté que mis amigos me habían invitado para reunirnos el día siguiente. Me dijo que bueno, si era mi deseo. Pero yo no fui. Esa noche la reservé para él. Le di todo. Todo mi cuerpo es para él. Ahora soy una mujer realizada y feliz. Amo a mi esposo y él también me ama. Estoy segura que si algún día otro sueño aparece, el no vacilará en convertírmelo en realidad.
Amiga, si algún día te sientes “Loca por un negro”, que te sirva mi experiencia. ¡Apechúga!, hay que ser muy valiente.
(Leyla)
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